El próximo 11 de diciembre, Westminster votará el acuerdo de retirada del Reino Unido de la Unión Europea y entraremos en la fase definitiva de este confuso y traumático proceso que se inició aquel fatídico 23 de junio de 2016. Nunca nadie hizo tanto daño a su propio país como Cameron convocando aquel maldito referéndum que muchos creyeron (y todavía muchos siguen creyendo) que era una expresión superior de democracia. Me parece increíble que en nuestros propios lares no hayamos aprendido las lecciones que se extraen de esta experiencia y que han demostrado hasta la saciedad que las respuestas binarias a problemas complejos son falsas y que la materialización política de deseos abstractos resulta imposible, además de dividir la sociedad y fracturar el país.
Si el Parlamento británico acepta el acuerdo suscrito en Bruselas el pasado 25 de noviembre, las cosas se clarifican. El Reino Unido se va ordenadamente de la UE el 30 de marzo de 2019 con arreglo a un tratado que regula suficientemente bien las consecuencias de tan relevante decisión; los derechos de los ciudadanos europeos en el Reino Unido y de los británicos en la UE; el coste económico de la retirada; la gobernanza de los diferentes problemas sectoriales que suscita la marcha, y la permanencia del Reino Unido en la unión aduanera para evitar la frontera 'dura' entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte.
Además, Reino Unido y UE comenzarán inmediatamente a negociar un acuerdo de asociación que regulará las relaciones políticas, económicas, comerciales, etc. entre dos socios-amigos para el futuro, con arreglo a la declaración política que fue suscrita por Europa y el Reino Unido el mismo día en Bruselas. El plazo para esa negociación se prolongará hasta el 31 de diciembre de 2020, con posibilidad de prórrogas.
Pero si el Parlamento británico rechaza el acuerdo que le presenta la primera ministra May, los escenarios son tan confusos como caóticos. Y, desgraciadamente, todo hace pensar que el próximo martes nos encontraremos en esa situación. ¿Qué ocurrirá entonces? Existen cinco posibles escenarios.
Si el Parlamento británico acepta el acuerdo suscrito en Bruselas el pasado 25 de noviembre, las cosas se clarifican. El Reino Unido se va ordenadamente de la UE el 30 de marzo de 2019 con arreglo a un tratado que regula suficientemente bien las consecuencias de tan relevante decisión; los derechos de los ciudadanos europeos en el Reino Unido y de los británicos en la UE; el coste económico de la retirada; la gobernanza de los diferentes problemas sectoriales que suscita la marcha, y la permanencia del Reino Unido en la unión aduanera para evitar la frontera 'dura' entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte.
Además, Reino Unido y UE comenzarán inmediatamente a negociar un acuerdo de asociación que regulará las relaciones políticas, económicas, comerciales, etc. entre dos socios-amigos para el futuro, con arreglo a la declaración política que fue suscrita por Europa y el Reino Unido el mismo día en Bruselas. El plazo para esa negociación se prolongará hasta el 31 de diciembre de 2020, con posibilidad de prórrogas.
Pero si el Parlamento británico rechaza el acuerdo que le presenta la primera ministra May, los escenarios son tan confusos como caóticos. Y, desgraciadamente, todo hace pensar que el próximo martes nos encontraremos en esa situación. ¿Qué ocurrirá entonces? Existen cinco posibles escenarios.
1. La señora May vuelve a Bruselas y pide renegociar
La UE se niega a revisar lo mas mínimo el tratado de retirada, pero le ofrece retoques en la declaración política que enmarca el futuro acuerdo UE-Reino Unido y, en su caso, la somete a aprobación del Consejo Europeo ordinario del próximo 14 de diciembre o, más probablemente, de uno extraordinario en navidades. Si eso se produjera, la señora May vuelve a Londres y pide una nueva votación antes del 21 de enero, fecha límite para la tramitación legislativa del acuerdo en Westminster.
2. Elecciones generales
Si Westminster rechaza el nuevo acuerdo, las elecciones pueden ser la respuesta de una señora May humillada y desautorizada. En realidad, es una respuesta democrática y políticamente razonable ante la dimensión del problema y el caos de las alternativas.
El problema de esta hipótesis es que los votantes vuelvan a elegir un Parlamento con mayoría de diputados en contra del acuerdo, independientemente de si las guerras internas del Partido Conservador acaban apartando a May del liderazgo del partido y del 10 de Downing street. Pero, en estas elecciones, habría alta probabilidad de que se formara un nuevo Gobierno laborista en coalición con Liberales Demócratas y Partido Nacionalista Escoces, y en ese supuesto cabe un aplazamiento de la retirada hasta finales de mayo de 2019 para negociar un acuerdo con la UE o para convocar previamente un segundo referéndum, una opción que va sumando apoyos entre las filas del partido liderado por Jeremy Corbyn, quien lo ha descartado en repetidas ocasiones pero que quizá podría acabar aceptándolo si se siente presionado desde su propio partido.
3. Negociar un nuevo acuerdo
Es la alternativa de un Brexit blando que saca al Reino Unido de la unión política e institucional pero que lo mantiene en la unión aduanera europea. Es la 'formula noruega' que incorpora el Reino Unido a la Asociación Europea de Libre Comercio para permanecer en el Mercado Único de la UE. Es verdad que esta fórmula priva al Reino Unido de uno de los argumentos estrella del Brexit, como lo fue el control de las fronteras del país, pero las ventajas de permanecer en el Mercado Único son fundamentales para el futuro económico, comercial y financiero del Reino Unido, además de resolver el problema de la frontera con Irlanda. Este nuevo acuerdo podría lograrse con gran celeridad, antes de las elecciones europeas del 26 de mayo, ya que su complejidad técnica y política se reduce considerablemente y permitiría al Reino Unido no participar en dichos comicios. Porque no debe olvidarse que, si la retirada no se materializa antes de esa fecha, los británicos deberán participar en las elecciones.
4. Segundo referéndum
Un nuevo Gobierno surgido de unas elecciones anticipadas o la propia May, con el permiso de Westminster, podría también convocar un segundo referéndum sobre el acuerdo que rechazó el Parlamento. Pero es una idea llena de problemas. Los primeros tienen que ver con las consecuencias sociales y políticas de una nueva consulta. Los resultados serán parecidos, aunque lo sean en sentido opuesto, y el país volvería a fracturarse. El ridículo internacional es grande, y el malestar social y civil del pueblo británico con sus instituciones puede ser peligroso. Por otra parte, la pregunta es crucial. De la naturaleza de esta pueden desprenderse frustraciones preocupantes y limitaciones democráticas muy serias. No es lo mismo que las opciones sean votar sí o no al acuerdo que votar entre el acuerdo y el Brexit o votar entre el acuerdo y el 'remain'. Las tres opciones son muy diferentes.
5. Brexit a las bravas
Si el divorcio británico llega a finales de enero sin ninguna de las alternativas anteriores, todos tenemos que prepararnos para el desastre. Los planes de contingencia se disparan en todos los ministerios de todos los estados miembros y en la Unión. Sobre todo en el propio Reino Unido, donde, de un día para otro, se quedan sin leyes europeas que regulan el 70% de la actividad económica y comercial. En el intervalo, Reino Unido y UE negocian acuerdos transitorios de contingencia sobre múltiples sectores sensibles afectados por la retirada sin leyes: aviación, transporte, aduanas, seguros, finanzas, etc. Y lo peor, los derechos de los ciudadanos, regulados y protegidos en el tratado de retirada, quedan en el limbo al albur de las decisiones políticas consecuentes. Muy probablemente, en ese caso, se aceptarán transitoriamente los acuerdos logrados en el tratado, pero todo dependerá del clima político que presida ese tiempo.
Publicado en el Confidencial, 9/12/2018