31 de marzo de 2017

Entrevista revista "El Siglo" 31/03/2017

 31/03/2017.

-Victoria del Brexit, las fuerzas antieuropeas y xenófobas fortalecidas en la mayoría de los países… ¿Qué le pasa a Europa?


 -Le pasa fundamentalmente que la gestión económica de la crisis ha provocado una brecha entre el norte y el sur de Europa. La gestión de la crisis migratoria lo ha hecho entre el este y el oeste. Y los sentimientos antieuropeos han crecido bajo el manto de un populismo fácil, de una culpabilización falsaria a Europa de todos los males.

 -Sesenta años después del Tratado de Roma, ¿el modelo de construcción europeo ha tocado techo?

 -Estos sesenta años han sido extraordinarios, no podemos perder esa perspectiva. No hay un lugar en el mundo donde se haya construido una unión supranacional de paz, progreso, libertad y Estado del bienestar como se ha hecho en Europa. Pero, probablemente, el método de una Europa muy grande, que se ampliaba sucesivamente y pretendía una Europa única para todos sí ha tocado techo. Este modelo ha estallado con las brechas de las que hablaba antes y con el nacimiento del neonacionalismo, populista y antieuropeo. Yo pienso que una Europa flexible es inevitable. Una Europa que se pone de acuerdo en el núcleo duro del euro, que decide avanzar a través de lo que llamamos la cooperación reforzada y que no está dispuesta a limitar su integración por la conquista de una unanimidad imposible. Va a ser la reformulación de la Unión paralelamente a la negociación de la salida del Reino Unido.

 -¿Qué consecuencias puede tener el Brexit para el futuro de Europa?

 -El Brexit nos obliga a reformular la Unión. También nos obliga a una negociación muy compleja para asegurar los derechos de los ciudadanos europeos en el Reino Unido, que son 3,2 millones de personas. Y para asegurar un marco de relación económica y comercial con un Reino Unido que es demasiado importante como para llevarnos mal. Es una negociación compleja que tiene que acabar bien y al mismo tiempo es una oportunidad para construir la Europa flexible del futuro.

 -¿El crecimiento de la derecha xenófoba es pasajero?

 -Pienso que Le Pen no va a ganar, absoluto. Y que 2017 va a ser el comienzo del fin de ese antieuropeísmo barato. Creo que Francia y Alemania definirán dos nuevos liderazgos europeístas a partir de septiembre de este año, junto con los países del euro que queremos avanzar. La reunión de Versalles es bastante significativa, pocos días después de que la Comisión Europea presentara los cincos escenarios del llamado Libro Blanco. El 2017, que aparecía como una tormenta perfecta para el proyecto europeo no va a hundir el barco.

 -En un contexto en el que la socialdemocracia europea atraviesa por serios problemas, el PSOE afronta un congreso para renovar su liderazgo. ¿Por qué ha decidido posicionarse a favor de Susana Díaz?

 -Es la opción más segura desde el punto de vista del proyecto socialdemócrata en el que creo.

 -¿Qué define ese proyecto?

 -Lo define una izquierda moderna, un partido de mayorías que aspira por tanto a ganar las elecciones. Es una izquierda que quiere gobernar, que cree en el Boletín Oficial para transformar y que no es una izquierda acomplejada. Es el proyecto que puede ganar el centro social para tener una mayoría.

 -¿Qué es lo que le está faltando a la socialdemocracia europea?

 -En primer lugar, abanderar una política fuerte contra la desigualdad, que se ha visto acentuada con la crisis. Una política integral, amplia, que no se resuelve sólo con fórmulas mágicas que crean de pronto una renta de inserción y que toca la revisión de salarios bajos y las políticas públicas. En segundo lugar, una agenda potente para gobernar la globalización desde una perspectiva progresista. Es decir, admitiendo que el Estado nación se ha quedado muy pequeño para la realización de nuestras reivindicaciones, por ejemplo en torno a una fiscalidad justa o al cambio climático, las grandes causas progresistas de la humanidad reclaman una gobernanza de la globalización. Eso exige, fundamentalmente, Europa, una Europa potente en la organización del mundo. Esas dos son las urgencias de la izquierda en este momento.

-¿Le está sorprendiendo el apoyo con el que ha venido contando Sánchez en los actos que ha realizado?

 -Sí.

 -Tras los casos de Corbyn o Hamon, elegidos por la militancia, pero que no remontan en las encuestas. ¿El PSOE también se enfrenta ahora al dilema en el que los militantes no siempre eligen lo que quieren las élites e, incluso, los votantes del partido?

 -Los votantes, no lo sé. Cuando hablamos de votantes, descubrimos que la definición ideológica más a la izquierda constriñe la masa electoral hacia porcentajes relativamente bajos que incapacitan para ganar las elecciones. Es el caso de Benoit Hamon, que puede llegar al 15% o del señor Corbyn en el Reino Unido. No aspiro a un partido del 15%. Más allá de que hay un izquierdismo indefinido que no es creíble por la mayoría de la población. Es el caso de la experiencia griega. Un partido que arrasa electoralmente por la debacle de los dos grandes partidos en Grecia y que prácticamente ocupa todo el electorado del país, que es Syriza, dos años después no presenta un balance de novedad. Lo que lleva a pensar que hay una cierta retórica en ese izquierdismo. En segundo lugar, además de esa limitación, me preocupa la fractura entre militantes y dirigentes. El PSOE nunca ha tenido esa fractura, jamás. Durante 40 años hemos mantenido al partido extraordinariamente bien vertebrado, desde los años 70. Hemos estado llevando a cabo grandes tareas, a veces épicas, con una simbiosis extraordinaria. Pienso en la lucha contra el terrorismo, en la Transición española, en la Constitución, en el Estado de las autonomías, la integración en Europa, los derechos extendidos por Zapatero… El partido siempre ha sabido a qué jugábamos. La fractura entre militantes y dirigentes es algo que me preocupa enormemente y en gran parte se ha producido el año pasado.

 -¿Y a qué se ha debido esa fractura?

 -A que hemos gobernado muy mal la gestión del Gobierno. En concreto, me pregunto… Y no hago acusaciones a Pedro en particular, porque creo que hizo muy bien intentando formar un gobierno con Ciudadanos… Pero al día siguiente de que la investidura fracasara, teníamos que haberle exigido a Rajoy que se sometiera a la investidura, porque era el siguiente partido que tenía la obligación de gobernar y tendríamos que habernos abstenido entonces. Hoy tendríamos un gobierno del PP con 123 diputados, no 137, tendríamos un pacto de oposición PSOE-Ciudadanos y a Podemos como único responsable de que no hubiera un gobierno alternativo. La mala gestión empezó en ese momento. Esto nos llevó hasta octubre de 2016, para acabar ciertamente muy fracturados con la decisión de la abstención para evitar las terceras elecciones. Pero a partir de ese momento, seguir enarbolando la fractura entre militantes y dirigentes me parece de una irresponsabilidad incalificable. Me parece lo más grave de lo que está pasando en el PSOE.

 -¿El acto de presentación de la candidatura de Susana Díaz, acompañada por las grandes figuras del partido, puede marcar una antes y un después en las primarias y frenar este apoyo que parece recoger Sánchez?

 -No lo sé. Pienso que muchos de los que dimos ese paso lo hemos hecho porque creemos que otras alternativas no son buenas para el partido y para España. Si de ahí se deriva un cambio rotundo en las primarias, es pronto para decirlo. Vamos a respetar a los tres contendientes, a esperar que el partido lleve a cabo las primarias con serenidad y fraternidad. E incluso que haya un debate político de altura en la televisión. Y los he visto en Francia y han prestigiado las primarias. Espero que sepamos hacerlo así. Me pareció especialmente oportuno el mensaje de Susana Díaz diciendo “no hablemos mal de los compañeros nunca”. Lo último que quiero es que el partido se divida más y nos hagamos más daño.