En la vida interna de los partidos hay derecho a discrepar públicamente. No ha sido mi caso a lo largo de mis ya largos años. Pero hoy debo hacerlo respecto a la mayoría de mis compañeros vascos. Espero que ellos me entiendan como yo entiendo la coherencia de su sentimiento contra Rajoy y el PP. Pero me parece mucho más sólido políticamente el razonamiento en favor de una abstención técnica, que resuelva de una vez la investidura y la crisis institucional que sufre España desde hace casi un año.
En primer lugar por razones estrictamente democráticas. El PP ganó las elecciones en diciembre de 2015 y más claramente todavía en junio de 2016. Por supuesto en nuestro sistema parlamentario una mayoría alternativa al partido ganador puede perfectamente y con toda legitimidad formar gobierno y, aunque nunca ha ocurrido así en las anteriores legislaturas, en ambas elecciones eso fue posible aritméticamente aunque, por desgracia, no políticamente.
En la primera ocasión, Podemos se negó a apoyar el acuerdo PSOECiudadanos y en esta segunda ha sido Ciudadanos quien ha pactado con el PP y resultó imposible juntar a las tres fuerzas. El pacto PSOEPodemos-Nacionalistas es imposible para nosotros. Sobran razones para explicarlo.
En esas circunstancias, si no tenemos una mayoría alternativa, nuestro sentido democrático nos dice que no podemos obstruir la formación del gobierno. Mucho menos cuando Rajoy encabeza una alianza de 170 diputados. Conviene recordar que en varias ocasiones, desde 1977, PSOE y PP hemos gobernado con menos apoyos en la Cámara y que el PP tiene en esta ocasión además mayoría absoluta en el Senado.
Hay mucha ignorancia en el argumento de que sin Gobierno estamos mejor. Lo cierto es que España acumula en múltiples cajones, públicos y privados, múltiples e importantes decisiones. El presupuesto, leyes urgentes, nombramientos, respuestas a inversionistas, decisiones políticas de calado, compromisos con Europa... Para poner solo un ejemplo, si no resolvemos bien nuestros problemas con Europa nos congelarán los fondos que vienen de la Unión Europea y son muchos millones de euros. España no puede seguir en funciones y convocar unas nuevas elecciones. Es un desprestigio internacional para nuestro país. De manera que, pensando en España y en los ciudadanos, el PSOE debe recuperar un sentido de la responsabilidad y hacer así lo que otros no hacen o no han hecho. Desgraciadamente, la opinión pública ha colocado la pelota de la responsabilidad sobre el tejado del PSOE, a pesar de que el PP no ha hecho nada para merecer el apoyo o para suscitar un debate sobre sus ofertas. Al contrario, Rajoy no se ha movido consciente de que el tiempo, el enfado ciudadano y la incertidumbre beneficiaban sus expectativas movilizando el voto conservador y el voto útil en su favor.
Hay un tercer argumento que no ha estado presente en este debate. Liderar la oposición con un gobierno en minoría es la mejor de las situaciones para ser oposición. Hace algunos años, en plena mayoría absoluta del Sr. Aznar, decíamos que queríamos ser una «oposición útil». Y lo fuimos, entre otras cosas porque pactamos cuestiones de Estado, como el pacto antiterrorista. Por cierto, les recuerdo que en 2004, después de esa oposición, ganamos las elecciones. ¿Es que no será más útil la oposición ahora, con un Gobierno en minoría? ¿Habría algo importante en esta legislatura que pudiera aprobarse sin el PSOE? El PSOE es un partido de país. Nosotros tenemos acreditado nuestro compromiso con las grandes soluciones, conquistas, trasformaciones que se han producido en el último siglo en España. Nosotros somos un partido de pactos, no de pancartas. Podemos liderar la oposición y conseguir mayorías contra el Gobierno y podemos también pactar con el Gobierno grandes temas pendientes en la agenda española. Desde Cataluña a la política europea. Desde la reforma educativa a la de la Constitución.
Es muy preocupante que durante todos estos meses de crisis institucional, la política española se haya olvidado de los gravísimos retos que atraviesan a España. La amenaza secesionista en Cataluña, la financiación del Estado del Bienestar, el estado más que preocupante de la Seguridad Social, el déficit público... En un mundo que avanza con cambios trepidantes, en una competencia global cada vez más difícil, en una Europa en multicrisis, el PSOE no puede apostar por la continuidad de esta situación ad calendas graecas. Ese no es nuestro sentido de Estado. Esa no es nuestra trayectoria histórica, ni puede ser nuestro proyecto de mayoría electoral.
Finalmente, la crisis interna del PSOE tiene mala solución en la convocatoria de nuevas elecciones. No será fácil, pero solo volveremos a ser la alternativa de la derecha en un escenario que gira sobre un PSOE clave los próximos años y sobre un proyecto de izquierda moderna con un nuevo líder que encarne ese papel y ese proyecto. Este es mi último argumento. Tenemos derecho a optar por lo que más nos conviene. Es perfectamente legítimo y totalmente comprensible decir que unas elecciones en diciembre no interesan al PSOE. No es el principal argumento, pero quien a estas alturas sostenga que los partidos no miran por sus intereses al tomar decisiones es un cínico o es un ignorante.
Todo esto me lleva a defender con claridad y con respeto una opción que convierta al PSOE en el primer partido de una oposición mayoritaria a un Gobierno de Rajoy en minoría. Es decir a ser un partido de país, haciendo una oposición útil. Es lo que toca.
Publicado en El Correo, 21/10/2016