25 de abril de 2022

Otra crisis: más Europa. Nuevos retos.


Ya podemos concluir que, pasado solo un mes desde el inicio de la guerra en Ucrania, Europa es más Europa, es mejor Europa. El viejo diagnóstico de Jean Monnet se ha convertido en un tópico, pero es verdad: las crisis nos permiten avanzar en integración y esa ley, tan evidente como la gravedad, establece el principio de que las respuestas a diferentes problemas europeos siempre exigen soluciones unitarias e integradoras. Así ocurrió con la pandemia y tuvimos que comprar vacunas en nombre de la UE y creamos el Next Generation en un extraordinario paso integrador al emitir deuda mutualizada. Así ocurrió en la respuesta al Brexit, con una negociación unitaria que, además de brillante tácticamente, fue capaz de armonizar intereses nacionales antagónicos. Así ocurrió con la crisis del euro que, al margen de las políticas económicas aplicadas, produjo significativos avances en la gobernanza de la moneda común. 

Podríamos remitirnos a otros momentos de crisis en nuestra historia comunitaria para recordar pasos gigantescos, a veces auténticos momentos refundacionales, del viejo Tratado de Roma. El ataque ruso a Ucrania ha provocado una reacción sucesiva de acciones políticas y humanitarias desconocidas e impensables solo unas semanas antes. La acogida a los refugiados de la guerra es uno de ellos. Después del fracaso político en nuestra respuesta a la crisis migratoria de 2015, asombra ver la reacción social y administrativa para acoger a millones de ucranianos que salen de su país. Es emocionante ver a miles de ciudadanos de cualquier signo y condición viajando a las fronteras ucranianas para llevar ayuda y traer refugiados. Es fantástico ver con qué rapidez integramos a los niños en nuestro sistema educativo o concedemos permisos de residencia y trabajo que otros, antes, eran incapaces de obtener durante años.

 También ha resultado extraordinaria la capacidad de adoptar sanciones de una dimensión desconocida contra Rusia y contra cientos de sus dirigentes y oligarcas en muy pocas semanas. Uno recuerda lo difícil que era y el tiempo que costaba adoptar sanciones muy personalizadas y muy limitadas contra unos pocos responsables de regímenes represores y descubre que tantas dificultades y exigencias de unanimidad han sido superadas como por arte de magia. 

La unidad política ha sido lo más importante. Unidad frente a Rusia y frente al mundo. Unidad en la OTAN. Unidad respecto a una geopolítica hostil. 

Pero sobre ese telón de fondo de avance integrador y respuesta solidaria, la Unión Europea enfrenta nuevos retos, nada fáciles, derivados en parte de esa patada al tablero que nos ha dado Putin con su golpe bélico. Veamos algunos de ellos. 


1 - Autonomía energética y liderazgo en la lucha contra el cambio climático. 

Somos dependientes en casi un 80% de la energía fósil externa, especialmente del petróleo y del gas. Incluso del carbón, aunque mantenemos algunas minas en Europa (Alemania, Polonia, España…). Hemos trazado un horizonte exigente para reducir nuestras emisiones al 55 % en 2030 y alcanzar la neutralidad en 2050. Nuestra apuesta por las renovables como fuente energética es máxima y nuestra estrategia medioambiental sostenible lidera las políticas públicas del mundo. La pregunta surge sobre el corto plazo: ¿será capaz Europa de reducir o prescindir del gas y del petróleo rusos manteniendo sus objetivos medioambientales en esta década? ¿Nos obligará ello a utilizar fuentes energéticas muy contaminantes (carbón) o muy peligrosas (nuclear)? Esta ecuación entre autonomía energética y liderazgo medioambiental está en nuestra mesa. 

2 - Autonomía estratégica y liderazgo industrial. 

Necesitamos relocalizar industrias y manufacturas de bienes esenciales. La pandemia puso de manifiesto la dependencia europea de mascarillas o de respiradores, por decir solo dos cosas. La guerra en Ucrania también nos generará problemas de suministro de bienes alimentarios. Hubo una deslocalización apresurada e incontrolada y necesitamos una planificación europea de relocalizaciones manufactureras y productivas. Desde los laboratorios a los chips, desde la agricultura a la industria militar. 
Paralelamente necesitamos flexibilizar nuestras reglas internas sobre la competencia. Una normativa y una jurisprudencia muy rigurosas en beneficio del consumidor europeo. Se necesita atender la necesidad de grandes competidores europeos en sectores mundializados y muy competitivos: desde los componentes electrónicos a la industria espacial, desde los fabricantes de coches o de ferrocarriles a la industria aeronáutica. 

3 - Pacto de Estabilidad y Crecimiento Económico. 

La pandemia ya nos obligó a suspender la aplicación del pacto por razones extraordinarias ante la caída de ingresos y el incremento del gasto público. La presidencia francesa planificó el comienzo de una delicada negociación entre el Norte (frugales) y el Sur (endeudados) de ese importante pacto interno de la Unión. La guerra lo ha vuelto a posponer y, lo que es más importante, ha alterado las bases macroeconómicas de todos los países europeos generando nuevas demandas de gasto que los futuros presupuestos nacionales tendrán que abordar. El acuerdo europeo sobre Reglas Fiscales es clave en las difíciles situaciones presupuestarias de la mayoría de los países europeos. 

4 - La Europa social. 

Reconstruir el Contrato Social Europeo exige atender las enormes necesidades de protección social a los más débiles: parados, working-poors, excluidos sociales, etcétera, y a las clases medias empobrecidas. También combatir la desigualdad rampante que nos ha dejado el neoliberalismo de los últimos 30 años. Son necesarias nuevas políticas predistributivas (salarios mínimos, ingreso mínimo, educación igualitaria, intervención pública en los mercados de vivienda, energía, etcétera). La armonización social de la Unión es tarea pendiente y frecuentemente olvidada.

5 - El pacto migratorio. 

La línea divisoria entre países del Este (Visegrado)-Oeste, creada en 2015 en materia de asilo-refugio y política migratoria en general, ha saltado por los aires. Ahora toda Europa ha decidido acoger a los refugiados ucranianos. ¿Será este hecho el comienzo de un gran acuerdo europeo en esta importantísima materia? Lo dudo. Más allá de la satisfacción moral que la acogida Europea nos produzca, me temo que se trata de una coyuntura especialmente sensible que, sin embargo, reducirá los márgenes socioeconómicos de los países europeos para migraciones futuras. Migraciones que no se detendrán y que incluso cabe prever aumentarán después de la guerra en los bordes exteriores del Este y que no se atenuarán en los límites mediterráneos del sur. Europa tendrá que hacer frente a una situación que exigirá acuerdos internos tan difíciles como necesarios. El gran pacto migratorio europeo sigue pendiente y quizás mañana sea más difícil todavía. 

6 - La Europa de la defensa y la OTAN. 

Nadie serio cuestiona que Europa tiene que hacer nuevos esfuerzos en material defensivo y en organización militar. La cuestión es si esos esfuerzos se dirigen hacia una Europa de la defensa, es decir, hacia una unificación militar de los ejércitos nacionales y una industria militar europea que acaben constituyendo una fuerza militar europea, manteniendo una relación estrecha con la OTAN o, por el contrario, nuestros esfuerzos inversores deben dirigirse hacia la OTAN y a reforzar la contribución europea al Tratado del Atlántico Norte. Aquí estamos divididos. Los países del Este y los bálticos quieren más OTAN y desconfían de la capacidad defensiva del proyecto europeo. Francia lidera la estrategia unificadora de los ejércitos nacionales para construir una Europa de la defensa, que nos dé también autonomía geopolítica en el mundo. La guerra en Ucrania también ha inclinado las opciones mayoritarias hacia la OTAN y la cumbre de junio en Madrid será definitoria de esta inclinación.

7 - El papel de Europa en una geopolítica hostil. 

El mundo ha girado hacia el Pacífico y nos margina. La nueva bipolaridad es Estados Unidos-China y no es solo geopolítica: es democrática, es tecnológica, es económica y social. Es de modelos de vida. Europa tiene que sobrevivir a estas marginaciones, a esa hostilidad, a esos nuevos retos. Debemos tener fuerza para hacer nuestras elecciones autónomamente y para forjar nuestras alianzas con libertad. Para definir nuestras posiciones y defender nuestros valores con influencia y capacidad negociadora. Para defender nuestros intereses económicos y sociales en todo el mundo. El debate está unido al sistema defensivo europeo y a nuestro marco de relaciones con EEUU, sobre el que pende la amenaza de la vuelta de Trump. 

8 - Ampliación. 

Nadie sabe todavía cómo saldremos de la guerra, pero nadie duda de que Ucrania será Europea o no será. Tenemos un debate serio pendiente sobre la ampliación al este (Ucrania-Moldavia) y hacia los Balcanes. Son países conflictivos y algunos no cumplen requisitos básicos de ingreso, pero estamos obligados a darles un horizonte cierto de admisión y un proceso de asimilación razonable. De no hacerlo, la influencia de Rusia y China sobre ellos será difícil de evitar y nuestra vecindad se complicará más todavía. Esta hipótesis quizás nos plantee una revisión sobre nuestra estructura interior. Un núcleo de países fuertemente integrado en torno al euro y un marco concéntrico de asociación estrecha podría ser una solución. Muy especulativo, lo sé, pero muy necesario. 

De manera que no hay tiempo para mostrarnos satisfechos de lo avanzado. Nuevos retos llaman con urgencia en este camino de progresos pactados que es la integración Europea.


Boletín Fundación Yuste nº 15. 25/04/2022