Como en las representaciones teatrales, a la Presidencia Española se le baja el telón este treinta de junio. Al poner fin a estas colaboraciones que tan amablemente nos brindó ABC, corresponde hacer balance y juicio crítico. Estoy seguro que muchas de las valoraciones que se hagan de esta Presidencia, estarán preñadas de claves internas a la política nacional y no hace falta ser demasiado ingenioso para intuirlas dado el tono que se dispensa en general al presidente Zapatero. La mía, sin embargo va a estar impregnada del ámbito y del ambiente europeos sobre esta Presidencia. Cuatro aspectos son destacables:
Primero: la Puesta en marcha del Tratado de Lisboa. A España le ha correspondido compartir la Presidencia con un nuevo Presidente permanente (Herman Van Rompuy) y con una Alta Representante para la Acción Exterior (Catherine Ashton), Vicepresidenta además de la Comisión Europea. Un nuevo Colegio de Comisarios a las órdenes de Barroso (Barroso II) entró en funcionamiento en Marzo. Un nuevo Tratado Constitucional con un nuevo Parlamento que estrena nuevos poderes legislativos. ¿Cuál era el reto? Que toda una nueva arquitectura institucional funcionara y funcionara bien. Los elogios de Van Rompuy a Zapatero por su generosa actitud y por su impulso a este engranaje institucional que ha servido, en sus palabras, de «excelente precedente para la colaboración entre la Presidencia rotatoria y la Presidencia permanente», me ahorran más comentarios.
Segundo: el impulso al gobierno económico de la Unión. En estos meses se ha avanzado más que en años en la integración económica europea. Es verdad que la crisis ha sido la que ha forzado esos avances, pero lo cierto es que nadie hubiera pensado siquiera en diciembre de 2009 que hoy tuviéramos un mecanismo de estabilidad financiera del Euro, una Task-Force para la gobernanza económica, un nuevo marco de supervisión financiera, un programa de crecimiento económico para 2020 y una articulación europea de nueva fiscalidadi internacional para llevarla a la Cumbre del G20. Los avances en el gobierno económico europeo de la Presidencia española, justifican por si solos el éxito en esta misión.
Tercero: un nuevo marco de relaciones con América Latina. Los nuevos acuerdos de la UE con Colombia, Perú y Centroamérica, así como la reanudación de las negociaciones con Mercosur, son un éxito internacional sin precedentes en las relaciones externas de la UE.
Cuarto: el impulso a las políticas de libertad y seguridad. Especialmente en el área de la mujer, con la creación del observatorio europeo de igualdad, la orden europea de protección a las mujeres que sufren malos tratos y la puesta en marcha del Plan de ejecución del Programa de Estocolmo.
Hay mucho que contar, pero, en conjunto, creo sinceramente que ha sido una Presidencia digna para España y eficaz para Europa.
ABC, 26/06/2010