29 de noviembre de 2018

27 de noviembre de 2018

Intervenciones AFCO 27/11/2018

Encuentro Europeo de la juventud European Youth Event (EYE)


 
 
 
 


 
 
Informe sobre el futuro de Europa



15 de noviembre de 2018

La cumbre iberoamericana 2018: multilaterismo en tiempos adversos.

 ¿Por qué es importante la Cumbre Iberoamericana de Guatemala? Primero, porque es una oportunidad única de que los jefes de Gobierno de América Latina se vean y hablen entre sí, con la compañía de España y Portugal. Segundo, porque van a fijar una hoja de ruta común hacia los grandes objetivos de la humanidad para 2030, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Y tercero, porque van a mejorar su propia integración latinoamericana y sus relaciones con Europa.
El mundo sufre una oleada aislacionista y antipluralista, dos tendencias que por desgracia suelen ir de la mano. Prácticamente en todas las regiones se observan síntomas de repliegue nacional y gestos de rechazo al multilateralismo. EE UU abandona sus compromisos en materia de libre comercio, cambio climático y contención de armas nucleares, y muestra su desconfianza hacia Naciones Unidas y hacia sus socios tradicionales de la OTAN y la UE. En Europa, el nacionalismo y el populismo conciben el embrión de una alianza que pretende socavar desde dentro el proyecto comunitario y la democracia liberal, mientras Reino Unido se desliza por la pendiente del Brexit. En Asia, China consolida su poder sin disimular sus objetivos de predominio geoestratégico y su visión del orden mundial, donde la democracia, los derechos humanos y la cooperación internacional son aspectos secundarios, cuando no prescindibles. Rusia y Turquía, encerradas en sus derivas autoritarias, buscan reforzar sus respectivas áreas de influencia, aun al precio de incrementar peligrosamente la inestabilidad internacional.

América Latina vive su propia versión de estas tendencias, y el deterioro de la situación en dos países con especial carga simbólica, Venezuela y Nicaragua, está empañando las relaciones entre los países de toda la región. Ese tensionamiento progresivo, ha redundado en el bloqueo o el desprestigio de la mayoría de instituciones de integración regional, desde UNASUR a CELAC, pasando por el ALBA y la OEA.
Como consecuencia de esa situación también las relaciones de la región con Europa han experimentado un frenazo. Las Cumbres de jefes de Estado y de Gobierno UE-CELAC, que comenzaron en 2013 con un impulso prometedor, están en este momento suspendidas, y los canales de desarrollo de la Alianza Estratégica Birregional, ralentizados o interrumpidos. Además, el Acuerdo UE-Mercosur sigue encallado en una negociación técnica interminable.

En medio de este panorama, la continuidad de las Cumbres Iberoamericanas supone una apuesta por el multilateralismo contra el viento y la marea de los tiempos que corren. Una apuesta que permite además mantener el contacto entre Europa y América Latina, ya que ese espacio reúne a países de ambas regiones. La doble condición de España y Portugal, que son parte de la comunidad iberoamericana a la vez que miembros de la Unión Europea, ha permitido históricamente a estos dos países jugar un papel de gozne entre regiones. A la vista del actual bloqueo de la relación birregional, ese papel es ahora más urgente y clave que nunca.

Las Cumbres Iberoamericanas llevan 27 años sentando a la misma mesa a jefes de Estado y de Gobierno de 22 países. Se trata del único foro de diálogo iberoamericano al máximo nivel que ha venido reuniéndose ininterrumpidamente durante casi tres décadas, que mantiene su actividad de forma constante a través de su órgano permanente entre Cumbres -la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), que actualmente desempeña Rebeca Grynspan- y que no ha expulsado ni vetado a ninguno de sus Estados miembro. Todo ello dota a este foro de un plus de legitimidad basado en la continuidad en el tiempo, el pluralismo de sus componentes y el uso del diálogo como único mecanismo de interrelación. A esto se añade una legitimidad de ejercicio derivada de la configuración de las Cumbres como espacio de cooperación orientados a buscar soluciones concretas para los problemas de los miembros de la comunidad.

Los próximos 15 y 16 de noviembre tendrá lugar en Antigua (Guatemala) la XXVI Cumbre Iberoamericana, bajo el lema “Una Iberoamérica próspera, inclusiva y sostenible”. El propio título escogido contiene ya una cierta declaración de intenciones. Al hablar de prosperidad se alude al desarrollo y a la voluntad de que todos los países de la comunidad dejen atrás definitivamente la pobreza, pero también al esfuerzo por alcanzar un nivel de bienestar equiparable al de los países más ricos del planeta, superando la trampa de la renta media y el abismo de la desigualdad social, y asentando el crecimiento sobre bases sólidas y duraderas. La referencia a la inclusividad implica una visión plural en la que tienen cabida todos y todas sin distinción ni discriminación por razones de clase, género, religión, etnia, opinión o cualesquiera otros factores; una visión que contrasta abiertamente con los planteamientos de quienes aspiran a crear sociedades cerradas, homogéneas y enfrentadas entre sí, agitando las banderas del miedo, el odio y el prejuicio hacia el otro. Por último, la apelación a la sostenibilidad contiene una doble alusión económica y ecológica: sostenible es el modelo que proporciona bienestar de manera continuada en el tiempo, sin poner en peligro los recursos naturales que existen en el entorno y a nivel global.

La apuesta de la Cumbre de este año es, por lo tanto, clara: multilateralismo, pluralismo y cooperación para hacer frente a los retos del futuro, desde el cambio climático al desarrollo, pasando por la lucha contra las desigualdades de toda índole. Retos que nos afectan y nos comprometen a todos en tiempos peligrosos de nacionalismos populistas.

Ramón Jáuregui Atondo es eurodiputado y co-Presidente de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana,
Publicado en EL País, 15/11/2018

13 de noviembre de 2018

La gran incógnita para cerrar Mercosur es lo que hará Bolsonaro.


BRUSELAS- El eurodiputado Ramón Jáuregui explica cuáles son los desafíos de la Cumbre Iberoamericana y analiza el estado de la relación entre la Unión Europea y Mercosur.

¿Cómo se presenta la Cumbre?

-La cumbre es importante porque no hay un foro internacional en América Latina que concite la unidad de los presidentes de gobierno o jefes de Estado de los países latinoamericanos. Todas las instituciones están colapsadas o incluso desprestigiadas, desgraciadamente. Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) está bloqueada desde que el grupo de Lima, a raíz de los conflictos de Venezuela, suspendió una reunión cumbre con Europa en 2017. Y así podríamos seguir con la OEA (Organización de los Estados Americanos), también muy fracturada por problemas internos. Segib (Secretaría General Iberoamericana) es una isla de organización internacional que pervive por una especie de prestigio de cultura superadora de los temas internos. Por todo esto, la Cumbre es una oportunidad de que los jefes de estado de América Latina y de España y Portugal se puedan reunir y hablar. Eso ya es importante. La segunda razón por la que esta Cumbre es importante es que ellos han establecido una hoja de ruta fijando un objetivo común: los objetivos de desarrollo de Naciones Unidas para 2030. Y eso marca todo un conjunto de orientaciones a la acción conjunta de la Segib, fundamentalmente en el ámbito de la consolidación de las democracias, de la lucha contra la corrupción, combatir las inequidades y la pobreza y el cambio climático. En esos dos ejes están los temas de interés. Y para los europeos, lo importante es que esta organización es una puerta de conexión de Europa con América Latina a través de España y Portugal y por eso asistimos: porque sabemos que es una oportunidad para recuperar un marco de relaciones que sigue pendiente del acuerdo de Mercosur.

Como presidente del Eurolat, ¿cuál es su labor en la Cumbre?

-Somos observadores y formo parte de la representación europea. Junto con la directora de las Américas tratamos de establecer relaciones, hacemos presencia de observación. Es una oportunidad de hablar, contactar con el resto de países y saber cómo va la cumbre;qué objetivos se fijan. Tengo una agenda de contactos bilaterales con todos los ministros de exteriores. Observar y ver. Pero la cumbre es una puerta de conexión muy importante entre América Latina y Europa porque la cumbre de la UE-Celac de 2017 se suspendió porque la organización estaba fracturada.

¿Cuáles son las perspectivas para el acuerdo de Mercosur?

-La gran incógnita es lo que hará Bolsonaro. El grado de aproximación en la negociación permitiría un acuerdo rápido si se resuelve lo que parecen problemas técnicos, que nunca son solo técnicos. En cualquier caso, con un mínimo de voluntad política el acuerdo se podría suscribir en pocas semanas, pero hace falta saber si Brasil está por apoyar la decisión. No sabemos cómo va a actuar Bolsonaro porque no se sabe nada de su política internacional. Es muy difícil que desprecie un acuerdo con Europa porque somos el gran mercado de consumo para cualquier país del mundo. Somos 500 millones de consumidores con una alta renta media con capacidad para consumir cualquier producto. Sería muy poco lógico que Brasil diese la espalda a Europa, pero no lo sabemos. Mi opinión es que si Brasil se orienta razonablemente, en los próximos meses o antes de finalizar la legislatura europea habrá acuerdo. Las dudas que genera el señor Bolsonaro desde el punto de vista democrático son universales. El reconocimiento democrático a las elecciones de Brasil no nos impide mostrar una gran preocupación sobre los valores y las orientaciones que esa nueva presidencia le de a un país tan importante como Brasil. La Comisión Europea ha buscado una fría y diplomática felicitación, pero ningún entusiasmo político por la nueva presidencia.

Ortega en Nicaragua, Bolsonaro en Brasil y la situación de Venezuela empeora. ¿Cómo afecta la situación de América Latina a la Unión Europea?

-Europa está viviendo con preocupación la inestabilidad de los países latinoamericanos. Si uno mira con perspectiva histórica, en América Latina hace 25 años que se acabaron los golpes y las dictaduras. Desde finales de lo 80-90, Latinoamérica entra en un proceso de democracia consolidada en general, pero las democracias y los sistemas institucionales son muy débiles: hay una gran corrupción, un sistema fiscal muy débil y por tanto estados muy débiles, porque al no recaudar suficiente riqueza los estados no pueden expandir la educación, la sanidad, la seguridad, la justicia, etc. Esta debilidad institucional, atacada por el narcotráfico y la corrupción sistémica hacen que muchos países no avancen, no se desarrollen y mantengan espacios de pobreza que obligan a una migración masiva, como el caso de Centroamérica, fundamentalmente El Salvador, Honduras y Nicaragua. Y además hay una persistencia de regímenes que se creían revolucionarios que han fracasado en la revolución y han tenido una fortísima tentación dictatorial: es el caso de Nicaragua o de Venezuela. Estas dos circunstancias establecen una relación difícil con Europa.



UNA ENTREVISTA DE. BORJA QUINTANA/AQUÍ EUROPA
Publicado en Deia, 13/11/2018