Sirvan estas líneas de tributo a Carme Chacón y a las que,como ella, han protagonizado una de las transformaciones más extraordinarias de la historia española: la de la igualdad.
Era Carme un prototipo de la sociedad española de estos últimos cuarenta años. Los mejores de nuestra historia contemporánea. Los que comenzaron a mediados de los setenta del siglo pasado, cuando murió Franco y fuimos capaces de hacer la transición a la democracia con el abrazo reconciliatorio de un país fracturado por la Guerra Civil y por cuarenta años de dictadura. Carme nació entonces, en 1971, y adquirió su conciencia política en la España de los ochenta, cuando gobernaba Felipe González.
De familia humilde, trabajó y estudió, como muchos españoles de la época. Era aquel un país con hambre de progreso. Formaba parte de nuestra cultura superar nuestra condición social de origen, en gran parte influenciados por unos padres, hijos de la guerra, que querían que sus hijos estudiaran como fuera, haciendo los sacrificios que hiciera falta.
Carme fue una de aquellas mujeres jóvenes de los ochenta que acudieron a la universidad multiplicando el número de universitarios que había en España pocos años antes, y logrando que el número de mujeres en ella fuera ligeramente superior al de hombres por primera vez en la historia de nuestro país.
Carme supo desde niña que sufría una cardiopatía severa y nunca limitó su vida por ello. Al contrario, luchó contra esa adversidad con esfuerzos renovados, yo diría con determinación femenina, esa que la mayoría de las mujeres tienen en su ADN para superar un mundo injusto para con ellas. Estudió Derecho, cursó estudios de postgrado, viajó a universidades extranjeras, publicó artículos y texto académicos, y comenzó la difícil carrera de la docencia universitaria.
También se hizo socialista. Orígenes familiares republicanos y contactos progresistas en la universidad y en el pueblo en el que nació le llevaron a la primera lista electoral en Esplugues de Llobregat, donde ejerció de concejal.
Yo la conocí en 2000, en el Congreso de los Diputados, a donde ambos llegamos por primera vez en las elecciones generales de aquel año. Yo había leído un ensayo suyo, un pequeño opúsculo sobre federalismo cooperativo, y cuando me acerqué a ella y se lo dije ella se emocionó porque quien para ella era un referente del PSOE hubiera leído su libro. Recuerdo bien su alegría, que expresaba con una sonrisa abierta, sincera, muy necrológicas de estos días la reflejan bien.
Pero estas líneas que EL CORREO me da la oportunidad de escribir deberían servir para reivindicar lo que en ella era nuclear: su determinación y su compromiso.
Determinación para ser más, para sobreponerse a las adversidades, para superar barreras, para vencer obstáculos.
En solo quince años, Carme lo fue todo y estuvo a punto de ser nuestra secretaria general en el Congreso de Sevilla de 2012. Yo no voté porque no era delegado, pero no oculto que apoyaba a Alfredo Pérez Rubalcaba, y me pregunto hoy qué hubiera pasado si el resultado hubiera sido otro. Como los ejercicios de ucronía política son inútiles, dejo la pregunta como expresión de mis propias dudas. Lo cierto es que Alfredo dimitió en 2014, después de unas elecciones europeas de malos resultados –en las que yo mismo era candidato– y desde entonces estamos como estamos.
Pero ya antes, en 2011, Carme quiso ser candidata a las elecciones generales cuando Rodríguez Zapatero anunció que no volvería a presentarse. Vuelvo a la ucronía, ¿habría obtenido ella mejores resultados que Alfredo Pérez Rubalcaba?
Son preguntas inútiles, pero solo muestran lo lejos que llegó una persona tan joven y tan capaz en tan poco tiempo.
Esa determinación iba unida a su compromiso con nuestras ideas. Era catalanista, pero no nacionalista. Defendía el autogobierno, pero desde una perspectiva federalista. Reivindicaba su lengua y su identidad, pero la compartía con otras lenguas y otras identidades. Catalana y andaluza, como tantos. Catalana y española y europea, sin conflictos internos ni antagonismos. Con sentido de Estado, con mucho sentido común, socialdemócrata moderna, estudiosa y seria en su trabajo, muy responsable.Quizás vivió peligrosamente. Es fácil decirlo ahora, pero siempre nos quedará la duda de si enfrentó u enfermedad con una valentía peligrosa. Quiero creer que murió sin enterarse. Durmió para siempre, pero nos dejó su recuerdo, sus referencias de mujer socialista de una época de la que nos sentimos orgullosos. De la época y de mujeres como ella.
Por eso he querido rendir con estas líneas no solo un homenaje a Carme Chacón, sino a las mujeres que han protagonizado, como ella, una de las transformaciones más extraordinarias de la historia española: la de la igualdad entre mujeres y hombres en una sociedad moderna y justa..
Publicado el 11/04/2017. El Correo.