La crisis económica está poniendo a prueba la solidez política e institucional de la Unión Europea. Los ataques al Euro -impensables hace sólo unos meses- han puesto en evidencia las carencias de la Unión Monetaria de dieciséis países, demasiado diferentes en sus macroeconomías como para sostener una moneda única. Las mutuas exigencias contempladas en el Plan de Estabilidad y Crecimiento, han resultado insuficientes y la flexibilidad en su aplicación ha devaluado sus fundamentos. Por eso, el primer gran reto de la Unión hoy es vencer la crisis de confianza que ha penetrado en los mercados financieros sobre algunos países del Euro y recuperar la serenidad y la solvencia en la gestión de la deuda pública europea a través de intervenciones potentes y agrupadas de los países de la Unión y de sus instituciones financieras centrales, incluido por supuesto el Banco Central Europeo. Es decir, más integración financiera europea en la respuesta a los pulsos especulativos que sufrimos los países del Euro y el Euro mismo, incluyendo la creación de un Fondo Monetario Europeo que los proteja de estas situaciones.
Pero, de inmediato y sin solución de continuidad, la Unión Europea debe apresurarse a mejorar la gobernanza económica de la Eurozona y eso quiere decir un esfuerzo intenso de los Estados europeos no sólo para converger en los parámetros del viejo pacto de Estabilidad, sino para aproximar sus economías reales a un modelo más homogéneo en sus grandes cifras, con un sistema de vigilancia y de exigencias macroeconómicas mucho más severas y amplias. Es decir, de nuevo, más integración, que nos obligará a someter nuestros proyectos de presupuestos a un visado europeo antes del debate parlamentario nacional, a coordinar nuestras políticas fiscales en un espacio monetario común y en un mercado interior único, y a comprometer con la Unión objetivos europeos en materias de competencia nacional: empleo, déficit exterior, avances en productividad, etc. En definitiva, más integración y menos nacionalismo en la respuesta a los graves acontecimientos que estamos viviendo.
¿Qué o quiénes se oponen a estas exigencias? Hay un razonamiento de aquellos que creen que solos se enfrentan mejor a la crisis, sin comprender que el volumen de las dificultades no permite respuestas nacionales. Hay además, un recalcitrante nacionalismo a impedir que Europa limite o condicione la soberanía nacional, por ejemplo, en la aprobación de los presupuestos, sin querer admitir que ésa es en el fondo, la condición de la construcción europea ¿No es eso lo que hicimos cuando levantamos las fronteras de Schengen, o cuando renunciamos a nuestras respectivas monedas para construir el Euro?
ABC, 29/05/2010