La voz de Ramón Jáuregui tiene peso especifico dentro del partido, no en vano tiene una enorme experiencia labrada en mil batallas políticas. Ahora se enfrenta a una de las más complejas: recuperar la credibilidad de su partido ante el electorado, con las encuestas en contra y con partidos minoritarios que empujan con fuerza y amenazan con asestarle un golpe al bipartidismo imperante.
Tanto ustedes como el PP se juegan mucho en estas elecciones. ¿Entiende que se vean estos comicios desde una clave nacional?
Lo fundamental en estas elecciones está en Europa y, aunque nos cueste convencer a la gente, yo intento hacer una campaña muy europea e inclusive plantear el reto dramático de que fuera de Europa es el caos y que realmente nuestro futuro tenemos que configurarlo en Bruselas. Dicho eso, es legítima la lectura nacional. En el caso español, en mi opinión, estas elecciones son un test para el Gobierno.
¿A qué se refiere?
Mi impresión es que si el Gobierno gana, lo va a interpretar como que, efectivamente, puede seguir aplicando su política de devaluación sociolaboral como factor de competitividad en España. Su gran triunfo es que devaluando salarios, reduciendo plantillas, recortando el gasto público soy más competitivo y crezco. Ese discurso es el que está en juego y es legítimo que los ciudadanos sepan que, si el PP gana, cabe pensar en un apriete de tuercas de la reforma laboral. Y yo reivindico que los ciudadanos le digan no a todo eso.
Pero, si la política europea la está marcando o imponiendo Alemania, como ustedes mismos dicen, ¿hay margen para hacer otra? ¿El PSOE podría haber hecho algo diferente a lo que ha hecho el PP?
Europa se construye en gran parte por consensos obligados, con los Estados y con el Parlamento, lo que obliga a los partidos a asumir compromisos. Eso no quiere decir que el Partido Socialista haya estado de acuerdo en esta orientación ideológica que la derecha ha implantado en el Banco Central, en la política de austeridad, de contracción fiscal, de rigidez macroeconómica, que Alemania ha impuesto. Honradamente, no estábamos de acuerdo con muchas cosas, pero hemos tenido que asumir compromisos porque Europa ha vivido momentos en los que ha estado al borde del precipicio. El euro ha estado a punto de caer y si caía el euro caía la Unión Europea
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Pero, ¿no cree que eso hace que mucha gente piense que votar al PP o al PSOE es, en el fondo, básicamente lo mismo, el famoso bipartidismo?
Pero, ¿no cree que eso hace que mucha gente piense que votar al PP o al PSOE es, en el fondo, básicamente lo mismo, el famoso bipartidismo?
El bipartidismo es un término que está siendo utilizado por los partidos pequeños como un latiguillo electoral, pero no es un sistema político. El bipartidismo es la voluntad de la democracia española. Durante muchos años, los españoles han ido colocando al frente del Gobierno a un partido y al otro pero cada formación ha hecho cosas muy diferentes
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¿Y siempre tiene qué ser así?
¿Y siempre tiene qué ser así?
No, pero yo me pregunto: ¿por qué tenemos que confiar en los partidos pequeños que nunca han hecho nada y denuncian el mal llamado bipartidismo? ¿Qué confianza me ofrecen a mí los grupos que solamente hablan y nunca han hecho nada? Ninguna. Y, ¿qué estabilidad nos da un mapa político dividido en múltiples fuerzas políticas cuyas alianzas resulten harto difíciles? Ninguna. Conviene colocar en su lugar las cosas.
A veces da la impresión de que entre ustedes, PP y PSOE, se protegen para salvaguardar el bipartidismo.
Le pongo el ejemplo de debate entre Elena Valenciano y Miguel Arias Cañete, en el que no dedicaron un segundo al tema de la corrupción. ¿Hubo pacto?
No, no había ningún pacto. Lo que ocurre es que el debate de la corrupción es más nacional. No era un tema europeo y sobre ese tema más que empezar a echarnos los trastos a la cabeza unos a otros lo que hace falta es responder desde el sistema político.
Luego volvemos a cosas de casa pero, si le parece, hablemos de Europa. Decía usted que la derecha ha marcado las políticas de austeridad y recortes de la UE y que los socialistas, por responsabilidad, han tenido que asumirlas.
Sí, pero aceptando eso nosotros queremos cambiar y tenemos la obligación de decirlo. Queremos cambiar una política económica que en estos momentos todo el mundo reconoce que ha fracasado. Desde Obama hasta Krugman, están reclamando un giro.
Pero ustedes hablan de virar a la izquierda como si toda la izquierda fuera lo mismo. ¿A qué izquierda se refieren?
La izquierda posible es la socialdemócrata porque siempre hemos estado haciendo la Europa que conocemos. Esa es la izquierda que va a ganar las elecciones en Europa el próximo 25 de mayo, que puede ganarla con 215 o 220 diputados de 28 países. No hay otra izquierda. A eso se unirán, probablemente, Los Verdes, se puede añadir también la izquierda plural, y se pueden sumar los liberales. Ésa es una alianza posible y, de hecho, hemos votado bastantes veces juntos en el Parlamento Europeo. En términos ideológicos hay diferencias, pero si me pongo a sumar 376 pienso en ellos.
Pero si admite que se van a aliar con IU en el Parlamento Europeo parece que está admitiendo que da igual votarles a ellos que a ustedes, que son los mismo.
No es lo mismo, porque IU nunca va a tener más de 20 o 30 diputados y ese grupo no va a poder dirigir la construcción de la UE. Por otra parte, no le oculto que muchas veces hemos tenido enormes diferencias con IU porque sabe criticar muy bien, pero nunca ha hecho construcción gubernamental. Nosotros tendemos esa mano en Europa, pero reivindicamos nuestra manera de hacer las cosas, la tradición socialdemócrata, frente a planteamientos de IU, que en muchos casos son bastante disparatados.
Propone disolver las Cortes para hacer una reforma de la Constitución y crear un Estado Federal.
Le explico. Creemos que abordar la reforma de la Constitución es una tarea de la política española, no solo para los temas territoriales, sino para oxigenar y resolver muchos problemas que están ahí oxidados en la Carta Magna. Aprovechando eso, nuestro modelo territorial tiene grietas importantes y proponemos a ese respecto hacer una articulación Federal del sistema autonómico. Por lo tanto, yo diría, mantener el modelo autonómico en todas las comunidades sin cuestionar ni nombres, ni competencias, ni poderes, ni mapas -las 17 con sus competencias- pero mejorar su funcionamiento con unas técnicas federales, como Alemania.
¿Cuándo y cómo se haría?
Nosotros proponemos abordar en el Congreso de los Diputados un inicio de discusión con las regiones, con los expertos, de cómo poder ir revisando la Constitución para que al llegar al final de esta legislatura tengamos, por así decirlo, un principio de acuerdo de reforma, de una reforma acotada en cuanto sus parámetros principales. Una vez que se aprueba en esta cámara el principio de reforma, automáticamente hay que disolver las cortes, pero eso puede hacerse coincidiendo con el final de la legislatura para no tener que interrumpirla y así el señor Rajoy no tendría que perder ningún período de su mayoría absoluta. El calendario sería entre 2015 y 2016 y esa reforma puede darnos también una oportunidad de pactar la manera de ser y de estar de Cataluña en España.
¿Y cree que eso saciaría a los independentistas?
Los nacionalistas tendrían que optar si quieren ir a un proceso independentista como al que van, un proceso de ruptura e ilegal, o van por la vía del pacto y en ese pacto encuentran satisfacción. Quizás sea el momento, 35 años después, de aceptar determinadas singularidades. Ese debate lo tenemos también en España y creo que si España no acepta determinadas singularidades que están todo el día pulsando nuestro debate político es muy difícil que encontremos un arreglo.
¿No le da miedo que eso sea abrir la caja de Pandora y que unos empiecen a pedir la República, otros el derecho de autodeterminación y acabe todo patas arriba?
Le recuerdo que en 1978 el PSOE defendió la República, pero el PSOE ha sido el más firme defensor de la Constitución española y seguimos siéndolo porque una reforma constitucional es un pacto entre todos y eso hay que aceptarlo. Claro que algunos defenderán el derecho de autodeterminación, pero nosotros diremos que no. No obstante, el marco final puede interesarle a algunos nacionalistas y, a lo mejor, a otros no. Ese es el pacto que hay que alcanzar. No es fácil, pero es el único camino. Yo le pongo límites: el edificio hay que mantenerlo y tenemos instituciones básicas que hay que respetar. La soberanía del conjunto del pueblo es también un límite.
Una Europa más unida políticamente, ¿ podría ayudar a resolver el problema nacionalista?
Para mi claramente una Europa más fuerte es una Europa más federal porque la fórmula que mejor reparte el poder cuando hay identidades enfrentadas es el federalismo. Lo que no podemos es llegar a la conclusión que quieren los nacionalistas, que es que allí donde haya una comunidad tiene que haber un Estado, porque eso literalmente implosiona la unión y yo, abiertamente lo digo, no quiero eso. Cuando pienso en Europa pienso en una Europa federal.
Y eso, ¿qué implicaría?
Por ejemplo, estoy deseando que los soldados españoles, aunque lleven la banderita amarilla y roja en el hombro, lleven el escudo europeo a las 28 misiones de paz que tenemos en el mundo junto a italianos, franceses, ingleses y alemanes; todos juntos y que hablen en inglés. ¿Usted qué quiere, soldaditos españoles? Vale, yo quiero europeos. Y si me aplican ese debate a la selección de baloncesto, también. Es decir, yo pienso en Europa porque todos los problemas que veo en el mundo, todos los que me preocupan como ser humano, e incluso ideológicamente como izquierda, me reclaman una Europa más fuerte. Todos, desde el peso del euro en el concierto de las monedas hasta como defender el modelo social frente a los chinos, hasta el cambio climático, hasta la regulación de los mercados financieros, el combate a la pobreza o el hambre en el mundo, o las pandemias.
Decía antes que Europa necesita un giro, ¿hacia qué o dónde?
Yo pondría dos fases diferentes. En la primera creo que es imprescindible darle al Banco Central un mandato hacia la necesidad de hacer circular el crédito para que llegue, como destino final, a las empresas y a las familias, y reactivar así el consumo. Esto es clave. Si eso implica aumentar un poco la inflación, tirando de la máquina de hacer billetes si es necesario, creemos que es una decisión política. Además, queremos aumentar un programa contra el desempleo que es raquítico y destinar una cantidad de dinero importante a la Política de creación de empleo, especialmente en el ámbito del empleo juvenil, subiendo de 6.000 a 21.000 millones. Y queremos un programa de inversiones, un Plan Marshall de la UE, para lanzar redes de comunicación especialmente energética. Ese sería en una primera fase un cambio de orientación que la UE necesita.
¿Y la segunda fase?
La segunda fase, que es mucho más atrevida, se refiere a la gobernanza del euro. En ese sentido estamos a favor de cambiar los estatutos del BCE para incorporarle el empleo a su competencias, no solo la lucha contra la inflación. Se trata de dimensionar la entidad como una auténtica Reserva Federal, con capacidad para emitir deuda, para comprar deuda a los países y de mutualizar esa deuda en su caso.
Su partido presentó 100 medidas para Europa. Destaque tres.
Le voy a hablar de medidas sociales, el segundo gran pilar de nuestra reivindicación de cambio. Pienso que esta política económica de los últimos años está deslegitimando del proyecto europeo porque la gente no siente reflejada en la Unión su idea de una sociedad del bienestar, un mundo laboral protegido, etcétera. En ese terreno pensamos, por ejemplo, en tres medidas. Una, interconectar las carreras de cotización de seguridad social de todos los países; otra, establecer un salario mínimo en todos los países pongamos que en el entorno del 60 por cieno del salario medio de cada país y, tercera, la necesidad de recuperar el diálogo social con los sindicatos para reformular el mundo laboral, porque está arrastrándose a la devaluación.
Han hablado esta campaña de que la UE debería preocuparse y medir el déficit social. ¿Esto cómo se concreta?
Las medidas sociales nos las han pedido los sindicatos europeos, el CES; nos han dicho que quieren que los derechos sociales se equilibren en su importancia con las libertades económicas. Esto en la práctica implicaría que el sistema de revisión de las políticas presupuestarias de cada país incorpore también una mirada, un observatorio, a una serie de indicadores sociales para determinar si las políticas presupuestarias están condicionadas por estos elementos. Pretendemos que estos datos formen parte del análisis de las medidas presupuestarias de cada Estado.
¿Qué supondría para el PSOE ganar las elecciones?
Para nosotros ganar tiene la ventaja de que nos vuelve a presentar ante el país como un partido de esperanza porque, honradamente, mucha gente todavía no nos ve así. La gran capacidad del PSOE para concentrar el voto progresista es ser la opción del cambio, la alternativa. Implica estar en la línea de salida, volver a aparecer como un partido con posibilidades y, si luego las primarias nos van bien, yo creo que nos dará una fuerza enorme para llegar a las municipales de mayo y las generales de final de 2015.
¿Y perderlas?
Sería una decepción, pero acabar prácticamente empatados al PP, creo que dejaría el espacio abierto a esa imagen de cambio que España necesita.
Publicado en -El dia de Valladolid-