24 de febrero de 2021

Ética y Fiscalidad

Hay un plano de nuestras conductas que resiste mal el juicio ético. Nuestros comportamientos fiscales, de particulares y empresas, nos ofrecen múltiples episodios de autocrítica. ¿Quién no ha caído en la tentación de un pago en metálico «sin IVA»? ¿Quién no ha buscado resquicios y ventajas desgravatorias  –más o menos legales– para reducir sus contribuciones fiscales?

Con demasiada frecuencia, cuando se habla de fraude fiscal o se reclama una recaudación fiscal semejante a la europea –es decir, que absorba los cinco puntos del PIB de diferencia que mantenemos con el resto de la Unión–, atribuimos la responsabilidad de todo ello a los demás, particularmente a empresas y patrimonios financieros. La conciencia fiscal española es baja, y la solidaridad fiscal ciudadana dista muchísimo de la cultura responsable de las sociedades nórdicas. Pero, sin despreciar la importancia de las actitudes individuales, hay un tema que destaca en la tributación general y que alcanza niveles de preocupación política en todo el mundo: el impuesto al beneficio de las empresas, comúnmente llamado impuesto de sociedades.

Con carácter general, conviene recordar que los tributos a los beneficios y réditos del capital son inferiores a los de las rentas del trabajo personal y que los ingresos por patrimonio y grandes fortunas no pasan del 4% en Europa. Esto explica, solo en parte, la persistente desigualdad en el mundo occidental, como bien demostró Piketty en su extensa e influyente obra El capital en el siglo XXI. A todo ello hay que añadir que el ingreso fiscal por sociedades se ha reducido a la mitad en estos últimos diez años, no solo por las crisis económicas, sino porque el tipo nominal del impuesto no ha dejado de caer, pasando de un 32% de media en 2000 a un 21,9% en 2018.

Pero lo que verdaderamente ha convertido la preocupación política en alarma social es la generalización de la elusión fiscal mediante la planificación fiscal abusiva (PFA). Dicho de otro modo, el gran negocio que se aprovecha de dos circunstancias sobrevenidas a las haciendas nacionales, la globalización y la economía digital. La combinación de ambos paradigmas permite a las empresas transnacionales elegir la localización o el domicilio social para recurrir a la interacción de las disposiciones fiscales nacionales y a las redes de convenios fiscales, y buscar así la no imposición o su máxima reducción mediante la erosión de sus bases imponibles. En el campo tecnológico, las grandes compañías de la red aprovechan mercados nacionales sin presencias físicas o con mínimas estructuras contributivas.

Los datos son evidentes. El Fondo Monetario Internacional estima que las pérdidas a escala mundial debidas a la erosión de las bases imponibles y el traslado de beneficios (BEPS, por sus siglas en inglés) ascienden a 600.000 millones de dólares por año. Se calcula que el 40% de los beneficios de empresas multinacionales a escala mundial se traslada a paraísos fiscales y que el 35% de esos beneficios trasladados proceden de países de la Unión Europea, según un informe del Parlamento Europeo.

La PFA distorsiona, además, la libre competencia. Las multinacionales pagan hasta un 30% menos de impuestos que sus competidores nacionales, en particular si las comparamos con las pymes. Aplicado este baremo comparativo a la economía digital, descubrimos que los sectores tradicionales pagan por término medio un tipo efectivo del impuesto de sociedades del 20%, mientras que el sector digital paga en torno al 9,5%.

Esta mal llamada ingeniería solo es posible en una red de opacidad y descoordinación. Opacidad que proporcionan los paraísos fiscales y las administraciones no cooperativas, que basan su industria nacional en acoger entidades financieras, despachos de abogados, fondos de inversión y otras oficinas de gestión especializadas en la ocultación y el traslado de capitales y en la creación de compañías fantasma; es decir, empresas radicadas en esas jurisdicciones opacas con el único objeto de facilitar la elusión o, en su caso, la evasión fiscal. En segundo lugar, descoordinación, porque las iniciativas internacionales para combatir estas prácticas son todavía incipientes y su avance se ralentiza o imposibilita por los intereses nacionales antagónicos o por su incapacidad de obligar –OCDE, G-20, etcétera–. Curiosamente, lo que más ha avanzado en el campo de la transparencia es la lucha contra el blanqueo del dinero, sobre todo desde que Estados Unidos, después de los atentados 2001 en las Torres Gemelas, impulsaron el control del dinero negro en su lucha contra el terrorismo.

Todo esto ocurre –viene ocurriendo hace mucho tiempo, en realidad– en un contexto de fuertes demandas macroeconómicas a los Estados, en plena pandemia. La demanda ciudadana de mejores servicios públicos se da de bruces con la incapacidad de nuestras haciendas nacionales para mejorar su recaudación en este impuesto. Y no solo en él, porque la evasión de particulares y patrimonios sigue siendo demasiado frecuente en el laberinto del secreto bancario y de los generosos –e insolidarios– sistemas nacionales para la atracción de capitales. Algunos conocidos episodios de famosos nacionales residiendo en países cercanos lo acreditan .

¿Dónde queda la ética en todo esto? No hay ética sin corresponsabilidad ciudadana: no es ético operar en paraísos fiscales o comerciar con compañías fantasma en jurisdicciones no cooperativas. La elusión fiscal, aunque sea legal, no es sostenible, y no se puede pregonar la responsabilidad social de una empresa si no se cumple fiscalmente. Tampoco puede haber reputación corporativa si no se pagan los impuestos debidos. La fiscalidad justa debe integrar el reporte financiero y social de las compañías.

Las empresas deben recorrer el camino de la excelencia en materia fiscal. Deben hacerlo, además, porque el Estado –es decir, todos los ciudadanos–, las están ayudando a sortear la crisis de la covid-19 con ayudas sectoriales o generales (ERTEs). En cualquier caso, la publicación de sus datos económicos-fiscales –country by country– con arreglo al amplio formulario de transparencia fiscal GRI (Global Reporting Initiative),debería generalizarse y hacerse exigible en el marco de las obligaciones informativas de las empresas, de acuerdo con la Directiva europea del 2014 y la Ley española de 2018.

Llevamos dos décadas hablando de Responsabilidad Social Corporativa de las empresas. Se han desarrollado estudios y prácticas sobre todos los planos de la actividad empresarial –medio ambiente, relaciones laborales, acción social, gobernanza o transparencia–. Se ha teorizado hasta la exageración sobre las relaciones entre ética y economía, ética y finanzas, ética y stakeholders, ética y liderazgo, ética y gobierno corporativo… Pero me pregunto por qué nadie ha estudiado –que yo sepa la ecuación entre ética y fiscalidad. Este humilde artículo sugiere hacerlo con más profundidad: hay demasiadas evidencias de que la fiscalidad empresarial de algunas multinacionales y de muchas grandes tecnológicas es muy poco ética.


Publicado en Ethic, 23/02/2021


19 de febrero de 2021

Una aspiración tan natural como la vida.


En el corazón de las gentes ha latido siempre una demanda de justicia social, si entendemos por esta, la natural aspiración a vivir con dignidad, a sentirse libre, a poder realizar los sueños, a educarse y progresar, a sentirse protegido, a poder ser curado en la enfermedad, a vivir la vejez ayudado, a la felicidad humana, en fin.

Desde los esclavos en las polis griegas, a los proletarios del siglo XIX, todas las épocas de nuestra historia han vivido los conflictos de la lucha por la justicia social. Pero, ciertamente, este concepto adquiere una dimensión política decisiva en los albores de la primera revolución industrial, cuando la maquinaria y la tecnología crean las factorías y con ellas, el capitalismo. Desde entonces hasta hoy, la justicia social ha recorrido caminos de progreso extraordinarios. Ha avanzado más en estos últimos cien años que en los veinte siglos previos.

El Welfare State es una organización armónica de una sociedad construida sobre bases de protección social. La Seguridad Social es una ingeniería social fina que proporciona solidaridad en múltiples planos: de activos con pasivos, de jóvenes con viejos, de sanos con enfermos, de regímenes laborales diferentes. Pensemos simplemente en la Seguridad Social española: casi diez millones de hogares recibiendo catorce pagas seguras de una pensión media cercana a los 1.200 euros/mes. Es un colchón social maravilloso. Es una red de protección extraordinaria. A todo ello se llegó porque el mundo giró en los últimos dos siglos sobre la justicia social como eje principal.

Con catorce años, recién cumplidos, entré a trabajar de aprendiz en una Fundición de un barrio obrero en mi San Sebastián natal. Era el último de una familia humilde de diez hermanos. Mi contacto con el mundo fabril, un espacio sucio y endurecido por el trabajo físico en condiciones insalubres, me marcaron desde muy joven. Pero, a la vez, la fraternidad obrera y la épica de aquellas luchas por la libertad y la justicia social, definieron mis aspiraciones vitales. Siempre me he mantenido fiel a ellas. Me enorgullece saber que, en lugares y puestos muy diferentes, he luchado por la justicia social como alfa y omega de mis sueños políticos.

La justicia social es un camino, más que una meta. Se avanza y se conquistan posiciones, se progresa atendiendo más y más exclusiones, injusticias, discriminaciones, inequidades, etc. Conforme el mundo se amplía en la globalización o se digitaliza o robotiza con la tecnología, surgen nuevas situaciones que reclaman nuevas luchas, nuevas reivindicaciones, otras soluciones.

Hoy, en pleno Siglo XXI, la justicia social sigue siendo una razón de vivir, un horizonte al que aspirar, una conciencia que atender en múltiples formas y situaciones de un mundo globalizado sin gobierno, de una tecnología sin gestores sociales, de un planeta en peligro climático, de un mundo laboral necesitado de más Derechos de una riqueza demasiado concentrada, de una sociedad demasiado desigual.

Sigue habiendo demasiadas personas en el mundo necesitadas de justicia social. Aquí cerca, junto a nosotros, trabajadores en paro o precarizados, familias sin vivienda, colas de hambre, inmigrantes sin nada, discapacitados excluidos ¿Hace falta seguir? No, hace falta luchar. Hace falta ayudar. Hace falta solidaridad y conciencia ciudadana y social para seguir avanzando en la justicia social.


Publicado en Diario Responsable. 19/02/2021

16 de febrero de 2021

Entrevista Casa de América Latina


La pandemia ha afectado al mundo de forma muy negativa a nivel sanitario, económico y social. En el caso de América Latina, el golpe es enorme. Europa se unió para enfrentar el impacto de la pandemia con un plan de recuperación que incluye apoyo económico y una estrategia de vacunación. Dado que la Fundación Euroamérica tiene como objetivo tender puentes entre Europa y América Latina, ¿cree que Europa también puede movilizarse para ayudar a América Latina? ¿Cómo y a qué niveles?

Creo que Europa debe hacer esfuerzos para que América Latina tenga un rápido acceso a las vacunas y para que las instituciones financieras internacionales, Fondo Monetario Internacional y Banco Interamericano de Desarrollo, presten liquidez a los Programas de Recuperación Socioeconómica de los países de América Latina.

La ayuda europea debe producirse ante esos organismos y ante COVAX, el Fondo de Acceso Global de la OMS y Naciones Unidas.

¿y cree que las instituciones europeas están siendo sensibles a este tema? Si no es así, ¿qué falta?

A Europa le cuesta mirar a América Latina. El centro y el Este de Europa miran a Rusia y al Mediterráneo y se olvidan de que nuestros aliados, intereses y ciudadanos están al otro lado del Atlántico. Creo que Portugal y España debemos “tocar la campana” de América Latina todos los días en Bruselas y aprovechar que el Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea es un español llamado Josep Borrell.

En su opinión, ¿Qué países de América Latina necesitan un apoyo más urgente y por qué?

Centroamérica y el Caribe son los más necesitados.

La presidencia portuguesa del Consejo de la Unión Europea (UE) tiene lugar en el primer semestre de 2021. ¿En qué medida, en su opinión, Portugal puede desempeñar un papel importante para llamar la atención sobre este problema?

Portugal y su presidencia deben plantear la ayuda europea a América Latina como una cuestión de urgencia humanitaria y de máxima prioridad geoestratégica. China y Rusia nos han ganado la batalla de las vacunas. Europa debe movilizar COVAX para los países pobres y deberíamos conseguir préstamos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo para salvar familias y empresas de la región.

Este año, la Fundación Euroamérica fue recibida por el rey Felipe VI y tuvo la oportunidad de exponer los principales proyectos que tiene en marcha. ¿Quiere contarnos sobre estos proyectos?

La Fundación Euroamérica está empeñada en fortalecer nuestras relaciones con América Latina. Entre las múltiples actividades que desarrollamos yo destacaría:

– Favorecer la aprobación del Acuerdo UE-MECOSUR UE-MÉXICO y UE-CHILE.

– Elaborar un informe sobre las Medidas Macroeconómicas que necesita América Latina en la Pandemia.

– Celebrar Seminarios con Gobiernos y Empresas en diferentes países de América Latina.

– Organizar reuniones virtuales con líderes políticos y económicos de la Unión Europea y América Latina.

– Estamos en contacto con al Comisión Europea para ayudarles en la gestión y planificación de sus políticas de cooperación en América Latina.

– En cuanto la situación sanitaria lo permita, celebrar de manera presencial el Seminario que anualmente organizamos junto a EuroLat en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas.

Existe un proyecto reciente, muy importante para las relaciones económicas entre Europa y América Latina llamado Madrid Platform, el primer hub internacional de negocios entre Europa y América Latina. ¿Quiere hablarnos de él? ¿Cuál es el papel de la Fundación Euroamérica en esta plataforma? Este proyecto conectará más de 500 empresas a fin de explorar oportunidades de negocio. ¿de qué tipo de empresas estamos hablando, y de qué tipo de negocios?

Madrid Platform será un gran Congreso físico y virtual de conexión de PYMES europeas y de América Latina en el que se producirán, múltiples contactos para exponerse y conectarse. Se celebrará en el Palacio del Ayuntamiento de Madrid y la Fundación Euroamérica organizará tres conferencias centrales sobre la situación política y económica de la Unión Europea y de América Latina.

Por último, una pregunta más personal, si se nos permite: todas las economías del mundo se han visto afectadas por la pandemia, y todos los países miran al futuro con incertidumbre. En su caso personal, cuando mira hacia el futuro, ¿Qué cree que nos espera?

Veo un mundo en recuperación económica lenta y difícil después de la pandemia.

Veo unas democracias necesitadas de fortalecer el contrato social con los ciudadanos: más igualdad y mejores Servicios Públicos. Veo una globalización atenuada por la proximidad productiva. Pero creo también que Europa ha dado un paso gigantesco en su integración y quiere liderar la transición ecológica y digital. Quiero ver a Portugal y España aprovechando esta oportunidad para dar un salto en su sistema económico y social.

14 de febrero de 2021

El "régimen del 78".

Una parte del sistema político español tiene como objetivo declarado acabar con el marco constitucional que nos dimos en 1978. Se trata de partidos que han nacido en las crisis vividas en los últimos años, dando lugar a proyectos políticos que hacían del rechazo a ese marco seña identitaria fundamental. 

Recuerdo una de mis pocas conversaciones con Pablo Iglesias en la toma de posesión como eurodiputados, en 2014. Le reproché su reiterado discurso a favor de un nuevo proceso constituyente y le razoné la conveniencia de trabajar en la reforma de los aspectos caducos e inadecuados del texto. Fue en vano. Sus convicciones eran muy firmes y me decepcionó su radicalidad. 

No creo que Podemos haya cambiado en este tema. Lo que sí ha cambiado es su papel en la política española, formando parte del Gobierno y apoyando a grupos nacionalistas que suscriben ese mismo propósito. Hace solo unos días leí a la portavoz de EH Bildu en el Parlamento vasco decir: «El objetivo sigue siendo dar carpetazo al régimen del 78». Es fácil su poner coincidencias al respecto con otros grupos independentistas. 

Llamar ‘régimen’ a nuestro marco constitucional ya busca una connotación negativa con reminiscencias históricas del pasado que nada tienen que ver con nuestra democracia. De hecho, son falsas las creencias de que en nuestra Transición no hubo ruptura con el franquismo. Fueron precisamente el periodo constituyente y la Constitución misma los que fraguaron y materializaron la ruptura con el régimen franquista. ¿Qué había presiones y resistencias? ¡Claro! La política siempre es dialéctica y confronta intereses. Pero aquel periodo histórico, delicado y conflictivo, lo superamos con nota, venciendo las resistencias del franquismo y la provocación golpista del terrorismo. 
La Transición democrática española fue modélica y despertó la admiración y el reconocimiento del mundo entero. 

Aquel marco ha servido a la libertad y a la democracia de los españoles, sin limitaciones, y nuestros derechos y deberes ciudadanos son perfectamente comparables a los de cualquier marco democrático avanzado del mundo. No ha habido un periodo tan espléndido de convivencia democrática y de progreso social en la historia de España. Incluso nuestras identidades locales, siempre tan conflictivas en la construcción nacional de España, han alcanzado un desarrollo en el modelo autonómico que nos ha proporcionado niveles de autogobierno que jamás tuvimos en la historia.

 ¿Por qué hay que dar le carpetazo a ese marco? Puedo comprender que así lo quieran quienes lo han combatido a sangre y fuego (nunca mejor dicho), pero las generaciones nacidas a finales del siglo pasado, los ‘millennials’, que han vivido en libertad desde la cuna y que ahora se enfrentan a un futuro lleno de incertidumbres, ¿deben aspirar a cambiar nuestro marco democrático o por el contrario de ben trabajar por reformarlo y perfeccionarlo adaptándolo al siglo XXI? Me parece una pregunta crucial que merece algunas reflexiones de quienes estamos ya de paso. 

España no alcanzará un consenso interior como aquél si nos lanzamos por la pendiente fácil de cambiarlo  todo. Las bases de aquel marco siguen siendo necesarias hoy. El pacto reconciliatorio de las dos Españas, tan divididas por nuestra trágica historia, sigue siendo clave para la convivencia democrática. Tenemos causas pendientes con nuestra memoria histórica, pero debemos afrontarlas desde un espíritu de memoria reconciliada, no vengativa. La monarquía parlamentaria sigue gozando de un respaldo mayoritario y la posibilidad del paso a la república romperá el país y nos sumergirá en un debate tan estéril como divisivo. El modelo autonómico también admite reformas, pero el paso a un modelo confederal con derecho a la autodeterminación fractura el país y finiquita el Estado. La pretensión de introducir modelos económicos o postulados ideológicos olvida que una Constitución es un marco de mínimos con múltiples renuncias. Importan más los consensos en las reglas del juego democrático que los postulados partidarios. 

En España no es necesario, ni mucho me nos conveniente, sumergir al país en un proceso constituyente. Chile lo está haciendo porque Pinochet les dejó un marco limitado y predemocrático. Perú lo debate porque su sistema político está corrompido. No son ejemplos para nosotros. ¿Lo hace Alemania, o Francia o EE UU? Reforman su marco constitucional, pero no escupen al cielo contra el que tienen. 

En España tenemos fatiga de materiales constitucionales, pero los muros de nuestro hogar democrático son sólidos y firmes. Si quitamos esas piedras de bóveda que sostienen nuestra convivencia democrática (pacto reconciliatorio, monarquía parlamentaria, Estado autonómico, economía social de mercado… la Constitución del 78 al fin y al cabo) se caerá el arco que soporta nuestro futuro. 


Publicado en El Correo, 14/02/2021

8 de febrero de 2021

El muro

 “Haré un muro en la frontera con México y lo pagarán los mexicanos”, Dijo Trump en 2016. En los fatídicos días finales de su tenebroso mandato, Trump voló al sur de Texas para enseñar un trozo del muro que han hecho y han pagado los norteamericanos. No sé exactamente cuántos, pero son solo unas decenas de kilómetros en una frontera de 3100 kilómetros aproximadamente. Por cierto, en el lado estadounidense de esa frontera se radican 9000 armerías, es decir, tres por cada kilómetro. Ya sabemos que su principal clientela es el narco mexicano. Uno de los que se dedican al cruce de la frontera con migrantes latinos respondía así al muro: “Tú haz muro y yo haré túneles”. Es una bravuconada porque, objetivamente, el muro hace más difícil el paso, pero no lo hace imposible. 

La aspiración a sobrevivir seguirá siendo un impulso humano irrefrenable cuando se huye del hambre, de la represión, de la inseguridad y cuando se ve todos los días en la televisión y en el móvil, cómo viven los del país vecino. En tiempos de la comunicación instantánea de todos con todo, es imposible evitar los movimientos migratorios. Lo más probable es que crezcan. 

La Comunidad Internacional se enfrenta a un fenómeno que requiere nuevas soluciones. Nuevos acuerdos. Nuevas regulaciones.

Nuevas Regulaciones: El Derecho de Asilo y Refugio, regulado a la salida de la Segunda Guerra Mundial, ha quedado obsoleto. En el seno de Naciones Unidas debería buscarse una nueva regulación de estos derechos a incluir en un Tratado Internacional o en la Carta Universal de los Derechos Humanos. 

Nuevos Acuerdos: Las grandes regiones que viven este fenómeno necesitan Acuerdos entre los países de origen y los países que acogen emigrantes. No es posible seguir contemplando estos fenómenos en clave de contenciosos y enfrentamientos fronterizos. La frontera sur de México con Centroamérica o la frontera mediterránea de Europa son dos buenos ejemplos de una situación condenada a repetirse sin solución de continuidad. 

Nuevas Soluciones: El mundo, las regiones tienen que afrontar los fenómenos migratorios ofreciendo otra vía a las migraciones irregulares. Abrir Consulados en los países de origen establecer cupos migratorios, traslados seguros, reparto de cuotas por países, formación profesional e integración sociolaboral. Esta es la ruta lógica y humana ante la presión migratoria. Soy consciente de las dificultades de las propuestas, pero no tengo otras ideas ante este drama de nuestro siglo. El Mediterráneo como cementerio, los campos de refugiados sirios en Turquía, Lesbos, los rohinyá, expulsados de Birmania, la columna humana de desesperados hondureños avanzando contra la policía de su propio país o del vecino, el Muro de Trump… golpean nuestras conciencias. El mundo necesita otras soluciones. La política debe ofrecerlas. Esa es nuestra responsabilidad 


Ramón Jáuregui – Presidente de la Fundación Euroamérica

Publicado de  Foro de Foros.

2 de febrero de 2021

Seminario La importancia mutua del Acuerdo de Asociación UE – MERCOSUR

 

Palabras del Presidente de la Fundación Euroamérica durante el Seminario Organizado por Casa de América 'La importancia mutua del Acuerdo de Asociación UE - MERCOSUR'