Coincidiendo con el final de la Presidencia luxemburguesa del Consejo de la Unión Europea (UE), es tiempo de realizar una reflexión crítica sobre los logros y los fracasos del proyecto europeo en el último semestre y sobre los retos que tiene por delante la actual Presidencia holandesa.
Luxemburgo, uno de los países más pequeños de la UE pero con más experiencia en las funciones europeas (bajo su mandato se concluyó en 1985 el Acta Única Europea y se impulsó en 1991 la Conferencia Intergubernamental sobre la Unión Económica y Monetaria) comenzó su andadura al frente de la presidencia semestral del Consejo en julio del año pasado, en un difícil contexto político europeo marcado por la crisis griega, las presiones migratorias y las amenazas terroristas.
Es evidente que proporcionar soluciones en seis meses a estos problemas es una tarea imposible, pero si algo ha caracterizado a la Presidencia Luxemburguesa ha sido su apuesta por acciones comunes frente a una tentación de ostracismo nacional que cobra dimensiones preocupantes en Europa.
¿Cuál es el balance de esta Presidencia? En materia migratoria, a los incidentes de tráfico de personas en el Mediterráneo y las denuncias de abandono en alta mar de destartaladas embarcaciones se unió la grave crisis humanitaria de los refugiados sirios. La respuesta europea a la llegada de más de 120.000 solicitantes de asilo y el reparto de responsabilidades entre los Estados miembros fueron decepcionantes y tardías. No obstante, los esfuerzos de la Presidencia por coordinar el reparto de refugiados desembocaron en un acuerdo intergubernamental el pasado mes de septiembre que sirvió como primera medida conjunta de calado para la reubicación y reasentamiento de los refugiados. Pero el rechazo de varios Estados al acuerdo (Hungría, República Checa, Eslovaquia y Rumanía más la abstención de Finlandia) y la adopción final de las cifras con una base voluntaria y no bajo un sistema de cuotas pusieron de manifiesto la falta de compromiso político de los Estados en un asunto que pone a prueba la solidaridad europea. La Presidencia luxemburguesa ha impulsado además la creación de los "hotspots" (centros de identificación), una mayor cooperación con los países emisores y una mejor coordinación entre los países a lo largo de la ruta de los Balcanes.
En relación a la amenaza del terrorismo yihadista, los tristes acontecimientos acontecidos en París 2015 han evidenciado las carencias en el intercambio de información y la falta de coordinación entre los servicios secretos y las fuerzas policiales de los Estados y la necesidad de avanzar de forma conjunta para vencer esta amenaza. La Presidencia Luxemburguesa ha logrado finalizar las discusiones en torno a la Directiva europea sobre el registro de nombres de los pasajeros (PNR) y ha arrancado compromisos en favor de un aumento de la cooperación en el ámbito de la lucha contra el tráfico de armas de fuego y la financiación del terrorismo.
En el área económica, el crecimiento y el empleo han continuado siendo las principales prioridades junto con el refuerzo de una gobernanza económica y monetaria más coordinada y fuerte. La Presidencia luxemburguesa arrancó ensombrecida por la amenaza del Grexit pero tras su superación los esfuerzos se concentraron en la adopción de la Directiva sobre las resoluciones fiscales transfronterizas -destinada a mejorar la transparencia en relación con los acuerdos tributarios formulados por los Estados miembros a empresas-, la ejecución del plan de acción en materia de inversión de la UE y la creación de una Unión de Mercados de Capitales. Lamentablemente, otras cuestiones han quedado en el tintero. En particular, tras el acuerdo del Consejo sobre la extensión del sistema de intercambio automático de información a los pactos tributarios, que rebajó la propuesta de mínimos de la Comisión y alejó la posibilidad de emprender reformas ambiciosas para acabar con el fraude y la elusión fiscales.
Pero los trabajos de la Presidencia luxemburguesa han abarcado otras muchas cuestiones y son subrayables los éxitos en materia de coordinación de la posición europea en la conferencia sobre el cambio climático en París; la adopción del acuerdo interinstitucional "Legislar mejor" entre la Comisión, el Parlamento y el Consejo destinado a mejorar la calidad y los resultados de la legislación europea; y los acuerdos en relación a dos componentes importantes del cuarto paquete ferroviario; etc. Por ello, la Presidencia luxemburguesa merece ser calificada con un meritorio notable.
Ahora le toca a la Presidencia holandesa recoger el testigo del buen hacer de los luxemburgueses y avanzar en aquellas cuestiones que todavía están pendientes. Primero, el establecimiento de una nueva política de retorno y readmisión, el fortalecimiento de las fronteras exteriores de la Unión y la puesta en práctica de la reubicación de los refugiados. Segundo, el refuerzo de la unión monetaria y la estabilidad de la zona euro, la profundización del Mercado de Capitales y la mejor coordinación de las políticas económicas. Tercero, el refuerzo de las oportunidades del mercado único (digital y de servicios). Cuarto, la aplicación de los compromisos de la conferencia sobre el clima de París. Y por último, la gestión de las negociaciones con el Reino Unido de cara al referéndum sobre la permanencia en la UE que Cameron, previsiblemente, convocará para el segundo semestre de 2016.
En definitiva, los retos a los que se enfrentan la nueva Presidencia semestral y, por ende, el proyecto europeo continúan siendo los mismos temas que los dirigentes europeos llevan meses discutiendo con escasos avances debido a la preocupante supremacía de la intergubermentalidad y las resistencias de los Estados a ceder soberanía.
Pese a que todo indica que la respuesta a esta crisis es más Europa y no menos, queda mucho camino por recorrer. Luxemburgo ha contribuido a ello, esperemos que Holanda continúe por la misma senda.
Publicado para El Huffington Post. 27/01/2016