Que a estas alturas de la película democrática haya que discutir sobre quién defiende más y mejor el Estatuto de Gernika, si el PNV o el PSE, me parece un juego superfluo y anacrónico. Hace ya mucho tiempo que el PNV lo abandonó como marco jurídico-político en el que situar su proyecto político. Exactamente hace ahora diez años, cuando suscribió un pacto de 'acumulación de fuerzas nacionalistas' con EA, Ezker batua, Batasuna y la propia ETA, en defensa de la autodeterminación para la independencia. Desde entonces, el PNV hace un doble juego tan conocido como cínico. Usa el marco estatutario y sus instituciones para mantenerse en el poder, pero trabaja exclusivamente en la gestación política de un nuevo marco que nada tiene que ver con la autonomía. El Estado libre asociado y la consulta para el derecho a decidir, son los dos grandes emblemas de ese giro político. ¿A qué viene pues enarbolar el Estatuto como bandera en manos de quienes ya hace años que lo abandonaron?.
Es superfluo también discutir con el PNV del lehendakari si una determinada competencia pendiente de transferencia lo está por culpa del Gobierno central, del PSE o de la ministra tal o cual. Hace años que dejaron de reivindicarlas, salvo para alimentar la tesis victimista. Para ello, bastaba con ponerse en la posición más maximalista y hacer imposible la negociación para poder seguir acusando al Gobierno de España de incumplir el Estatuto y hacer así visible la llamada decepción estatutaria, teoría que el PNV lleva desarrollando desde mediados de los noventa como coartada a su abandono estatutario. Por esto resulta falto de toda credibilidad el intento del señor Anasagasti por acusar al PSE de incumplir el Estatuto a través de un artículo publicado en este diario (18-7-2008) plagado de anécdotas personales, tan del gusto del senador nacionalista.
Estaríamos dispuestos a debatir sobre incumplimientos estatutarios, si nuestros interlocutores aceptaran el marco que establece el Estatuto y su desarrollo y las reglas del juego de su reforma en su caso. Pero con quienes desprecian lo uno y lo otro, el marco y las reglas, no tenemos nada que discutir. De quienes se desmarcan de los compromisos que ese mismo Estatuto establece, no aceptamos exigencias. De quienes utilizan el Estatuto no como un espacio de consenso y convivencia, sino como arma arrojadiza contra todos los demás, no aceptamos reproches.
Si no fuera así, podríamos entablar una discusión constructiva y matizar o revocar algunas afirmaciones que el discurso nacionalista ha venido haciendo estos últimos diez años. Podríamos estar dispuestos incluso a reconocer la dificultad de materializar algunos traspasos en base a la doble y antagónica interpretación que suscitan algunos textos estatutarios. Podemos admitir igualmente que, en ocasiones, los gobiernos del Estado han aprobado leyes de bases invadiendo parte del contenido de desarrollo previsto para las autonomías. Reconocemos -¿qué hay de malo en ello?- que las circunstancias políticas han favorecido unas veces y perjudicado en otras la negociación y el desarrollo estatutario. Pero todo ello no son sino detalles de lo esencial, esto es, el abandono del PNV de la vía estatutaria y su opción independentista, más o menos disfrazada por eufemismos como el soberanismo, el Estado libre asociado, etcétera, y más o menos reivindicada según convenga al oportunismo de cada momento. La cuestión importante no es saber qué propuesta estatutaria puede hacerse para resolver algunos traspasos complejos, sino el hecho de que al PNV ya no le interesan esos traspasos porque ha decidido abandonar la vía estatutaria y pretende llevar al País Vasco a un proceso independentista a plazos, de la mano de una mayoría nacionalista que está intentando fraguar junto a la izquierda abertzale y la sopa de letras nacionalistas afín (EA, EB y Aralar).
En este viejo debate sobre el Estatuto hay dos cosas que los ciudadanos deben saber. Primera: el Estatuto de Gernika ha dado a Euskadi un autogobierno como el que jamás tuvo en su historia y mayor que el de cualquier nación sin Estado de los regímenes federales o confederales del planeta. No hay un modelo de autonomía en el mundo que pueda compararse con el autogobierno político, cultural y económico-financiero del País Vasco. Por eso, la llamada 'decepción estatutaria de los nacionalistas' es un camelo, dicho sea con todos los respetos. Si a los nacionalistas de finales de los setenta les hubieran dicho lo que sería la Euskadi de veinte años después, no se lo habrían creído. Segundo: los problemas que ha sufrido el Estatuto y su desarrollo y los que todavía no se han resuelto, son naturales como la vida misma. Forma parte de la lógica de las cosas y de un proceso político tan complejo como el que hemos realizado estos últimos treinta años. La tensión y la negociación, los desacuerdos y las soluciones, las presiones y las coyunturas, los éxitos y los fracasos, forman parte de un balance construido a golpe de política pura. Es consustancial a los modelos federales la gestión continuada de conflictos de intereses entre poderes territoriales.
Anécdotas subjetivas y por ello sesgadas y parciales, todos podríamos contar muchas. Durante los gobiernos de coalición PNV-PSE (PSOE), fueron innumerables las veces que hicimos fuerza en los gobiernos de Felipe González para obtener resultados ventajosos: el desarrollo de la Ertzantza con un modelo financiero envidiable, por ejemplo. La transferencia de Osakidetza, con un volumen de inversiones anejas extraordinario, o las grandes infraestructuras del Gran Bilbao (puerto y aeropuerto), o la ayuda a la reconversión industrial. Parece mentira que sigamos oyendo este quejido victimista cuando en todas las comunidades autónomas de España están envidiando la financiación vasca, un 40% superior a la de las demás.
¿Quedan temas pendientes? Sí, y no es difícil comprenderlo dada la naturaleza de algunas materias. La I+D+i, por ejemplo, trasciende la dimensión nacional de los Estados. La eficiencia de esas políticas y la intercomunicación del conocimiento aconsejan una planificación supranacional. La Seguridad Social ha reducido el concepto de 'régimen económico' con la informatización centralizada, y las prisiones, mientras tengamos ETA, tienen una problemática añadida bien fácil de comprender. No quiere eso decir que esas materias no tengan contenido competencial, pero sí que necesitan una adaptación a las nuevas realidades, algo por cierto muy común y normal en los regímenes federales.
Una reforma del Estatuto sería, en mi opinión, algo muy conveniente. Al igual que lo ha hecho Cataluña o Andalucía, Euskadi podría dar un importante salto en su autogobierno. No olvidemos que el Estatuto de Gernika es un texto muy básico, casi primitivo democráticamente hablando, elaborado antes y al margen de acontecimientos que han cambiado mucho nuestro horizonte político. La Unión Europea, la inmigración, la I+D+i, el Estado del Bienestar, etcétera. Una reforma estatutaria como la que defiende el PSE-EE (PSOE) permitiría grandes avances: 1) Una definición más precisa de los aspectos identitarios, históricos, culturales, políticos y lingüísticos de Euskadi. 2) Una amplia regulación de derechos y libertades, así como deberes de los ciudadanos para con los poderes públicos de Euskadi y una nueva definición de objetivos y principios rectores en las políticas públicas. 3) La mejora del autogobierno con nuevas competencias, así como la clarificación jurídica de sus ámbitos y funciones. 4) Una organización de la administración de la justicia y del Poder Judicial con una base más autonómica y más eficiente. 5) Una nueva regulación de la participación en los asuntos de la Unión Europea, así como nuevas facultades de acción exterior. 6) Un nuevo modelo de mayor cooperación y participación en las tareas de la administración del Estado a través del reconocimiento de la bilateralidad.
La pregunta es: ¿Quiere el PNV esta reforma? La otra gran pregunta es: ¿Entenderá alguna vez la izquierda abertzale que una reforma como ésta será su gran oportunidad para integrarse a la democracia plenamente? Esto es lo que el PSE-EE (PSOE) defiende y pretende, y esto es lo que haremos si gobernamos en Euskadi el año que viene.
El Correo, 25/07/2008