Las crisis económica y política están debilitando la construcción de la UE. Los europarlamentarios vascos Ramón Jáuregui (PSE) e Izaskun Bilbao (PNV) abordan la situación en un debate para EL PAÍS.28/06/2010.
Pregunta. En los momentos de crisis los procesos hacia la construcción europea siempre se han ralentizado. ¿Cómo se puede superar esta situación y volver a caminar juntos?
Izaskun Bilbao. A la crisis económica hay que sumar, aunque no sea dramática, cierta crisis política. Con la situación de Grecia o la de España nos han preguntado muchas veces si realmente el euro estaba en crisis, si podía desaparecer y qué iba a ser del proyecto europeo. Y ante esto tengo clarísimo que hay que reforzar el proyecto europeo y apostar por ello. Hace poco le escuchaba a un responsable político que tuvo mucho que ver en la reunificación alemana decir: "Yo, con el trabajo que he realizado, estoy un poco preocupado, porque antes pensábamos que lo que era bueno para Europa era bueno para Alemania, y ahora, sin embargo, estoy viendo que hay reflexiones tentadoras en sentido contrario, y tenemos que recuperar esa idea de más Europa". Los Estados tienen que perder ese vértigo a conceder algún poder que consideren parte de su soberanía a favor del proyecto europeo, pero para esto habrá que definir claramente el proyecto europeo, y de manera urgente mostrar un liderazgo clarísimo.
Ramón Jáuregui. La puesta en marcha del Tratado de Lisboa como nueva arquitectura institucional ha empezado a funcionar. Otra cosa es que los liderazgos del presidente Van Rompuy o de la señora Margaret Ashton sean más o menos intensos. Probablemente son manifiestamente mejorables. Y frente a la crisis, la UE no tiene más remedio que reaccionar con cosas que me parecen fundamentales, como la creación de nuevos instrumentos de estabilización financiera y monetaria, y, por tanto, la necesidad imperiosa de tener un Fondo Monetario Europeo y una nueva gobernanza económica. Lo que ha puesto de manifiesto la crisis es que no podemos gobernar la zona euro de una sola moneda con 16 presupuestos y políticas fiscales diferentes. Lo que ha surgido como un vendaval es la necesidad de una convergencia económica en la zona euro que nos va a llevar a cosas tan importantes como, por ejemplo, que los presupuestos de cada nación, antes de aprobarse en el Parlamento respectivo, tengan que ser visados por las autoridades europeas, y así sucesivamente. Es decir, nuevas cesiones de soberanía en la política económica para mayor integración política europea.
P. En una situación de crisis siempre habrá más reticencias de los Estados a ceder en su soberanía, tanto a Bruselas como a las regiones.
I. B. Desde el punto de vista organizativo, sería más correcto para incorporar esa diversidad y ese conocimiento dar más legitimidad a las instituciones, sobre todo al ver que muchas regiones han superado a sus propios Estados. Hay muchas regiones que en términos de conocimiento, de creatividad, de generación de empleo, de niveles de bienestar, de educación, son ejemplos de éxito que debiéramos aprovechar. Me da igual que sea Baviera, Flandes o Irlanda.
P. ¿Más región y menos Estado, hacia un modelo federal?
R. J. Tengo que confesar que el proceso federalista europeo está parado, y tenemos que ser conscientes de eso. Desde la incorporación de los países del Este en 2004 el proyecto federalista europeo se ha ralentizado, y de hecho todavía estamos digiriendo la Europa a 27. Es una Europa con una enorme complejidad técnica para actuar.
I. B. Ante la crisis hay que acercar las instituciones europeas y hay que hablar de desarrollos locales y regionales, porque de esa manera cada uno conoce su tejido regional y su problemática, las potencialidades y las debilidades, y es más fácil aportar soluciones desde lo local que desde lo global. Tenemos que ir construyendo una Europa de abajo arriba que, además, legitime las instituciones, que les dé credibilidad ante la ciudadanía europea, y dotarle de transparencia. Ese es otro de los problemas que me ha chocado cuando he llegado a Bruselas. La falta de transparencia es evidente. Cada país quiere tener su información, y luego te dicen: "Esto es lo que han decidido los Estados".
P. ¿Cómo se puede ilusionar a los ciudadanos en este momento difícil para que acepten ese proyecto común, sin prevención ni desconfianza?
R. J. Lo que diría en primer lugar es que no es fácil recuperar la ilusión porque se ha perdido emoción europeísta.
P. Ilusión que, además, no transmiten los líderes.
R. J. Efectivamente, no la transmiten. En esta pérdida de la emoción diría que hay una peligrosa tendencia neonacionalista en los Estados, como se ha puesto de manifiesto, por ejemplo, en el caso de Alemania. Hay que hacer una apelación no a la ilusión, sino al miedo. Tenemos que convencer a los europeos de que Europa es necesaria sobre la base de que sin ella estamos condenados. No sé si es posible emocionarles.
P. Llegamos entonces a la tesis de Alain Touraine, cuando dice que Europa está fracasando.
R. J. Estoy convencido.
I. B. Tengo clarísimo que los Estados tienen que estar dispuestos a cambiar desde dentro, a ceder, a ser generosos. ¿Si no tienes Europa, qué tienes? O espabilamos o fracasaremos, y no será responsabilidad de la ciudadanía. A la ciudadanía tiene que llegar una reflexión madura de los responsables europeos en este momento.
P. Pero no solo a nivel económico; sobre todo a nivel político.
I. B. Lo digo a todos los niveles, pero para que tú puedas relacionarte con fortaleza tienes que sentirte fuerte, y en este momento Europa no se siente fuerte. Comparto lo que dice Ramón: hay un riesgo. Si Alemania, con la autoridad que tenía Angela Merkel, en un primer momento dice "tenemos que salir reforzados; ese es el proyecto europeo", hubiera tenido otro liderazgo. Ha estado tres meses dudando, y al final le han castigado en las urnas.
R. J. En el terreno político me gustaría añadir algo en que tenemos que ir pensando. Vamos a poner en marcha ahora la iniciativa ciudadana, una de las propuestas del Tratado de Lisboa, que consiste en que un millón de ciudadanos europeos puedan presentar proyectos de ley. Otra cosa que me parece importante es la organización de los partidos a nivel supranacional para construir un organigrama y una dirección política que esté a la altura de la realidad europea. Tercero: es fundamental elegir al presidente de la UE en elección directa. Con estas medidas y algunas más hay que ir produciendo lo que llamaríamos una vertebración de sociedad europea junto a la política europea.
I. B. Comparto algunas de las ideas que adelanta Ramón, pero habría que definir también otras circunscripciones electorales, que no sean solamente las del Estado. Estoy de acuerdo en la elección directa del presidente de la UE y en que las listas puedan presentarse con un carácter supranacional, pero hace falta una circunscripción electoral que responda realmente a la sensibilidad que tiene cada uno de los Estados en Europa, y que los parlamentos regionales puedan también impulsar iniciativas legislativas.
P. ¿En esta situación cuáles son los retos más urgentes?
R. J. Tenemos un problema capital: hacer compatible la competitividad de nuestra economía en una economía globalizada con la solidaridad, la cohesión social y la sostenibilidad. Esa ecuación golpea fuertemente en Europa nuestro modelo de bienestar. Este es el gran debate ideológico y político que tiene en este momento la UE. Segundo: tenemos un problema gravísimo de capital humano, de dependencia energética brutal, de un importante reto demográfico unido al tema de la inmigración. Europa necesita en torno a cien millones de personas en los próximos 30 años. Por último, una Europa con política exterior y defensa comunes. Estos son, para mí, los retos a medio plazo.
I. B. En primer lugar, tiene que haber un cambio radical sobre la forma de hacer política en Europa, una política más aperturista, más transparente y con más participación a nivel local y regional. Europa tiene que definir bien un proyecto económico que esté basado en una economía real y no como hemos visto en algunos países, que han fracasado siendo fuente y parte de la crisis que estamos padeciendo. Una economía donde se refuercen las colaboraciones del ámbito público y privado. En algunos lugares esas sinergias de lo público y lo privado han sido exitosas. En el tema de la innovación, el tema del capital humano, estoy totalmente de acuerdo con la sostenibilidad y la cohesión. En el del Ejército y de una política común exterior, también. Pero ante problemas como los de Cisjordania y Gaza, vuelvo al tema de los valores. ¿Qué hacemos como Europa en el tema de los derechos humanos en el mundo? Sea cual sea la circunstancia, dentro del proyecto futuro también se debe recuperar esa legitimidad de la defensa de los valores, de los derechos humanos, por encima de todo. Ese es otro reto para poder identificarnos como europeos.
La crisis económica y de valores ha venido a coincidir en estos tiempos con una profunda crisis de la socialdemocracia, que no ofrece alternativa alguna a las recetas neoliberales. Ambos eurodiputados vascos responden a la pregunta de si esa situación no resulta preocupante para el sistema democrático, cuando además repunta la extrema derecha en muchos países europeos.
Ramón Jáuregui. Desde la caída del Muro, la economía de mercado se ha impuesto acompañada de una ofensiva neoliberal muy importante, y hay que reconocer que la izquierda, respondiendo en clave nacional y en clave de Estado, sin una articulación de política supranacional, no tiene realmente una alternativa clara. Pero con la crisis del sistema financiero, con la crisis de los últimos dos años, también ha surgido una ventana de oportunidad sobre la intervención de la política sobre los mercados y sobre el capital. A esa parte no hemos respondido todavía, y, en mi opinión, hay un clamor en la ciudadanía en ese sentido. Eso debe ser bandera de la izquierda, sobre todo en el tema de fiscalidad internacional. Esto sí es una alternativa socialdemócrata clara, cuya plasmación cuesta muchísimo, porque reclama la gobernanza del mundo, y no hay instituciones políticas donde articular esas nuevas alternativas, salvo en el G-20, o la ONU para cuestiones de paz.
Lo que se está poniendo realmente de manifiesto es la necesidad de que la izquierda determine cuáles son sus propuestas en torno a una demanda muy grande en ese sentido. Nosotros no aceptamos la ley neoliberal de que para ser competitivo hay que destruir todo lo que con tanto esfuerzo hemos construido en 50 años, que es el Estado del bienestar. Pero lo queremos reformar manteniéndolo, no destruyéndolo.
Izaskun Bilbao. La historia es sabia y nos enseña a todos. Queremos el Estado de bienestar ¿con qué modelo económico? Al final, volvemos al mismo sitio. Hemos visto, desde hace tiempo, que los modelos socialdemócratas no han dado sus frutos. ¿Por qué? Porque quizá ha habido un desarrollo del Estado del bienestar a veces mal entendido. Tampoco ha habido un buen desarrollo de lo que son las políticas económicas, de generación de empleo, de innovación. Entonces, el balance ha fracasado. La gente ahora lo que pide en todos los países a los responsables de todas las instituciones es que sean eficaces y que le den soluciones. Y eso no ha venido de la socialdemocracia.
R. J. Depende. En el Norte de Europa siguen siendo muy competitivos y justos. También en Alemania, que tiene un modelo social muy potente.
I. B. Sí, pero en el Norte de Europa tienen una política fiscal totalmente distinta y diferenciada que aquí no queremos, a veces, ni asumir.
R. J. Ya, pero yo te cuestiono el principio de que la socialdemocracia ha fracasado, porque hay modelos socialdemócratas que han convertido a sus países en modelos muy competitivos y en modelos de justicia social, como Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca e incluso Alemania.
Pregunta. Donde los ciudadanos aceptan pagar impuestos.
R. J. Sí.
I. B. Sí, pero donde tienen otro sistema de valores que no es tanto el de la socialdemocracia, sino el cumplimiento de las leyes. Volviendo a lo de antes, creo que aquí sí hay modelos alternativos a unos y otros. Desde un espacio pequeño y una región, yo defiendo un modelo que esté basado en una economía real, porque si analizamos el fracaso y la crisis de muchos países, ¿cuál ha sido el problema? Mucha gente ha querido enriquecerse en poco tiempo con unos proyectos que han sido fraudulentos.
R. J. Es más complejo.
I. B. Sí, y aunque podamos dar otro tipo de detalles, en los países donde hay grandes multinacionales hemos observado, y desde ámbitos más cercanos, que una multinacional, si no gana lo que considera, pliega y se va a otro lugar. Así, las empresas de economía real, las pequeñas y las medianas, son las que también le pueden dar fortaleza a Europa. Sí al modelo de bienestar, hasta donde alcancemos, priorizando qué se entiende como bienestar y qué es lo que le queremos ofrecer a nuestra ciudadanía.