12 de abril de 2020

Ni olvido, ni perdono.

"Gran parte del PSOE que conocemos y de la España que disfrutamos se los debemos a él. Enrique estuvo en el origen de mucho de lo bueno que hicimos."

Se hizo socialista en las cárceles de Franco intuyendo, ya entonces, que la izquierda útil para España era la socialdemócrata, no el comunismo. Negoció con habilidad y generosidad el Pacto del Betis, en Suresnes (París) en 1974, para desanclar al PSOE del exilio y para apostar, con acierto, por los jóvenes socialistas andaluces de «Isidoro».

Enrique fue una persona clave en tres momentos históricos del socialismo español: en la construcción del PSOE de la clandestinidad que emergió en el periodo de la tolerancia política en el declive franquista (19701975), en el tránsito de la tolerancia a la legalidad y a la Constitución (1975-1978) y en el paso de la legalidad a la victoria del 82.

Tenía una mirada larga, veía lejos y calculaba con mucho acierto las corrientes sociales, los movimientos políticos y las consecuencias de sus actos. Era uno de esos políticos que no te deslumbraba por la descripción del presente sino por la capacidad para intuir el futuro. Pocos lo hacían y menos lo hacen.

Gestionó el primer acuerdo autonómico con el PNV, la alianza PSOEPNV para el Senado en 1977. Comprometiendo así la incorporación del nacionalismo vasco a la causa democrática española. Fue el primer paso de unos acuerdos con el PNV que todavía duran hoy. Sus consejos y su olfato político le hicieron clave en el PSOE para la Transición, para el pacto reconciliatorio, para la Constitución, y para la victoria del PSOE de octubre del 1982. En todo caso su influencia fue decisiva en la configuración de un PSOE moderno, europeo y socialdemócrata.

A pesar de su protagonismo en todos estos acontecimientos, a Felipe le costó hacerle ministro y me consta que sufrió por ello. Pero finalmente lo fue y una de las políticas más valiosas en la consecución de la paz fue la dispersión de los presos de ETA. La cárcel no podía seguir siendo el lugar desde donde se estimulaba y organizaba la violencia. Fue duro y le generó enemigos feroces, pero era hombre de convicciones y decisiones. Sabía gobernar.

Siendo como eran, familia de sufrimientos históricos (judíos emigrados en la guerra), acostumbrado al exilio y a la cárcel, Enrique sufrió el más duro de los golpes de su vida cuando ETA asesinó a su hermano Fernando. «Ni olvido ni perdono» fueron sus palabras una tarde lluviosa y ventosa cuando enterramos al «Poto», su hermano del alma en San Sebastián. Fue también hombre de paz.

Enrique estuvo en el origen de lo que somos. Yo me incorporé a su despacho de Rentería, en 1975. Eran años difíciles en aquel pueblo donde rompían la placa de abogados con nuestros nombres cada día. Habíamos estado juntos en el Congreso de Suresnes y desde finales de los sesenta estuvo reconstruyendo el socialismo vasco junto a Nicolás Redondo, Txiki Benegas y algunos pocos más. Él estuvo en el origen de todo lo que fuimos y nos dejó su impronta de político listo, intuitivo, de su admiración socialdemócrata por el socialismo del centro y del norte europeos, su moderación ideológica, su cultura literaria, su amistad. Hoy le rendimos homenaje y nos enorgullece su legado.

Publicado en ABC, 12/04/2020