16 de diciembre de 2024

Unión Europea-Mercosur: mucho más que un acuerdo comercial.

El acuerdo finalmente suscrito entre Mercosur y la Unión Europea no es solo el segundo mayor acuerdo comercial del mundo, detrás del acuerdo con China y muy superior al T-MEC de Estados Unidos con México y Canadá. No es solo el establecimiento de un gran mercado para las exportaciones respectivas de Mercosur y de la Unión Europea. No se trata solo de eliminar barreras comerciales, de facilitar a las empresas la venta de bienes y servicios, de establecer reglas seguras para las inversiones. Es mucho más.

Es mucho más porque frente a las amenazas de Trump de imponer múltiples y elevadas tasas comerciales al resto del mundo, este acuerdo, por el contrario, proclama las bondades de un comercio mutuo liberalizado de aranceles. Es mucho más porque supera esa concepción ramplona y cutre de las balanzas comerciales entre países y establece una sana competencia por los mercados respectivos. Es mucho más porque el acuerdo se ha producido en un contexto geopolítico de conflictos bélicos, de guerras comerciales y de batallas tecnológicas intercontinentales, como si de pronto, todos los parámetros de una globalización ordenada hubieran implosionado y el mundo se encomendara a la competencia salvaje. Es mucho más porque este acuerdo, en este contexto, ha sido como un grito de esperanza en el diálogo, un significativo gesto hacia el acuerdo, un sonoro movimiento internacional hacia la cooperación y la paz.

Para la Unión Europea, el acuerdo con Mercosur completa nuestro marco comercial con toda América Latina, porque estos importantísimos países, que agrupan a casi 300 millones de personas, estaban excluidos de nuestra red de acuerdos con el continente. Con el acuerdo Unión Europea -Mercosur, Europa tiene un marco de reglas justas y acordadas con todos los países de América Latina para regular sus exportaciones e importaciones e inversiones respectivas, que se suma a los acuerdos con Centroamérica, México, Comunidad Andina y Chile,. aprobados muchos años antes.

Pero conviene recordar que el plano comercial es solo uno de los contenidos de este tipo de acuerdos. Se trata de acuerdos de asociación política y de cooperación que explican la naturaleza estratégica de nuestras relaciones, desde que en 1999 se pusieron las bases de esta relación política preferencial en la primera cumbre UE-CELAC, celebrada en Río de Janeiro. La última de esas cumbres entre jefes Estado y de Gobierno de los 33 países de América Latina y el Caribe y los 27 de la Unión Europea se celebró el pasado julio de 2023 y la próxima se celebrará a finales de 2025 en Colombia.

Europa y América Latina tenemos muchas razones para establecer esta alianza. Conviene recordar que más de seis millones de europeos viven en América Latina y el Caribe y más de siete millones de Latinoamericanos viven actualmente en Europa (y quizás sean diez millones en unos pocos años). En los primeros años de este siglo, la inversión europea en América Latina fue de tal nivel que mucha de la modernidad productiva de muchos países latinoamericanos se debió a las enormes inversiones que modernizaron sus viejos servicios públicos y establecieron unas bases productivas propias del siglo XXI. Por último, América Latina y Europa compartimos grandes causas comunes en la organización internacional y tenemos una idea común sobre la ordenación de la gobernanza económica.

Además, queremos construir juntos los modelos de transición ecológica digital y social que configuran el mundo del siglo XXI. América Latina y Europa tenemos una misma idea de la lucha contra el cambio climático y de la la ética regulatoria que debe acompañar a la digitalización tecnológica. Una misma idea, que se extiende también al contrato social que debe configurar nuestros modelos democráticos, en base a Estados Sociales y de Derecho que aseguren libertades y cohesión social. Estas son las razones que explican nuestra asociación estratégica.

A todo esto responde también la agenda Global Gateway que aprobó la cumbre de Bruselas antes citada. Europa está comprometida con la inversión en América Latina y con la implementación de esta agenda Global Gateway, que en sí misma, encierra los proyectos más importantes de inversión para modernizar la economía latinoamericana y para incrementar poderosamente su productividad en los próximos diez años. Este acuerdo Mercosur-UE, es el marco ideal para desarrollar estas inversiones a las que Europa quiere dar una nueva impronta. Queremos que las empresas europeas, mediante esas inversiones, asuman compromisos con el desarrollo de los países en los que operan, transfieran tecnología para añadir valor y trasladen así las mejores condiciones sociolaborales y medioambientales para los trabajadores y para el país. Esa” etiqueta social” que distingue Europa de otros competidores internacionales implica una concepción cooperativa y no extractivista de la inversión europea en América Latina.

No puedo ocultar que el acuerdo tiene que pasar dos importantes filtros democráticos en Europa: el Consejo, que integra a las representaciones permanentes de los Veintisiete Estados miembros y el Parlamento Europeo, en el que diferentes fuerzas políticas pueden ser sensibles a fuertes opiniones públicas contrarias al mismo.

No desprecio esas opiniones, pero ,con todo respeto, digo que son parciales y están manipuladas por prejuicios y malas o confusas informaciones. Con este acuerdo ganamos todos. El proteccionismo no nos salvará de nada y la competencia en igualdad de exigencias y condiciones nos hará mejores a todos.

Desde la Fundación Euroamérica, con España y en Europa, trabajaremos por conseguir la aprobación de este acuerdo y así seguiremos trabajando por hacer mejores y más ricas nuestras relaciones con América Latina. Para terminar quiero expresar un sincero ¡Bravo, Europa! ¡Bravo, Mercosur!


Publicado en El País, Edición América. 16/12/2024

15 de diciembre de 2024

El peligro de los "hombres fuertes".

La mayoría de los analistas de la crisis democrática que sufre el mundo de hoy llaman ‘hombres fuertes’ a los líderes políticos que sacrifican los principios liberales de las democracias –libertades, separación de poderes, respeto a las minorías, oposición política– para imponer autocracias manipulando los sistemas electorales o cuestionando abiertamente los resultados de las urnas; naturalmente, en su beneficio. El mundo está lleno de ellos. A finales del siglo pasado, después de la caída del Muro y el fin de la Guerra Fría, creíamos que el único horizonte del mundo era la democracia. Hoy sabemos que el 70% de la población mundial vive bajo regímenes autoritarios y en las democracias del resto abundan las erosiones a las instituciones que cuestionan seriamente su calidad.

Las tentaciones autoritarias de los llamados ‘hombres fuertes’ son conocidas. Sus pretensiones autocráticas, también. Pero lo verdaderamente peligroso es la voluntad ciudadana que las impulsa y el apoyo político que concitan estos personajes en muchas de las experiencias contemporáneas a las que estamos asistiendo. Lo que tenemos que reconocer, para entender y combatir estas tendencias, es que surgen en un contexto de fuerte descrédito de las instituciones políticas democráticas en muchos países y de una preocupante pérdida de confianza en la eficacia de muchos de los gobiernos democráticos.

Bukele devuelve la seguridad a los ciudadanos de El Salvador mediante una eficaz acción represiva de las bandas juveniles y su ciudadanía le premia con una mayoría política abrumadora. Poco importa a sus votantes que esa eficacia haya vulnerado derechos humanos básicos y todo el garantismo procesal penal que habíamos construido en el último siglo. Tampoco importa, al parecer, que Bukele y su familia se estén haciendo inmensamente ricos durante su mandato. 

Trump nombra a Elon Musk jefe de una agencia encargada de reducir los gastos de la Administración estadounidense, sin que este organismo esté sometido a las garantías parlamentarias y a las exigencias legales de una oficina pública. Lo que importa es que despida a funcionarios y reduzca –cuanto más, mejor– la burocracia. Todo vale en el altar de la eficacia. Más graves serán todavía los acuerdos desregulatorios que decidirán ambos dirigentes en ámbitos tecnológicos muy importantes para la Humanidad. 

Milei, al grito de «¡¡es la libertad, carajo!!», polariza la sociedad argentina, destruye sindicatos, insulta a diestro y siniestro y recorta gastos del Estado, eliminando subvenciones, ayudas y prestaciones, lo que empobrece, más todavía, a la mitad larga de su país a cambio de salvar supuestamente su macroeconomía. 
Nuestra Europa no es ajena a estas tendencias. Muchas políticas contra los inmigrantes son contrarias al Derecho Internacional y a los derechos humanos, pero vienen avaladas por una opinión pública asustada y manipulada en las redes. A Calin Georgescu, candidato independiente a la presidencia rumana, nadie le conocía, pero de pronto, y desde la red china TikTok, se ha convertido en unos pocos meses, en el ganador de la primera vuelta de unos comicios que la Justicia ha ordenado repetir. Se trata de un aspirante prorruso y contrario a las ayudas europeas a Ucrania. Como Orbán en Hungría.

Ante los enormes desafíos que Draghi ha señalado para Europa en su famoso informe, he llegado a leer que algunos añoran un Elon Musk europeo para llevar a cabo las complejas decisiones que debemos adoptar. Parece como si la democracia y sus reglas y la gobernanza multinivel, que inexorablemente debe respetar la Unión, fueran un obstáculo insalvable para la eficacia. Putin es el prototipo de ‘hombre fuerte’, una mezcla de populismo nacionalista y autoritarismo; pero lo son también Orbán en Hungría, Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Maduro en Venezuela, Erdogan en Turquía, Modi en India... Son líderes elegidos por sus ciudadanos que destruyen sus contrapoderes, colonizando las instituciones y falsificando los resultados electorales, si fuera necesario, para perpetuarse en el poder en regímenes semidemocráticos o abiertamente autoritarios. 

Es una reflexión que también me surgió cuando conocí la elección de un militar, que se manifiesta «independiente» de la política, como si de la peste se tratara, para la reconstrucción de Valencia. Parecería que el presidente valenciano hubiera querido sortear las críticas a su gestión de la catástrofe nombrando a un teniente general como garantía incuestionable de la eficacia para esa tarea. Lo grave no me parece solo el nombramiento, sino la aquiescencia con la que ha sido recibido tanto en la opinión pública como en la opinión publicada. ¿Un ‘hombre fuerte’ para la reconstrucción valenciana?

Publicado en El Correo, 15/12/2024

28 de noviembre de 2024

Debates políticos pendientes.

A falta de conocer las enmiendas que la militancia proponga a la ponencia oficial del Congreso del PSOE, me preocupa que algunos debates políticos importantes sobre la situación política española y europea, no tengan lugar en el Congreso de Sevilla.

Ese fue mi primer pensamiento después de leer el texto que la Comisión Ejecutiva ha circulado entre las bases del partido. Más parece un programa electoral construido sobre la base de un argumentario muy gubernamental (”lo que hemos hecho”) y sobre una especie de programa de gobierno a corto y medio plazo para la España que gobernamos.

Está bien. Ningún reproche por eso. Es bueno que nuestros debates toquen tierra y se concreten en acciones de gobierno y en propósitos y objetivos para un partido que gobierna. Pero, sinceramente, creo que falta plantear, sugerir o suscitar debates muy profundos sobre algunas de las realidades y de las dificultades con que nos encontramos a nuestro alrededor para impulsar y desarrollar nuestros ideales.

Por ejemplo, enfrentar el avance populista y la crisis de las democracias liberales en el mundo entero (mucho más después de las amenazas procedentes de Estados Unidos con Trump ). O ,recordar y describir las amenazas que sufre la Europa de hoy por las crisis acumuladas que se anuncian en una legislatura que se vislumbra trascendental. Incluso me parece muy notoria la ausencia de una reflexión sobre el contexto internacional tan absolutamente desordenado e inestable y hostil en el que se sitúa nuestro país junto a toda Europa. Y , por supuesto, reconocer y reflexionar sobre las dificultades de una alianza de gobierno para llevar a cabo nuestro propio proyecto para España, tanto en lo territorial como en lo social.

Las democracias están en crisis en todo el mundo. Una suma de factores las están debilitando y amenazas que creíamos del siglo pasado ,reaparecen con inusitada fuerza, alimentadas por nuevos fenómenos propios de una globalización ingobernada. El factor migratorio, por ejemplo, el desorden y la incertidumbre de un mundo multipolar, la polarización política, cada vez más frecuente en casi todos los países y unas redes sociales que han destruido el edificio deliberativo público, están favoreciendo la aparición de los llamados” hombres fuertes “, que transforman democracias originarias, en regímenes iliberales, devaluando los contrapoderes del Ejecutivo (oposición, libertades, opinión pública, etcétera) para perpetuarse en el poder, hasta el punto de negar la alternancia, como bien sabemos, núcleo de la democracia misma. Alrededor del 70% de la población mundial vive bajo regímenes autocráticos o semi democráticos.

Nuestras democracias también sufren. La izquierda política debe afrontar estos factores que debilitan nuestros edificios democráticos. La separación de poderes, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la polarización política y la fractura social consecuente, las tentaciones partidarias en los nombramientos institucionales y desde luego, el daño de las redes y la manipulación de los nuevos instrumentos de comunicación ,son factores ,entre otros muchos, que reclaman una reflexión seria y medidas urgentes desde nuestras posiciones políticas.

Cuando yo era un joven antifranquista ,creía que la democracia era sólo un paso intermedio para la justicia social y la igualdad de oportunidades, auténticos objetivos del socialismo democrático, decíamos nosotros. Hoy, creo que los socialistas debemos tener claro que la democracia no es la forma es el fondo .Que no es un instrumento o un medio sino que es , el único Marco en el que pueden alcanzarse esos objetivos y que la democracia es también ,por ello ,uno de los fines de nuestros ideales En definitiva ,que, “Socialismo es libertad”, como titulamos nuestro primer congreso en España después de la dictadura.

Por todo eso, creo que nuestro partido debe reflexionar sobre cómo reforzar, regenerar y mejorar nuestra democracia y creo que el plan lanzado por el gobierno a ese respecto debiera ser una oportunidad para proponer nuevos consensos sobre nuestra democracia y abordar como mínimo reflexiones y propuestas para:

  • Reforzar la separación de poderes y en particular evitar la politización de la justicia y viceversa Bueno será recordar que seguimos teniendo pendiente un acuerdo sobre la fórmula de elección del Consejo del Poder Judicial .En este mismo ámbito, me parece imprescindible recordar que todos los ejecutivos en todo el mundo están devaluando el poder legislativo y abusando de los decretos leyes, como consecuencia de la necesidad de las acciones ejecutivas inmediatas en un mundo cada vez más veloz y concatenado .Pero, un Poder Legislativo fuerte que no se limite a ratificar las políticas del Ejecutivo, es particularmente necesario en estos momentos. No olvidemos que es el poder directamente elegido por los ciudadanos
  • Hacen falta compromisos concretos para garantizar la independencia de los órganos institucionales y para evitar la tentación partidista en sus nombramientos .El prestigio de las instituciones es un elemento nuclear de la confianza ciudadana en la democracia. Cuando se deteriora la confianza en las instituciones democráticas, se lesiona gravemente la credibilidad de la democracia.
  • Sería bueno consensuar medidas en materia de libertades , especialmente de la libertad de expresión, pero también de transparencia sobre la propiedad de los medios y la publicidad institucional ,en el marco de una política que favorezca el fortalecimiento de una sociedad civil más organizada, de un edificio deliberativo público más sano y de unos contrapoderes (“Checks and balances”), más sólidos, en nuestro ejercicio democrático.

Otro de los grandes debates del momento es el que nos remite al desorden geopolítico actual y a los desafíos europeos ante un mundo hostil a nuestros valores y a nuestras aspiraciones .La llegada de Trump a la Casa Blanca ,no hace sino agravar un escenario en el que las guerras, bélicas, comerciales y tecnológicas, se extienden en un contexto de grave crisis de las organizaciones internacionales y arbitrales, desde Naciones Unidas a la OMC, desde el multilateralismo a la gobernanza económica de un sistema productivo y financiero globalizado. Ese desorden geopolítico y esa desgobernanza económica es letal para una izquierda que aspira a un multilateralismo ordenado y a una cooperación internacional en las grandes causas supranacionales.

Europa está amenazada no solo por la guerra de Ucrania y por los peligros de su vecindad con Rusia Otras amenazas, menos vitales pero muy preocupantes ,nos enfrentan a un futuro incierto, podríamos incluso decir que hostil .El mundo que se está configurando en este siglo XXI ese que creíamos cargado de esperanzas y expectativas, es ajeno a muchos de nuestros valores y compite ferozmente con nuestros intereses .Amenazas tecnológicas ,comerciales y geopolíticas se suman a las bélicas y cuando creíamos haber construido una unión supranacional capaz de pilotar y liderar el mundo de la democracia y de la paz, hemos descubierto que nuestra embarcación sufre múltiples vías de agua en un mar tormentoso.

Tenemos problemas de demografía porque somos pocos y viejos , pero no aceptamos a los inmigrantes .Tenemos problemas de innovación, de energía, de competitividad, de defensa y no somos capaces de armonizar nuestras decisiones y de adoptar políticas que solo pueden prosperar si son de todos y se adoptan urgentemente .Los informes Letta y Draghi ,han marcado una hoja de ruta para la Unión Europea y el socialismo democrático debe de seguir siendo eje vertebrador de ese gran proyecto y de esa gran ambición que es hacer de Europa un modelo de sociedad democrática, de justicia y de igualdad y una vanguardia en la construcción de un orden multilateral de paz y de cooperación.

EL PSOE es clave en el proyecto europeo actual y tiene ante sí un panorama deprimente en el ámbito partidario europeo, por la reaparición de unos nacionalismos estatales anacrónicos y reaccionarios y por el avance de las derechas extremas en muchos de los países europeos. Situarnos ante ese horizonte y reflexionar sobre nuestro” patriotismo constitucional y europeo”, sobre nuestro cosmopolitismo internacional, planteando horizontes, señalando caminos, ofreciendo pedagogía política, aunque pueda parecer utópica, es imprescindible.


Por último España .Yo creo que está muy bien señalar la necesidad de reformas de nuestra Constitución para muchas cosas, pero el acto consecuente es reconocer que eso solo se puede hacer con todos y que un proyecto tan ambicioso reclama instalar en el país una base cultural del consenso y un aprecio por el pacto que no tenemos. Surge así un clásico de nuestros debates congresuales: la política de alianzas. Es decir , cuál es nuestro marco de alianzas y de relaciones con el arco parlamentario español. Desde el cordón sanitario con la ultraderecha , a las posibilidades de entendimiento con el PP en las llamadas políticas de Estado. Desde nuestra disposición al pacto con nuestras izquierdas y con los nacionalistas , a nuestros límites para con algunas de sus reivindicaciones.Muchos ciudadanos españoles quieren saber si nuestro proyecto para España se materializa en la actual coalición y si esta se proyecta como base política de largo plazo o nuestro proyecto tiene vocación de mayoría propia.

Hay una corriente de pensamiento político en España que interpreta la moción de censura de 2018 como el comienzo de una nueva etapa, en la que un nuevo pluralismo partidario nos condena a dos únicas opciones de gobierno: el PSOE junto a otras izquierdas y algunos nacionalismos, o el PP ,con otros nacionalismos, o con Vox .Quienes establecen ese punto de inflexión, interpretan que el régimen del 78 y los consensos del bloque de constitucionalidad, son tiempos pasados y ubican al PSOE al frente de una mayoría progresista y Plurinacional para construir la España del futuro .

Pero, esta perspectiva tiene algunos inconvenientes serios que un Congreso como el nuestro debería de abordar, porque esa dicotomía perpetúa el” bloquismo” actual y acentúa una peligrosa polarización política y social en España .Además , impide grandes pactos de Estado, necesarios en un país de estructura territorial compleja y multinivel para atender problemas urgentes y compartidos. Vivienda o inmigración son un buen ejemplo .Por último, desprenderse de aquellos consensos vertebradores de nuestras fracturas históricas, es una apuesta de futuro, que merece algunas reflexiones serias en nuestro partido.

Algo parecido ocurre con la política territorial de España .Defender la España plural y la diversidad territorial para enfrentar los problemas de nuestro modelo autonómico ,exige, a mi entender, concretar la propuesta federalista del PSOE y definir los contenidos de nuestro” impulso federalista”.Puede resultar inoportuno en la acción gubernamental del momento, pero me parece muy necesario para devolver la confianza ciudadana al PSOE como el partido vertebrador de la España autonómica y como el impulsor de una verdadera reforma Federal.

Publicado para la hora digital, 25-11-2024

11 de noviembre de 2024

Esperanzas frustradas.

"La caída del muro -la apertura más bien-, aquel 9 de noviembre de 1989, es uno de esos acontecimientos que llegó inesperadamente. Nadie había anticipado ni cuándo, ni cómo ,iba a desmoronarse, no solo el muro, sino con él ,el imperio soviético, creado a raíz de la revolución rusa de 1917 y de la derrota del nazismo en 1945.Es mas, el hecho mismo de la desaparición brusca de todo ese entramado político ,no entraba en los cálculos de casi nadie en aquellos momentos."

De manera que el mundo ya se había hecho impredecible en aquellas fechas y muchas de las cosas que estaban ocurriendo llegaron sin que los analistas o las cancillerías, las hubieran anticipado y sin que nadie, absolutamente nadie, pudiera determinar sus enormes consecuencias. El mundo, además de imprevisible, empezaba a ser por ello incierto, además de inmediato e interconectado, haciendo que todos los acontecimientos que ocurrían en cualquier rincón del planeta, provocara efectos inmediatos en el resto, en un mundo concatenado.

Ocurrió así. Simplemente una tarde de aquel mes de noviembre de hace 35 años, una puerta se abrió y el mundo cambió. Alemania se unificó y se refundó en muy poco tiempo.

El Este de Europa se democratizó en procesos paralelos a su desvinculación de la URSS Acabó la guerra fría y el conflicto ideológico que ella encerraba. El mundo dejó de ser bipolar y el dominio americano se hizo abrumador. Profundas y dolorosas transformaciones se iniciaron en todas las economías ex-soviéticas. La Unión Europea acogió a los nuevos países “liberados” y los integró en la UE a principios de siglo .Y, finalmente ,la geopolítica de la OTAN y de la Unión Europea ,entró en fase evolutiva a través de unos acuerdos con Rusia que parecían territoriales y armamentísticos y que en el fondo no lo fueron y acabaron creando una guerra en Ucrania y una profunda sima con el agresor.

Todo eso ya es sabido. Interesa mucho más, creo yo, preguntarse por qué, lo que parecía un futuro feliz, se ha convertido en un mundo incendiado .Porque ,si recapitulamos, a finales del siglo pasado con la caida del muro y el fin de la guerra fría, parecía que el futuro estaría dominado por la paz ,por la extensión de la democracia, por los tratados de contención y control de armas nucleares y por el crecimiento económico de una globalización que integraba en el trabajo formal a cientos de millones de personas, hasta entonces marginadas y empobrecidas e impulsada por una revolución tecnológica que comenzaba a ser la gran revolución industrial del siglo XX y del XXI.

Los atentados de las Torres Gemelas en 2001 abrieron las puertas del infierno. Fueron el principio de una larga lista de atentados terroristas con un trasfondo religioso integrista que escondía además ,una contienda civilizatoria contra las democracias occidentales. Al terrorismo le siguió una crisis financiera que hizo temblar las bases del sistema capitalista global. Estados Unidos y sobre todo Europa, sufrieron entre 2008 y 2012 la mayor crisis económica de sus últimos cincuenta años.

Fueron años de policrisis. Terrorismo, depresión económica, crisis social y fenómenos migratorios ,fueron la base de la aparición de una suerte de nacionalismos populistas y la emergencia de los llamados “hombres fuertes”, hacia la autocracia. Recordemos: Brexit, Hungría, Turquía, Rusia, India, Brasil,....Las democracias sufrían por la tentación autoritaria y el abuso de poder de regímenes formalmente democráticos que, sin embargo, estaban destruyendo los principios liberales de la democracia y eliminando los contrapoderes que balancean ese régimen político.

Luego vino la pandemia ,con su larga lista de dramáticas consecuencias, humanas y socioeconómicas. Finalmente, llegó la guerra a Europa, con la invasión de Rusia a Ucrania y todos los parámetros del derecho internacional y los delicados equilibrios que sostenían el puzzle identitario del Este europeo saltaron por los aires .Ahí estamos ,en plena guerra en Europa y temiendo que el nuevo imperialismo de Putin nos someta a escenarios bélicos que creíamos olvidados para siempre.

¿Qué hemos hecho mal para llegar a este desastre? ¿Que no hemos hecho y debimos hacer?. Son muchas las respuestas a estas inquietantes preguntas y son distintas según sea la óptica que elijamos para ello. Sin embargo, en mi opinión, hay tres reflexiones obligadas.

La primera es la que tiene que ver con la globalización económica de estos últimos 25 años, que ha sido claramente desordenada y poco reflexiva sobre sus consecuencias. Una deslocalización enloquecida en busca de bajos costes laborales y al mismo tiempo millones de trabajadores sufriendo esa competencia sobrevenida. Con la implosión de la burbuja inmobiliaria y con la crisis bancaria y financiera posterior, el contrato social de Occidente se debilitó por la desprotección de sus clases medias y el crecimiento de la desigualdad.

Nuestras democracias sufrieron así un coste de credibilidad, por la desconfianza que generan los gobiernos ineficaces frente a estas batallas cruciales para la mayoría de los ciudadanos. En la crisis democrática influyen, claro está , otros muchos factores , pero en el abanico de nuestras medidas rehabilitadoras , la recuperación de la seguridad económica y la igualdad de oportunidades , están en lugares preferentes.

En segundo lugar, Occidente ha fracasado en su política hacia el mundo en desarrollo, que ahora llamamos el Sur global, especialmente hacia el mundo árabe .Las guerras en Kubait, Irak, Siria ,el norte de África (que quemó las expectativas de lo que ingenua y prematuramente llamamos primavera árabe), Oriente Medio, que estalló después y el conflicto árabe israelí de estos últimos años, golpearon y golpean, desgraciadamente todavía ,el corazón mismo de esa contienda ,entre integrismo musulmán y democracia, entre Sur global y Occidente.

La política migratoria europea es un buen ejemplo de ese fracaso. El rechazo y el odio hacia el islam que se desprende de los movimientos ultras antimigratorios en Europa, nos enemista con muchos e importantes países del mundo. La política europea en esta materia es verdaderamente suicida porque entre el año 2025 y el 2050 Europa perderá aproximadamente 50 millones de personas en edad de trabajar y necesitaremos una inmigración que nos negamos a aceptar. La imagen de Europa rechazando los migrantes africanos o asiáticos ,que mueren en el Mediterráneo, o expulsándolos a campos de refugiados subcontratados en África o en otros países, generará un odio histórico hacia nosotros.

Nuestro alineamiento con Estados Unidos, en muchas ocasiones y en muchos de los conflictos internacionales de los últimos años, nos sitúa en un frente que no siempre nos representa .Nuestra división interna en el conflicto palestino nos convierte en irrelevantes en el conflicto árabe- israeli. Peor aun , mas allá de la conciencia moral expresada por el Alto Representante europeo contra los crímenes de Israel en su guerra en Gaza, Cisjordania y Líbano, Europa esta siendo percibida como una potencia mas cercana a las posiciones israelitas que a las árabes .

Por último, Borrell dijo en el año 2019 que Europa tenía que aprender el lenguaje del poder. En la misma línea, yo creo que Europa tiene que hacerse mayor y convertirse en un agente internacional que defienda sus códigos democráticos y civilizatorios, sus valores morales, su multilateralismo ordenado y de paz en el mundo, su apuesta por un comercio internacional regulado, con más fuerza y eficacia. Europa tiene que liderar el fortalecimiento de las instituciones multilaterales y las organizaciones de Naciones Unidas. Establecer sus relaciones con China, con Oriente Medio, con Turquía, con India, con otros grandes actores, en base a sus propios intereses. Europa tiene que ser autónoma en su sistema defensivo, en sus relaciones con su vecindad, en su seguridad económica y energética, en su autonomía estratégica y en la defensa de los compromisos internacionales para un planeta sostenible. Todo eso requiere una Europa más fuerte ,más unida y consciente de su papel en el mundo.

Publicado en La Hora digital, 11/11/2024

6 de noviembre de 2024

Nos estamos suicidando.

El año pasado entraron en Europa 350.000 migrantes irregulares. Son el 0,08% de su población. ¿Es tan difícil gestionar estas cifras entre los 27 Estados?

Que Europa está amenazada en múltiples planos de su futuro es cosa sabida. Nuestro diferencial con China y Estados Unidos en ámbitos tecnológicos, energéticos, comerciales y económicos en general nos lo recuerdan todos los días. Que esos desafíos nos obligarán a esfuerzos económicos inéditos y exigirán una unidad europea difícil de predecir nos lo demandan los dos informes que guiarán la política europea los próximos años: el informe Letta sobre mercado interior y el informe Draghi sobre competitividad.

La nueva Comisión Europea que preside Von der Leyen tomará posesión el 1 de diciembre y tiene por delante cinco años trascendentales para empezar a superar todos esos retos, que llaman a nuestra puerta con angustiosa urgencia. Pero, además y antes de todo ello, Europa enfrenta un tema mayor: la inmigración. La foto que más ha trascendido del Consejo de octubre en Bruselas es la de la señora Meloni encabezando un grupo de trece países europeos, pidiendo a la presidenta de la Comisión que incluya entre las medidas contra la inmigración irregular su expulsión a ¿campos?, ¿cárceles? de algún país africano -¿quizás Uganda?- de los inmigrantes irregulares, como quiere hacer Italia con los suyos en Albania.

A la señora Meloni la acompañaban países con gobiernos de todos los colores: conservadores (Grecia), socialdemócratas (Dinamarca) o coaliciones con la ultraderecha (Holanda), entre otros. La foto y su significado son deprimentes. ¿De verdad creen todos estos dirigentes que el tema migratorio se arregla así? Ya hemos visto el resultado de esa política en Italia, rechazada por los tribunales europeos e italianos por contraria al derecho de asilo. Pero más allá de argumentos jurídicos y sobre todo morales, esta política es suicida demográficamente hablando.

Permítanme recordar algunas cifras. Europa perderá 49 millones de personas en edad de trabajar (entre los 20 y los 64 años) hasta 2050. La edad media en Europa en 2004 era de 39 años, en 2050 será de 49. La población de 65 o más años crecerá desde los 91 millones en la actualidad a 130 en 2050. Ese año seremos el 5% de la población del mundo. En África son ahora 1.300 millones y serán 2.500 en 2050. Saquen ustedes mismos las conclusiones. Somos pocos y viejos y necesitamos más de dos millones de emigrantes cada año, no solo para cuidar a nuestros mayores y nuestros hogares, o para ocupar los empleos que nosotros no queremos, sino para que nuestras cuentas de la Seguridad Social sean sostenibles.

El año pasado entraron irregularmente en Europa 380.000 inmigrantes, de ellos 150.000 cruzando el Mediterráneo, 100.000 a través de los Balcanes y el resto, por los aeropuertos. Son el 0,08% de los 450 millones de ciudadanos en Europa. ¿Es tan difícil gestionar esas cifras entre los 27 Estados? Pero no los queremos. Lo peor de la foto es que esos dirigentes están presionados por sus opiniones públicas. Eso es lo grave. Una ciudadanía asustada, engañada, insolidaria percibe como un riesgo social o una peligrosa competencia laboral la inmigración, especialmente la procedente de países de religión islámica.

La UE alcanzó un pacto este año para repartir la inmigración irregular y ayudar así a los países que la reciben. A cambio de negarse a acogerlos, se imponían fuertes multas por cada inmigrante rechazado. Pues bien, ya son 15 los países que se han retirado del acuerdo y aumentan cada día las restricciones internas en cada Estado para el acomodo de esas personas. Cerramos nuestras fronteras poniendo en riesgo el propio mercado interior.

La presión migratoria exterior irá en aumento. Nos negamos a reconocer que el verdadero 'efecto llamada' lo ejerce una sociedad envejecida y acomodada al subcontratar los empleos más duros y difíciles en numerosos países empobrecidos o en conflicto y en el continente africano, que casi duplicará su población en los próximos 25 años, con una edad media cercana a los 25 años.

Hay países que se han hecho grandes y prósperos con una inmigración constante, regulada y muchas veces irregular. Estados Unidos, Canadá y Australia son buenos ejemplos. Incluso la España del siglo XXI se está haciendo grande y está creciendo económicamente gracias a una inmigración constante.

Europa debería abrir consulados en los países de origen para traer, ordenadamente, a muchos de los que se embarcan en cayucos, distribuyéndolos después entre los Veintisiete, que, a su vez, deberían encargarse de formarlos e insertarlos en el mercado laboral. Pero esto es utópico en un continente que respira tanta insolidaridad como ceguera y tanta intolerancia como estupidez. Nos estamos suicidando.

Publicado en El Correo, 6 Noviembre 2024

16 de octubre de 2024

Entrevista para "La Provincia" Diario de Las Palmas.

 Ramón Jáuregui Atondo (San Sebastián, 1948) está en Canarias invitado por CEOE-Tenerife para explicar su visión sobre los desafíos a los que se enfrenta la Unión Europea (UE) y España en un contexto político, social y económico inestable y conflictivo. El exvicepresidente socialista del Gobierno vasco y exdiputado apoya la política de Estado de Pedro Sánchez en Cataluña pero advierte: "en algún momento habrá que decir que no a las peticiones del independentismo catalán y vasco"

Usted se ha referido a que en este momento la democracia está sufriendo en el seno de la Unión Europea ¿Es debido al auge de la ultraderecha?

En parte sí. Yo diría que la ultraderecha no es solamente un riesgo democrático, sino un serio obstáculo a la Europa del futuro. La mayoría de las expresiones de la ultraderecha europea son o euroescépticas o antieuropeas y, por tanto, incapaces de asumir que solo juntos podemos buscar soluciones conjuntas a los grandes problemas. No hay que olvidar que ocho de los 27 países de la UE están en manos de partidos antieuropeos que van en contra de los principios fundacionales de la propia UE. En este momento hay demasiada contradicción entre intereses nacionales que interpretan que el futuro está en la soberanía nacional frente a la supranacional y eso es antieuropeo en términos objetivos y es lo que va a impedir que Europa construya junta. La respuesta a los desafíos, tanto en materia energética, como en materia de defensa, de innovación o comercial no la puede hacer cada país de forma independiente y soy de los que reclama esa gran coalición europea para afrontar el futuro entre socialistas, populares, liberales y Los Verdes.

¿Y en España la democracia sufre? ¿El 'caso Koldo' está poniendo en peligro la democracia o la amnistía o la financiación singular para Cataluña pactada por el PSOE y ERC?

Creo que la corrupción siempre es un daño para la democracia, pero en el caso actual ninguna decisión política adoptada fue consecuencia de la corrupción. Para decirlo más claramente, el rescate de una línea aérea después de la pandemia no procede de una presión corrupta, sino de una decisión nacional.

Pero que a cuenta de la decisión política de rebajar el control de las compras con dinero público se conforme una presunta trama para sacar provecho de esa situación si es corrupción, ¿no?

Vamos a ver, todo lo que está siendo objeto de investigación judicial actualmente son cosas que necesitan una verdad judicial que todavía no se ha producido. Y, por tanto, no cabe hacer especulaciones sobre responsabilidades políticas en este momento. Me parecen precipitadas y oportunistas. Sinceramente, así lo veo yo. Es posible, de acuerdo, que como usted dice algunos se hayan aprovechado de una decisión política, pero esa decisión no fue corrupta. Lo que creo es que se debe investigar hasta el final y que paguen los que tengan que pagar, pero insisto en que esos hechos no tienen que ver con decisiones políticas del Gobierno de Pedro Sánchez. Sinceramente, lo veo yo así.

¿Y la ley de amnistía o el cupo catalán no afectan a las costuras del Estado autonómico?

El futuro de España no se puede construir solo tampoco y requiere un entendimiento institucional y político mayor. Teniendo en cuenta que la mayoría de las comunidades autónomas están gobernadas por el PP, nada se puede hacer sin contar con ese partido, no siquiera una reforma constitucional sin contar o una política territorial debe de hacerse con el PP. Por eso yo creo que el llamado concierto catalán o la bilateralidad vasca que defiende una soberanía compartida, dos reivindicaciones independentistas de Cataluña y Euskadi, suponen unos riesgos confederales que nada tienen que ver con el modelo autonómico de la Constitución de 1978. Yo defiendo que el modelo de financiación para las comunidades autónomas se acuerde con todos, no solo con ERC, y esa sería la cuadratura del círculo al pacto entre el PSOE y ERC. Para mí es imprescindible para evitar que haya una concepción confederal en el modelo financiero que el modelo pactado tiene que inscribirse en un acuerdo general de financiación entre todas las comunidades autónomas.

Entonces usted está viendo riesgos en los acuerdos de investidura y de legislatura.

En mi opinión, lo que se está haciendo con Cataluña es una política de Estado, pero eso también significa que en algún momento hay que decir que no a determinadas pretensiones y el sistema de financiación es en un momento. Tal y como se ha explicado, la financiación singular de Cataluña no puede enmarcarse en la Declaración de Granada que suscribió el PSOE en 2013 sobre un nuevo pacto territorial. Ese documento contemplaba un modelo de financiación federal sustentado en el modelo alemán y no es exactamente eso lo que supondría el concierto catalán. Esa negociación está pendiente del marco general de financiación que se pacte, porque creo sinceramente que hay que ubicar ese acuerdo de reforma de la Lofca (Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas). Como suele decirse, el diablo está en los detalles. Mi valoración dependerá del acuerdo final, pero creo que hoy cabe decir que ese marco pactado tiene que inscribirse en un acuerdo general con las comunidades y no solo con una. Eso sería lo ideal.

Durante la conferencia que pronunció en Tenerife abogó por tres grandes acuerdos de Estado con el PP: vivienda, política y exterior y política migratoria. Este último afecta de forma directa a Canarias y no parece que se llegue a un acuerdo ¿Cómo valora la situación?

No tengo en este momento opinión fundada sobre las responsabilidades de ese desentendimiento. No puedo juzgarlo. No sé honradamente a quién atribuir más responsabilidades. Lo único que digo es que en política migratoria, tanto Europa como España, necesitan pactos de Estado. Y desgraciadamente no se están produciendo. A mí me gustaría, de entrada, que los consulados europeos atrajeran la presión migratoria de los cayucos que llegan a Canarias hacia viajes regulares. Eso sería lo ideal porque, repito los datos, en los próximos 25 años vamos a perder 50 millones de mano de obra europea, que se dice pronto, y todo ese flujo hay que ordenarlo. Lo que ha dicho el presidente Pedro Sánchez de intentar regularizar llegada de extranjeros es lo correcto. Pero es un problema europeo y la solución hay que hacerla más entre todos como europeos que como país, de lo contrario vamos a generar odio y animadversión.

Usted fue eurodiputado y sobre la base de esa experiencia le pregunto si en la reflexión que ha hecho sobre el futuro de la UE más insolidario y con menos cohesión peligra el concepto de regiones ultraperiféricas (RUP)

El concepto de región ultraperiférica no corre ningún peligro en Europa porque incluso en el Servicio de Política Exterior hay un departamento que se refiere a la problemática de las islas y además lo dirigen diplomático español que se llama Ignacio Ibáñez, así que las condiciones de ayuda de fondos europeos no tienen por qué sufrir daño. Otra cosa es que el presupuesto de la UE cuando se produzca la ampliación pueda tener distorsiones hacia países más pobres. Eso puede ocurrir, pero también cabe decir que Canarias tiene un horizonte geoeconómico extraordinariamente positivo con la conflictividad bélica en Oriente Medio y en el norte de África porque el turismo vendrá aquí y no a zonas cercanas conflictivas.

Entrevista realizada para ¨La Provincia".

15 de octubre de 2024

Conferencia: «Desafíos de un mundo en cambio”.

Conferencia ofrecida a través de la invitación de La Confederación Provincial de Empresarios de Santa Cruz de Tenerife (CEOE-TENERIFE).


1 de octubre de 2024

Nuevo estatus, viejo debate.

"Si la negociación gira en torno al derecho a decidir no será fácil para los socialistas vascos encontrar un acuerdo con el nacionalismo."

La aprobación en las Juntas Generales de Gipuzkoa de una moción en la que se aboga por que el nuevo estatuto recoja el llamado 'derecho a decidir' coloca las negociaciones para la renovación del Estatuto de Gernika en un terreno muy difícil para el PSE. Andueza ya lo viene advirtiendo, pero desde el PNV se le recuerda el pacto firmado con el PSOE para la investidura de Sánchez. ¿Hay contradicciones entre las posiciones tradicionalmente defendidas por los socialistas vascos y el compromiso de legislatura que asumió el PSOE con los jeltzales? Buena pregunta. 
Los socialistas vascos nos hemos opuesto siempre al llamado derecho a la autodeterminación, que consideramos una grave quiebra del consenso autonomista, una vía a la independencia y una perturbadora fractura de la sociedad vasca. El derecho a decidir, por muy abstracta que sea su definición, pretende en el final de su desarrollo una hipotética consulta para conformar una Euskadi independiente.

La pretensión independentista está muy amortiguada, esa es la verdad. Ni siquiera Bildu la formula abiertamente, después de que la paz –¡trece extraordinarios años ya con ella!– relajara esas aspiraciones en el conjunto de la sociedad. Mucho menos el PNV, que necesita desmarcarse de su gran oponente nacionalista pero sin renunciar a una confusa soberanía, propia de su ideario sentimental nacionalista.
Por eso, lo que el PNV exigió al PSOE y así consta en el acuerdo es «aprobar tanto en Euskadi como con el Estado el autogobierno futuro empleando las potencialidades de la disposición adicional primera de la Constitución (la que reconoce los derechos históricos). «El reconocimiento nacional de Euskadi, la salvaguarda de las competencias vascas y un sistema de garantías basado en la bilateralidad y la foralidad serán ámbitos a dialogar y negociar entre ambos partidos». No hay mayor compromiso, pero tampoco menos.
Se vislumbra en esas dos frases esenciales del acuerdo una concreta apuesta del PNV por un estatuto de naturaleza confederal. No tanto por el reconocimiento nacional de Euskadi (algo perfectamente simbólico), como por la «bilateralidad» como sistema de garantías a las competencias vascas y por la «foralidad» de su autogobierno, que habrá que acordar empleando las potencialidades de los derechos históricos.
Si la negociación del nuevo estatus gira en torno al reconocimiento del derecho a decidir por exigencia de Bildu, o por deseo de la mayoría nacionalista, como se ha hecho en Gipuzkoa, no creo que sea posible el acuerdo con el PSE.

La «bilateralidad», unida al reconocimiento nacional, puede significar varias cosas. Dos de ellas, entre otras muchas, me parecen inasumibles para un Estado moderno de naturaleza federal: El establecimiento de un sistema judicial al margen del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial y la capacidad para declarar «no aplicable» en la Comunidad Autónoma Vasca determinadas legislaciones, planes o disposiciones estatales, en virtud de la competencia propia. Por muy histórica que pueda ser la fórmula del «se acata, pero no se cumple», eso no cabe en un Estado digno de tal nombre.
Por otra parte, me pregunto, como lo hace la doctrina desde siempre, qué nuevas actualizaciones necesitan nuestros derechos históricos. ¿Es razonable seguir con esa oscura apelación –por muy constitucional que sea, y lo es– que nos remite a un modelo del Antiguo Régimen muy poco compatible con un Estado moderno del siglo XXI? ¿Hay alguna competencia del modelo competencial multinivel en el que vivimos o alguna relación con la Europa del siglo XXI que puedan desprenderse de aquel tracto histórico?

No será fácil para el PSE encontrar un acuerdo con el nacionalismo vasco sobre una renovación de nuestro Estatuto si los parámetros planteados van en esas direcciones. Perderemos así la ocasión de encontrarnos todos los partidos, incluido, claro está, Bildu, en una negociación para una renovación moderna de nuestro Estatuto y de nuestro autogobierno, en una concepción federal de nuestro modelo territorial, mejorando y ampliando nuestras competencias, consolidando la singularidad de nuestro modelo financiero, reconociendo en nuestra Constitución nuestros hechos diferenciales, avanzando en nuestro reconocimiento europeo y superando incluso la trágica historia de la violencia, con un relato consensuado del pasado. Somos muchos los vascos que creemos en el autogobierno, pero también queremos un Estado español moderno y federal en una Europa del mismo signo.
Una revisión de este calado exigirá una reforma constitucional previa para incorporar a ella nuestros avances federales que hoy no son posibles. La fórmula sería paralela y los vascos votaríamos en sendos y simultáneos referendos nuestro Estatuto y la reforma constitucional. Estaríamos así dando un salto gigantesco de legitimación social y política a nuestras dos leyes fundamentales y otorgando un clima de estabilidad y consenso para las próximas generaciones que no participaron en los acuerdos de la Transición. Una pena que no lo hagamos así.

Publicado en El Correo, 01/10/2024

20 de septiembre de 2024

Democracia americana.


"Lo urgente en el continente es fortalecer el Estado, asegurar el funcionamiento eficaz y respetuoso de sus instituciones y vertebrar el sistema representativo de las fuerzas políticas en el más exquisito respeto del pluralismo".

Que las democracias sufren en todo el mundo es cosa sabida. Que solo un 30% de la población del mundo se gobierne bajo estas reglas produce tristeza y preocupa constatar que la calidad de su aplicación se deteriora en todas partes.

Pero si hay un continente donde estos síntomas están produciendo sucesivos escándalos que ponen en evidencia los peores signos de la crisis democrática es en el continente americano. Empecemos por los Estados Unidos, cuna de las democracias modernas, ejemplo de checks and balances, es decir, de potentes contrapoderes al Ejecutivo y una de las sociedades más firmemente ancladas en los pilares del Estado de derecho. Los sucesos de enero de 2021, el asalto al Capitolio, como colofón de dos meses de abierto cuestionamiento al escrutinio electoral, fueron la violación más flagrante de la regla fundamental de la democracia: la alternancia y la aceptación de la derrota.

El mismo y gravísimo comportamiento se produjo después en Brasil dos años después y se está produciendo ahora mismo en Venezuela. Pero en Estados Unidos y en Brasil el sistema institucional resistió y la voluntad popular expresada en las urnas fue respetada. En Venezuela no. Allí el Gobierno ha falseado esa voluntad, la ha manipulado y se ha atribuido una victoria electoral que no se corresponde con lo que el pueblo votó. Para hacer semejante trampa necesitaba controlar todos los poderes en juego: el Comité Electoral, el Poder Judicial y, por supuesto, después la Policía y las Fuerzas Armadas para reprimir las protestas.

Todo parece indicar que el régimen se endurece y se mete en la cueva de su soledad, integrando así, junto a Cuba y Nicaragua, el triángulo de una izquierda totalitaria que no deberíamos siquiera llamar izquierda. Siempre he pensado que el socialismo es libertad y que, sin ella, las aspiraciones de justicia e igualdad que lo caracterizan son coartadas totalitarias.

Pero no acaban ahí las inquietudes democráticas. Muchas sociedades latinoamericanas viven fenómenos populistas que lesionan sus democracias. Estamos hablando de regímenes electorales y de presidencias de Gobierno obtenidas en plenitud democrática, cumpliendo todas las reglas, que, sin embargo abusan de su poder y/o lesionan la separación de poderes.

La política represiva contra la violencia en El Salvador está resultando eficaz en primera instancia (más dudosa en el largo plazo) y se comprende así el apoyo electoral recibido, pero eso no nos impide destacar el enorme retroceso moral que impone una vulneración tan flagrante de los principios jurídicos procesales que el mundo había conquistado en el último siglo. Es muy preocupante que la delicada línea que separa seguridad de libertad esté siendo arrasada por la primera y que derechos humanos fundamentales estén siendo pisoteados por el Estado.

Puede parecer más democrático decir que la justicia emana del pueblo y que por eso a los jueces debe elegirlos la ciudadanía, pero es un principio populista como la copa de un pino.

La principal virtud de la justicia es la independencia, es decir, no estar sometida a ninguna presión y aplicar la ley con objetividad y justicia. Trasladar la elección de los jueces al juego partidario, a través de las listas de candidatos que serán sometidas a la ciudadanía, es meter a los jueces en un engranaje de intereses espurios y poner con ello a todo el sistema judicial en el escaparate de la dependencia política.

Es otro populismo, pero no menos censurable, aquel que se apropia de la libertad y la niega a los demás. ”¡¡¡La libertad, carajo¡¡¡”, como si esa condición de dignidad humana y democracia solo la garanticen desde una derecha iliberal e individualista, que olvida las dimensiones corresponsables a su ejercicio. Se trata de un nuevo autoritarismo que concibe la libertad como una facultad ilimitada, ajena a la existencia del otro, que desprecia los vínculos con la colectividad y que se afirma sobre la competitividad y la autosuficiencia.

Es verdad que estas tentaciones autoritarias también nos afectan. Basta ver a algunos líderes de la ultraderecha europea y observar las peligrosas tendencias antimigratorias que están imponiendo algunos partidos que han alcanzado el poder en países tan importantes como Italia, Hungría, Países Bajos, Croacia ,Finlandia ,Eslovaquia y me temo que pronto en Austria.

Pero en América Latina hay otras circunstancias que colocan el debate democrático en el centro del debate político. Dos de ellas merecen especial mención. La primera es el narcotráfico y sus poderosas bandas. La extensión hacia el sur del continente de sus organizaciones criminales acentúa las enormes dificultades de los Estados para enfrentarse a su mortífera ley: ”O plata o plomo”. La experiencia nos demuestra que el narco es como una termita destructora de las instituciones y del orden democrático. Su metástasis, ataca, junto a la corrupción, al núcleo de la legitimidad democrática: la confianza en las instituciones y en los partidos que la vertebran.

La otra, es la debilidad macroeconómica de la mayoría de los Estados latinoamericanos. La capacidad del Estado para enfrentar retos estructurales de esas sociedades (formalidad laboral, interconectividad digital, baja productividad, etcétera, condiciones todas ellas de crecimiento y redistribución) es muy débil porque su ingreso fiscal es muy bajo. Unas clases medias, nacidas en la primera década de este siglo, reclaman mejores servicios públicos en justicia, seguridad, sanidad y educación y al no recibirlos, su confianza en la democracia se resquebraja. Hay, por ello, un problema serio de eficacia de los Gobiernos democráticos, que deben legitimarse en función del éxito en la gestión de estos elementos básicos.

América Latina tiene razón en pedir a la comunidad internacional una solución distinta al problema del narcotráfico. Pero mientras llega, lo urgente es fortalecer el Estado, asegurar el funcionamiento eficaz y respetuoso de sus instituciones y vertebrar el sistema representativo de sus fuerzas políticas, en el más exquisito respeto del pluralismo político y de las libertades democráticas.

Publicado en El País, edición América. 19/09/2024

6 de septiembre de 2024

El congreso del PSOE.

Más allá de las cuestiones orgánicas, el congreso que el PSOE celebrará entre el 29 de noviembre y el 1 de diciembre debería servir para que su militancia pueda reflexionar y debatir sobre aspectos fundamentales del proyecto que representan estas siglas históricas. Uno de ellos, quizás el más importante en estos momentos, es el que se refiere a la estrategia política para construir el país, puesto que estamos gobernando, y a las relaciones con otras fuerzas. Desde la moción de censura y la vuelta al Gobierno en 2018, el PSOE lidera la izquierda política del país y pilota una coalición con los partidos a nuestra izquierda y con los nacionalistas abiertamente enfrentada a la derecha. Esta estrategia profundiza día a día la grieta abierta en la sociedad española entre los dos bloques políticos hasta el punto de que ya parecen irreconciliables. Todos los temas de nuestra actualidad política son utilizados para polarizar a los dos bloques.

España parece condenada a reproducir la virulencia política de tiempos trágicos de nuestro pasado. Resulta quimérico pensar en la gobernanza común de grandes temas de Estado. Sería demasiado fácil, y en parte injusto, atribuir toda la responsabilidad de este bloquismo creciente al PP y a la perturbadora presencia de la extrema derecha y del populismo en nuestro horizonte político. Muchos de nuestros discursos y de nuestras reacciones políticas alimentan esta dialéctica porque nos interesa tácticamente ubicar al PP en ese polo y condenarlo a una mayoría imposible con sus extremos. Es más, en determinadas esferas de la izquierda política española se defiende esta estrategia como la clave del futuro político del país. «Hemos sacado al PSOE del pacto constitucional, hemos superado la España de la Transición y es la hora de construir la República confederal en España», se dice abiertamente en esos círculos. A su vez, los nacionalistas insisten en «aprovechar» este tiempo para avanzar en sus respectivos proyectos (Otegi dixit).

Debo reconocer que esta estrategia fue importante para superar el riesgo del 'sorpasso' de Podemos en su día, y nos ha servido para alcanzar el poder en la moción de censura y en las sucesivas coaliciones de gobierno posteriores. Pero, al mismo tiempo, se han producido importantes limitaciones a nuestro proyecto. Hemos perdido el poder en muchas comunidades autónomas porque los pactos nacionalistas (los catalanes, principalmente) tienen costes electorales. La coalición con Podemos-Sumar ha tenido luces y sombras evidentes, y nos ha situado sociológicamente en un espacio más a la izquierda que limita nuestro crecimiento electoral en el centro. Y, por último, nuestro proyecto de país parece encaminado a ser construido sin contar con la otra mitad de nuestros conciudadanos.

Puede decirse, en consecuencia, que hemos perdido nuestra vocación de mayoría; es decir, aquella que busca ser el partido representativo de una mayoría social en todos los territorios y en todos los espacios del centro-izquierda. El partido que más se parece a España, decíamos en su día, no hace tanto, en tiempos de Zapatero. Ahora, parece que nos encaminamos a liderar y consolidar una coalición tan compleja y contradictoria como la actual en vez de buscar la mayoría electoral sobre el PP, disputando un espacio sociológico más centrado que en parte y en muchos territorios hemos perdido.

Quizás me deje llevar por la nostalgia de un tiempo pasado. Otros me dirán que estamos construyendo otra España, la llamada España plurinacional, y que tenemos que hacerla con estas fuerzas que forman la actual coalición. Pero me llena de dudas construir ese futuro con quienes no quieren compartirlo, y hacerlo frente y contra casi todas las comunidades autónomas españolas pasando por encima del partido mayoritario de España. Es más, me inquieta hacerlo bordeando o vulnerando nuestra Constitución.

Entiendo y aprecio los pasos dados en la superación del conflicto catalán. Siempre he creído inteligente y conveniente integrar nuestros nacionalismos en la gobernanza española. Pero el nuestro es un proyecto federal pactado y no una confusa y desigual confederación. Creo que el PSOE debe perfilar un liderazgo más nítido en la actual coalición y debe hacerlo recuperando las señas de un partido con vocación de mayoría. Eso implica, entre otras cosas, recuperar un sincero discurso de renovar los pactos de Estado fundamentales en la construcción del país. Pienso en las políticas migratorias, en la política exterior, en la Defensa, en Europa y, desde luego, en la política territorial y autonómica a través de una reforma pactada de nuestra Constitución que habilite los pactos financieros y de autogobierno pendientes. Puede ser que el PP se niegue a todo, pero eso le condenará a la minoría.


Publicado en El correo. 6-Septiembre-2024.

18 de julio de 2024

Solo el pacto salvará a Venezuela.

No basta con que las elecciones del 28 de julio se celebren sin trampas ni obstrucciones; el pacto será, además, el único camino para salvar al país, gane quien gane.

La solución a la crisis democrática y socioeconómica de Venezuela es vital para los venezolanos, pero es también importantísima para el mundo y fundamental para América Latina. Gran parte de la fractura política de la región se explica desde Caracas y el mayor problema migratorio del Sur de América Latina lo ha producido la salida de más de cinco millones de venezolanos en los últimos diez años. Pero no solo, La influencia geopolítica del caso venezolano es tan enorme que todas las potencias del mundo han estado y están involucradas en su solución. Sus derivadas energéticas no hace falta citarlas, si recordamos, simplemente, que es la primera reserva mundial de petróleo y la octava de gas.

Pero no basta con que las elecciones del 28 de julio se celebren finalmente sin trampas ni obstrucciones a la democracia, El pacto será, además, el único camino para salvar al país. Gane quien gane.

No está escrito que el chavismo será derrotado. Su implantación territorial, el ventajismo de su control sobre todos los poderes del Estado y el populismo social de sus políticas le mantienen en la carrera, a pesar de todo. Pero si gana Maduro, no podrá desoír a la mitad del país que ha votado en su contra, ni podrá contar con una asamblea legislativa que el año 2025 se renovará y dará lugar, seguro, a un abanico partidario plural, con el que deberá contar en cualquier caso. Tendrá que pactar, en definitiva, porque necesita que la comunidad internacional valide las elecciones y levante las sanciones a su economía. 

Si gana la candidatura de Gonzalez Urrutia, la transmisión de poderes, desde principios de agosto de este año hasta el 10 de enero de 2025, en que tome posesión, será un proceso delicado y peligroso en el que tiene que producirse un desmontaje institucional del chavismo, lleno de renuncias y cesiones. Será necesario un pacto generoso de perdón colectivo para que esa transmisión se produzca lealmente.

Durante los meses previos a la toma de posesión del nuevo presidente, los partidos que apoyan la candidatura de González Urrutia debieran dar muestras de una amplia voluntad de consenso y de reconstruir el futuro de Venezuela sobre la base de que nadie sobra. La manera en que se materialice este punto y aparte en la trágica historia del país, les corresponde a todos, pero el chavismo no debe temer que se le apliquen responsabilidades del pasado ni que se les condene a las mismas condiciones que ellos aplicaron a la oposición cuando ejercieron el poder.

Soy consciente de la controversia social que esta medida suscita entre quienes quieren aplicar justicia al pasado, Pero no siempre es compatible la paz con la justicia, ni la conciliación social con la exigencia de responsabilidades pasadas en procesos de esta naturaleza, Salvando las distancias históricas y políticas, el éxito de la Transición política española desde la dictadura a la democracia, a finales de los setenta del siglo pasado, se basó precisamente en la voluntad expresa de la oposición democrática española de perdonar el pasado y construir el futuro junto a los herederos del régimen franquista. A la vista de todos está el éxito de aquella generosa actitud, que hoy recomendamos a los ganadores de la contienda electoral del 28-J. Un pacto de perdón  mutuo sobre el pasado será necesario, para afrontar la recuperación democrática de Venezuela en los términos de “convivencia nacional” que, inteligente y generosamente, proclama el candidato González Urrutia en su campaña electoral.

Si las elecciones del 28 de julio son democráticas y los resultados reflejan la voluntad popular, la comunidad internacional debería articular, en cualquier caso, un conjunto de medidas que estimulen y favorezcan esta transición pactada.

En primer lugar, la comunidad internacional tiene que cubrir el vacío de reconocimiento institucional que sufren las instituciones de Venezuela en este momento. Ni la Presidencia de la República nila Asamblea Nacional están actualmente reconocidas por la mayoría de los países e instancias internacionales. Especialmente la OEA, la UE y los Estados Unidos deberemos aceptar los resultados y otorgar reconocimiento al elegido. Con la máxima celeridad, hay que eliminar las sanciones a Venezuela y en particular ayudar a recuperar la producción y exportación petrolera en coordinación con las compañías capaces de reconstruir el ingenio petrolero del país. En el plano de las sanciones, sería también una buena señal, por parte de los Estados Unidos, la eliminación de las órdenes de busca y captura con recompensa, contra Maduro y otros agentes del Gobierno.
Por último y no por eso menos importante, Venezuela necesita un plan de estabilización macroeconómica en el que participen los organismos financieros internacionales que permitan al país recuperar actividad económica, atender los servicios públicos y atraer la vuelta al país del exilio de los últimos años.

Entre los acuerdos que deben contemplarse, debería incluirse también la necesidad de pactar los próximos procesos electorales, tanto para las elecciones a la Asamblea Nacional como para las elecciones locales de gobernadores y alcaldes, que no pueden coincidir con las anteriores. Cobran especial importancia, en este plano, las elecciones legislativas a la Asamblea Nacional. Es urgente restaurar la legitimidad democrática a esta Cámara y sobre todo es imprescindible la clarificación política sobre quién es quién en el abigarrado panorama partidario del país. Una Asamblea Nacional elegida con la máxima proximidad a la toma de posesión del nuevo presidente sería un paso ideal para esta transición pactada.

Una última reflexión sobre el proceso. La cultura del pacto debe de impregnar al conjunto del país. Es una actitud colectiva que se manifiesta en una corriente social ineludible para todos.
Especialmente para todos aquellos que actualmente ejercen responsabilidades institucionales en poderes del Estado: Poder Judicial, Fiscalía, administración electoral, función pública en general, policía, Fuerzas Armadas... Todos ellos tienen que favorecer la transmisión de poderes y la transición pactada que estamos proponiendo.

Publicado en El País, edición América, el 17/07/2024

9 de julio de 2024

Soberanismo papanatas.

Muchos interpretan que la evolución pragmática de los partidos ultras, de Meloni o Le Pen, salva a Europa de riesgos sistémicos. Lamento no coincidir.

El domingo, Francia evitó un gobierno de Le Pen. Pero, ¿pasó el peligro de las fuerzas de ultraderecha para Europa? Tomo prestado el título de este artículo de una entrevista con Pascal Lamy, antiguo director de la OMC, europeísta de la época de Jacques Delors , quien destaca el movimiento «gramsciano» de la extrema derecha europea, que ha pasado de gritar 'salir de Europa' y 'viva la nación' a participar en el poder europeo y al 'Make Europe Great Again', con el que Orbán ha titulado cínicamente su presidencia de turno este semestre.

No es el único analista que se congratula de esta transformación del antieuropeísmo de los partidos ultras en la década pasada, inspirados en el Brexit, hacia la progresiva aceptación del marco europeo y de sus consecuencias, que estos partidos, Meloni y Le Pen especialmente, están haciendo en su gestión gubernamental, la primera, y en su programa político, la segunda. Son muchos los que interpretan que esta evolución pragmática salva a Europa de riesgos sistémicos, como lo eran el abandono francés del euro o la posible convocatoria de consultas antieuropeas.

Lamento no coincidir con tan benévolo pronóstico. Europa enfrenta desafíos monumentales, quizás los más graves de la historia comunitaria. La pandemia, las guerras, las tensiones comerciales y tecnológicas, el fin del dominio estadounidense y la multipolaridad desordenada del mundo, la autonomía energética, la seguridad económica… están poniendo en evidencia nuestra pequeñez demográfica,el envejecimiento de nuestra población, nuestros retrasos digitales y tecnológicos, la levedad de nuestras grandes compañías, la lentitud y contradicciones de nuestra política exterior y comercial y tantas otras cosas, dibujando un panorama inquietante para nuestro futuro.

No me detengo en la lista de nuestros desafíos, pero todos los buenos conocedores de Europa lo dicen una y otra vez: no tenemos una Unión suficientemente integrada como para tomar decisiones colectivas, urgentes y extremadamente costosas y conflictivas. La defensa europea reclamará armonizar nuestros sistemas militares nacionales y construir una auténtica industria militar comunitaria. Nuestro mercado único exigirá unificar la educación, la investigación, concentrar el sistema financiero y crear un mercado de capitales (Informe Letta). La batalla de la competitividad europea precisará revisar la política de competencia y la creación de campeones europeos en múltiples sectores económicos (Informe Draghi). La seguridad económica y la autonomía energética y estratégica nos demandarán un proceso de relocalizaciones y de recuperación industrial -después de la desordenada deslocalización productiva de los últimos veinte años-, que será, en todo caso, muy delicado y con intereses nacionales enfrentados. Nuestro liderazgo mundial en la lucha contra el cambio climático está en cuestión por la resistencia interna de agricultores, mundo rural e industria automovilística. La lista es enorme.

Como decía recientemente Wolfgang Munchau, en un artículo significativamente titulado 'Armas, árboles o fábricas', no hay dinero para todo esto y no hay consenso social para abordar tan complejos y conflictivos procesos y transiciones. Todo ello sin contar con las negativas consecuencias para Europa de un gobierno estadounidense en manos de Trump, desgraciadamente, muy probable.

Pues bien, vuelvo al principio.¿Cuál será el comportamiento de los partidos nacionalistas, de los que quieren 'una Europa de naciones libres', ante estos desafíos? No hablo del Parlamento Europeo, donde, si nada se complica, la mayoría PP+PS+Liberales y Verdes es suficiente para la defensa europeísta. Hablo de la Comisión Europea, en la que se integrarán comisarios procedentes de gobiernos ultras. Hablo del Consejo, donde hay varios ejecutivos importantes en manos de ese soberanismo papanatas (Italia, Países Bajos, Hungría, Eslovaquia) que se negará a aportar más dinero al Presupuesto de la Unión, que no querrá sacrificar sus intereses nacionales en beneficio de la Europa unida, que cerrará sus fronteras a una inmigración que necesitamos tanto como respirar, que reivindicará su soberanía nacional ante la unificación del mercado financiero y de capitales o ante la coordinación militar, o tantas otras cosas semejantes.

Sin comprender que su soberanía solo la pueden ejercer al compartirla con sus socios europeos. La suya, la soberanía nacional, es tan retórica como ridícula, porque nadie en Europa es suficientemente grande para decidir nada. Solo seremos soberanos de verdad, en un mundo hostil y adverso, si vamos y decidimos juntos. No, el soberanismo nacional de la ultraderecha europea no es un mal superado. Lo siento, es, más bien, un monumental problema europeo.

Publicado en El Correo, 9/07/2024

14 de junio de 2024

Consejos para la mejor coalición.


"Renovar nuestro Estatuto supone una extraordinaria oportunidad y puede ser una trampa mortal si no incorpora a la izquierda abertzale de hoy."


La coalición que van a formar PNV y PSE es el mejor Gobierno posible para la Euskadi de hoy. El entendimiento entre estas dos fuerzas políticas ha sido clave en nuestra ya larga historia democrática y autonómica. Muchos de los grandes logros en este periodo son fruto de este pacto, y el clima sereno y estable de la sociedad vasca de hoy es consecuencia de una filosofía que los hace posibles: el respeto y la aceptación del diferente en una sociedad con un abierto abanico identitario. 

Un nuevo lehendakari y una nueva composición de su Gobierno iniciarán la próxima legislatura en un clima político general enrarecido por el populismo, la polarización y la crisis democrática en general y sometido a formidables retos socioeconómicos en un escenario geopolítico hostil. 

Hay tres consejos, cargados de buena intención, que se me ocurren para nuestro próximo Gobierno. El primero tiene que ver con el compromiso más ambiguo y delicado de las bases de su acuerdo: renovar nuestro Estatuto de Autonomía. Se trata, al mismo tiempo, de una extraordinaria oportunidad y puede ser, también, una trampa mortal. El objetivo debe ser lograr un consenso que incluya a EH Bildu sin que su coste sea perder al PSE y al PP. Si PNV y EH Bildu imponen su mayoría y se decantan por un procedimiento ilegal (consulta vasca antes del trámite en las Cortes) y por un contenido soberanista (el derecho a decidir y la bilateralidad confederal), perderemos toda la base social del autonomismo constitucional. A su vez, aprobar un nuevo Estatuto sin incorporar a la izquierda abertzale de hoy sería democráticamente inaceptable y configuraría un marco jurídico político inestable y divisivo, con la segunda fuerza política (o la primera, según se mire) contra el régimen político del país. 

Siempre he pensado que un nuevo Estatuto nos permitiría hacer una exposición de motivos consensuada sobre nuestra historia reciente, una actualización de los derechos y deberes de los vascos en la sociedad actual (inexistente en el Estatuto de Gernika) y una actualización-modernización de nuestro régimen competencial, en una concepción federalista de nuestro autogobierno. No es poca cosa. No será fácil cuadrar ese círculo, pero si no encontramos la fórmula, mejor dejarlo estar y esperar ocasiones más propicias. Al fin y al cabo, en nuestro marco autonómico actual todos convivimos y, de hecho, todos lo asumimos. No hay urgencias que justifiquen un mal peor. 

El segundo consejo llama a las cosas. Los servicios públicos –en particular, la sanidad, la vivienda para los jóvenes y los cuidados a los mayores– reclaman concentrar la acción del Gobierno y priorizar el gasto en ellos. Me habría gustado que los socialistas hubiéramos planteado la gestión de la sanidad como requisito de la coalición. El fracaso reciente del PNV y el éxito de los socialistas en este campo en tiempos pasados (Freire y Bengoa) merecía ese esfuerzo de continuidad, pero supongo que los negociadores saben lo que hacen. En cualquier caso, el nuevo Gobierno vasco tiene ante sí un enorme desafío para dar un impulso a estas tres importantes áreas de la acción política. La campaña electoral ya puso de manifiesto el enorme descontento de la ciudadanía vasca con algunos servicios de Osakidetza, especialmente la Atención Primaria y las consultas de especialistas, que este Gobierno tendrá que abordar con urgencia . 

En el mismo sentido, el problema de la vivienda para los jóvenes en nuestras ciudades, a excepción quizás de Vitoria, se ha convertido en existencial para muchos de ellos. Respecto a los servicios de cuidados a los mayores, es opinión unánime que las residencias deben quedar como red de recursos solo para las personas sin autonomía y que debemos, por el contrario, fortalecer una red de cuidados domiciliaria mucho más extensa e integral. Todas estas prioridades exigirán una revisión presupuestaria profunda. Los gobiernos tienen tendencias inerciales hacia gastos y partidas reiteradas que conviene revisar en profundidad. En este caso, esta revisión parece más que necesaria. 

Por último, un consejo sobre el funcionamiento interno. Muchos gobiernos de coalición funcionan con una autonomía total de las carteras y una falta de cohesión y de consenso en la acción general del Ejecutivo y en la vida parlamentaria. La forma de evitar estos compartimentos estancos no es solo la jerarquía del lehendakari, sino un comité interno en el Gabinete que negocie permanentemente las acciones de todos. Se trata de crear un equipo técnico y político en el interior del Gobierno (no fuera de él) muy discreto y dirigido por personas de confianza de los dos líderes que desbrocen y pacten todos los temas y trasladen, en su caso, a los partidos las diferencias insalvables. 

Quiero pensar que el pacto PNV-PSE será consecuente con su tradición y con su buen hacer. Solo espero que el éxito les acompañe.

Publicado en el Correo, 14 junio 2024

12 de junio de 2024

Un Nuevo Parlamento y una Europa en riesgo.

Las elecciones europeas que han tenido lugar el pasado 9 de junio, serán decisivas para el futuro de la Unión Europea. Importantes lo son todas, pero, sinceramente creo, que pueden ser decisivas. Europa está amenazada, no solo por la guerra en Ucrania y por los peligros de su vecindad con Rusia. Otras amenazas, nos enfrentan a un futuro incierto, quizás incluso hostil. El mundo que se está configurando en este siglo XXI, ese que creíamos cargado de esperanzas y expectativas, es ajeno a muchos de nuestros valores y compite ferozmente con nuestros intereses. Amenazas tecnológicas, comerciales y geopolíticas, se suman a las bélicas y cuando creíamos haber construido una unión supranacional capaz de pilotar y liderar el mundo de la democracia y de la paz, hemos descubierto que nuestra embarcación, sufre múltiples vías de agua.

Es verdad que Europa ha sido capaz de vencer múltiples momentos de crisis a lo largo de su historia. Sólo por recordar las más recientes: la crisis del euro y del sistema bancario europeo entre 2009 y 2014, el Brexit en 2016, la crisis migratoria en 2015, la invasión de Crimea en 2014 y la de Ucrania en 2022, la pandemia. De todas estas crisis hemos salido con una Europa más reforzada, más integrada y mejor construida.

Pero no todos los grandes avances de la Unión Europea han sido fruto de crisis coyunturales, como previera Jean Monnet. Ha habido otras grandes decisiones europeas que fueron fruto de acertados cálculos previos: el mercado único y la moneda común entre otros, lo que nos permite recordar al gran Jacques Delors, como uno de los grandes arquitectos de la Unión Europea de hoy.

Podemos concluir por ello que debemos confiar en la Unión Europea que viene y en concreto en la que ha surgido de estas elecciones celebradas este año. Ocurre, sin embargo, que hay dos circunstancias nuevas: la primera es que el mundo ha cambiado mucho y a peor y la segunda es que en todos los países europeos, están creciendo opciones políticas de derecha extrema cuyo fondo común es un neo-nacionalismo antieuropeo que será retardatario y obstaculizador de los esfuerzos de integración que reclaman esos desafíos.



Los cambios en el ámbito económico, tecnológico y sobre todo geopolítico explotan a raíz de la pandemia y de las guerras en Ucrania y Oriente Medio. El parón productivo de 2020-2021, unido a las incertidumbres geopolíticas y climáticas (canales de Suez y Panamá, por ejemplo), provocan un repliegue inesperado de la globalización, una relocalización empresarial hacia cadenas de aprovisionamiento más cercanas y seguras (near-shoring, friendshoring) y ponen en evidencia lagunas productivas, casi existenciales, para nuestro continente. Esto coincide con la crisis energética que nos produce la decisión de cortar el suministro de gas y petróleo rusos, algo que se ha hecho en un período tan extremadamente corto, como costoso social y económicamente.

Europa, acostumbrada a operar en el mercado mundial a través del comercio pactado y la interdependencia geopolítica, descubre de pronto que el mundo tiembla bajo sus pies. La tensión tecnológica y comercial entre China y Estados Unidos aumenta las dificultades de nuestros mercados. La «Inflaction Act» americana atrae inversiones europeas hacia mercados sobre estimulados y proteccionistas. Seguridad económica, fuentes energéticas seguras, autonomía estratégica, resiliencia de las cadenas de suministro, relocalizaciones aceleradas, son conceptos que invaden nuestros debates porque se han convertido en poco tiempo en necesidades angustiosas. La economía global dejó de ser lo que era. Un nuevo y competitivo marco geoeconómico también nos amenaza.

A ello se añade el déficit tecnológico europeo frente a Estados Unidos y China y la pérdida casi definitiva del liderazgo en algunos mercados básicos para la sociedad del futuro: las grandes plataformas tecnológicas del consumo, las redes sociales, la inteligencia artificial, el 5-G de las telecomunicaciones, el control de algunos materiales básicos para la movilidad eléctrica y la producción de energía renovable... Europa ha descubierto demasiado tarde que su fragmentación nacional y la ausencia de un mercado de capitales ágil y eficiente le impiden la creación de grandes compañías, capaces de transformar su capacidad de innovación en líderes mundiales. Por otra parte, el modelo regulatorio europeo, más rígido en defensa de una digitalización ética y de los derechos ciudadanos frente a los nuevos poderes oligopólicos de las tecnológicas, está siendo interpretado como un nuevo obstáculo al emprendimiento y a la innovación, en comparación singular-mente con el caso norteamericano. De hecho, en los últimos años la renta per cápita y la productividad Europea respecto a la de Estados Unidos se están distanciando creciente y peligrosamente.

Finalmente, la guerra ha vuelto a nuestras vidas. Las generaciones nacidas en la segunda mitad del siglo pasado hemos vivido con miedo al pasado y sentimientos de seguridad y progreso respecto al futuro, al contrario que los millennials y la Generación Z del presente. Pero habíamos subcontratado nuestra seguridad a Estados Unidos a través de la OTAN. Los beneficios de la Paz han terminado y las décadas de ahorro militar y defensivo se vuelven ahora contra nosotros poniendo en evidencia la más absoluta heterogeneidad de nuestro armamento y la falta de cooperación entre la industria militar europea.

Hay una enorme coincidencia en Europa sobre la magnitud de estos cambios y sobre la urgencia de los desafíos europeos. Los Think-tanks, institutos de análisis, editoriales, papeles de la Comisión... coinciden en este preocupante diagnóstico. Es más, también coinciden en las soluciones. Lo problemático será implementarlas, ponerlas en marcha, echar a andar, como se dice cuando se emprende un objetivo y una meta a la que llegar. Y aquí está mi segunda gran preocupación: ¿Será capaz Europa de avanzar en toda una serie de respuestas estratégicas a su difícil encrucijada, a partir del nuevo Parlamento Europeo que saldrá del 9 de junio próximo? ¿Podrá Europa dar pasos sustanciales en su integración, en sus decisiones estratégicas conjuntas, que requieren ceder soberanías y competencias nacionales, si las fuerzas neo-nacionalistas de derechas se imponen en el Parlamento Europeo y en los gobiernos de las naciones europeas?


Esta es la gran cuestión, porque si nos fijamos bien, las líneas de respuesta a estos desafíos reclaman una Europa más unida, más integrada, mejor engrasada y más ágil en sus tomas de decisiones y en su implementación. Por ello, los principales retos para la Unión Europea que se derivan de estas elecciones pasadas son:

1. Europa necesita ser un actor relevante en el nuevo marco internacional y no puede limitarse a ser parte del bloque occidental que lidera Estados Unidos. Necesitamos una estrategia común en política exterior que proteja nuestros intereses ante los diversos entornos geopolíticos que están modelando las dinámicas del poder. Europa tiene que defender un orden de paz, multilateral, reglado e interdependiente, pero la política exterior europea corre el riesgo de mantenerse en el aislamiento del resto del mundo por nuestros desacuerdos internos. La única posibilidad de resol-ver los problemas globales y promover nuestros intereses, es mantener relaciones constructivas con los actores no occidentales y eso requiere una unidad inexistente hoy de la política exterior europea, sometida a la difícil, por no decir imposible, unanimidad de los Veintisiete.


2. Debemos asegurar nuestra soberanía, nuestras libertades y nuestro modo de vida y sociedad. Tenemos que construir una política de defensa y seguridad común. Lo que venimos postergando desde hace demasiado tiempo, hoy es una urgencia vital. Eso implica muchas cosas, desde aumentar nuestro gasto en defensa, a coordinar a nivel europeo nuestro armamento. Desde fortalecer el flanco europeo de la OTAN, a planificar las compras de material militar en Europa. Desde cooperar en la I+D militar europea, a diseñar nuestros ejércitos en el marco europeo. Esto no se hace ni en uno, ni en cinco años y cuanto más tarde empecemos más débiles seremos.


3. La competitividad europea y nuestro liderazgo tecnológico están en peligro y son precisas muchas políticas comunes en el ámbito europeo para impulsar nuestro tejido investigador y productivo en todas las áreas de nuestra política industrial. Ello implica armonizar las ayudas de Estado y racionalizarlas; favorecer el emprendimiento y la creatividad empresarial; facilitar la financiación privada con un mercado de capitales más poderoso y eficaz, en el que tengan más influencia las sociedades de capital riesgo; incentivar un ecosistema europeo de innovación e investigación; ayudar a la creación de grandes compañías líderes capaces de competir en el mercado global; potenciar la formación continua y el refuerzo del capital humano... Europa está pendiente de dos informes básicos para afrontar esta ingente tarea: el informe sobre la competitividad europea encargado a Mario Draghi y el informe sobre mejoras en nuestro mercado interior encargado a Enrico Letta. Ambos determinarán las políticas a implementar en los próximos años en torno a estas grandes materias.


4. La seguridad económica europea está en juego. No solo por todo lo señalado en el párrafo anterior, también porque estamos en pleno proceso de asegurar el suministro energético y liderar la descarbonización y la lucha contra el cambio climático en el mundo. Porque además, necesitamos planificar y resolver a escala europea todos los problemas detectados en nuestra cadena de suministro y eliminar nuestras dependencias básicas en componentes y materiales para asegurar nuestra soberanía en muchos planos de nuestra vida (agricultura, farmacia, etcétera) y de nuestra actividad industrial (semiconductores, materiales críticos, tecnologías, etcétera).



5. Este ingente programa reclamará una financiación pública que el actual presupuesto de la Unión no puede satisfacer en los términos actuales. En un título indicativo de la dificultad financiera europea ante tales desafíos: «armas, árboles o fábricas», Wolfgang Munchau, venía a señalar el riesgo de que Europa debilite su Programa de Transición verde (Green Deal), ante la imposibilidad de combinar el gasto en defensa y en políticas de competitividad. A ello añadía los costes del envejecimiento demográfico europeo y las guerras de terceros. Tiene razón. Pero el Next Generation UE, ha marcado un camino. Europa tendrá que afrontar mecanismos financieros similares y políticas de fiscalidad común para afrontar la financiación de bienes públicos europeos y para contribuir a la estabilidad macroeconómica de la eurozona, atendiendo a estos desafíos.


6. Europa ha decidido ampliarse a los países de los Balcanes y a Ucrania, Moldavia y Georgia y ese proceso está lleno de dificultades políticas y técnicas. Las políticas en estas últimas se ven y se padecen. Pero los problemas serán también enormes en el caso de varios de los países balcánicos (Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Serbia...), en los que los criterios democráticos y las exigencias económicas que la unión exige para la adhesión distan mucho de ser cumplidos. En cualquier caso, a los efectos de los desafíos que afronta Europa, la ampliación será otro de los grandes porfolios que demandarán unidad e integración.

Vuelvo a la pregunta. ¿Será capaz Europa de tomar decisiones de este calado, de esta exigencia europeísta, con un triunfo político de fuerzas que fueron abiertamente antieu-ropeas y hoy son, como mínimo, euro escépticas? Cuando haya que decidir aumentar la financiación nacional a la Unión, cuando haya que fijar un impuesto europeo, cuando haya que racionalizar las ayudas nacionales a la industria, cuando haya que acordar programas de fabricación militar conjunta... ¿Cuál será la respuesta de las derechas extremas en el Parlamento Europeo? ¿Cuál será la posición de los gobiernos presididos o formados por fuerzas neo-nacionalistas? He ahí el dilema europeo de los próximos años.



REVISTA DERECHO Y ECONOMÍA DE LA INTEGRACIÓN | N.º 12, Junio de 2024