Hasta ahora, en la experiencia española y en la de casi todo el mundo, la evaluación de la RSE se hace sobre índices y reportes que destacan las prácticas positivas de las empresas. Las instituciones premian las mejores prácticas en inserción de la discapacidad, conciliación laboral y personal, etc. Los índices bursátiles de sostenibilidad elaboran listados con las empresas que cumplen determinadas condiciones. Los observatorios y auditores otorgan rankings de transparencia, etc. Pero son muy raros los informes críticos con las malas prácticas o con las actuaciones contrarias a la sostenibilidad de las empresas. ¿Para cuándo un índice serio de empresas no sostenibles o de prácticas empresariales censurables?
Por supuesto debe ser un índice serio y riguroso. El daño que se puede producir con una información falsa o no contrastada suficientemente, con una acusación infundada o frívola, o con exigencias impropias o imposibles, puede ser mayúsculo. Pero hecha con solvencia, la denuncia de malas prácticas o de actuaciones empresariales contrarias a Derechos Humanos o a las leyes o a la ecología, puede y debe ser un formidable estímulo a la expansión de la RSE. Dos ONGs suizas conceden los “premios” Mirada Crítica (Public Eye Awards), para denunciar las actuaciones empresariales más irresponsables del año. ¿Para cuándo una iniciativa semejante?
No estamos cuestionando la propaganda social y la búsqueda de rentabilidad económica en la RSE. La necesidad de rentabilidad económica y corporativa como contrapartida a la política de RSE están fuera de toda duda. Es más, urge que las buenas prácticas de RSE rindan resultados económicos para justificar las inversiones y costes de estrategia empresarial hacia la excelencia en sostenibilidad.
Pero las políticas de marketing social que pretenden diluir en la propaganda de una determinada acción social, prácticas sociolaborales o medioambientales incompatibles con la sostenibilidad entendida ésta en sentido amplio, deben ser denunciadas como el peor remedo de la RSE. Lo mismo, o peor todavía, podría decirse de las estrategias de reputación corporativa manifiestamente engañosas sobre valores o características sostenibles de la actividad y productos de una empresa, que no corresponden para nada con la realidad.
Por supuesto debe ser un índice serio y riguroso. El daño que se puede producir con una información falsa o no contrastada suficientemente, con una acusación infundada o frívola, o con exigencias impropias o imposibles, puede ser mayúsculo. Pero hecha con solvencia, la denuncia de malas prácticas o de actuaciones empresariales contrarias a Derechos Humanos o a las leyes o a la ecología, puede y debe ser un formidable estímulo a la expansión de la RSE. Dos ONGs suizas conceden los “premios” Mirada Crítica (Public Eye Awards), para denunciar las actuaciones empresariales más irresponsables del año. ¿Para cuándo una iniciativa semejante?
No estamos cuestionando la propaganda social y la búsqueda de rentabilidad económica en la RSE. La necesidad de rentabilidad económica y corporativa como contrapartida a la política de RSE están fuera de toda duda. Es más, urge que las buenas prácticas de RSE rindan resultados económicos para justificar las inversiones y costes de estrategia empresarial hacia la excelencia en sostenibilidad.
Pero las políticas de marketing social que pretenden diluir en la propaganda de una determinada acción social, prácticas sociolaborales o medioambientales incompatibles con la sostenibilidad entendida ésta en sentido amplio, deben ser denunciadas como el peor remedo de la RSE. Lo mismo, o peor todavía, podría decirse de las estrategias de reputación corporativa manifiestamente engañosas sobre valores o características sostenibles de la actividad y productos de una empresa, que no corresponden para nada con la realidad.
Diario Responsable, 17/07/2008