9 de marzo de 2017

¿Cañones o mantequilla?


Como en los viejos debates de los ochenta, cuando el mundo se dividía a derecha e izquierda según sus prioridades en defensa y gasto militar, los primeros, y en políticas sociales los segundos, la defensa europea y la creación de un “ejército europeo, ha reabierto el tema en términos no muy diferentes, aunque con importantes matices. En efecto, que la UE deberá impulsar su sistema de seguridad y defensa e integrar sus unidades militares, su industria, investigación y mando, hacia lo que los padres fundadores quisieron para Europa allá por los años sesenta del pasado siglo, es evidente e incuestionable.

Las razones son poderosas. Trump amenaza con abandonar la OTAN o cobrarnos los costes de su alianza. No creo que eso llegue muy lejos, pero todo el Este de Europa se ha echado a temblar ante la crítica situación que vivimos con Rusia en Ucrania después de la invasión de Crimea. El Reino Unido se irá de Europa en dos años y su peso militar equivale a la cuarta parte de la defensa europea. Muy probablemente, Reino Unido y la UE firmarán después un acuerdo de alianza defensiva pero lo cierto es que el Brexit nos coloca en una debilidad militar delicada. A todo ello se añaden necesidades imperiosas de presencia en la escena internacional para la UE, que solo puede materializarse si cuentas con un sistema militar y operativo capaz de respaldar y comprometer su estrategia internacional.
Hace años que estos argumentos, especialmente el último, vienen rondando las cancillerías europeas y el propio debate europeísta, pero han adquirido materialidad como consecuencia de tres hechos. El primero, el anuncio de Juncker, el Presidente de la Comisión, de impulsar en esta legislatura la unidad militar europea. El segundo, el acuerdo Merkel-Hollande, en plena escalada terrorista del año pasado, de estructurar la estrategia de seguridad y defensa europeas, con un fuerte esfuerzo inversor de Alemania y la unificación de la industria e investigación militar europea. Por cierto, que al eje franco-alemán se sumaron después los ministros de defensa de Italia y España. Por último y tercero, el Parlamento Europeo acaba de aprobar un informe defendiendo sin eufemismos, la creación de un ejército europeo. El texto pide incrementar el gasto en defensa en aproximadamente 100.000 millones de euros de aquí a finales de la próxima década para alcanzar el 2% del PIB comunitario.

Hasta aquí las razones y las exigencias de una necesidad que no se discute. Mis objeciones vienen cuando establecemos el debate sobre el gasto y las prioridades. Abiertamente digo que los socialistas no podemos avalar el incremento del gasto militar después de años de recortes en el gasto social que han dejado maltrecho nuestro Estado del Bienestar. ¿Cómo hacerlo entonces? Se me ocurren tres soluciones:

Primera: Reducir las inversiones necesarias con sinergias producidas por la fusión de los ejércitos. En 2014, los 27 países de la UE que pertenecen a la Agencia Europea de Defensa -todos los estados de la UE excepto Dinamarca- invirtieron alrededor de 35.000 millones de euros en defensa, tanto en equipamiento como en investigación y desarrollo. Europa podría ahorrar casi un tercio de lo que gasta en material militar si los gobiernos europeos coordinaran la inversión y la compra de armas.

Segunda: Centrar en Alemania la mayor parte del esfuerzo inversor. Alemania es un país con superávit en sus cuentas públicas y sus inversiones públicas ayudan a la economía europea y favorecen las convergencias macroeconómicas en Europa. Su sistema defensivo es débil, por razones históricas de todos conocidas, y ellos son los primeros en reconocer que su peso en política internacional, en el Este de Europa principalmente, necesita de un ejército más potente. Ambas circunstancias favorecen, pues, que sea Alemania quien lidere ese gasto.

Tercera: La revisión de nuestras amenazas y riesgos aconseja una transformación mayúscula del “nuevo ejército europeo”. Dicho de otra manera, el terrorismo y las guerras cibernéticas aconsejan una defensa con menos soldados y tanques y más informáticos e inteligencia militar.

Este debate solo acaba de empezar, pero como socialista me inclino por una firme defensa de nuestras propuestas sociales frente a un “desembarco” en el gasto miliar. Sobran razones para ello.
 
Publicado en Lo que Europa decide, 9/03/2017