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31 de agosto de 2016

Brexit: claridad y firmeza

Todo son preguntas sobre el futuro del Reino Unido después del Brexit y sobre el futuro de Europa sin el Reino Unido. Todo son especulaciones, la mayoría de ellas pesimistas en esta especie de mega crisis que azota a la Unión, aunque no sólo a ella y, que afecta a los fundamentos de nuestro contrato social y democrático.

Hoy sabemos algo más que ayer, porque el partido conservador británico se ha apresurado a sustituir a Cameron lo más rápidamente que han podido y por tanto, la crisis institucional en Downing Street ha sido, formalmente superada. La nueva premier ha dicho que va a cumplir con el mandato del referéndum y que va a negociar la salida del Reino Unido de la Unión: “Brexit is brexit”. Sabemos pues que las intenciones del Reino Unido son las de notificar a la UE su deseo de abandonar la Unión y que se activará, en consecuencia, el Art. 50 del Tratado.

Pero, a partir de aquí, vuelven las preguntas ¿Cuándo lo hará? ¿Tendrá el acuerdo de Westminster? ¿Superará las dificultades legales que le pondrán los escoceses? ¿Qué hará si Escocia pide un referéndum para irse del Reino Unido o pretende negociar en paralelo un estatus especial en Europa? ¿Qué pasará en Irlanda del Norte, si la República de Irlanda hace una OPA a Belfast? ¿Cuál será el modelo de relación con la UE que buscará Reino Unido en la negociación de salida? ¿Habrá elecciones generales en el Reino Unido antes de que acabe la negociación? ¿Se someterá de nuevo a referéndum la decisión final de salir de la UE, una vez conocidas las condiciones de salida?...

Vayamos por partes. Todavía habrá que esperar unos meses a que el Reino Unido notifique su marcha. Tiene que superar algunas dificultades legales internas importantes y resolver cuestiones políticas graves. En mi opinión es altamente improbable que el Reino Unido se desdiga de un mandato popular que, aunque no es imperativo jurídicamente, es políticamente inapelable. La posibilidad de que se convoque otro referéndum “revocativo” del anterior, me parece poco seria, incluso aunque por medio hubiera unas elecciones generales anticipadas. Estamos hablando de Gran Bretaña. Pero, con todo, la gestión del Brexit, se vislumbra tan compleja y sus efectos tan preocupantes que, hasta el momento, los vencedores han huido de la escena, como si hubieran sido aplastados por el pueblo.

Lo más probable es que la UE imponga duras condiciones.

El caso más llamativo es el de Nigel Farage, pero el más significativo es el de Boris Johnson, quien ha desaparecido como por encanto, no de sus adversarios precisamente. Y digo significativo, porque era él quien encabezó, lideró y protagonizó la campaña contra su compañero de filas y primer ministro, David Cameron. Todo el mundo suponía que después de su victoria, se presentaría a la elección de su partido para gestionar el Brexit que tan fervientemente defendió. Pues no. Ha desaparecido temporalmente del mapa, para reaparecer como Ministro de Exteriores. Una figura importante, pero lejos de la función de líder absoluta que jugó durante la campaña.


Veamos qué va a pasar ahora que la señora de mayo ha notificado su decisión final y ha constituido la delegación de negociación. Comienzan las rondas de un trabajo inédito (nunca antes se había ido nadie), que nos llevarán los dos años previstos en el Artículo 50 y quizás tengamos que prorrogarlos. Lo principal sin embargo es saber a qué modelo vamos, es decir, cuál es el marco de relación que establecemos para el Reino Unido y la UE en los diferentes planos en los que se deben basar las relaciones entre vecinos. Vecinos, no lo olvidemos, muy importantes cuantitativa y cualitativamente que, además, se separan después de haber vivido juntos los últimos 40 años.

Pero, por muy fuertes que sean las razones para establecer una sólida, estable y buena asociación con el Reino Unido, lo más probable es que la UE establezca muy duras condiciones para ese futuro. Primero porque tiene que evitar que el “efecto contagio” de ese referéndum nos destruya el edificio. La regla es clara: “si te vas, te vas y, además, lo pagas”. No es ni gratis, ni dulce. En concreto, si el Reino Unido quiere quedarse en el Mercado Único, y es bastante evidente que quiere y que debe hacerlo, tendrá que aceptar la libre circulación de bienes, capitales y personas. Y esto último, la libre circulación, es lo que los ganadores del Brexit prometieron evitar (el cierre de las fronteras a los europeos). Además, tendrán que pagar por ello y quizás alguien haga cuentas y descubra que disfrutar del Mercado Único desde fuera, es más caro que estar dentro de ella. Pero también, porque estamos hablando de una negociación de uno contra 27 y las necesidades de la City, de las empresas, del dinámico mercado laboral británico y del comercio británico, son tan evidentes que colocan al Reino Unido ante una dificilísima negociación.

¿Qué Europa nos quedará después del Brexit?

En todo este oscuro panorama el que lleva a algunos a plantearse si el Reino Unido no debería hacer otro referéndum, una vez conocidas las condiciones reales de salida. Puestos a especular, lo cierto es que las consultas referendatarias debieran limitarse a ratificar, o no, lo que la política ha construido y no lo que sentimentalmente desean los ciudadanos. Personalmente creo que eso que algunos llaman “Derecho a decidir”, no puede llevarnos a una cascada de consultas, imposibles de gestionar después, porque las respuestas binarias (Sí o No) a problemas complejos, acaban reclamando una decisión soberana semejante cuando se conocen las consecuencias de la primera.

Al fin y al cabo, la democracia representativa no es una forma devaluada, sino superior de la democracia. El caso británico es un buen ejemplo, pero no es el único. Quienes defienden el referéndum escocés, catalán…, para determinar la voluntad soberana de su país, ocultan que, por la misma razón deberían convocar otro después de conocidas las condiciones en que ese supuesto deseo se materializa porque, ese segundo referéndum, ofrecería a los ciudadanos la verdadera oportunidad de decidir sobre lo que significa una y otra opción. En definitiva, no me parece que sea el mejor método, ni el más democrático, para resolver cuestiones altamente conflictivas y complejas que reclaman, por el contrario, un ejercicio pensado y sereno del diálogo y la negociación como método de resolución.

Pero volvamos a Europa. ¿Qué Europa nos quedará después del Brexit? Esta es la gran pregunta que recorre los pasillos del Parlamento Europeo y los despachos de gobiernos y partidos después del terremoto del 23 de junio. Lo cierto es que la mayoría se ha puesto ya en posición de rearmar el proyecto, buscando la oportunidad de reforzar la integración europea. La idea que mejor expresa este impulso es avanzar en una integración más acusada de los países de la Zona Euro, reforzando su gobernanza económica, mejorando su estructura institucional y su funcionamiento democrático y, haciendo más patente la idea social y política de la Unión ¿Es eso posible, me dirán ustedes, al observar los vientos nacionalistas y populistas en Dinamarca, Polonia, Holanda o Hungría? ¿Hay fuerzas federalistas que alimentan todavía el ya viejo slogan: “Más y Mejor Europa”?

La idea es solo una Europa.

Mi opinión es que Francia y Alemania, acompañados de Italia, España y los países del Euro, seguimos manteniendo la llama del proyecto europeo y la mayoría de los partidos que representamos a esos países -y creo que también los ciudadanos- seguimos defendiendo una integración supranacional que responda a la vieja demanda de Paz y Libertad que alimentó este proyecto en el Siglo pasado y que responde hoy a las exigencias de la globalización y a los retos del duelo EEUU-China para el Siglo XXI.

Persistir en ese proyecto exige tres cosas. De una parte, combatir ese retro nacionalismo antieuropeo con todas nuestras fuerzas. De otra, responder desde Europa a las demandas de seguridad y bienestar que nos demandan los ciudadanos y, por último, dejar muy claro a los países que no quieren esa Europa, que pueden abandonarla para construir un nuevo marco de Asociación con la Unión, sin pertenecer políticamente a ella.

Esto se parece bastante a la famosa “Europa a dos velocidades” que hizo furor después de Maastricht, pero se diferencia de la situación actual en la claridad. No hacemos una Europa con un núcleo duro y una Europa a la carta, en la que diez o doce países están orbitando alrededor con diferentes “opt-outs”. No. La idea es solo una Europa. La idea es poner fin a la Europa a la carta y trasladar toda esa flexibilidad que mide el gradiente de nuestras relaciones, a través de un Acuerdo Marco de Asociación, que regule las condiciones de la misma. En eso estamos algunos. Más claridad y sobre todo firmeza en la idea de Europa.

Publicado el 31/08/2016  para The Economy Journal.

4 de enero de 2016

2015: Crisis y avances europeos.

La Europa de 2015 es una Europa en crisis, que a pesar de ello, avanza en su conformación institucional y en la superación de los momentos tan graves que está sufriendo. Este parece ser el sino de nuestra Unión. Avanzar a pesar de todo, superar crisis diversas aprovechando esas ventanas de oportunidad que surgen de ellas. Recordando a Galileo, bien podríamos decir eppur si muove.

Empezamos el año con una nueva Comisión Europea, llamada a gobernar la Unión por cinco años, con un marco institucional renovado. Nuevo Presidente, Junker, luxemburgués, social-cristiano, europeísta, un político de largo recorrido en las instituciones comunitarias, nacido en el corazón de la idea europea. Junto a él, el nuevo Presidente del Parlamento Europeo, alemán, también nacido en ese amplio territorio que separa las cuatro naciones centrales: Alemania, Francia, Bélgica y Luxemburgo, y que habla como él las tres lenguas básicas del entramado institucional: alemán, francés e inglés. Ambos europeístas convencidos, herederos de los Padres Fundadores y empeñados en devolver fuerza al alma comunitaria de la Unión frente al intergubermentalismo rampante.

Nueva legislatura europea, nuevos líderes, nuevos impulsos basados en una entente cordiale (que no pacto) entre las dos grandes familias políticas europeas: EPP (210 diputados) y S&D (191 diputados) con el acompañamiento puntual de liberales (70 diputados) y apoyos más esporádicos de verdes y conservadores.

¿Cuál es el balance de este inicio de legislatura? Yo diría que muy desigual y bastante preocupante. Empezando por la constatación trágica de que el terrorismo yihadista ataca a Europa, llevándonos a un escenario de guerra internacional y de problemas de seguridad interior, absolutamente desconocido para los europeos desde la II Guerra Mundial. Frente a esta emergencia, todo se ha alterado, desde el Pacto de Estabilidad a la coordinación policial europea; desde la inmigración a la Política de Seguridad y Defensa, incluyendo la apelación a la solidaridad del resto de países europeos que ha hecho Francia, con base en el art. 42.7 del Tratado, nunca utilizado hasta la fecha. Quedan muchas dudas sobre el futuro de esta lucha, que será larga y que afectará a muy diferentes planos de la construcción europea, pero una cosa me parece evidente: sólo fortaleciendo la Unión seremos capaces de vencer esta amenaza. Por tanto, primera conclusión: el fin del terrorismo yihadista reclamará más y mejor Europa y no más naciones europeas desunidas y descoordinadas.

Europa sigue avanzando en la gobernanza económica

El segundo gran tema del año ha sido, una vez más, la gestión de la crisis económica, la gestión monetaria y la amenaza del Grexit. La legislatura comenzó con esos buenos propósitos: reformar poco a poco la política económica de la Unión a través de introducir flexibilidad en el cómputo del Pacto de Estabilidad para reducir la austeridad, impulsar la inversión pública en términos más keynesianos y mejorar la liquidez bancaria, con la ayuda del Banco Central Europeo. Sin duda, el Plan Junker, un compromiso que el grupo socialista arrancó en la investidura del Presidente de la Comisión, es una herramienta oportuna, pero no es suficiente en la medida que se pretende apalancar inversión privada con pocas expectativas de rentabilidad bajo este entorno macro. Asimismo, la revisión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento ofrece opciones nuevas a los países deficitarios para abordar sendas de consolidación más suaves, pero el reto está en el comportamiento de los países con más espacio fiscal. Y la construcción de un presupuesto de la eurozona, tal y como se define en el informe de los cinco presidentes sobre el futuro de la eurozona, se fía más allá de 2017.

Europa, a pesar de la crisis griega, que finalmente evitó el Grexit, sigue avanzando en una gobernanza económica y monetaria más coordinada y fuerte. La unión bancaria y el informe Taxe a raíz del escándalo Luxleaks, que exige una coordinación informativa entre los países europeos, incluidos algunos pequeños avances en la armonización del impuesto de sociedades, muestran esa orientación europeísta en la política económica. Sin embargo, desgraciadamente, la insistencia en la austeridad está devaluando peligrosamente el marco socio-laboral y retrasando gravemente la recuperación, el crecimiento y la creación de empleo.

Tampoco es brillante el resultado de la crisis migratoria. Nuestra reacción fue tardía, descoordinada, insuficiente. Sólo algunos países han asumido a unos cuantos miles de refugiados, pero los muros han vuelto a nuestras fronteras y las fotos de nuestro rechazo quedarán para la historia. La paradoja europea es que necesitamos veinte millones de inmigrantes para que en el 2030 mantengamos nuestra relación actual entre activos y pasivos de la Seguridad Social, y sin embargo no somos capaces de ordenar e integrar a un millón de ellos en la crisis migratoria más grave de los últimos cincuenta años.
Más integración europea
Es curioso, pero analizados cada uno de estos tres grandes temas de la vida europea durante el año 2015, la conclusión es clara: todo impulsa hacia una mayor integración europea. En el ámbito de la seguridad, por ejemplo, la creación de unidades europeas de información y análisis contraterrorista resulta de una urgencia apremiante. No hay justificación para que Europa lleve más de diez años sufriendo ataques terroristas con el mismo origen y causa y no hayamos puesto en común nuestras policías y nuestros servicios de información, para evitar unos atentados planificados y ejecutados por encima de nuestras fronteras.

En el campo de la fiscalidad, después de conocidas las informaciones que permitían a las empresas multinacionales planificar sus pagos fiscales aprovechándose de acuerdos nacionales, tipos de sociedades más bajos, paraísos fiscales, etc., el Parlamento y la Comisión han iniciado una tarea en busca de una mayor coordinación en la información entre Estados miembros, para evitar la competencia desleal interna. Igualmente estamos reclamando la progresiva armonización fiscal y el establecimiento de normas comunes en la base imponible en el impuesto de sociedades y de los Estados miembros. Todo ello, ¿Qué significa? ¿Menos Europa o más Europa? Es evidente que la tendencia lógica de estas demandas exige más integración.

El caso de la gobernanza económica de la Unión Monetaria es todavía, si cabe, más evidente. La carta de los cinco presidentes - así llamada porque la firman los cinco presidentes de las instituciones europeas- marca un camino de integración económica hacia la unión bancaria, el mecanismo financiero de estabilidad, la convergencia macroeconómica de los países, etc., básica por otra parte, no sólo para dar eficiencia a la gestión económica del euro, sino incluso para aumentar la fundamentación democrática de esas políticas.

Sin embargo -he aquí la paradoja- la mayoría de los acontecimientos que han tenido lugar estos meses muestran un preocupante crecimiento de la intergubermentalidad (el peso del Consejo y de los Estados sobre las otras instituciones) y una tentación nacionalista más que notable, en la mayoría de los países. Prueba de ello es la fuerte presencia nacionalista antieuropea en el Parlamento (UKIP británico, Frente Nacional francés, euroescépticos de distinta inclinación política, extremas derechas, etc.) y las enormes resistencias de los Estados a ceder soberanía o, lo que es peor, a recuperarla (es evidente en el caso de Schengen).

Europa sigue trabajando día a día

Pero quizás la mejor expresión de estas tendencias nos la proporciona el Reino Unido, que amenaza con un referéndum sobre la permanencia o salida de Europa y para evitar el mal mayor, nos exige la renegociación de los Tratados y de las políticas sociales de la Unión en la línea más antagónica a la construcción europea: una moneda común, una misma política social, una construcción cada vez más estrecha... Si queremos que el Reino Unido se quede, tenemos que debilitar la Unión. Ese es el reto que nos propone Cameron, consciente de que perder su referéndum sería una catástrofe para su país, pero también para Europa.

Esta es la otra mirada que también nos ofrece Europa. La que sigue trabajando día a día, resolviendo poco a poco sus problemas y sus crisis. También conviene reivindicar esa Europa que, a pesar de todo, evitó la guerra en Ucrania, evita los muertos en el Mediterráneo con su flota, salva al euro, evita el Grexit... Eso es también Europa. una poderosa maquinaria que está ahora enfrascada en crear la Agenda Digital, cuyo objetivo es crear un Mercado Único Digital para Europa; que avanza hacia la Unión Energética; que negocia acuerdos con Cuba y Mercosur; que busca un Marco Comercial Común con los EEUU (TTIP), o que lidera la lucha del mundo contra el cambio climático (el COP-21 de París).

Europa sufre, pero avanza. Eppur si muove.

Publicado en The Economy Journal