El primer asalto del combate democrático entre la nueva izquierda griega y Europa, lo ha ganado el Eurogrupo. No me alegro por ello, pero se trata de una reflexión profunda y de una pedagogía democrática que conviene añadir a nuestros debates.
Nos guste o no, en Europa, nuestras propuestas electorales deben ajustarse a lo que realmente podemos decidir. No podemos decidirlo todo, porque tenemos soberanías compartidas y limitadas. El debate entre democracia del pueblo griego y poderes ajenos que violentan la voluntad de los electores es falso y demagógico. Los griegos no pueden decidir sobre muchas cosas que su Gobierno tiene que hacer "junto a otros 18 gobiernos europeos que gobiernan una moneda común". Si a eso le añadimos que tienen unos compromisos concretos con esos gobiernos porque les han prestado una cantidad ingente de dinero, su capacidad de decisión es todavía menor.
Es así que Syriza ha tenido que asumir la rectificación urgente y casi de totalidad a sus promesas y a sus anuncios iniciales de gobierno. No podrá subir el salario mínimo, no podrá detener las privatizaciones, tendrá que ajustar sus medidas sociales a su impacto presupuestario.... Y así con todo.
La democracia en Europa se manifiesta en círculos concéntricos de soberanía competencial. Y de la misma manera que el Ayuntamiento de Córdoba no puede decidir el Derecho Penal español o el Gobierno de Polonia no puede decidir unilateralmente armar a Ucrania contra los rebeldes prorrusos, los griegos no pueden decidir su déficit fiscal. Eso es federalismo. Así es Europa y a eso debemos acostumbrarnos.
Esta pedagogía política de la democracia en Europa es más necesaria que nunca, ante tanta frívola demagogia como la que sufrimos todos los días.