24 de abril de 2020

Europa y América Latina después del virus.

Vamos a pasarlo muy mal. Todo el mundo, claro, pero América Latina, quizás peor que nadie, salvo África. Sistemas de protección social muy débiles, infraestructuras sanitarias insuficientes, necesidades hospitalarias, de medicamentos, incapacidad de testeos, son el parte urgente de la crisis. La respuesta institucional es muy desigual. Hay países y líderes solventes, rigurosos y precavidos y los hay populistas e irresponsables con discursos y recomendaciones paternalistas o de chiste, si no fuera trágico. El impacto económico y social sobre todo el subcontinente será enorme. El turismo va a colapsar hasta que no haya vacuna y la economía informal, el 50 % de media, hará que desaparezca gran parte del tejido económico en muchos países, dejando sin subsidios públicos a demasiada gente. La capacidad fiscal de los Estados para la ayuda pública a la gente y a las empresas, es inferior a la que había en 2008. El apoyo financiero externo es imprescindible para la mayoría de los países latinoamericanos.

El apoyo financiero externo será imprescindible para la mayoría de los países americanos

Todo ello se suma la inestabilidad sociopolítica de la región. Tensiones sociales muy serias se venían produciendo en países importantes: Chile, Ecuador, Colombia. Problemas políticos enconados y predemocráticos en Venezuela y Nicaragua, e institucionales en otros muchos: Chile, Colombia, Perú, Bolivia... Sin olvidar los problemas económicos de los tres grandes: Brasil, México y Argentina. Los analistas se preguntan cómo afectará el coronavirus y sus gravísimas consecuencias a la estabilidad política en la región. No son buenos sus pronósticos.

Varios expresidentes y exgobernantes de Bancos Centrales de América Latina han dirigido una carta a los líderes mundiales, pidiendo su influencia sobre los organismos internacionales para la cooperación con América Latina ante los diferentes shocks adversos que sufren los países más pobres del subcontinente.

Europa y España la cabeza, deberían reclamar al Fondo Monetario Internacional dotarse de más recursos con capacidad de préstamo inmediato,
quizás a través de una emisión de Derechos Especiales de giro (DEG) para una distribución proporcional a esos países a través de un Fondo de Apoyo Fiscal a sus gobiernos. Los líderes latinoamericanos piden también a los Bancos Multilaterales de Desarrollo (BM, BID, CAF) préstamos a la región con condicionalidad reducida. La ayuda económica a América Latina no puede venir de otro sitio. Allí no hay ninguna unión supranacional como lo es la Unión Europea para ayudar a los Estados.

España debe reflexionar sobre su importante pérdida de influencia en el subcontinente.

Ahora que Estados Unidos parece abandonar la OMS, Europa debe reforzar su apuesta por esta agencia de Naciones Unidas, que garantiza la cooperación internacional y universaliza las terapias y las vacunas al conjunto de los humanos. Las compañías farmacéuticas deben ayudar a estos países con los reactivos para los test, así como con la medicación terapéutica y las vacunas, para ayudar a producirlos, cuando las haya.
Me constan los esfuerzos de Rebeca Grynspan y la SEGIB para que la Cumbre de Andorra, a celebrarse en noviembre de este año, incluya estos temas. A través de la plataforma de Iberoamérica, España ha podido compartir continuamente con sus socios latinoamericanos los conocimientos, las herramientas y las políticas que hemos desarrollado en estas cruciales semanas de relativo adelanto: desde fuentes de material sanitario hasta apps de autodiagnóstico, y desde detalles del confinamiento hasta iniciativas diplomáticas varias. Por otro lado, y afortunadamente, el G-20 ya acordó suspender los cobros de las deudas soberanas, pero habrá que plantearse la iniciativa del HIPC (Heavily Indebted Poor Countries) para reducir o reestructurar esas deudas a países que no podrán hacer frente a obligaciones de pago desmesuradas al tiempo que atienden a necesidades humanitarias descomunales.

Si no somos nosotros, España y Europa quiénes ayudemos a América Latina en estos foros y en esta dirección, la dependencia de China y su influencia en esas naciones se hará todavía mayor. Hoy, la influencia económica China en muchos países de América Latina es superior a la de Estados Unidos y Europa y aunque su capacidad de ayuda financiera es menor que en 2008 (porque tienen su propia carga fiscal y más deuda acumulada), el papel de suministrador de bienes públicos sanitarios y su capacidad de compra de commodities, le consolidan como actor principal en América Latina. España debería reflexionar seriamente sobre su pérdida de influencia en el subcontinente si los chinos son percibidos como el país más amigo de la región.

El liderazgo europeo en los organismos internacionales es imprescindible. Presionar en el G-20, en el FMI, en la OCDE, en línea con las demandas latinoamericanas, es nuestro deber. También lo es combatir las tentaciones renacionalizadoras que surgirán en países de América Latina y Europa. La prueba de fuego de nuestra vocación a favor del multilateralismo ordenado y el comercio internacional regulado, será nuestra apuesta por aprobar el Acuerdo UE - Mercosur. Y no será fácil, tal y como están las cosas y como vienen.

A nuestra presencia económica y a nuestra presencia política en América Latina, nos corresponde una responsabilidad especial en la ayuda y en la cooperación con esos países y con sus pueblos. Me consta que al Ministerio de Asuntos Exteriores este llamamiento no le es ajeno. Trabaja en ello y es bueno que así sea.

Publicado en  El Economista, 24/04/2020