29 de abril de 2020

Una salida democrática para Nicaragua.

"Cinco condiciones básicas para una salida democrática pactada con mediación internacional."

Nicaragua nos emocionó cuando la visitamos en enero de 2019. Estaban muy recientes los acontecimientos trágicos de abril de 2018. Cientos de muertos en la represión, miles de exiliados, cientos de jóvenes encarcelados, líderes escondidos, radios y televisiones cerradas. Nos emocionaron sus gentes. Solidarios, valerosos, decididos. Un pueblo acostumbrado a luchar y a sufrir. Con convicciones, con orgullo patriótico y con ideales de país. La visita de la delegación del Parlamento Europeo que presidí, tuvo la suerte de verlo todo, de conocer y reunirse con todos, desde las cárceles, al presidente Daniel Ortega, estudiantes y líderes campesinos, madres de presos y de muertos, dirigentes de todos los partidos, universidades, Iglesia.

Dos Nicaragua viven juntas. Un Gobierno legítimo, que teme las protestas, las reprime y restringe las libertades. Una oposición desarticulada en fase de construcción de su unidad, que expresa reivindicaciones de cambio democrático y de libertad. El sandinismo oficialista, heredero de una revolución heroica que mantiene el relato histórico y sostiene un aparato partidario, potente y muy extendido en el territorio y una sociedad nicaragüense mucho más plural, moderna y democrática que quiere un futuro diferente sin monopolios sectarios del poder, con plenitud democrática.

¿Es imposible un acuerdo de salida democrática pactada? A diferencia de Venezuela, donde las cosas son mucho más complejas, en Nicaragua es posible pactar un camino hacia unas elecciones libres y transparentes que abran un futuro común al país. Ese pacto incluye cinco condiciones básicas.

Primera: La fecha electoral

La exigencia de adelanto que esgrimía la oposición, ha sido superada por la realidad. Las elecciones deben celebrarse en 2021, en la fecha prevista para el fin del mandato presidencial actual.

Segunda: Plenas libertades democráticas


Libertades plenas para ejercer la oposición. Desde hoy mismo, el Gobierno debe permitir el ejercicio pleno de las libertades políticas y el respeto absoluto a los Derechos Humanos. Todos los partidos deben ser legalizados y las alianzas electorales permitidas. Ningún obstáculo al derecho de reunión y al trabajo político de los líderes de los partidos. Regreso de los organismos internacionales de derechos humanos. Ningún preso político. Cese absoluto de la represión, acompañado de un compromiso de paz ciudadana. La paz social y económica del país no debe ser puesta en cuestión por nadie. La oposición debe reiterar su apuesta pacífica por la democracia.

Tercera: Una nueva Ley Electoral


Pactar una nueva Ley Electoral, para lo cual, las recomendaciones de OEA y UE deben ser guías necesarias. El presidente de la nación debe ser elegido por una mayoría clara y suficiente. La segunda vuelta debería ser garantizada en todo caso. La posibilidad de reelección debe ser limitada. En América Latina, este principio forma parte de la convivencia social para una democracia plena. La nueva ley debe ser pactada con la oposición, tanto con la de dentro del Parlamento, como con la de fuera de él.

Cuarta: Observación electoral

El Gobierno debe solicitar la observación electoral internacional. Sendas delegaciones de la OEA y de la Unión Europea podrían garantizar que el resultado electoral corresponde con la voluntad del pueblo nicaragüense. La observación internacional legitima y da estabilidad al futuro institucional del país. Si gana el Frente Sandinista, nadie cuestionará su mayoría. Si gana la oposición, el Frente Sandinista traspasa el poder. Esa es la regla.

Quinta: Memoria y justicia sin revanchas


En cualquier caso, pasadas las elecciones, el Parlamento debería crear una comisión de investigación sobre lo ocurrido en el país a partir de abril de 2018 bajo la premisa de una memoria reconciliada y no repetición, otorgando justicia reparadora a todas las víctimas. Memoria y justicia sin revanchas.

Sobre este esquema, el pacto es posible. Algunas delegaciones internacionales están en condiciones de ayudar a materializarlo y a monitorearlo. El Vaticano, México y España (o la Unión Europea) podrían ser mediadores. Nicaragua necesita esa mediación. Su pueblo la merece.

Ramón Jáuregui es en la actualidad presidente de la Fundación Euroamérica.
Presidió la comisión del Parlamento Europeo que visitó Nicaragua en enero 2019.
Publicado en El Confidencial. 29/04/2020

24 de abril de 2020

Europa y América Latina después del virus.

Vamos a pasarlo muy mal. Todo el mundo, claro, pero América Latina, quizás peor que nadie, salvo África. Sistemas de protección social muy débiles, infraestructuras sanitarias insuficientes, necesidades hospitalarias, de medicamentos, incapacidad de testeos, son el parte urgente de la crisis. La respuesta institucional es muy desigual. Hay países y líderes solventes, rigurosos y precavidos y los hay populistas e irresponsables con discursos y recomendaciones paternalistas o de chiste, si no fuera trágico. El impacto económico y social sobre todo el subcontinente será enorme. El turismo va a colapsar hasta que no haya vacuna y la economía informal, el 50 % de media, hará que desaparezca gran parte del tejido económico en muchos países, dejando sin subsidios públicos a demasiada gente. La capacidad fiscal de los Estados para la ayuda pública a la gente y a las empresas, es inferior a la que había en 2008. El apoyo financiero externo es imprescindible para la mayoría de los países latinoamericanos.

El apoyo financiero externo será imprescindible para la mayoría de los países americanos

Todo ello se suma la inestabilidad sociopolítica de la región. Tensiones sociales muy serias se venían produciendo en países importantes: Chile, Ecuador, Colombia. Problemas políticos enconados y predemocráticos en Venezuela y Nicaragua, e institucionales en otros muchos: Chile, Colombia, Perú, Bolivia... Sin olvidar los problemas económicos de los tres grandes: Brasil, México y Argentina. Los analistas se preguntan cómo afectará el coronavirus y sus gravísimas consecuencias a la estabilidad política en la región. No son buenos sus pronósticos.

Varios expresidentes y exgobernantes de Bancos Centrales de América Latina han dirigido una carta a los líderes mundiales, pidiendo su influencia sobre los organismos internacionales para la cooperación con América Latina ante los diferentes shocks adversos que sufren los países más pobres del subcontinente.

Europa y España la cabeza, deberían reclamar al Fondo Monetario Internacional dotarse de más recursos con capacidad de préstamo inmediato,
quizás a través de una emisión de Derechos Especiales de giro (DEG) para una distribución proporcional a esos países a través de un Fondo de Apoyo Fiscal a sus gobiernos. Los líderes latinoamericanos piden también a los Bancos Multilaterales de Desarrollo (BM, BID, CAF) préstamos a la región con condicionalidad reducida. La ayuda económica a América Latina no puede venir de otro sitio. Allí no hay ninguna unión supranacional como lo es la Unión Europea para ayudar a los Estados.

España debe reflexionar sobre su importante pérdida de influencia en el subcontinente.

Ahora que Estados Unidos parece abandonar la OMS, Europa debe reforzar su apuesta por esta agencia de Naciones Unidas, que garantiza la cooperación internacional y universaliza las terapias y las vacunas al conjunto de los humanos. Las compañías farmacéuticas deben ayudar a estos países con los reactivos para los test, así como con la medicación terapéutica y las vacunas, para ayudar a producirlos, cuando las haya.
Me constan los esfuerzos de Rebeca Grynspan y la SEGIB para que la Cumbre de Andorra, a celebrarse en noviembre de este año, incluya estos temas. A través de la plataforma de Iberoamérica, España ha podido compartir continuamente con sus socios latinoamericanos los conocimientos, las herramientas y las políticas que hemos desarrollado en estas cruciales semanas de relativo adelanto: desde fuentes de material sanitario hasta apps de autodiagnóstico, y desde detalles del confinamiento hasta iniciativas diplomáticas varias. Por otro lado, y afortunadamente, el G-20 ya acordó suspender los cobros de las deudas soberanas, pero habrá que plantearse la iniciativa del HIPC (Heavily Indebted Poor Countries) para reducir o reestructurar esas deudas a países que no podrán hacer frente a obligaciones de pago desmesuradas al tiempo que atienden a necesidades humanitarias descomunales.

Si no somos nosotros, España y Europa quiénes ayudemos a América Latina en estos foros y en esta dirección, la dependencia de China y su influencia en esas naciones se hará todavía mayor. Hoy, la influencia económica China en muchos países de América Latina es superior a la de Estados Unidos y Europa y aunque su capacidad de ayuda financiera es menor que en 2008 (porque tienen su propia carga fiscal y más deuda acumulada), el papel de suministrador de bienes públicos sanitarios y su capacidad de compra de commodities, le consolidan como actor principal en América Latina. España debería reflexionar seriamente sobre su pérdida de influencia en el subcontinente si los chinos son percibidos como el país más amigo de la región.

El liderazgo europeo en los organismos internacionales es imprescindible. Presionar en el G-20, en el FMI, en la OCDE, en línea con las demandas latinoamericanas, es nuestro deber. También lo es combatir las tentaciones renacionalizadoras que surgirán en países de América Latina y Europa. La prueba de fuego de nuestra vocación a favor del multilateralismo ordenado y el comercio internacional regulado, será nuestra apuesta por aprobar el Acuerdo UE - Mercosur. Y no será fácil, tal y como están las cosas y como vienen.

A nuestra presencia económica y a nuestra presencia política en América Latina, nos corresponde una responsabilidad especial en la ayuda y en la cooperación con esos países y con sus pueblos. Me consta que al Ministerio de Asuntos Exteriores este llamamiento no le es ajeno. Trabaja en ello y es bueno que así sea.

Publicado en  El Economista, 24/04/2020

23 de abril de 2020

Valiente



Temí lo peor cuando dejó de contestar a los mensajes. «José Mari, ¿Cómo estás?». Nada. Ni lo leyó. En sus respuestas anteriores, lacónico, pero animado: «En el hospital». « Con neumonía y oxígeno». Esta vez nada. La rayita negra del WhatsApp nunca se convirtió en dos rayitas azules y ese signo premonitorio se hizo triste realidad cuando supimos que el virus acabó con su vida. Hemos perdido a José María Calleja, un periodista de cuerpo entero, un luchador, un valiente, un amigo.

Luchador antifranquista en la universidad militando en el PCE. Luchador por la Paz en Euskadi, desde uno de los más difíciles lugares para hacerlo, en ETB, enfrentado a poderes ocultos, a miedos colectivos, a amenazas demasiado evidentes. Aguantó defendiendo sus ideas y sus convicciones frente a muchos y acompañado de pocos. Se mantuvo en sus principios profesionales, su decencia y su integridad moral, aunque las paredes de su casa y demasiadas paredes de Euskadi mostraban dianas con su nombre expulsándolo de su ciudad y de su vida.

Valiente, no solo para mantener su digna coherencia en ambientes hostiles o para aguantar la amenaza miserable de los asesinos, sino también para defender sus ideas mirando a los ojos a sus adversarios y con la cabeza alta. Valiente para abrazar las causas que exigían valor y por eso, defendidas por pocos. Valiente en sus argumentaciones, que mantenía con brillantez y contundencia. Era lúcido, muy buen polemista y articulaba sus conocimientos con ingenio y mucho sentido común. Tenía el corazón a la izquierda pero su razonamiento era liberal e ilustrado. Era un demócrata progresista. Era divertido y amigable. Ideal para la sobremesa o para cualquier conversación con una copa.

Estuve en la presentación de su último libro el pasado 10 de marzo en la librería Alberti de Madrid. ‘Lo bueno de España’ será su última aportación al debate nacional. Frente a ese intento burdo y maniqueo del nacionalismo catalán por denostar a España, denigrando su democracia y sus instituciones, culpándonos de todos los males y de todos los desastres, José Mari eleva su mirada para reivindicar la Constitución, la Transición, las Autonomías, el europeísmo, la modernidad de España, de sus movimientos vanguardistas, de sus derechos, sus bienes públicos, su gente, su pueblo... Ha sido su último tributo de valor y de coherencia por una causa justa.

Foto: Ramón Jáuregui y José Mari Calleja charlan en el acto de entrega al periodista del Premio Libertades, concedido por la Sociedad El Sitio en mayo de 1997.

Publicado en El Correo, 23/04/2020

19 de abril de 2020

Entrevista para el Diario Vasco. 19/04/2020



SAN SEBASTIÁN. Ramón Jáuregui acude a la cita con el fotógrafo pertrechado de mascarilla y guantes."Estoy llevando el confinamiento con toda severidad, metido en casa."
Salgo para comprar el pan y el periódico, y echo en falta el abrazo de los nietos y el paseo», confiesa el exministro, exeuroparlamentario y exvicelehendakari socialista. Recién jubilado de la política pública, hace ya un año que pasa largas temporadas en su San Sebastián natal, la ciudad en la que se ha confinado con su mujer desde que se anunció el estado de alarma. «Nos vinimos porque aquí tenemos Osakidetza», reconoce. Jáuregui comparte su análisis del escenario precipitado por la crisis sanitaria y asegura que si fuera Pablo Casado, se presentaría en Moncloa «y le diría a Sánchez: ‘Yo te voy ayudar, yo quiero sacar a mi país adelante’. Eso es patriotismo, eso es ser un hombre de Estado».

–Las duras consecuencias de la crisis sanitaria parecen más una pesadilla que una realidad. ¿Cómo asiste a todo esto?
–Con las incertidumbres y los miedos de todo el mundo y lo digo en el sentido literal. Tenemos que extraer muchas lecciones de lo que ha pasado y está pasando, tenemos que aprender muchas cosas y hacerlas mejor en el futuro seguramente. No es tanto el tiempo de las críticas y los reproches como el de mirar al futuro. El país está demasiado lleno de sabelotodos y de adivinos del pasado. Sería bueno que pensáramos en una comisión de expertos para que de cara al final de este año pudiéramos hacer un balance serio de todo lo que ha pasado, de cómo hemos reaccionado y de qué ha fallado.

–¿Le asusta la Euskadi y la España que vienen?

–Al País Vasco le veo mejor posicionado porque tenemos una economía productiva tecnoindustrial muy potente, un buen tejido productivo, una menor dependencia de los servicios y, sobre todo, del turismo, y una red de ciencia muy potente. En España, sin embargo, la dependencia del turismo es muy alta, especialmente en algunas regiones. No es casualidad que los cuadros macroeconómicos del futuro estén dibujando España como uno de los países con más problemas de salida.

–¿Aprecia una tensión política excesiva, pese a las intenciones de búsqueda de acuerdos por parte de Pedro Sánchez?
–El escenario que nos ofrece la política española es muy lamentable. Es imperdonable que, en una situación como esta, la política esté rota. Me deprime ver imágenes como las de la última sesión de control. La ciudadanía, en los balcones y en sus miedos, quiere unidad política y claridad de objetivos, y solo percibe insultos. Honradamente, creo que es muy penoso.

–¿El Gobierno español podrá sobrevivir a una crisis sanitaria de este calibre?
–El Gobierno debe de sobrevivir, pero, sinceramente, creo que tiene que buscar el apoyo de PP y Ciudadanos para las decisiones macroeconómicas que vienen. Es el Gobierno el que tiene que tenerlo claro, debe tener unidad en torno a ese objetivo y hacer propuestas concretas para negociar los contenidos de las medidas que hay que adoptar. Eso es lo que le corresponde al Ejecutivo, junto a una especial contención política y, por supuesto, una generosidad en el trato a los partidos de los que busque su apoyo.

–Sánchez trata de alcanzar un gran acuerdo de reconstrucción. ¿Comparte que el modelo sea el de los pactos de la Moncloa?
 –Las circunstancias son muy diferentes, pero el volumen de las medidas que hay que adoptar y de los esfuerzos que tenemos que hacer para sortear el crack es de tal envergadura, que es insoslayable la exigencia de ese pacto o pactos, porque no hace falta que los fragüemos en uno solo, sino en una serie de acuerdos sucesivos. Salvar la economía y el Estado del bienestar van a necesitar de un gran consenso político.

–¿Qué futuro augura al presidente del Ejecutivo si no logra alcanzar el consenso necesario?

–Si no se logra con el apoyo de la oposición, habrá que intentar que los apruebe la mayoría que sostiene este gobierno. Lo que pasa es que esas mayorías actuales no son estables porque hay una parte del nacionalismo catalán, especialmente, cuyo compromiso con la salida macroeconómica y social de España es manifiestamente mejorable, por decirlo suavemente. Es necesario aumentar esos apoyos y sustentarlos en los partidos susceptibles del pacto. Si no lo quieren hacer, tendremos que hacerlo con las mayorías que haya, pero no será el mejor camino. A mí me produce especial dolor pensar que en una situación como esta el PP no sea consciente de que su aportación es fundamental y que muchos españoles van a medirle en función de su reacción. El ganador político del pacto en términos partidistas sería Casado porque le convertiría en el líder que no es y mejoraría enormemente sus posibilidades electorales a medio plazo. El problema es que el PP ha apostado por la caída del Gobierno y eso tiene un altísimo coste político y económico para España.

–¿El hecho de que Sánchez lidere un Gobierno de coalición con Unidas Podemos puede ser un factor que aleje las posibilidades de alcanzar acuerdos con la derecha?
–Me parece que pretender romper el Gobierno como condición previa al pacto no es políticamente aceptable en un gobierno que acaba de nacer. La investidura se ha producido hace cien días y no es razonable, políticamente, que diga que para alcanzar un pacto tienes que echar a Podemos. No, perdone, esto no es planteable. 

–¿Entiende el enfado de Casado por haber conocido la convocatoria de la reunión con Sánchez por la prensa o son excusas? 
–Parecen. Al margen de la torpeza... En todo caso es colateral. Estamos asistiendo a una teatralización de las diferencias que no se explican ante la envergadura de lo que tenemos por delante. Realmente todo parece indicar una nula voluntad de acordar. Por eso, pido al Gobierno particular sensibilidad en el trato de la oposición y al mismo tiempo unidad en la propuesta y concreción de las medidas que hay que adoptar.

–Parece que Ciudadanos está mostrando una actitud constructiva. ¿Cómo valora el cambio ejercido por Inés Arrimadas?
–Creo que es inteligente. Arrimadas ha encontrado la oportunidad de girar todas las decepciones que había producido ese partido, que empezaron fundamentalmente en el año 2019 negándose a hacer una coalición con el PSOE. Ha encontrado la oportunidad de poder jugar a ser un partido más centrado y por tanto más bisagra.

–¿Puede implicar futuros entendimientos de PSOE y Ciudadanos, más allá de estos acuerdos?

–Es mucho decir, pero ojalá. Creo que la estabilidad del Gobierno español o de las fuerzas que lo apoyan son demasiado inestables y en algún caso poco fiables, especialmente y lo digo con claridad, refiriéndome al independentismo catalán. Darle más estabilidad al Gobierno de España es bueno y obviamente Ciudadanos la da.

–La extrema derecha protagoniza una continua emboscada al Ejecutivo de Sánchez. ¿Cómo se puede rebajar la tensión y acercar a Vox a un entendimiento?

–No tengo esperanzas en eso. Para mí lo más importante es que el PP no se acompleje ante eso, porque, realmente, su estrategia política es la de una derecha como alternancia al Gobierno actual. A lo que tiene que jugar el PP es a mejorar sus posibilidades electorales a medio plazo, no a la vuelta del coronavirus. Y pienso en una circunstancia histórica semejante, aunque diferente, que conviene tener en cuenta. Me refiero a lo que ocurrió en el año 2000, cuando Zapatero ganó el Congreso del PSOE. Nadie le conocía, el PP tenía mayoría absoluta, pero Zapatero le presentó a Aznar un pacto antiterrorista –porque estaban liquidándonos, en aquellos meses ETA mató a Buesa, Jáuregui...– y eso le convirtió en un hombre de Estado. Ese símil es muy parecido históricamente a lo que le ocurre a Casado hoy. Si yo fuera Casado encontraría ventajas enormes en convertirme en el hombre solvente que se presenta en Moncloa y dice: ‘Yo te voy ayudar, yo quiero sacar a mi país adelante’. Eso es patriotismo, eso es ser un hombre de Estado.

–¿Cree que esta generación de ‘la nueva política’ estará a la altura para encarar el escenario post Covid-19 como lo estuvieron los partidos en la Transición?
 
–Nuestros dirigentes de hoy no están ni menos preparados ni son peores que nosotros. Objetivamente la España de 2020 es más difícil que la de los 80. Entonces había un país con hambre de balón, como dicen en el fútbol, con una vertebración muy grande de sentimientos y de aspiraciones. Y esto ahora no lo hay. No podemos olvidar que España se ha transformado políticamente y no hemos sido capaces de encontrar una regla más ordenada para gobernar el pluripartidismo. En particular, lo que reclamo es que sabiendo que el pluripartidismo español vino en 2015 y está para quedarse, tendríamos que tener una reglas más ordenadas. Para mí son dos: el principio de que PSOE y PP deben comprometerse a dejar gobernar al partido ganador y recuperar los pactos de Estado que han guiado la política española durante 40 años. 

–Usted no fue de los mayores fan de Pedro Sánchez en sus inicios. ¿Cómo está viendo ahora al presidente de Gobierno?
–Mi discrepancia con Sánchez se produjo porque este principio de dejar gobernar al partido ganador no se aplicó con Rajoy. Antes de las terceras elecciones en 2016 fui de los que dije que había que votarle porque había que dar un gobierno a España. Mi oposición con Sánchez no es tanto personal como la discrepancia con el famoso ‘no es no’. Yo lo que he apreciado es que el presidente tiene un peso internacional bastante sólido, que en ese ámbito lo está haciendo bien y que, internamente, la gran oportunidad que se ha perdido en este país es la de haber hecho un gobierno con Ciudadanos en 2019. A partir de ahí, percibo que es un líder que está haciendo lo que puede, no tengo especial crítica. Está llevando una tarea muy complicada y hay que esperar a ver cómo se sale de esta crisis. Muchos líderes han emergido de crisis semejantes. Una de sus grandes metas, ahora, sería tener la capacidad de poder congregar ese consenso que la política española no tiene.

–Desde la oposición dicen que busca «aferrarse» al poder.

–Más que aferrarse yo creo que lo está sufriendo. Esa crítica no es justa, basta verle la cara para captar lo que está sufriendo. Lo que está pasando no se lo deseo ni a mi peor enemigo, es un horror. Es el presidente del Gobierno, tiene una responsabilidad enorme y la está ejerciendo. Punto

–También la acusan de «falta de autocrítica» y le afean los «errores» de comunicación, el último con el Ingreso Mínimo Vital. 
–Mi consejo es generosidad en el protagonismo y firmeza en el control del mando del Gobierno. Son incidentes en camino, en la coalición. Yo tuve de esas un montón en el Gobierno que compartí con Ardanza.



«No dudo de que el PNV tiene voluntad de negociar»


–El PNV cree que el camino para encarar el futuro es un acuerdo sobre los Presupuestos generales y que los pactos de la Moncloa «no son la panacea». 
–Pero los Presupuestos de 2020 no son suficientes. Tenemos que hablar de medidas que van a afectar a generaciones. Yo no dudo de que el PNV tiene una voluntad de negociación y de apoyo estimables, pero creo que no se trata del Presupuesto del año que viene, se trata de algo más. Creo que también al PNV, fuerza que da soporte a este Gobierno, le corresponde asumir su responsabilidades y estoy convencido de que lo hará.

–La formación jeltzale cree que sin Presupuestos, Sánchez estaría abocado a una crisis gubernamental y a ir a elecciones.
 –Esa parece que es la apuesta del PP. Después del año largo que hemos pasado de inestabilidad en la formación del Gobierno, que ahora, en el 2020, y después de la crisis del coronavirus estemos parados, es un escenario caótico, que clama al cielo y provoca estupor en el ámbito internacional. Por tanto, eso no puede ser. El Gobierno que salió junto a Podemos era inevitable porque no había otro, guste más, guste menos, era inevitable porque nadie más quiso apoyar la investidura. Incluso tiene algo que pocas veces se he dicho, una ventaja muy importante que en el mundo internacional se reconoce más que aquí dentro y es que las plazas del 15-M han entrado en el Gobierno de España. Fue ya en sí mismo un salto de madurez democrática que dimos en España. La coalición se ha creado hace tres meses y hay que dejarle funcionar, en eso hay que ser exigentes. Las apuestas para que caiga el Gobierno son suicidas.

 –¿Teme que el cruce de reproches entre PNV y PSE, socios en el Gobierno Vasco, pueda ir más lejos?
–Creo que es un incidente muy menor, bastante natural en la vida de una coalición. No han tenido prácticamente tensiones, la coalición ha funcionado bien y, en mi opinión, es más necesario que nunca en los tiempos que vienen.

LAS FRASES:

ANÁLISIS
«Sería bueno pensar en una comisión de expertos para que, a final de año, podamos hacer un balance serio de lo ocurrido»

APOYOS
«El Gobierno tiene que buscar el respaldo de
PP y Cs para las decisiones macroeconómicas que vienen»

OPOSICIÓN
«El problema es que el PP ha apostado por la caída del Gobierno y eso tiene un altísimo coste político y económico para España»

EL PRESIDENTE
«Más que aferrarse al poder lo está sufriendo. No hay más que verle la cara. Lo que está pasando no lo deseo ni al peor enemigo»

Entrevista para El Diario Vasco, 19/04/2020

15 de abril de 2020

España rota

"La unidad política y el esfuerzo colectivo llevaron a grandes logros en los últimos 40 años. También ahora el sistema político debe responder unido".

Siento pena por España. Giro mi vista al pasado y creo que la España democrática, la que inició la aventura de la transición en 1977, ha hecho un recorrido extraordinario y hemos logrado un bienestar desconocido en los últimos siglos, disfrutando de una democracia avanzada y estable. Ahora miro lo que viene y me asusta la gravedad de los retos porque veo una España fracturada, con su sistema político radicalizado y enfrentado. Pienso que sin unidad y sin grandes pactos no seremos capaces de liderar a un país y a una ciudadanía a la que, inevitablemente, tendremos que pedirle sacrificios y esfuerzos colectivos. 

La inestabilidad política se ha instalado en España desde 2016. El pluripartidismo viene acompañado de una tensión interna en los dos bloques, lo que ha radicalizado el enfrentamiento izquierda-derecha. El crecimiento electoral de Vox y la formación del Gobierno PSOE-Podemos han cristalizado esta tendencia. La inestabilidad política aumenta con una dependencia tan acusada de los nacionalismos y de fuerzas locales. Especialmente del nacionalismo independentista catalán. El debate de investidura de enero reflejó muy bien este estado de cosas, y las declaraciones de unos y otros estos días están confirmando la profunda división política del país. La imagen que ofrece nuestro sistema político es la de una España rota. 

El volumen de las decisiones a tomar no corresponde sólo al Presupuesto de los próximos años. Sin duda, afectará a las próximas generaciones. Probablemente exigirá contribuciones especiales, como hicieron los alemanes para la unificación de las dos Alemanias a la caída del muro. Fortalecer nuestro sistema sanitario y premiar a los sanitarios con mejores sueldos, por ejemplo, será una prioridad, pero aumentar el gasto sanitario un punto del PIB cuesta 10.000 millones de euros todos los años. Nuestras cuentas públicas muestran un déficit continuo e inasequible a la contención de 2,5 puntos. Igual que nuestra Seguridad Social. La lista de sectores económicos que nos van a demandar ayudas será interminable. Las ayudas europeas son importantes y afortunadamente el acuerdo del Eurogrupo nos ayudará, pero conviene recordar que la mayoría son préstamos que hay que devolver. Estamos hablando de decisiones económicas que significarán 20 o 30 puntos de PIB que incrementarán nuestra ya considerable deuda pública acumulada.
Es oportuno recordar que los grandes logros de España a lo largo de estos últimos 40 años han sido consecuencia de la unidad política y del esfuerzo colectivo de los españoles. Desde la Transición a la Constitución, desde el Estado autonómico al Estado del Bienestar, desde la modernización económica a la superación del terrorismo. Solo sobre un esquema político que vertebra sociedad y corresponsabiliza en los esfuerzos será posible salir de esta crisis, como lo hemos hecho en otras ocasiones. Solo si la narrativa del pacto y de los consensos se impone al relato clásico de gobierno-oposición habrá una presión social insoslayable hacia nuestros líderes. 

El Gobierno ha tomado la bandera del pacto y eso está bien. Son los primeros en ver la dimensión de lo que viene. Pero es necesario que Podemos muestre su conformidad con ese objetivo y no estoy seguro de esa coincidencia. Por otra parte, obtener el apoyo de la oposición exige al Gobierno más que a nadie, contención y serenidad. Exige una comunicación fluida y leal con los líderes de todas las fuerzas y presentar una propuesta concreta sobre las medidas a tomar para discutirlas y negociarlas. Ya no es tiempo de culpar al PP sobre su gestión de la política sanitaria en la crisis. Ya no es tiempo de acusarles de acomplejados ante Vox. Ya no es tiempo de calificar de irresponsable a la oposición ni de alimentar campañas contra ella. 

Tampoco lo es para acusar al Gobierno de todos los males. Para alimentar en las redes sociales los peores instintos y sentimientos de los que ‘lo saben todo’. Para apoyar las medidas de confinamiento y censurar sus actuaciones desde otras instancias de poder. Es tiempo de otra cosa y los sentimientos de la gente, en los balcones y en la intimidad de sus incertidumbres y miedos, no son esos. La gente quiere que su sistema político responda de manera seria y unida. Quiere vernos solventes y pactando soluciones, no lanzándonos insultos.

 Salvar nuestro tejido productivo será la gran tarea después del confinamiento. Volver al crecimiento económico, a la recuperación del empleo y de las rentas es condición necesaria de supervivencia. Hacerlo en el contexto de cambios tecnológicos y geopolíticos que estamos viviendo seguirá siendo una exigencia. Hacerlo en una globalización, que seguirá siendo irreversible, nos demandará cambios políticos extraordinarios. ¿No son todos estos retos suficientemente graves como para afrontarlos unidos? Juzguen ustedes mismos. 

Publicado en El Correo, 15/04/2020

12 de abril de 2020

Ni olvido, ni perdono.

"Gran parte del PSOE que conocemos y de la España que disfrutamos se los debemos a él. Enrique estuvo en el origen de mucho de lo bueno que hicimos."

Se hizo socialista en las cárceles de Franco intuyendo, ya entonces, que la izquierda útil para España era la socialdemócrata, no el comunismo. Negoció con habilidad y generosidad el Pacto del Betis, en Suresnes (París) en 1974, para desanclar al PSOE del exilio y para apostar, con acierto, por los jóvenes socialistas andaluces de «Isidoro».

Enrique fue una persona clave en tres momentos históricos del socialismo español: en la construcción del PSOE de la clandestinidad que emergió en el periodo de la tolerancia política en el declive franquista (19701975), en el tránsito de la tolerancia a la legalidad y a la Constitución (1975-1978) y en el paso de la legalidad a la victoria del 82.

Tenía una mirada larga, veía lejos y calculaba con mucho acierto las corrientes sociales, los movimientos políticos y las consecuencias de sus actos. Era uno de esos políticos que no te deslumbraba por la descripción del presente sino por la capacidad para intuir el futuro. Pocos lo hacían y menos lo hacen.

Gestionó el primer acuerdo autonómico con el PNV, la alianza PSOEPNV para el Senado en 1977. Comprometiendo así la incorporación del nacionalismo vasco a la causa democrática española. Fue el primer paso de unos acuerdos con el PNV que todavía duran hoy. Sus consejos y su olfato político le hicieron clave en el PSOE para la Transición, para el pacto reconciliatorio, para la Constitución, y para la victoria del PSOE de octubre del 1982. En todo caso su influencia fue decisiva en la configuración de un PSOE moderno, europeo y socialdemócrata.

A pesar de su protagonismo en todos estos acontecimientos, a Felipe le costó hacerle ministro y me consta que sufrió por ello. Pero finalmente lo fue y una de las políticas más valiosas en la consecución de la paz fue la dispersión de los presos de ETA. La cárcel no podía seguir siendo el lugar desde donde se estimulaba y organizaba la violencia. Fue duro y le generó enemigos feroces, pero era hombre de convicciones y decisiones. Sabía gobernar.

Siendo como eran, familia de sufrimientos históricos (judíos emigrados en la guerra), acostumbrado al exilio y a la cárcel, Enrique sufrió el más duro de los golpes de su vida cuando ETA asesinó a su hermano Fernando. «Ni olvido ni perdono» fueron sus palabras una tarde lluviosa y ventosa cuando enterramos al «Poto», su hermano del alma en San Sebastián. Fue también hombre de paz.

Enrique estuvo en el origen de lo que somos. Yo me incorporé a su despacho de Rentería, en 1975. Eran años difíciles en aquel pueblo donde rompían la placa de abogados con nuestros nombres cada día. Habíamos estado juntos en el Congreso de Suresnes y desde finales de los sesenta estuvo reconstruyendo el socialismo vasco junto a Nicolás Redondo, Txiki Benegas y algunos pocos más. Él estuvo en el origen de todo lo que fuimos y nos dejó su impronta de político listo, intuitivo, de su admiración socialdemócrata por el socialismo del centro y del norte europeos, su moderación ideológica, su cultura literaria, su amistad. Hoy le rendimos homenaje y nos enorgullece su legado.

Publicado en ABC, 12/04/2020

Precursor

"Múgica anticipó que la memoria histórica, una izquierda moderada y una transición ordenada favorecerían al PSOE"

Mucho de lo que tenemos se lo debemos. Enrique fue siempre un precursor, un hombre que veía lejos, que anticipaba escenarios, que intuía futuro. Es una de las cualidades que más admiro en política y que menos adorna a los líderes.

En 1977, en las primeras elecciones democráticas había una docena de partidos en la izquierda. Nadie daba un duro por nosotros. Enrique, cabeza de lista por Guipúzcoa me dijo: Ganaremos. Parecía una locura, simplemente un eslogan. El vio que la memoria histórica, el cambio, la izquierda moderada, la transición ordenada, serían premiadas. Y ganamos en San Sebastián. ¡Quién lo iba a decir!

Años antes, cuando estaba en la cárcel, penado por su lucha antifranquista en el Partido Comunista, vio claro que el futuro de la izquierda en España era el PSOE y rompió con Carrillo y su partido. No era fácil ver tan lejos. Aquí en Euskadi, la colaboración con el nacionalista PNV no empezó en los gobiernos de coalición que yo encabecé. No, mucho antes, en 1977, Enrique entendió que el PNV era clave en la transición democrática que él preconizaba. La primera coalición electoral con el Partido Nacionalista Vasco se firmó en esas elecciones de 1977, se llamaba “Frente Autonómico” y arrasó en las elecciones al Senado. Enrique estaba detrás.

Detrás y delante estuvo Enrique en la construcción de la “Platajunta”, una alianza de partidos democráticos que diseñó para salir del conflicto que se creó cuando dos alternativas democráticas se enfrentaron: La Plataforma democrática y la Junta democrática, ambas compuestas por partidos diferentes, pero coincidentes en la aspiración a una España democrática.

Enrique estuvo en el pensamiento, en la reflexión, en la construcción del PSOE moderno, el de “Isidoro” y el “Pacto del Betis”, entre el socialismo vasco, obrero, sindicalista, tradicional, como el asturiano y el socialismo andaluz del “grupo de la tortilla”, integrado por unos jóvenes andaluces, tan brillantes como entusiastas.

Aquel pacto, en el que se fraguó la ruptura con el PSOE histórico, anclado en el exilio y alejado de la España real de los setenta, apostó por un socialismo del interior renovado y liderado por Felipe, lo gestionó Enrique, lo intuyó él. Fue un pacto generoso porque el socialismo vasco renunció a Nicolás Redondo para ofrecer al joven abogado sevillano un liderazgo que resultó genial. Yo estuve allí, en Suresnes y puedo contarlo.

El PSOE moderno, socialdemócrata europeo, moderado, culto, cosmopolita interclasista, que se creó a finales de los setenta y primeros años de los años ochenta, es deudor de Enrique. Él era eso. Fue generoso y sabio. Yo lo sé. Y puedo decirlo, orgulloso de su amistad.

Publicado en  La Vanguardia, 12/04/2020

2 de abril de 2020

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