28 de octubre de 2016

Una cumbre para el futuro.


Los días 28 y 29 de octubre se celebrará en Cartagena de Indias, Colombia, la XXV Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno. Hay por lo menos dos razones importantes para defender la continuidad de las cumbres iberoamericanas. En primer lugar, se trata de un foro multilateral al más alto nivel, que da a los líderes de la comunidad iberoamericana la oportunidad de conocerse y discutir cara a cara sobre los temas que preocupan a todos. Ese contacto personal ayuda a aclarar discrepancias, poner en común ideas y establecer vínculos de confianza. En política, la confianza es esencial: son muchos los ejemplos de problemas complejos resueltos o agravados por su presencia o ausencia.

Pero además, las cumbres iberoamericanas son un foro estable. Hace sólo unos días, con motivo de la Reunión Iberoamericana de Ministros de Ciencia, Tecnología y Educación, la secretaria general iberoamericana Rebeca Grynspan destacaba que no hay muchos ejemplos de diálogo ininterrumpido a nivel presidencial durante 25 años. Así es: la comunidad iberoamericana lleva un cuarto de siglo con el canal de comunicación abierto al más alto nivel, y ello pese a que las crisis económicas, los avatares políticos, los desencuentros ideológicos y los cambios radicales que la globalización ha traído al mundo entero no siempre han puesto fáciles las cosas. Por compleja que haya resultado en ocasiones esa vecindad, mantener abierto el canal durante tanto tiempo ha permitido suavizar muchos desencuentros, y eso tiene un gran mérito.

La segunda razón por la que defiendo la celebración de estas cumbres tiene que ver con su contenido, que va más allá de su declaración final. El hecho mismo de reunirse impone la necesidad de escoger un tema que se convierte en leitmotiv de la cumbre, y sobre el cual se reflexiona durante el encuentro. De este modo, la proximidad de cada cumbre obliga a realizar un análisis de las realidades presentes y a identificar problemas, retos y oportunidades de cara al futuro. En ausencia de una ocasión concreta que apremie a llevar a cabo ese ejercicio analítico, probablemente se impondría el business as usual de las necesidades nacionales inmediatas de cada país y perderíamos la oportunidad de hacernos colectivamente las grandes preguntas, esas para las cuales es precisa una cierta cantidad de visión histórica, y que al final alumbran los proyectos relevantes a medio y largo plazo.

La XXV Cumbre Iberoamericana ha elegido un lema —Juventud, emprendimiento y educación— que responde a ese principio de visión histórica, al resumir en tres palabras varias cuestiones pendientes del mundo de hoy y sus posibles respuestas de cara al día de mañana. Algunos de los problemas más acuciantes tanto en Europa como en América Latina son el envejecimiento, el impacto social y laboral de la crisis económica, y los problemas derivados de la desigualdad y la falta de cohesión social, en Europa debidos al retroceso del Estado de Bienestar, y en América Latina a que el Estado social no ha llegado a echar raíces ni siquiera en los países con rentas medias. Éstos no son nuestros únicos retos, pero tienen carácter sistémico, efectos a largo plazo y soluciones que no son inmediatas. Empezar a ponerles remedio requiere de iniciativas estratégicas que seleccionen correctamente el colectivo y las áreas de actuación en las que centrarse.

Ahí está la importancia del lema escogido para la cumbre de este año. Los jóvenes son el colectivo estratégico por excelencia. Y sin embargo, el impacto de la crisis económica está siendo especialmente duro para ellos, en forma de paro, bajos salarios y falta de oportunidades. Esta situación frustra sus perspectivas vitales: ante la incertidumbre laboral y la falta de independencia económica, no pueden tomar decisiones que impliquen planificación, desde la inversión en vivienda u otros bienes a la formación de una familia, y cada vez les resulta más remota la esperanza de disfrutar un día de una pensión de jubilación. Esta frustración tiene una contrapartida política, ya que rebaja sus expectativas respecto al sistema y erosiona su confianza en él. Y esto resulta preocupante, a la vista del auge de los populismos de toda índole, que se nutren precisamente de este tipo de sentimientos.

El círculo vicioso de la falta de oportunidades para los jóvenes tiene dos puntos débiles. Por un lado, la educación, que es el mayor motor de igualdad que existe. Un joven con buena formación multiplica exponencialmente sus opciones de encontrar un empleo incluso en un entorno de crisis. Educación básica, educación universitaria y formación continua, ahí deben centrarse los esfuerzos de la comunidad iberoamericana si quiere empezar a desarrollar una estrategia que ataque simultáneamente el paro, la desigualdad, el envejecimiento poblacional y hasta el descontento político. Se trata además de un instrumento de pre-distribución, que ataja la falta de oportunidades de los jóvenes antes de que se produzca. Por eso es crucial ponernos ya manos a la obra.

Por otro lado, hay que crear un entorno propicio para el emprendimiento y el autoempleo. La economía actual demanda profesionales con creatividad e iniciativa propia, menos dependientes del empleo por cuenta ajena, y más capaces de poner en marcha sus propios proyectos. Pero también demanda de los Estados que faciliten las cosas a quienes tienen ese impulso facilitando su financiación, disminuyendo las trabas burocráticas a la creación de empresas, favoreciendo la digitalización de la economía y de las administraciones públicas y premiando los esfuerzos de los emprendedores. Ofrecerles a nuestros jóvenes esas ayudas es darles una herramienta más para ser dueños de su propio futuro, y es también ayudar al desarrollo de una economía más dinámica para nuestros países.

Por todo ello, considero que efectivamente hablar de jóvenes, educación y emprendimiento en la XXV Cumbre Iberoamericana es una buena manera buscar soluciones colectivas a problemas que ya tenemos en común, y de hacerlo mirando al futuro. Last but not least, hacerlo en Cartagena de Indias es una manera más de optar por el futuro. El futuro de una Colombia en paz, que todos deseamos y toda la comunidad internacional respalda, como se evidenciará sin duda durante la cumbre.

Publicado en "El País" 28/10/2016