1 de septiembre de 2018

No es solo xenofobia.


“Es mi héroe”, dijo Orbán, el Primer Ministro húngaro, sobre Matteo Salvini cuando le visitó en Milán el pasado 28 de agosto. No es sólo una alianza antiinmigración. Es mucho más peligroso todavía. Están construyendo una plataforma política antieuropea de cara a las próximas elecciones europeas de mayo de 2019. Su objetivo: “Dar un giro a Europa, excluir a la izquierda y a los socialistas, llevar al centro las identidades, defender las fronteras con mano dura”. Expresiones como estas, en boca de las nuevas derechas europeas confirman un proyecto europeo alternativo a las bases sobre las que hemos construido la UE desde el tratado de Roma, hace ya sesenta años.

Es un proyecto que reivindica la Nación frente a la Unión. Los Estados frente a la Confederación. Enarbola las fronteras como símbolo de una soberanía que creíamos compartida y en gran parte superada por una organización confederal. Es un paso atrás gravísimo para los derechos ciudadanos, el Mercado Interior y para la cultura europea, porque destruye Schengen y nos traslada, en el túnel del tiempo, a los controles fronterizos en el seno de la Unión.

Bajo la ampulosa denominación de las Naciones Libres de Europa, se esconde la creación de un potente grupo parlamentario integrado por grupos de extrema derecha europea en diferentes países que pretenden, en forma y fondo, cambiar de raíz el proyecto europeo para convertirlo en una alianza económica y comercial, destruyendo los valores ciudadanos y constitucionales de la Unión Política creada en las últimas décadas. Se trata de una respuesta populista y extrema del debate que artificialmente se alimenta entre Nación y Europa, entre nuestras realidades nacionales y la construcción supranacional, como si ambas resultaran incompatibles. Es un debate que atraviesa aspectos técnicos (subsidiariedad, proporcionalidad, reparto competencial, etc.) pero, en los últimos años, no solo. Un nuevo nacionalismo, muchas veces abiertamente antieuropeo, reivindica el Estado-Nación como único espacio de democracia y niega así la grandeza del proyecto europeo y la democracia europea misma. Nos priva de la ciudadanía europea que, junto a la Unión Monetaria, constituyen los grandes avances de la construcción europea de finales del siglo pasado.
Detrás de esta idea están partidos que hoy pertenecen al PP europeo como es el caso de Fidesz, el partido de Orbán en Hungría y otros asociados a gobiernos del PP en otros países, como el FPÖ en Austria que gobierna junto al Partido Popular Austriaco (ÖVP).

No, no se trata de una reunión más de fascistas europeos. La planificación de una gran alianza populista y antieuropea está en marcha. Recibe inspiraciones ideológicas de quienes ayudaron a ganar a Trump (Bannon) y ayuda económica de muy distintas y sorprendentes fuentes (es decir, de todas aquellas potencias interesadas en una Europa rota y débil, desde Rusia a los EEUU de Trump). Se presencia es ya muy fuerte en diez países europeos: Italia (17,4%), Alemania (13,1%), Hungría (mayoría absoluta desde 2010), Polonia (mayoría absoluta desde 2015), Francia (34% en la 2ª vuelta presidencial), Países Bajos (13,5%), Austria (26%), Dinamarca (21,1%), Reino Unido (15,6% en las elecciones europeas) y Suecia (12,9%).
Lo peor no son las cifras de apoyo electoral que muestran, sino sus ideas y algunas de ellas prenden como las llamas en la paja. El individuo por encima de lo colectivo, menos estado, menos impuestos, menos gasto público, menos solidaridad, nacionalistas extremos, xenófobos contra el diferente y la inmigración, contrarios al libre comercio y por eso proteccionistas de nuevo cuño, antieuropeos, con valores morales reaccionarios, ajenos a los problemas del mundo, insensibles a las tragedias de otros, desprecian las libertades y las conquistas sociales, cuestionan los Derechos Humanos y el multilateralismo ....

Europa se enfrenta a un peligro real, a la atracción que suponen las soluciones simples de problemas complejos, a la tentación tan humana de moverse en el terreno de las pasiones viscerales que tanto daño hicieron en la historia. Especialmente nosotros los europeos que hemos sufrido guerras y destrucciones terribles por esos sentimientos incendiados, que se crean en torno a las religiones, a las razas, a las naciones, hábilmente manipulados por poderes y convicciones malvadas.
Creíamos que la victoria de Macron sobre Le Pen en Francia sería el final de la pesadilla, pero más bien parece el principio de una larga marcha. Una batalla de ideas, de principios, de política, de valores, de moral publica ... que debemos ganar sí o sí.

Publicado en El Confidencial, 1-9-2018