6 de enero de 2008

La llave misteriosa

Los acontecimientos que nos proporciona la actualidad vasca no dejan de producir una sensación de triste ‘déjà vu’. Triste porque a la desesperanza que se ha apoderado de la población con la ruptura de ETA del ‘alto al fuego’ se ha sumado el vértigo maldito de la bomba y el asesinato. Y ‘ya visto’ porque a la pesadilla repetida se le añade el grave desencuentro político entre partidos e instituciones frente a ETA y el discurso de fin de año de nuestro lehendakari, que reitera hasta la obsesión su pócima resolutiva en forma de llave misteriosa.

Al salir de la recepción de Navidad que Ibarretxe ofreció a la sociedad vasca, los invitados nos fuimos con un pequeño obsequio, un llavero con forma de llave, que lleva inserto: «Zeu zara giltza-Tú eres la llave», para que no olvidemos algo que el anfitrión ha repetido en su mensaje de año nuevo: la solución la tenemos nosotros, los vascos y las vascas, en nuestra mano, ya que las consultas que quiere convocar en 2008 y en 2010 permitirán resolver el futuro de nuestro país, por lo menos, para los próximos veinte años. Sólo él lo cree, aunque reconozco que lo hace con la fe del converso y el entusiasmo del neófito.

Miro con frecuencia la llave, y cuando leo el imperativo «Tú eres la llave» no dejo de preguntarme cómo, por qué y para qué. Empecemos por recordar que esa enorme confianza que nos traslada y esa inmensa fuerza que el lehendakari nos atribuye se proyectan sobre una ciudadanía descreída, desinteresada y desesperanzada. ¿De dónde se deduce una entusiasta respuesta a su entelequia? Recuérdese que en Cataluña sólo el 49,42% de los ciudadanos votó al nuevo Estatuto y en Andalucía no llegó al 37%, a pesar de que el número de interesados por la política en ambas comunidades dobla al de los vascos, y sin olvidar el amplio consenso político que avalaba ambos textos.

Buena prueba de lo que digo nos la ofreció el Sociómetro vasco de noviembre pasado, encuesta fiable de la presidencia del Gobierno vasco que, entre otros muchos datos de interés, nos señalaba que el número de vascos ‘poco o nada interesados por la política’ es de 77 de cada cien, (40% nada interesados y 37% poco interesados). Comparando esa alarmante cifra con las de otras comunidades autónomas, salíamos mal parados. Frente al 22% de vascos ‘muy o bastante interesados por la política’, en Cataluña esta actitud la manifiestan el 48%, en Andalucía, el 39% y en Galicia, el 29%. Dan ganas de preguntar en ese mismo departamento del Gobierno Vasco que realiza el Sociómetro qué consecuencias extraen de ese dato. Porque, conviene precisarlo, esos casi ocho de cada diez vascos que expresan semejante desprecio por la cosa pública se manifiestan así después de haber conocido (septiembre de 2007) la maravillosa fórmula del lehendakari para resolver todos nuestros problemas, mediante sucesivas consultas a ese mismo pueblo tan entusiasmado con ellas. ¿Hay alguien ahí? ¿Será posible que el conjunto de sabios que aconsejan al lehendakari examinen este pequeño detalle sobre el interés que suscitan sus propuestas?

Bien podría ser que los vascos fueran masivamente a votar si creyeran que su voto sería decisivo para la disolución de la banda y la desaparición de la violencia, pero eso no se lo cree nadie. El propio consejero de Interior, Javier Balza, tuvo que precisar al lehendakari afirmando rotundo: «ETA no dejará las armas por la consulta porque le importa un bledo la sociedad» (EL CORREO, 18-11-07). Es difícil expresarlo con mejores palabras.

Aquí en Euskadi, todos sabemos que después de la ruptura de junio de 2007 nos hemos introducido en un nuevo ciclo de ETA, cuyo desenlace no depende, ni poco ni mucho, de las consultas del lehendakari. No quiero ofender, pero honradamente pienso que la gestión que Ibarretxe quiere hacer de las reivindicaciones de la izquierda abertzale no favorece ese desenlace sino que, objetivamente, lo entorpece y alarga el ciclo final de ETA.

Pero hay otros dos datos del Sociómetro que vienen a cuento sobre esta llave misteriosa que abre la puerta del futuro vasco. Preguntados los vascos sobre su autoubicación en el eje vasco-español, un 45% se siente predominantemente vasco, un 36% tan vasco como español y un 9% predominantemente español. Esta manera de medir el gradiente identitario de la ciudadanía vasca es discutible porque la primera categoría integra una mezcla heterogénea de vascos que se sienten ’sólo vascos’ y ‘más vascos que españoles’, equiparando así a independentistas con autonomistas.

Pero más allá de esta precisión técnica me pregunto -mirando mi llave- cómo resolvería la consulta el punto exacto de la escala identitaria de los vascos. Cómo y por qué la noche del 25 de octubre, después de haber respondido sí a una pregunta tan sencilla como tramposa a favor del ‘derecho a decidir’ de los vascos, el lehendakari va a estar en posesión de un mandato popular claro y rotundo para incorporar la autodeterminación al marco de relaciones con España. Me pregunto a partir de qué establecerá una nueva base social legitimadora de su Estado libre asociado -o como quiera que lo llame- si los sentimientos identitarios de los vascos seguirán siendo idénticos a los de hoy y, por cierto, a los de ayer. ¿Cree acaso el lehendakari que esa radiografía de la sociedad vasca, que se repite desde 1980, va a alterarse bruscamente en 2008? ¿O quizás pretende inclinar ese péndulo patriótico con el señuelo de la paz? Es una reflexión que me inquieta sobremanera no sólo por lo que tiene de engañosa respecto a un objetivo tan anhelado por la sociedad vasca como es la paz, sino por la maquiavélica operación que entraña desvirtuar la pluralidad vasca y confundirla con la aspiración nacionalista independentista.

Es lo que ocurre con otro dato de la encuesta citada. Preguntados los vascos sobre su actitud ante la independencia, un 34% está de acuerdo, un 27% en desacuerdo, y un 24% ‘estaría o no de acuerdo según las circunstancias’. También aquí conviene precisar que es ésta una manera bastante capciosa de sondear la actitud de los vascos ante esta cuestión pero, en todo caso, de esta y de otras encuestas que examinan la voluntad independentista de la sociedad vasca se sabe que es ése un sentimiento minoritario, aunque sea importante y que en ningún caso se acerca al 50% de la población real. Pues bien, me pregunto -mirando la llave- si esta consulta va a transformar estas actitudes y va a resolver de un plumazo nuestra enorme complejidad.

No dependemos de Madrid, ni de París, ni de Bruselas, sino de nosotros mismos», dice el lehendakari. De acuerdo, hagámoslo todo nosotros solos, pero ¿cómo? Nuestros problemas son nuestros, no puedo estar más de acuerdo. Es nuestro terrorismo el que nos mata. Es la violencia de ETA, anómala en Europa, anacrónica en el Siglo XXI, la que surge de nuestras más íntimas raíces, de nuestros más puros ancestros. Es la pluralidad identitaria, esencial a nuestro ser vasco, la que no puede simplificarse ni manipularse en una consulta falseada por la violencia de ETA y sesgada por el partidismo del Gobierno convocante. Es nuestra complejidad interna la que no permite soluciones simples ni se resuelve con llaves mágicas.

Justamente, es el reconocimiento de que nuestros problemas derivan de nosotros mismos el que debería enfocar otras soluciones y propuestas que las que nos presenta el lehendakari. Yo estoy muy de acuerdo, por ejemplo, con la idea de que el fin del terrorismo depende en gran parte de la sociedad vasca. Estoy igualmente convencido de que el futuro de Euskadi no está escrito y que todos los proyectos serán posibles en paz y en democracia. Pero precisamente por ambas convicciones exijo la paz primero y reglas de convivencia después. No, lehendakari, no hay fórmula mágica ni llaves milagrosas. Sólo paz y democracia y después elecciones, una y otra vez para configurar mayorías vertebradoras del país y de su pluralidad. Mayorías que nadie podrá desoír en democracia. Ése es el camino.
El Correo, 6/01/2008