Los EEUU de Obama nos han dado una lección. Siete años después de que se iniciara precisamente allí, en el corazón del capitalismo financiero, en Wall Street, la crisis más grave de la historia de la economía financiera global, ellos, los americanos ya cantan victoria, mientras los europeos seguimos sumergidos en el desempleo, el estancamiento y la deflación. Realmente las diferencias en el tratamiento de la crisis, entre los EEUU y la Unión Europea se estudiarán en los tratados de economía durante mucho tiempo porque, a la acción del gobierno y a la estrategia económica se deben muchas de las explicaciones de resultados tan dispares.
En esencia y para hacerlo sencillo, ellos han contado con una Política monetaria de su Reserva Federal que ha hecho política anti cíclica (a la depresión le ha inyectado liquidez), han saneado sus buques insignia en la banca (salvo Lehmans), y en la industria, han dinamizado su potente sector creativo de pequeñas empresas, están invirtiendo en energías renovables y se han convertido en el primer productor de energía del mundo. Y, sobre todo, se han comportado como lo que son: una Nación.
Desgraciadamente, a los problemas intrínsecos de la crisis europea, dependencia energética, demografía adversa, baja competitividad en la globalización, etc., nosotros hemos añadido dos errores que están resultando letales. El primero es la orientación pro cíclica de la política económica impuesta por FMI, la Comisión Europea y el Banco Central, hasta hace solo unos meses. (El Banco Central desde el verano pasado y mucho más ahora, han cambiado esa orientación aunque, no sabemos si será tarde). La política de contracción fiscal exigida por los altos niveles de deuda y de déficit de los países europeos, está provocando un estancamiento económico del que nadie sabe bien cómo ni cuándo saldremos.
Pero el segundo y no menos importante, es la incapacidad europea de comportarnos como un país. Sabemos que no lo somos. Que somos la suma de muchas naciones. Y sabíamos también que la gobernanza de una moneda común, exigiría una coordinación muy difícil de lograr. Pero la verdad es que Europa sigue sangrando por la misma herida de sus intereses antagónicos entre economías divergentes y países con necesidades encontradas.
Obama compareció ante el Congreso de Representantes de su país. Su discurso es memorable, directo, valiente, comprensible, un poco triunfalista (en gran parte con razones para ello) y todo él, muy brillante. Lo primero que destaca de su oratoria es la brevedad y la contundencia de algunos de sus anuncios: “La sombra de la crisis ha pasado y la Unión está fuerte”. O esta otra: “Esta noche vamos a dar un giro” (a quince años de terror, guerras y crisis). Su discurso es llano, directo, fácil de entender. No se enreda en terminología de técnica económica o política. Habla a la gente, aunque se dirija a los diputados. Es más, habla a la clase media americana a quien dirige todo su discurso. De manera constante les habla a ellos y, para que le entiendan mejor, personaliza en una familia de Minneapolis (Rebekah y Ben Erles, camarera ella y empleado de la construcción él, con dos hijos), la evolución económica y los problemas del país. La pareja, aparece en el discurso cada vez que el presidente quiere hablar de la crisis, del empleo, de la formación para renovar las cualificaciones, del cuidado y educación de los niños, del seguro de enfermedad, de las pensiones.
Obama fue valiente porque retó a las nuevas mayorías republicanas en el Senado y en el Congreso, a aprobar las leyes que enviará al Parlamento para aumentar la protección social de los americanos y les anunció que si las cámaras tomaban iniciativas para volver atrás en sus políticas de Sanidad Pública, Inmigración, Fiscalidad progresiva, etc., él vetaría esas leyes. También lo fue al anunciar una ley para logar la igualdad salarial de mujeres y hombres, el cobro de las horas extraordinarias y el aumento del salario mínimo.
¿Quién dijo que Obama está acabado? El golpe de efecto que ha dado con la reanudación de las relaciones con Cuba y los cambios geopolíticos que se están produciendo con la bajada del precio del petróleo (a lo que él no es ajeno), son de una dimensión enorme.
¿Fue triunfalista al decir que han reconstruido la economía americana sobre una nueva base? Quizás, pero han creado 11 millones de empleos en cinco años, tienen la tasa de paro más baja que antes de la crisis y, crecen al 3%. Como dijo: “La economía de la clase media, funciona”.
Un último rasgo de su discurso es la constante apelación al pueblo americano como sujeto activo del país. Todo lo hace el pueblo y todo es para el pueblo. Con una apelación muy reiterada a la corresponsabilidad de todos y cada uno de los ciudadanos y a las “oportunidades justas” para todos ellos. El discurso político americano, desde Kennedy con su famosa frase (“No te preguntes qué puede hacer América por ti, pregúntate qué puedes hacer tu por América”), se fundamenta en una ciudadanía corporativa, una idea de pertenencia y de comunidad muy presente en su simbología nacional pero, también muy compartida por todos los líderes políticos y sociales del país. Lo que en tiempos de crisis como los que vivimos, no es un valor menor.
Los europeos siempre hemos mirado con cierta distancia, a veces despectiva, a la democracia americana y, sobre todo, a su sistema social. Pero hay muchas cosas que las están haciendo mejor y debemos aprender.
Me pregunto si Europa está obteniendo las lecciones adecuadas de lo que nos está pasando y descubro con temor que, no solo no es así, sino que, al contrario, está fomentando sus nacionalismos interiores fragmentando aún más el proyecto federal de la Unión: es decir, el de un proyecto de ciudadanía y solidaridad europeas, imprescindibles para afrontar los dificilísimos retos de nuestro siglo.
Publicado en El Correo, Febrero 2015.