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17 de octubre de 2018

“El enfoque de género y el papel de las mujeres” en el Acuerdo de Paz de Colombia.

“Las mujeres tienen hoy un protagonismo especial en el proceso de paz de Colombia y en la reclamación de tierras”

El eurodiputado recuerda que “ellas fueron las principales víctimas de abusos, violaciones y asesinatos durante el conflicto”

 


El copresidente de Eurolat (Asamblea Euro-Latinoamericana) Ramón Jáuregui ha destacado “la especial dimensión de la perspectiva de las mujeres en el proceso de paz en Colombia”. Durante una conferencia organizada en el Parlamento Europeo sobre “El enfoque de género y el papel de las mujeres” en el Acuerdo de Paz de Colombia, Jáuregui ha señalado que “ellas fueron quienes más sufrieron un conflicto que generó millones de víctimas. Muchísimas veces padecieron abusos, violaciones y asesinatos. Hoy, las mujeres están ejerciendo un protagonismo especial en el proceso de paz, reivindicando la devolución de las tierras en nombre de las familias que fueron desplazadas”, ha señalado.

El eurodiputado socialista ha expresado también su preocupación por “cómo camina el acuerdo con las FARC después del cambio de Gobierno en Colombia, y con una derecha ultra que está presionando sobre el Gobierno de Iván Duque para que ponga en cuestión algunas partes de esos acuerdos”. Jáuregui ha reiterado que “en la Unión Europea somos totalmente contrarios a ese cuestionamiento y exigimos que el proceso de paz se respete y los acuerdos se cumplan, porque ese es el camino de la paz en Colombia”. Además, ha reclamado que continúen las conversaciones con el ELN “porque el diálogo con este último grupo constituye el último paso de un proceso muy difícil, pero exitoso desde hace más de cinco años”.
 

3 de abril de 2017

Solidaridad con las victimas de Colombia. 3/04/2017.

 
 


Nota de prensa, 3/04/2017

 Ramón Jáuregui: “En estos momentos de dolor, nuestra solidaridad está con las víctimas, con sus familias y con el conjunto del pueblo colombiano”

El copresidente de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana muestra su tristeza y expresa su solidaridad con los afectados por la avalancha en Mocoa (Colombia), que ha provocado más de 250 muertos.

 "Como amigo del pueblo colombiano, quiero expresar mi tristeza ante la tragedia que ha golpeado este sábado a la ciudad de Mocoa; tristeza que sin duda comparten todos los miembros de EuroLat.

Seguimos con preocupación los trabajos de búsqueda de las personas aún desaparecidas y de atención a los damnificados, esperando que se consumen con éxito lo antes posible. En estos momentos de dolor, nuestra solidaridad está con las víctimas, con sus familias y con el conjunto del pueblo colombiano”.

Según los últimos datos ofrecidos por la Cruz Roja de Colombia, más de 250 personas han fallecido y unos 400 han resultado heridas en la madrugada del sábado tras producirse una avalancha provocada por las intensas lluvias que causaron el desbordamiento de tres ríos que pasan por la ciudad de Mocoa.

Via: Socialistas en el Parlamento Europeo.

25 de enero de 2017

Presentación Reunión Delegación EUROLAT con OEA.

Miércoles 25/01/2017

Reunión de la Delegación EUROLAT con Luis Almagro, Secretario General de la Organización de los Estados Americanos.(OEA).

Declaraciones sobre las nuevas relaciones Trump con Latinoamérica, Mexico, Colombia.







Vïdeo de la reunión completa en este enlace

19 de enero de 2017

"El inicio de las negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y el ELN es una buena noticia"

Nota de prensa, 19/01/2017.


El lider de los socialistas españoles en la Eurocámara y copresidente de la Asamblea Parlamentaria EuroLat, asegura que "la paz en Colombia estará más asentada cuantos más se sumen a ella".

Ante el anuncio de que el Gobierno de Colombia y la guerrilla del ELN iniciarán las negociaciones de paz el próximo 7 de febrero en Quito, el lider de los socialistas españoles en la Eurocámara y copresidente de la Asamblea Parlamentaria EuroLat, Ramón Jáuregui, ha afirmado que “es una buena noticia, porque la paz en Colombia estará más asentada cuantos más se sumen a ella. Desde Europa saludamos con alegría la próxima liberación del ex-congresista Odín Sánchez, a la que el ELN se ha comprometido, compromiso que ha despejado el camino de estas conversaciones. Hay que insistir a la guerrilla en que debe abandonar la violencia y defender pacífica y democráticamente sus ideas, como condición necesaria para cualquier diálogo. Este paso es una garantía de futuro para todo el pueblo colombiano, puesto que sin la incorporación del ELN, el proceso de paz estaba incompleto.

"Ahora el ELN debe asumir el marco general de condiciones que el Gobierno ha pactado con las FARC y dar muestras de responsabilidad y altura de miras. Con todas las cautelas necesarias en un proceso complejo y delicado como el que está viviendo Colombia, este anuncio enciende una nueva luz de esperanza. Cabe pedir a las dos partes, Gobierno y guerrilla, que conduzcan este diálogo con diligencia, rapidez y sentido de Estado, para cerrar de una vez por todas el capítulo de la violencia en Colombia”, ha asegurado el eurodiputado socialista.

11 de octubre de 2016

¿Qué pasó en Colombia?

Viví apasionadamente el plebiscito del pasado domingo en Colombia. Hice campaña abiertamente en Bogotá y Medellín por el ‘sí’ y sufrí una decepción enorme cuando comprobé la polarización del país y la victoria del ‘no’ ante unos acuerdos que, sinceramente, creí serían el comienzo de un tiempo nuevo en ese país tan brutalmente castigado por un conflicto armado que a veces casi parecía una guerra civil.

¿Qué ha sucedido para que la mitad más uno de los colombianos digan ‘no’ a un acuerdo tan complejo y costoso, tan larga y trabajosamente negociado entre Gobierno y guerrilla, amparado y avalado por toda la comunidad internacional? Al estrepitoso fallo de las encuestas, que daban entre diez y quince puntos de ventaja al ‘sí’, le están saliendo muchas explicaciones. Las mías son las siguientes:

El rechazo a las FARC es más profundo y sentido de lo que se creía. Naturalmente, sigue habiendo quienes explican y justifican la aparición de estos grupos armados y su lucha en las paupérrimas condiciones de vida del mundo rural colombiano, en las profundas desigualdades sociales y, por supuesto, en la órbita de los movimientos insurgentes y revolucionarios del siglo pasado en América Latina. Pero más allá de esos argumentos, lo cierto es que las FARC han hecho muchísimo daño. Han matado, secuestrado, destruido con tanta crueldad, que en la memoria colectiva de los ciudadanos hay una condena moral intensa y un amplio rechazo al perdón. Los defensores del ‘sí’ no fueron capaces de superar ese rechazo, especialmente al tener que admitir que los acuerdos contemplaban una ‘Justicia Transicional’ muy cercana a la impunidad de tantos crímenes.

Personalmente justifiqué en múltiples ocasiones que paz y justicia no eran elementos fácilmente compatibles. Que la paz era imperfecta, por supuesto, y que se basaba en el perdón mutuo que la sociedad colombiana se debía a sí misma. He defendido los acuerdos diciendo que este tipo de conflictos armados solo podrían acabar así. Y somos muchos los que hemos advertido que el ‘no’ podría retrotraer a Colombia a los peores años de su trágica historia y que no habría otra oportunidad de paz como ésta en diez años. Pero, hoy, concluido el resultado del plebiscito, me inclino a pensar que quizás las concesiones a las FARC fueron excesivas y que, en todo caso, a los ciudadanos así se lo parecieron.

Hay otra evidencia en Colombia y es la existencia de dos países diferentes: el urbano y el rural, situados en el centro el primero y en la periferia el segundo. El ‘no’ ha triunfado en las ciudades y el voto urbano ha tumbado el acuerdo, que, a su vez, ha sido ampliamente respaldado en los pueblos y en las zonas rurales. No por casualidad han sido las zonas más castigadas por el conflicto las que han respaldado mayoritariamente el acuerdo, lo que pone en evidencia otra paradoja y es la conmovedora actitud de las víctimas, mucho más proclives a superar la guerra y a disfrutar de la paz, que el resto de sus conciudadanos.

El ‘no’ ha hecho una campaña agresiva y demagógica, y ha sido más eficaz frente a la confiada campaña del ‘sí’, que creía seguro su triunfo por el engaño de las encuestas. ¿Por qué se equivocaron? Porque a la gente no le apetecía decir ‘no’ a la paz, y resultaba incómodo o impopular hacerlo. Pero cuando llegó la hora de la verdad dijo lo que sentía. El ‘no’ amenazó con una imagen tremendista de Maduro-Castro-FARC como si la entrada en política de éstos fuera a convertir a Colombia en una república comunista. Por último, el ‘no’ ha utilizado una censura –esta vez más realista– a las conexiones de la guerrilla con el negocio del narcotráfico.

Hasta aquí las razones del fracaso. Pero, al día siguiente del plebiscito, la vida siguió en Bogotá y en toda Colombia. Y lo que toca ahora es volver a los caminos de la paz. Tres pasos habrá que recorrer. El primero es recomponer la unidad interna del país. El presidente Santos tiene que llamar a la oposición al acuerdo y consensuar con ellos una nueva estrategia para la negociación. Uribe y el ‘no’ deben gestionar su victoria con prudencia y ayudar a reanudar las negociaciones y comprometerse con ellas.

El segundo afecta a las FARC, que deben mantener su promesa de no volver a la violencia y hacer firme su voluntad de convertirse en una nueva fuerza política, aunque ello implique tener que revisar las condiciones del fin del conflicto. Una renegociación del acuerdo resulta casi inevitable por la simple razón de que el pueblo soberano lo ha querido así.

El tercero, es poner en marcha toda la política de cohesión social, de promoción económica, comunicaciones con el territorio, desarrollo agrario, incorporación rural de exguerrilleros y, sobre todo, de atención a víctimas que se contemplaban en los acuerdos. Todo lo que constituye la política de restauración social del país.

Es un largo camino, pero en Colombia, al día siguiente del referéndum, la vida continúa con nueva esperanza y no con viejas frustraciones. No hay la sensación de que vuelve la guerra, sino que habrá que continuar la paz sobre lo andado, aunque de otra manera. Ésta ha sido la esperanzadora sorpresa que tuvimos el lunes, horas después del plebiscito. Mi impresión es que el proceso de paz no se ha frustrado, aunque su continuación se enfrenta a una renegociación. Las FARC lo han confirmado, en parte porque no pueden volver atrás. La violencia no es compatible con la política y la defensa de una causa justa no puede hacerse matando. Eso ya no es solo inmoral, es anacrónico. No pertenece al siglo XXI.

Publicado en El Correo, 10/10/2016

29 de septiembre de 2016

Viaje delegación EU a Colombia plebiscito 2 de octubre .


Desde el miércoles 28, una delegación del Parlamento Europeo (PE) de once eurodiputados ha viajado a Colombia para ejercer como observadores del plebiscito que se celebrará el 2 de octubre para ratificar el acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC.




Rueda de prensa Parlamento Andino y Parlamento Europeo sobre el Proceso de Paz. 







video OidHaco.

26 de septiembre de 2016

No hay Paz sin perdón.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, repite un par de ideas que yo mismo también considero claves para que un proceso como éste tenga éxito.

La primera de esas ideas es que, por desgracia, la justicia perfecta no permite la paz. Un acuerdo de paz como el que está consumando Colombia requiere que ambas partes cedan algo. Lógicamente, ni el Gobierno admitiría un acuerdo de paz sin entrega de armas por parte de la guerrilla, ni los guerrilleros estarían dispuestos a deponerlas a cambio de nada.

Es comprensible que una parte importante de la ciudadanía colombiana desee que quienes usaron la violencia durante décadas lo paguen caro. Sin embargo, el precio de lo que podríamos llamar una aplicación estricta de la justicia a los guerrilleros sería muy probablemente la continuación del conflicto. Como bien dice Santos, un momento histórico como el que está viviendo Colombia sólo puede afrontarse buscando el mejor equilibrio posible entre justicia y paz, para lo cual se requieren dosis elevadas de realismo.

La necesidad de hacer concesiones me lleva a la segunda de las ideas en las que insiste Santos: la generosidad de las víctimas. Dicho de otro modo, no hay paz si no perdonamos. En una entrevista al diario El País, el presidente colombiano encomiaba la actitud de las personas que más han sufrido a causa del conflicto y decía de ellas que, con su disposición a perdonar, han dado una gran lección de vida al país entero. Por el contrario, los sectores sociales más reacios a la firma del acuerdo de paz son aquellos que menos directamente han sentido en su vida las consecuencias del conflicto.

De hecho, el mapa del apoyo o el rechazo al acuerdo de paz tiene líneas sociológicas, incluso geográficas bastante nítidas. Por un lado encontramos a la clase media y alta de las zonas urbanas – las élites de las ciudades, como el propio Santos les llama- que desde hace años notan muy poco el impacto del conflicto; menos aún cuanto más acomodado es el barrio. Este conjunto de población es la más reacia a la firma del acuerdo, y la más proclive a votar NO en el referéndum del próximo 2 de octubre.

Por otra parte encontramos a la población rural y a las clases más populares, especialmente las que habitan en el campo, la selva o las zonas menos favorecidas de algunas ciudades. En esos territorios la presencia de las FARC ha sido -y en algunos casos, sigue siendo- evidente, y son sus pobladores quienes acumulan el mayor número de víctimas y estragos personales y materiales. Sin embargo, son precisamente esos sectores sociales y esas regiones geográficas quienes apoyan el acuerdo de paz de forma más decidida… Aunque ello suponga la aceptación de una justicia transicional que no les resarcirá completamente de sus pérdidas.

¿Cómo explicar que demuestren mayor generosidad quienes más legitimados están para pedir cuentas a los violentos? Probablemente la respuesta es tan sencilla como humana: las víctimas no quieren seguir sufriendo. No quieren otro año, u otra década más de guerra. Desean para ellos mismos y para sus hijos una Colombia en paz, y a cambio de la paz están dispuestos a tolerar una justicia imperfecta, menos completa de lo que ellos sin duda merecen.

A veces, lo mejor es enemigo de lo bueno, y lo perfectamente justo puede desembocar en la mayor de las injusticias. Y nada provoca tanta injusticia como la prolongación de una guerra.

Escrito para Fundación Euroamérica

4 de julio de 2016

La paz vale la pena.

Nadie valora tanto la paz como quien ha vivido una situación de violencia enquistada. Incluso una paz imperfecta es siempre mejor que la guerra. De ahí que el proceso de paz impulsado por el presidente Santos en Colombia haya llenado de esperanza a la comunidad internacional. Pues bien, ha llegado la hora de felicitar a Santos por su éxito. El acuerdo del cese al fuego bilateral con las FARC que acaba de anunciarse, previo al acuerdo global definitivo -que tendrá lugar el 20 de julio, un día especialmente simbólico porque se celebra la independencia de Colombia- es la prueba más palpable de que Colombia está a punto de alcanzar la ansiada meta de la convivencia pacífica. Poner fin a más de 50 años de conflicto armado no es solo una buena noticia para ese país; es un hecho histórico para toda la región, y sus repercusiones tienen carácter global.

El Gobierno de Santos ha apostado su credibilidad política a la culminación de esta empresa, y está trabajando denodada e inteligentemente para lograrlo. Pero también la otra parte ha demostrado su compromiso con una salida negociada del conflicto. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han sabido comprender que su lucha tocaba a su fin. Era no solo una tragedia, era un anacronismo en la región y en el mundo. Su decisión de abandonar las armas y de participar en la política democrática es también valiente e inteligente, además de moralmente justa y necesaria. La violencia solo conduce a más violencia y en pleno siglo XXI ninguna idea, ningún proyecto, ninguna propuesta política es defendible matando e infligiendo sufrimientos a los ciudadanos. Reconocer esto era tan imperioso desde el punto de vista moral como meritorio tras décadas de lucha armada.

En tercer lugar, hay que recordar y agradecer el papel facilitador que han desempeñado en todo este proceso determinados actores internacionales. Esa ayuda exterior ha resultado fundamental para afianzar la credibilidad del proceso. Cuba, Noruega y otros países de la región han ayudado mucho y merecen por ello nuestro reconocimiento, como lo merece Naciones Unidas, quien se ocupará de supervisar y verificar el cese bilateral del fuego.

Quedan ahora dos urgencias:

En primer lugar, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda gran guerrilla de Colombia, tiene que seguir los pasos de las FARC. Es verdad que las negociaciones ya están en marcha, con algún sobresalto hace unas semanas, que afortunadamente ha quedado superado. Es preciso ahora más que nunca pedir al ELN un esfuerzo adicional, guiado por la altura de miras e la inteligencia política. Apostar por las armas ya no es una opción, en un país al borde de la paz: a medio plazo, no subirse a ese tren es una decisión suicida para los propios integrantes de esa organización.

En segundo lugar, hay que ganar la partida -que no la batalla- de la opinión pública. Y hay que ganarla ahora, porque el presidente Santos se ha comprometido con el pueblo colombiano a consultarle en referéndum si está o no a favor del acuerdo. Como opción democrática es impecable, pero los riesgos de esa consulta son enormes en un país donde buena parte de la ciudadanía ha sufrido mucho a causa del conflicto armado, y es precisamente a esa parte doliente de la ciudadanía a quien el postconflicto pedirá un mayor esfuerzo de tolerancia. Para aquellos que experimentaron la violencia en sus carnes o en la de sus seres queridos, resultarán especialmente difíciles de asumir algunos términos del acuerdo relacionados con el futuro papel de los exguerrilleros en la sociedad colombiana. Sin embargo, es imprescindible que así sea. Este tipo de conflictos no terminan con una paz perfecta. No siempre la paz es totalmente justa. Pero es paz.

Ganar el referéndum es el siguiente paso que dará lugar al postconflicto, un periodo largo, costoso, difícil, en el que las víctimas deben ser el centro de gravedad sobre el que gire una política amplia de compensaciones y reparaciones, además de un relato cultural y político basado en la verdad y la justicia. Es además necesario para asentar la paz y poder poner en marcha los términos del acuerdo. Hay que pedir a los partidos políticos y a la sociedad civil colombiana apoyo al proceso de paz, comprensión con los términos del acuerdo y generosidad con la integración social de todos.

Merece la pena.

Publicado en El Pais, 4/07/2016