En sólo una semana se han producido cuatro grandes acontecimientos pro-europeos.
1) La entrada en vigor del Tratado de Lisboa el primero de diciembre de 2009, tras nueve años de bloqueo político en la Unión Europea, que abre una nueva etapa de posibilidades. Europa deja atrás Niza y con sus nuevas vestimentas legales será más eficiente, más democrática y más unida en su acción exterior y, por tanto, mejor equipada para afrontar los desafíos globales.
2) La reelección de Durao Barroso por mayoría absoluta al frente de la Comisión Europea, le convierte en un presidente más sólido y solvente, más equipado y con mayor holgura para trabajar para Europa. Tras cinco años en el puesto y habiendo logrado superar los escollos de Lisboa, será un Presidente más experimentado, buen conocedor del difícil entramado político-institucional de Bruselas y gozará de mayor reconocimiento y relevancia internacional.
3) A su vez, los recientes nombramientos del Presidente del Consejo (lo será por dos años y medio), en la persona de Herman Van Rompuy (belga) y de la Alta Representante para la Política Exterior Europea, la Baronesa Catherine Ashton (británica), a pesar de ser de perfil discreto, son fruto del consenso y por tanto, deben ser valorados positivamente. Especialmente, si se consideran las presiones y la enorme dificultad para equilibrar las múltiples balanzas sobre las que se sustenta la realidad política de la Unión europea.
4) Por último, el reciente nombramiento del nuevo equipo de Comisarios (que todavía debe pasar por el sí del Parlamento Europeo), también debe ser valorado positivamente. Una nueva Comisión (gobierno de Europa) fruto de múltiples acuerdos y concesiones que aparece consensuada y equilibrada y bien cargada de experiencia, porque son varios los comisarios que repiten. Esperemos que pasen el examen de enero de Estrasburgo y comiencen su función a primeros de febrero.
Es necesario hacer hincapié en una cuestión bastante obviada por los comentaristas nacionales. La nueva Comisión Europea, es un reflejo del shift que el impacto de la crisis ha causado sobre la ecuación gobierno/mercado. La nueva composición es un espejo del nuevo consenso implícito en el debate económico internacional sobre la idea de que, es necesario más y mejor gobierno económico en Europa. Ago así como la exigencia de más Estado para un mejor mercado. La muy disputada cartera de Mercado Interior (DG MARKT), que cubre la política bancaria y de servicios financieros, de importancia estratégica en estos momentos, ha caído finalmente en manos del francés Michel Barnier -antiguo Comisario de Política Regional, exministro de agricultura y, recientemente, eurodiputado-, claramente menos partidario del capitalismo desregulado de estilo anglosajón que su predecesor, el muy controvertido liberal (irlandés), Charly Mc Creevy.
La balanza parece decantarse así por un sistema financiero más centralizado, transparente y armonizado en su regulación (como promueven las iniciativas legislativas europeas para la regulación financiera en curso, basadas en el informe Larosière), en detrimento de aquellos que demandan más autonomía nacional en asuntos financieros, como el Reino Unido. Buena prueba de ello es la dura resistencia mostrada por el Gobierno del Reino Unido y la City Londinense al nombramiento de Barnier, acusado exageradamente por los Tories de “peligroso proteccionista”.
Para compensar su nominación, Barroso ha dado al alto funcionario inglés Jonhattan Faull, el cargo de Director General de Mercado Interior. En el curso de la negociación, la intención de Londres era la de dividir la cartera de Mercado Interior, separando el dossier de servicios financieros para evitar que el candidato de Sarkozy acumulara demasiado poder regulador, pero, finalmente, no ha sido así.
A pesar de que Barnier estará bastante atado por las presiones de unos y otros “el cambio de filosofía” como destacaba Jean-Pisany Ferry, Director del Think Tank Bruegel, es significativo.
Un cambio similar ha sucedido en la otra gran cartera económica, Competencia (DG COMP), donde la conservadora holandesa Neelie Kroes, deja su lugar al socialista Joaquín Almunia (que también será Vicepresidente de la Comisión Europea), cuya gestión, “tranquila y decidida” de la crisis desde la Dirección General de Economía y Asuntos financieros (DG ECFIN), ha sido unánimemente celebrada. Ahora le espera el reto de garantizar que el mercado de la UE funcione sin distorsiones de la competencia, parando los pies a los Estados cuando quieran proteger, en detrimento del bien europeo, sus intereses nacionales. Estos nombramientos deben reconocerse como una apuesta por una economía europea moderna y competitiva, pero con mayor y mejor gobierno, en la que la libertad de mercado no ponga en riesgo la sostenibilidad de la economía. Por tanto, respuesta positiva y reacción institucional a la crisis en la buena dirección.
Reconocimiento también, del modelo de capitalismo continental sobre el anglosajón. En estos tiempos de matices ideológicos, podría decirse que se trata de un ligerísimo toque socialdemócrata en el océano europeo de derechas en el que vivimos.
También es necesario reconocer la reciente importancia del Parlamento Europeo y de los grandes partidos paneuropeos (y por tanto de los ciudadanos europeos), en el proceso de construcción del nuevo gobierno europeo. Gracias al Tratado de Lisboa, el Presidente de la Comisión y su Colegio de Comisarios deben ser aprobados por mayoría absoluta (antes mayoría simple), en el Parlamento Europeo, lo que obliga a todos los grandes partidos a llegar a un consenso sobre los candidatos a comisarios (en caso contrario, pueden vetar las propuestas que no les interesen). Ésta ha sido la clave del éxito de los socialistas europeos en las negociaciones.
Como se comentaba en el editorial del Financial Times, en referencia a la nueva Comisión Barroso, “los liberales deben de estar consternados. Y los banqueros (al menos los británicos), alarmados. Mucho me temo, sin embargo, que no será para tanto.
Expansión. 10 Diciembre 2009
1) La entrada en vigor del Tratado de Lisboa el primero de diciembre de 2009, tras nueve años de bloqueo político en la Unión Europea, que abre una nueva etapa de posibilidades. Europa deja atrás Niza y con sus nuevas vestimentas legales será más eficiente, más democrática y más unida en su acción exterior y, por tanto, mejor equipada para afrontar los desafíos globales.
2) La reelección de Durao Barroso por mayoría absoluta al frente de la Comisión Europea, le convierte en un presidente más sólido y solvente, más equipado y con mayor holgura para trabajar para Europa. Tras cinco años en el puesto y habiendo logrado superar los escollos de Lisboa, será un Presidente más experimentado, buen conocedor del difícil entramado político-institucional de Bruselas y gozará de mayor reconocimiento y relevancia internacional.
3) A su vez, los recientes nombramientos del Presidente del Consejo (lo será por dos años y medio), en la persona de Herman Van Rompuy (belga) y de la Alta Representante para la Política Exterior Europea, la Baronesa Catherine Ashton (británica), a pesar de ser de perfil discreto, son fruto del consenso y por tanto, deben ser valorados positivamente. Especialmente, si se consideran las presiones y la enorme dificultad para equilibrar las múltiples balanzas sobre las que se sustenta la realidad política de la Unión europea.
4) Por último, el reciente nombramiento del nuevo equipo de Comisarios (que todavía debe pasar por el sí del Parlamento Europeo), también debe ser valorado positivamente. Una nueva Comisión (gobierno de Europa) fruto de múltiples acuerdos y concesiones que aparece consensuada y equilibrada y bien cargada de experiencia, porque son varios los comisarios que repiten. Esperemos que pasen el examen de enero de Estrasburgo y comiencen su función a primeros de febrero.
Es necesario hacer hincapié en una cuestión bastante obviada por los comentaristas nacionales. La nueva Comisión Europea, es un reflejo del shift que el impacto de la crisis ha causado sobre la ecuación gobierno/mercado. La nueva composición es un espejo del nuevo consenso implícito en el debate económico internacional sobre la idea de que, es necesario más y mejor gobierno económico en Europa. Ago así como la exigencia de más Estado para un mejor mercado. La muy disputada cartera de Mercado Interior (DG MARKT), que cubre la política bancaria y de servicios financieros, de importancia estratégica en estos momentos, ha caído finalmente en manos del francés Michel Barnier -antiguo Comisario de Política Regional, exministro de agricultura y, recientemente, eurodiputado-, claramente menos partidario del capitalismo desregulado de estilo anglosajón que su predecesor, el muy controvertido liberal (irlandés), Charly Mc Creevy.
La balanza parece decantarse así por un sistema financiero más centralizado, transparente y armonizado en su regulación (como promueven las iniciativas legislativas europeas para la regulación financiera en curso, basadas en el informe Larosière), en detrimento de aquellos que demandan más autonomía nacional en asuntos financieros, como el Reino Unido. Buena prueba de ello es la dura resistencia mostrada por el Gobierno del Reino Unido y la City Londinense al nombramiento de Barnier, acusado exageradamente por los Tories de “peligroso proteccionista”.
Para compensar su nominación, Barroso ha dado al alto funcionario inglés Jonhattan Faull, el cargo de Director General de Mercado Interior. En el curso de la negociación, la intención de Londres era la de dividir la cartera de Mercado Interior, separando el dossier de servicios financieros para evitar que el candidato de Sarkozy acumulara demasiado poder regulador, pero, finalmente, no ha sido así.
A pesar de que Barnier estará bastante atado por las presiones de unos y otros “el cambio de filosofía” como destacaba Jean-Pisany Ferry, Director del Think Tank Bruegel, es significativo.
Un cambio similar ha sucedido en la otra gran cartera económica, Competencia (DG COMP), donde la conservadora holandesa Neelie Kroes, deja su lugar al socialista Joaquín Almunia (que también será Vicepresidente de la Comisión Europea), cuya gestión, “tranquila y decidida” de la crisis desde la Dirección General de Economía y Asuntos financieros (DG ECFIN), ha sido unánimemente celebrada. Ahora le espera el reto de garantizar que el mercado de la UE funcione sin distorsiones de la competencia, parando los pies a los Estados cuando quieran proteger, en detrimento del bien europeo, sus intereses nacionales. Estos nombramientos deben reconocerse como una apuesta por una economía europea moderna y competitiva, pero con mayor y mejor gobierno, en la que la libertad de mercado no ponga en riesgo la sostenibilidad de la economía. Por tanto, respuesta positiva y reacción institucional a la crisis en la buena dirección.
Reconocimiento también, del modelo de capitalismo continental sobre el anglosajón. En estos tiempos de matices ideológicos, podría decirse que se trata de un ligerísimo toque socialdemócrata en el océano europeo de derechas en el que vivimos.
También es necesario reconocer la reciente importancia del Parlamento Europeo y de los grandes partidos paneuropeos (y por tanto de los ciudadanos europeos), en el proceso de construcción del nuevo gobierno europeo. Gracias al Tratado de Lisboa, el Presidente de la Comisión y su Colegio de Comisarios deben ser aprobados por mayoría absoluta (antes mayoría simple), en el Parlamento Europeo, lo que obliga a todos los grandes partidos a llegar a un consenso sobre los candidatos a comisarios (en caso contrario, pueden vetar las propuestas que no les interesen). Ésta ha sido la clave del éxito de los socialistas europeos en las negociaciones.
Como se comentaba en el editorial del Financial Times, en referencia a la nueva Comisión Barroso, “los liberales deben de estar consternados. Y los banqueros (al menos los británicos), alarmados. Mucho me temo, sin embargo, que no será para tanto.
Expansión. 10 Diciembre 2009