19 de diciembre de 2014
17 de diciembre de 2014
Intervención Sesión Plenaria 16/12/2014
Trato arancelario a las mercancías originarias de Ecuador (debate)
16 de diciembre de 2014
Una Cumbre llena de retos.
Jose Javier Fernandez, Jefe de Unidad de América Latina en el PE y
Lionel Búcaro co presidente latinoamericano de la Asamblea EuroLat
Lionel Búcaro y Teresa Jiménez Becerril .
La celebración de la XXIV Cumbre Iberoamericana de Veracruz permite lecturas contradictorias pero nos convoca a grandes retos.
Si medimos el éxito de la Cumbre por la asistencia de Jefes de Estado y de Gobierno, el resultado es mediocre. A las ausencias de las presidentas de Argentina y Brasil, se unieron las intencionadas ausencias de los representantes de Bolivia, Cuba y Nicaragua, dando a entender de unas y otros, un desinterés o una clara animadversión a este órgano de integración entre las naciones latinoamericanas y España y Portugal.
Es verdad que una Cumbre así no puede evaluarse sólo por esto, pero tampoco podemos olvidar el carácter simbólico y representativo de estas cumbres (más que de contenidos materiales), lo que realza el significado de dichas ausencias.
Las resoluciones adoptadas son bastante retóricas y las sesiones formales resultan aburridas y con contenidos heterogéneas por la sucesión de discursos de Jefes de Estado y Gobierno de cada país, pronunciados con miras a las opiniones nacionales, y por la reiteración de opiniones sobre un mismo tema.
La Cumbre, sin embargo, permite avances en temas importantes:
- Los encuentros bilaterales y el network que acompañan a estos días son provechosos y abren expectativas, enriqueciendo el conocimiento mutuo.
- Los foros sectoriales (comunicación, empresarios, jóvenes, etc.) se celebran con aportaciones de interés y facilitan la relación entre la comunidad social iberoamericana.
- La presentación de estudios socioeconómicos, elaborados por las grandes organizaciones y think-tanks (CEPAL, CAF, BID, etc.) aporta reflexiones y debates del máximo interés a los grandes problemas de gobernanza económica y política de América Latina.
- Por último, la concentración de la Cumbre en algunos temas estructurales para todos los países (en esta ocasión Educación, Innovación y Cultura) permite enfocar diagnósticos y soluciones a temas de capital importancia en el futuro en la gobernanza de nuestros países en la globalización.
En resumen, unas cumbres cuya sola celebración es ya un éxito en el difícil reto de la integración latinoamericana. Un papel para España y el nuevo Rey claves en su política exterior y en su prestigio personal. Un conjunto de tareas a realizar en los próximos años, antes de Bogotá 2016. Y un montón de retos para que este camino no decaiga.
14 de diciembre de 2014
Informe Semanal: América, América.
La ciudad mexicana de Veracruz, ha acogido la XXIV Cumbre Iberoamericana, creada en 1991 y que a partir de ahora se celebrará cada dos años.
Via RTVE
4 de diciembre de 2014
La mirada europea hacia América Latina: cambiemos el enfoque.
La Unión Europea mira poco hacia América Latina, y con demasiada frecuencia lo hace equivocando el enfoque.
Mira poco, en parte porque las urgencias del momento -ya se trate de Ucrania o de Palestina- desvían su atención hacia otras latitudes, y en parte porque los intereses de algunos Estados miembros con especial peso en la Unión Europea están más en el Este que en el nuevo continente. Entiéndaseme bien: no es que debamos dejar de afrontar los retos que se nos plantean en cada coyuntura, ni que como países tengamos que renunciar a defender nuestros intereses. Es más bien que esas dos tareas deben ser compatibles con el desarrollo de una visión de futuro amplia, reflexiva y proactiva, sobre el papel de la Unión Europea en el mundo. Dicho de otro modo, se trata de que los árboles no nos impidan ver el bosque; tanto el cortoplacismo como la excesiva focalización en las áreas de influencia tradicionales de determinados Estados revelan una carencia de pensamiento estratégico, y se compaginan mal con la tan cacareada voluntad de convertir a la Unión en un auténtico actor global.
Si queremos ir más allá de la retórica y convertir esa voluntad en hechos, no podemos volver la espalda a una región del mundo cuyo peso no hace más que aumentar. Una región con seiscientos millones de habitantes, clara mayoría de regímenes democráticos consolidados o en vías de consolidación, clases medias crecientes y mercados cada vez más pujantes y competitivos, muchos de los cuales sortearon la crisis de 2008 bastante mejor que Europa. Una región donde la desigualdad y la pobreza son todavía desafíos pendientes, pero cuyos avances en materia de desarrollo no pueden negarse. La tasa de pobreza en el conjunto de la región ha pasado del 43,9% en 2002 al 29,4% en 2011, y buena parte de sus Estados han pasado de recibir masivamente fondos de la cooperación europea a ser considerados por el Banco Mundial como países de renta media o media-alta, habiéndose convertido algunos de ellos en donantes netos de ayuda al desarrollo. Por poner un ejemplo, Brasil ha reducido la pobreza extrema del 17% en 1990 al 5% en 2012, y durante las presidencias de Lula da Silva y Dilma Rousseff más de 40 millones de personas se han integrado en la clase media. Al mismo tiempo, ese país se ha convertido en la séptima economía más grande del mundo y la tercera economía emergente por tamaño, tras China e India. Un actor global por derecho propio.
No nos engañemos: si ignoramos semejante potencial económico, cultural, político y social y renunciamos a desempeñar un papel importante en esos países, el espacio no quedará vacante mucho tiempo. De hecho, ya no lo está. La geopolítica acusa cierto horror al vacío, de modo que las áreas descuidadas por unos atraen rápidamente el interés de otros. En América Latina, donde otrora Europa -sus empresas, su influencia política, su ejemplo de democracia, bienestar e integración regional- gozaban de un prestigio considerable, ahora ganan peso actores como China o Rusia. Sería ilusorio pensar que su presencia allí va a limitarse al intercambio económico, dejando intactas otras esferas; quien pone el dinero suele poner también sus valores y su visión del mundo. En ese panorama, si Europa no mira a América Latina, América Latina no tardará en mirar hacia otro sitio.
Decía al principio que además de mirar poco a esa región del mundo, a menudo los europeos utilizamos un enfoque inadecuado, que combina paternalismo y prejuicios ideológicos. En la vieja Europa no es difícil encontrar "recetarios estándar" llenos de supuestas soluciones contra los más diversos males -desde la corrupción a la violencia, la desigualdad o la debilidad institucional- que se pretenden aplicables a toda América Latina, de Tijuana a Tierra de Fuego. Si queremos contribuir a resolver los muchos problemas que persisten en la región debemos hacer un esfuerzo por comprender los matices y diferencias entre sus distintos países, dejando a un lado apriorismos y trasnochados complejos de superioridad. Entre esos apriorismos destaca especialmente el de tipo ideológico. Puestos a valorar las iniciativas de un determinado país latinoamericano, cada cual juzga en función de sus afinidades partidistas. La derecha europea critica sistemáticamente a los gobiernos latinoamericanos de izquierdas, y la izquierda lo hace con los de derechas. Estas posiciones de partida denotan poca consideración hacia gobiernos que gozan de la legitimidad que otorgan las urnas y hacia la ciudadanía que les ha elegido. Al adoptarlas, damos a entender a nuestros interlocutores que cuando hablamos con ellos no lo hacemos de igual a igual.
Y sin embargo, en la evolución reciente de América Latina hay muchos aspectos de los que Europa debería tomar buena nota. A lo largo de la última década, la región ha vivido un auge de gobiernos progresistas muy diferentes entre sí, algunos de los cuales presentan éxitos indudables: han impulsado la transformación de su modelo productivo y emprendido reformas en materia de fiscalidad y redistribución de la riqueza, con el fin de aumentar la competitividad al tiempo que reducen la desigualdad. Los casos de Chile, Uruguay, Bolivia, Colombia, Perú o Ecuador son muy expresivos en este sentido. Pero no se trata sólo de la economía, sino también del desempeño democrático. Por ejemplo, en el índice de corrupción percibida de Transparencia Internacional, Chile y Uruguay puntúan mejor que muchos países europeos, entre ellos España, Italia, Austria y Francia. ¿Merecen o no nuestra atención estos resultados?
En los próximos días viajaré a México para participar en la Cumbre Iberoamericana de Veracruz. Acudo como co-presidente de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana, un organismo del que participa el Parlamento Europeo, cuyo fin es precisamente promover el diálogo entre representantes de ambos continentes. Nada me gustaría más que poder decir en esa ocasión a mis colegas latinoamericanos que Europa va a cambiar a mejor su mirada hacia América Latina. Desde la responsabilidad institucional que ahora ocupo, mi compromiso es impulsar ese cambio de enfoque.
Entrevista para Nación Digital 4 Diciembre 2014
El ex ministro español de la Presidencia durante el segundo gobierno de Zapatero y actual eurodiputado Ramón Jáuregui presentó el viernes en la sede del PSC su último libro, El país que seremos. Un nuevo pacto para la España posible" (Turpial), en el que describe cómo ve España y esboza propuestas para hacer, "como hace 35 años, algo muy grande, a la altura de los retos que nos plantean, un algo que nos haga sentir orgullosos ".
En esta entrevista con Nación Digital , reclama en Cataluña que se implique en esta nueva regeneración de España. "La España ilusionante que debemos volver a hacer entre todos".
- En el libro, habla específicamente de la crisis del 1898, como casualmente también hablaba hace unos días el jefe del Estado Mayor del Ejército . El diagnóstico de una situación de desánimo generalizado es realmente compartido?
- No veo ningún paralelismo entre mis reflexiones y las de la cabeza del ejército. Mis referencias son a que España está mal, y que aquí hay una crisis económica muy importante, territorial muy grave ..., y por supuesto, también política. Y eso es lo que tenemos que asumir. Para mí, este es el problema de España actualmente.
- La gran diferencia entre el 98 y la actualidad es que, ahora, la parte central del catalanismo ya no se propone reformar España.
- No tengo una idea exacta de lo que pasó 98 como historiador. Lo que sí veo similar es que sumió el conjunto del país en una especie de depresión colectiva. En España hay mucho sentimiento de decepción. Habiendo hecho un recorrido extraordinario en los últimos 30-35 años, de golpe se han roto las paredes del edificio en el que convivimos. Esto está sumiendo al país en una especie de depresión colectiva. Por ello, creo que la política está llamada a hacer cosas grandes, tomar iniciativas importantes. En la pasividad no encontraremos soluciones. El libro, en esencia, describe estas crisis y trata de proponer una serie de reformas y de pactos e iniciativas políticas que pueden acabar incluyendo una reforma constitucional importante.
- Pero ante esta misma realidad de crisis, Barcelona y Madrid proponen salidas muy diferentes
- Es que Cataluña no se si está mirando España, en eso tiene mucha razón. Es decir, la vía que la burguesía catalana y los movimientos sociales han tomado a favor de la independencia los excluye de un proceso reformista para España. Pero muchos creemos que necesitamos Cataluña en este proceso reformista, por lo que muchos seguimos considerando imprescindible recuperar este marco de relación y seguir contando con Cataluña en la España posible.
- De hecho, Sociedad Civil Catalana cree que hace falta un relato ilusionante de España.
- Está bastante bien dicho. Aunque también es verdad que Cataluña, por la decepción estatutaria y por digamos relato independentista que se ha ido haciendo, ha dejado de mirar España. Pero creo que la España ilusionante debemos volver a hacerla entre todos. Creo que España, como Estado, como país, sigue representando una opción políticamente más interesante para los catalanes, sea cual sea su punto de vista. La España de Rajoy, o del PP, puede resultar poco atractiva, pero España no es eso, es mucho más! Y lo que España tiene por delante son un conjunto de reformas importantes, un conjunto de pactos muy serios, muy transversales, en muy planos de la vida, y se deben hacer con Cataluña. No veo otra manera de construir la España que quiero.
- Dice que la España del PP puede ser poco atractiva. Ahora puede serlo porque Rajoy gobierna, pero cuando no lo hacía, actuó como "minoría de bloqueo" con el Estatuto. Como se sale de este callejón sin salida?
- Para empezar, y más allá de que Rajoy puso muchos palos en las ruedas, no creo que los gobiernos de Zapatero hayan sido bien tratados en Cataluña. Creo sinceramente que la apuesta que los gobiernos de Zapatero hicieron para entenderse con los tripartitos catalanes, para reformar el Estatuto, para invertir el 20% de su PIB todos los años, para llevar el AVE, para hacer un puerto nuevo, para hacer un aeropuerto fantástico que ya es mejor que el de Madrid ... todo esto no ha sido nunca valorado. Esta es mi impresión.En cambio, ha habido un relato victimista y utilitarista de la Cataluña incomprendida que en gran parte no ha respondido a la realidad. Pero, en todo caso, el Estatuto y la sentencia fueron el mascarón de proa de este relato. Pero todo esto es pasado. Todo esto ya pasó.
- Y qué viene ahora?
- Llegan tiempos nuevos, aquí se tendrán que hacer cosas nuevas, indefectiblemente. Y reformular la democracia española, reformando sus instituciones, cambiando la ley electoral, estableciendo nuevos mecanismos de poder ciudadano, reformando la manera de participar en las instituciones ..., todo este gran reto democrático que tiene España, también lo tiene Cataluña. España tendrá que hacer pactos en el sistema educativo, productivo, laboral, fiscal ... Porque los tiempos no nos dejarán quedarnos quietos, por ser un país de primera. Y no digamos en el tema territorial, en el que se deberá encontrar un nuevo pacto con Cataluña. Pero Cataluña también debe participar en su propio proceso de reforma
- Pero como interpela España a los 1,9 millones de catalanes que han votado a favor de la independencia?
- España debe interpelar a los cuatro millones de catalanes que no quieren la independencia y necesitan un proyecto renovado de Cataluña como tal, y de Cataluña en España. El problema, para nosotros, no son los cientos de miles de independentistas que hay, para mí lo que está claro después del 9 de noviembre es que hay más de cuatro millones de catalanes que reclaman que alguien les haga una oferta de futuro. Y con el "no", no es suficiente. Decir "no" a la independencia no es un proyecto. El proyecto es construir una propuesta de Cataluña con su singularidad, con su fuerza identitaria, con sus simbolismos, con sus competencias, en la España que queremos reformar.
Y aquí es donde tenemos que llegar. Y si algo falta en este momento es convencer a la mayoría de catalanes que hay un proyecto reformista en España que permite una nueva ubicación de la singularidad catalana en este Estado. Eso, para mí, es el tema central.
- La gran mayoría de fuerzas catalanas han salido del pacto constitucional, como Podemos, reclamando retocar una serie de cosas que se piensa que no se hicieron bien durante la Transición. Por ejemplo, la extradición a Argentina de altos cargos franquistas. El PSOE puede liderar este cambio manteniéndose dentro del pacto?
- Durante la Transición hicimos un acuerdo que no es el candado de nada. No nos ha impedido nada, más allá de que todos los procesos de transición democrática tras 40 años de dictadura son imperfectas. Lo que me parece un error mayúsculo es pensar que durante estos 35 años España ha sido prisionera de aquellos pactos o candados.No es verdad!
- Exacto, pero llega un momento en que se hace una reflexión ...
-... y yo ahora pregunto: es que alguien cree posible que en la España de 2015 se pueda hacer una nueva Constitución, refundar todos los pactos de la vida democrática, destruyendo los que teníamos? Yo más bien creo que el proceso que España reclama es un de reformas profundas, pero sin derrumbarse las paredes maestras de nuestros acuerdos. No será posible un pacto sobre las pretensiones de cada parte. Le recuerdo a Podemos que una Constitución es, en gran parte, un conjunto de renuncias, para construir algo en que quepamos todos. Ahora, la pretensión de que la memoria histórica quizás no la cubrimos lo suficiente, o con bastante justicia, puede ser un argumento, pero no nos puede llevar a renegar de todo lo que hemos hecho, a poner patas arriba la seguridad jurídica del pasado.
- Por lo tanto, ¿qué propone?
- En esencia, lo que quiero decir es que reformas profundas, sí. Derrumbó el modelo de convivencia democrática que hemos hecho, no. Aplicado al tema territorial, propongo una evolución federal del modelo autonómico y renovar un pacto con Cataluña. Ya sé que el federalismo por sí mismo no satisface las expectativas en Cataluña, por eso añado este plus.
- Que es la idea que ya expuso durante las europeas.
- Sí.
- Y Pedro Sánchez lo asume?
- Entiendo que sí. Lo está diciendo. Mis dos ideas centrales son: España debe incorporar la singularidad de Cataluña, debe aceptar que Cataluña sea y esté al Estado sobre las bases de una renovación del pacto, y creo que Cataluña tiene que decidir, pero tras pactar. La decisión es sobre el pacto, no sobre el deseo. Aquí radica mi radical oposición al llamado derecho a decidir sobre deseos. Los deseos no son más que deseos. Lo que importa decidir son formulaciones políticas, consecuencias concretas. Quiero que los catalanes decidan, pero sabiendo qué pasará con su seguridad social, con sus carreteras, con su moneda, con sus bancos ..., no expresando simplemente un deseo. Esto me parece fraudulento.
- En Escocia bien que decidieron.
- No me gusta lo que decidieron allí, no me parece el procedimiento correcto. Tenían dieciocho meses para pactar tras las condiciones de la independencia, y ahora están negociando sobre unas nuevas propuestas. Y me pregunto: no será lógico volver a preguntar a los escoceses después? Yo diría que sí, cuando se sepan las condiciones.Por eso, si aquí hubiera habido un referéndum legal con un 45% a favor de la independencia, no se debería haber vuelto a preguntar a los catalanes una vez conocidas las consecuencias de este deseo? No se les debería haber vuelto a preguntar después si quieren realmente esto? A mí me parece que es lo más lógico. Por eso digo que pactamos y después decidimos. Incluso pactamos lo que sea, pero yo creo que hay que pactar lo que razonablemente se puede desprender de la mayoría social catalana que reclama un nuevo estatus.
- La semana pasada, el think tank francés IRIS, cercano al PS, reclamaba un referéndum para Cataluña. Esta situación, sumada a varias demandas similares de la prensa internacional, no ponen contra las cuerdas tanto la postura de Rajoy como su?
- Bueno, en primer lugar, no se si mi postura tiene mucho que ver con la de Rajoy. Debemos aceptar que en el debate europeo está bastante extendida la idea de que las consultas son un derecho. Pero esto no modifica mi opinión: yo soy partidario de que las consultas se celebren como consecuencia de acuerdos ciertos y claros. En todo caso, no me parece nada leal la pregunta que sólo plantea la independencia o la actual situación. También se debería preguntar a los catalanes si no desearían una reforma del modelo actual y del modelo constitucional. Y me inclino a pensar que si esta pregunta se formulara adecuadamente, una mayoría de catalanes estarían a favor.
- Pero eso ya fue el Estatuto.
- Ya, pero la vida no termina aquí. Cuando hablo de reforma constitucional, quiero decir que no puede volver a ocurrir que una Constitución impida un pacto autonómico. Esto no tiene por qué explicar que los catalanes se hayan " echad el monte "de la independencia sin saber dónde van. Que me parece que es lo que está pasando. Porque yo les diré que pienso: me parece que están en un proceso de gestión imposible. Y tiendo a pensar que muchos de los dirigentes de Esquerra, y no digo los del ANC porque no los conozco, piensan lo mismo, que la gestión de este proceso no será posible. Creo que hay que ser más honrado con la ciudadanía.
Via -Nació Digital.-
1 de diciembre de 2014
Dignidad trascendente
Las crónicas ya han contado que el Parlamento Europeo acogió al Papa Francisco con afecto y le escuchó con atención y agrado. Ha habido polémica con esta visita. Algunos diputados protestaron y criticaron la invitación al Jefe de la Iglesia Católica a la sede de la soberanía popular europea.
Yo no creo en Dios, pero quise oír al Papa. No soy católico pero me interesa lo que ocurre en la Iglesia y me atrae el discurso de este Papa.
Deploro la teocracia y los regímenes políticos sometidos a leyes religiosas o influidas por jerarquías eclesiásticas, pero eso, nada tiene que ver con una visita institucional a nuestro Parlamento.
Reivindico la laicidad y sus conquistas: la separación del Poder político de la Iglesia, el matrimonio civil, la enseñanza laica y las universidades públicas, los cementerios civiles y tantas otras cosas. Pero la laicidad no es antirreligiosa ni negadora del hecho religioso. La verdadera laicidad es incluyente y tolerante de la fe.
Nunca admitiré que los códigos morales y las leyes reguladoras de los derechos y deberes personales sean fijados por exigencias o demandas religiosas. La soberanía popular como única y exclusiva fuente legitimadora de la Ley, no es negociable. Pero admito el derecho de la Iglesia y de sus creyentes para intervenir en el debate público y exponer sus códigos morales en materias sensibles a sus principios.
Soy socialista y por ello, las dos palabras que mejor identifican mis convicciones políticas y mis aspiraciones humanas, son solidaridad e igualdad. Pero los socialistas no tenemos el monopolio de su aplicación. De hecho, reconozco que muchos militantes de la solidaridad lo son por sus creencias religiosas. Dicho de otro modo, llevo muchos años viendo a múltiples organizaciones y voluntarios que dan mucho de su vida o su vida incluso, para atender a los desfavorecidos y para combatir la pobreza y la marginación. Bien podríamos llamarlos socialistas sin carnet o socialistas por su fe.
Todas estas razones me parecen obvias para explicar mi conformidad con la visita del Papa al Parlamento de Estrasburgo este martes 25 de noviembre de 2014, respondiendo a una invitación que le hizo el Presidente Schulz. No es necesario aludir a que ya recibimos hace 26 años a Juan Pablo II o a que también hemos recibido al Dalai Lama o a que es también un Jefe de un Estado. A mí me basta para escucharle ser un anfitrión educado, un demócrata tolerante y un laicista incluyente.
Además me interesa este Papa. Me parece que está dando a la Iglesia Católica un giro de modernidad y de transparencia, de austeridad y de sensibilidad social, tan necesario como profundo. Modernidad para adaptar a la Iglesia a un mundo transformado y a una sociedad diferente de la del siglo XIX o XX, respecto a la mujer, a la familia, el sexo, a la homosexualidad, etc. Transparencia en las finanzas de la Iglesia en el Vaticano y en el combate a la corrupción y a la pederastia. Austeridad en el ejemplo de su vida, desde su alojamiento en Roma en un convento, a sus vestidos. Desde sus discursos a sus viajes. Y por fin, el giro social. Por fin, una Iglesia de los humildes. Un Evangelio para el pueblo, comprometido con los que sufren, reivindicativo de la dignidad humana antes incluso que de la caridad cristiana.
Su discurso de ayer (escribo precipitadamente en la tarde del martes 25) no defraudó estas expectativas. Dos palabras resumieron una intervención rica en contenidos, llena de mensajes y muy europeísta: Dignidad Transcendente. ¿Qué quiso decir el Papa con esa expresión? El centro de su discurso fue la reivindicación de la dignidad humana como el corazón de todo proyecto político. Y lo más interesante, la concreción de esa dignidad son los Derechos Humanos. Frente a tanta vulneración en el universo de esa dignidad (por el hambre, por la esclavitud laboral, por la explotación de seres humanos,..) el Papa eleva la bandera universal de un código de derechos, fundado en creencias y valores que a su vez, fundaron Europa.
Y por qué "transcendente". Porque esos derechos, esa dignidad de las personas hay que insertarla en la sociedad, en la vida común, en el bien público, en la red de derechos y deberes de los otros.
Fue un discurso desde Europa y para Europa. Apelando a la Europa de la Paz y del diálogo pero reivindicando una Europa creativa y emprendedora, capaz de mirar al mundo, en palabras de Francisco, "como en la pintura de Rafael, con Platón mirando al cielo y Aristóteles tendiendo la mano a la tierra".
Publicado en "Vida Nueva"
17 de noviembre de 2014
"Los desafíos de las relaciones entre Europa y América Latina” Conferencia EUDE
El pasado 14 de Noviembre, EUDE Business School ha tenido el placer de recibir la visita de D. Ramón Jáuregui, actual Presidente de la Delegación en la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana y ex ministro del Gobierno Socialista Español, para ofrecer una conferencia magistral acerca de las ventajas y desafíos que plantean las relaciones entre Europa y América Latina.
Para contextualizar las relaciones actuales que mantienen ambos continentes, Jáuregui se centró en algunas paradojas que creyó conveniente señalar acaecidas en el viejo continente. Las guerras mundiales en las que Europa había resultado tan desfavorecida, así comola capacidad de hacer una “ingeniería política” capaz de aunar 28 países y la creación de una Unión Bancaria, son hechos relevantes que merecen ser mencionados para ponernos en contexto. Pero, “a pesar de esos cincuenta años de trabajo, en solo cinco hemos estado a punto de tirarlo por la borda. El Euro ha estado a punto de caer”. Una crisis económica con la correspondiente tardía reacción por parte de los gobiernos europeos, la emergencia de los nacionalismos y un creciente pensamiento hacia la independencia de Europa por parte de algunos países pertenecientes, ha hecho que la Comunidad Europea ya no sea la que era por una falta de competitividad. Así, en palabras del europarlamentario, “Europa ha dejado de ser el centro del mundo. Somos muy viejos”. Y añadía, “Europa no tiene un capital humano como el que antes tenía. No investigamos tanto como debiéramos”.
Una realidad que, según la visión de Jáuregui, se debe a que Europa no ha sabido avistar las nuevas oportunidades que se iban a plantear y que otros, como China, han sabido contemplar a tiempo. Así, afirmaba, que “los europeos olvidamos que aproximadamente 100 millones de personas no producían y hoy lo hacen”. Esos mismos que hoy están llevando sus negocios hacia América Latina.
Analizando las relaciones entre Europa y la comunidad Latinoamericana, Jáuregui lamenta que “la mirada europea hacia América Latina es de superioridad moral”. Además, comentaba que “nuestra relación con América Latina es mejorable. Solo miran a esta Comunidad España y Portugal y es esto es gravísimo”. El actual europarlamentario comentaba una necesidad firme en que “tenemos que entendernos mejor entre América Latina y Europa… No para llevarse la explotación de cobre como hacen otros, sino para hacer un mundo mejor”.
Centrándose en las relaciones mantenidas hasta ahora, sostiene que el intercambio comercial entre Europa y Chile se ha incrementado en un 125%. Asimismo, países como Colombia, Perú o México se formulan como regiones que van a aumentar más sus relaciones con el viejo continente y que proyectos como Alianza del Pacífico han nacido con mucha fuerza. En lo que respecta a Mercosur, en cambio, Jáuregui considera que “necesita que exista una política articulada por parte de los países latinoamericanos. No hay voluntad clara por parte de los países latinoamericanos”.
via EUDE
14 de noviembre de 2014
Crisis política y democrática.
Con más o menos profundidad, con manifestaciones políticas y sociales diferentes en cada uno de los países europeos, una crisis profunda está atacando nuestras democracias y nuestros sistemas políticos. Las manifestaciones más expresivas de esta crisis no son revolucionarias, es decir, no presagian una alteración profunda del statu quo, como en el 68 francés, ni cuestionan las bases del sistema productivo (economía de mercado). No hay un movimiento social anticapitalista o antiglobalización como argamasa de las protestas, aunque esas banderas hayan estado presentes en las protestas del comienzo de siglo o en las protestas de Grecia y España (15-M). No hay una explosión social con alteraciones graves del orden ciudadano. Curiosamente y a pesar del enorme sufrimiento que la crisis económica está produciendo en casi toda la población, la reacción social es contenida y podría hasta parecer resignada.
Pero nos equivocamos si creemos que tal reacción es apatía o resulta inocua para nuestras democracias. La crisis política surge precisamente de ese descontento personal y pasivo que está creciendo en toda Europa y que se centraliza, casi en exclusiva, en el sistema político vigente.
En primer lugar, y como primer síntoma de la crisis política, crece la abstención, como uno de los más alarmantes signos de protesta. En algunos países, la participación electoral no llega al 50%. En las recientes europeas, por ejemplo, la participación no llegó al 43% y ello pese a que esa media está elevada por la obligatoriedad del voto en algunos países (por ejemplo en Bélgica, con el 89,6% de participación). En los países del este de Europea la participación no pasó del 30% y en algunos casos particulares como Eslovaquia la abstención alcanzó el 87%. En este aspecto, la crisis política adquiere particular relieve en la juventud: el 73% de los europeos entre 18-24 años, no acudió a votar en mayo pasado.
¿Cuáles son las razones principales de la abstención? Para el 23% la falta de confianza, para el 19% la falta de interés y para el 15% el sentimiento de que su voto no tendrá consecuencias. Todas ellas pueden sumarse a un genérico concepto de crítica al sistema y reforzar así una peligrosísima falta de conexión entre los líderes y los partidos con la ciudadanía, lo cual destruye las bases legitimadoras de nuestro sistema representativo.
La segunda gran expresión de la crisis que vivimos es consecuencia directa de lo anterior. En muchos países de Europa se están alterando los modelos clásicos de representación política. En casi todos los países se está reduciendo la fuerza electoral de los partidos tradicionales y están apareciendo nuevas fuerzas, casi siempre en los extremos del arco político natural. La extrema derecha es gobierno en Hungría y está presente en todo el norte de Europa. Marine Le Pen es primera fuerza en Francia. Incluso aparece en Alemania disfrazada de antieuropeísmo y en Holanda con signos de antiinmigración. El UKIP antieuropeo de Nigel Farage ya ganó en mayo en el Reino Unido y su fuerza de cara al referéndum de 2017 no disminuirá. Por el otro extremo, Syriza aspira a gobernar en Grecia, y en España Podemos sueña con la idea de que puede ganar, incluso al PP, este próximo año.
Con características diferentes, los movimientos populistas resultan sumamente eficaces en momentos de tanto enfado como confusión. Le Pen, por ejemplo, arrasa con su «Francia para los franceses»; su propuesta para abandonar el euro y el principio de ‘preferencia nacional’, una especie de nuevo arancel a las importaciones para favorecer los productos franceses. Salvando las distancias y sin ánimo de ofensa, Podemos en España o Syriza en Grecia esperan recoger el triunfo de la mano del inmenso cabreo de la ciudadanía con la crisis y con la corrupción, aunque sus soluciones brillen por su ausencia.
La tercera consecuencia de la crisis política es la encrucijada de la izquierda socialdemócrata. Cuando todo el mundo creía que la manifiesta responsabilidad neoliberal en la implosión financiera de 2007/2008 condenaría a la derecha política para muchos años, resulta ser la izquierda socialdemócrata la que no levanta cabeza ante las contradicciones que tiene que asumir para gestionar con los mercados globales las deudas públicas y privadas de sus países, la competencia desleal y el dumping social que nos trae la globalización productiva y las limitaciones que nos impone la gestión monetaria de un Euro germanizado.
No es casual, en consecuencia, que de todo este conglomerado de críticas, decepciones, descontentos, etc., surjan líderes alternativos, movimientos sociales del tipo Barrez-vous! («¡largaos!»), soluciones populistas, opciones electorales para castigar ‘a los de siempre’, o magmas de partidos de muy difícil gestión gubernamental. No es extraño por ejemplo que los jóvenes franceses se inclinen por votar al Frente Nacional para romper con el pasado. Es malo que se equivoquen, pero es peor que tengan razones para hacerlo.
No habrá soluciones fáciles ni rápidas a este estado de cosas. El riesgo más grave surgirá si no sacamos a Europa de la recesión y de la crisis económica, del paro masivo y de la pobreza. Si Europa no sale pronto de esta crisis, los riesgos de la desarticulación y del extremismo políticos se empezarán a parecer demasiado a los de los años treinta del siglo pasado. Junto a las soluciones económicas, los grandes partidos debemos encabezar reformas profundas en el interior de nuestras organizaciones y en las relaciones con la ciudadanía: trasparencia, comunicación personal, consultas y participación, honestidad y ejemplaridad, etc. Lo que urge es recomponer el contrato social de política y ciudadanía. Lo que nos corresponde a quienes creemos en la política, en la democracia y en la izquierda, es devolver a esos ciudadanos críticos la confianza, la utilidad y el interés en nuestras organizaciones, en nuestros líderes y en nuestras soluciones.
Publicado en El Correo, 14/11/2014
Responsabilidad Social Corporativa: ¿Una experiencia frustrada?
Han pasado diez años largos desde que se iniciara en España el debate y la promoción de la Responsabilidad Social de las empresas (RSE). Diez años en los que se han producido multitud de iniciativas, publicaciones, guías, acuerdos, jornadas, prácticas empresariales y un extenso desarrollo mediático, político y social sobre esta renovación conceptual de la empresa, que la relaciona con sus grupos de interés y con sus impactos sociales, laborales y medioambientales. Es hora de hacer balance y de hacerlo abiertamente, abordando la cuestión nuclear: ¿Está sirviendo la RSE para transformar la cultura interna de la empresa, integrando en su gestión una visión amplia de sus impactos y de sus responsabilidades para con la sociedad? ¿O por el contrario y en el fondo, todo está siendo un gigantesco engaño para hacer marketing social y buscar simplemente mejorar la reputación corporativa?
Fui uno de los primeros impulsores de este movimiento en España a principios de la década pasada. Lo hice creyendo que la RSE era una excelente oportunidad de hacer mejores empresas y de aprovechar sus enormes influencias en beneficio de la sociedad. Lo hice convencido de que los nuevos tiempos y la nueva ciudadanía reclamaban empresas con valores sociales y compromisos colectivos como base imprescindible de competitividad y ciudadanía corporativa. Lo hice porque me parecía evidente que las empresas, cada vez más, construyen hábitats de vida, "hacen sociedad", y su influencia en el desarrollo social y en la calidad de nuestra vida crece en la globalización y en la debilidad de los Estados y de los sindicatos. Creía en todo esto, y por eso he trabajado por una RSE integral y honesta, aunque voluntaria y progresiva.
Hoy debo decir que estoy bastante decepcionado. La confusión conceptual entre RSE y acción social es general y, desgraciadamente, no para de crecer; la difusión social de la idea sigue siendo muy baja en la población, y sigue habiendo una formación insuficiente y una baja concienciación en los dirigentes de las empresas. Muchas buenas prácticas de RSE conviven en la misma empresa con vulneraciones flagrantes de legislación laboral o social. Se están haciendo rutinarias las actividades de RSE, hasta el punto de subcontratar la elaboración de las memorias. La implantación de esta cultura empresarial no ha pasado la barrera de las grandes compañías (y no de todas) a la mediana y pequeña empresa. No hay RSE en las Administraciones Públicas, y el discurso político favorable a la empresa sostenible brilla por su ausencia.
La crisis económica ha desnudado a la RSE. En cuanto las exigencias contables se han extremado, se ha visto que la RSE practicada por la mayoría de las compañías se había hecho con una motivación exclusivamente economicista. La voluntariedad ha permitido a las empresas la eliminación de estos esfuerzos en tiempos difíciles. Por otra parte, la falta de conciencia crítica colectiva y la debilidad de las organizaciones cívicas, consumidores, ONG's, etc., y la ausencia de "valores responsables" en las demandas de la sociedad hacia las empresas, están generando un triple efecto que lastra el desarrollo de la RSE:
a) No hay censura pública a los comportamientos irresponsables, y las consecuencias de determinados impactos empresariales no son temibles en términos comerciales.
b) Por el contrario, los esfuerzos de las empresas en políticas de RSE no siempre son premiados, y surge así la duda en las direcciones de las compañías sobre la rentabilidad económica de inversiones costosas, a cambio de intangibles dudosos.
c) La capacidad de análisis y evaluación de las memorias por parte de la sociedad ha ido disminuyendo progresivamente y las entidades sociales (sindicatos, ONG's, etc.) que las hacían están perdiendo interés en ello.
Por último, la crisis está destruyendo el proceso de legitimación social de las empresas. No hay RSE si la sociedad no admite a la empresa como la base sobre la que construir ese nuevo marco de exigencias recíprocas. Desgraciadamente, la crisis está poniendo al descubierto un reparto tan injusto de sus costes y unas imágenes tan antagónicas de sus responsables frente a sus víctimas, que hacen imposible construir reputación corporativa positiva sobre esas bases.
No olvidemos que estamos hablando de "responsabilidad de las empresas", en un país en el que, por ejemplo, son los ciudadanos los que pagan con sus impuestos las deudas generadas por los bancos. Hablar de RSE de los bancos a un preferentista defraudado es como citar la soga en la casa del ahorcado. No olvidemos que a los blindajes exorbitados, a los abanicos salariales disparatados y a las tarjetas black, les han acompañado congelaciones salariales y bajadas generalizadas de los sueldos. Que a la amnistía fiscal y a los "favores fiscales" del Ministerio de Hacienda a las grandes empresas para pagar sólo un 3 o un 5% del impuesto de sociedades, el Gobierno ha acompañado una Reforma Laboral para facilitar y abaratar los despidos. Todo ello con un trasfondo de aumento de la desigualdad e indignación creciente por la corrupción. ¿Es factible en ese contexto hablar de RSE?
Yo no dejaré de hacerlo, a pesar de todo. No despreciaré que gracias a la RSE se han favorecido causas de justicia social pendientes en nuestra agenda: la integración de la discapacidad en el trabajo, el tratamiento de la diversidad étnica y la igualdad de género en el interior de las empresas, los compromisos medioambientales, la transparencia informativa y el perfeccionamiento de los reportes integrados en los informes anuales de la compañía, el respeto de los Derechos Humanos en la cadena de suministro en algunos países... Ha habido avances que no debemos rechazar.
No obstante, hay que revisar los caminos. La voluntariedad debe revisarse en tres niveles importantes:
a) En la información/reporte, haciéndola obligatoria para las empresas de cierto nivel, con arreglo a un estándar universal.
b) En el cumplimiento, por parte de las empresas globalizadas, de un código universal de Derechos Humanos con protección y ejecución judicial en su caso, en todos los países en los que operen (Principios Ruggie).
c) En la formalización ante la OIT de acuerdos sectoriales transnacionales de las compañías globales con más impacto sociolaboral (textil, extractoras de mineral, etc.) sobre condiciones de trabajo de su cadena de suministro en países con bajo desarrollo social.
Serán necesarios mayores y mejores impulsos a la RSE desde las políticas públicas. La promoción pública y privada de la Inversión Socialmente Responsable por ejemplo, será en este campo, un poderoso estímulo a la expansión de la cultura sostenible de las empresas. La defensa de una economía al servicio de la sociedad, de una economía del bien común, acrecienta la cultura de la responsabilidad de las empresas y exige a éstas "leer" el contexto en el que desarrollan su actividad y comprometerse en sus diálogos con la comunidad en la que operan.
Es también el momento de preguntarse si los riesgos siguen preocupando, o mejor, si preocupan lo suficiente. A la vista de lo que viene ocurriendo y de lo que ha destapado la crisis -sobre los comportamientos empresariales o de sus directivos, sobre las evidentes irresponsabilidades en el núcleo mismo del negocio de la actividad financiera y bancaria-, debemos preguntarnos si hay suficiente sanción reputacional a esos fallos y a esos escándalos. Pues bien, ha llegado la hora de reclamar desde la RSE una mayor penalización individual y empresarial a la irresponsabilidad. En este sentido, unificar los observatorios críticos internacionales y dotarles de la garantía y credibilidad será un buen impulso a la RSE.
Queda mucho por hacer en esta larga marcha, sólo recién iniciada, de la RSE. Pero no me cabe duda de que de esta crisis no saldremos con empresas insostenibles, sino con más RSE, con más sostenibilidad en la actividad económica y empresarial. Pero de la de verdad, es decir, aquella que se concibe y se practica con la voluntad de producir un impacto positivo sobre la sociedad, y no sólo como una operación de marketing empresarial más o menos lograda.
Ramón Jáuregui Atondo. Diputado y copresidente de la Asamblea Parlamentaria Euro Latinoamericana
Fui uno de los primeros impulsores de este movimiento en España a principios de la década pasada. Lo hice creyendo que la RSE era una excelente oportunidad de hacer mejores empresas y de aprovechar sus enormes influencias en beneficio de la sociedad. Lo hice convencido de que los nuevos tiempos y la nueva ciudadanía reclamaban empresas con valores sociales y compromisos colectivos como base imprescindible de competitividad y ciudadanía corporativa. Lo hice porque me parecía evidente que las empresas, cada vez más, construyen hábitats de vida, "hacen sociedad", y su influencia en el desarrollo social y en la calidad de nuestra vida crece en la globalización y en la debilidad de los Estados y de los sindicatos. Creía en todo esto, y por eso he trabajado por una RSE integral y honesta, aunque voluntaria y progresiva.
Hoy debo decir que estoy bastante decepcionado. La confusión conceptual entre RSE y acción social es general y, desgraciadamente, no para de crecer; la difusión social de la idea sigue siendo muy baja en la población, y sigue habiendo una formación insuficiente y una baja concienciación en los dirigentes de las empresas. Muchas buenas prácticas de RSE conviven en la misma empresa con vulneraciones flagrantes de legislación laboral o social. Se están haciendo rutinarias las actividades de RSE, hasta el punto de subcontratar la elaboración de las memorias. La implantación de esta cultura empresarial no ha pasado la barrera de las grandes compañías (y no de todas) a la mediana y pequeña empresa. No hay RSE en las Administraciones Públicas, y el discurso político favorable a la empresa sostenible brilla por su ausencia.
La crisis económica ha desnudado a la RSE. En cuanto las exigencias contables se han extremado, se ha visto que la RSE practicada por la mayoría de las compañías se había hecho con una motivación exclusivamente economicista. La voluntariedad ha permitido a las empresas la eliminación de estos esfuerzos en tiempos difíciles. Por otra parte, la falta de conciencia crítica colectiva y la debilidad de las organizaciones cívicas, consumidores, ONG's, etc., y la ausencia de "valores responsables" en las demandas de la sociedad hacia las empresas, están generando un triple efecto que lastra el desarrollo de la RSE:
a) No hay censura pública a los comportamientos irresponsables, y las consecuencias de determinados impactos empresariales no son temibles en términos comerciales.
b) Por el contrario, los esfuerzos de las empresas en políticas de RSE no siempre son premiados, y surge así la duda en las direcciones de las compañías sobre la rentabilidad económica de inversiones costosas, a cambio de intangibles dudosos.
c) La capacidad de análisis y evaluación de las memorias por parte de la sociedad ha ido disminuyendo progresivamente y las entidades sociales (sindicatos, ONG's, etc.) que las hacían están perdiendo interés en ello.
Por último, la crisis está destruyendo el proceso de legitimación social de las empresas. No hay RSE si la sociedad no admite a la empresa como la base sobre la que construir ese nuevo marco de exigencias recíprocas. Desgraciadamente, la crisis está poniendo al descubierto un reparto tan injusto de sus costes y unas imágenes tan antagónicas de sus responsables frente a sus víctimas, que hacen imposible construir reputación corporativa positiva sobre esas bases.
No olvidemos que estamos hablando de "responsabilidad de las empresas", en un país en el que, por ejemplo, son los ciudadanos los que pagan con sus impuestos las deudas generadas por los bancos. Hablar de RSE de los bancos a un preferentista defraudado es como citar la soga en la casa del ahorcado. No olvidemos que a los blindajes exorbitados, a los abanicos salariales disparatados y a las tarjetas black, les han acompañado congelaciones salariales y bajadas generalizadas de los sueldos. Que a la amnistía fiscal y a los "favores fiscales" del Ministerio de Hacienda a las grandes empresas para pagar sólo un 3 o un 5% del impuesto de sociedades, el Gobierno ha acompañado una Reforma Laboral para facilitar y abaratar los despidos. Todo ello con un trasfondo de aumento de la desigualdad e indignación creciente por la corrupción. ¿Es factible en ese contexto hablar de RSE?
Yo no dejaré de hacerlo, a pesar de todo. No despreciaré que gracias a la RSE se han favorecido causas de justicia social pendientes en nuestra agenda: la integración de la discapacidad en el trabajo, el tratamiento de la diversidad étnica y la igualdad de género en el interior de las empresas, los compromisos medioambientales, la transparencia informativa y el perfeccionamiento de los reportes integrados en los informes anuales de la compañía, el respeto de los Derechos Humanos en la cadena de suministro en algunos países... Ha habido avances que no debemos rechazar.
No obstante, hay que revisar los caminos. La voluntariedad debe revisarse en tres niveles importantes:
a) En la información/reporte, haciéndola obligatoria para las empresas de cierto nivel, con arreglo a un estándar universal.
b) En el cumplimiento, por parte de las empresas globalizadas, de un código universal de Derechos Humanos con protección y ejecución judicial en su caso, en todos los países en los que operen (Principios Ruggie).
c) En la formalización ante la OIT de acuerdos sectoriales transnacionales de las compañías globales con más impacto sociolaboral (textil, extractoras de mineral, etc.) sobre condiciones de trabajo de su cadena de suministro en países con bajo desarrollo social.
Serán necesarios mayores y mejores impulsos a la RSE desde las políticas públicas. La promoción pública y privada de la Inversión Socialmente Responsable por ejemplo, será en este campo, un poderoso estímulo a la expansión de la cultura sostenible de las empresas. La defensa de una economía al servicio de la sociedad, de una economía del bien común, acrecienta la cultura de la responsabilidad de las empresas y exige a éstas "leer" el contexto en el que desarrollan su actividad y comprometerse en sus diálogos con la comunidad en la que operan.
Es también el momento de preguntarse si los riesgos siguen preocupando, o mejor, si preocupan lo suficiente. A la vista de lo que viene ocurriendo y de lo que ha destapado la crisis -sobre los comportamientos empresariales o de sus directivos, sobre las evidentes irresponsabilidades en el núcleo mismo del negocio de la actividad financiera y bancaria-, debemos preguntarnos si hay suficiente sanción reputacional a esos fallos y a esos escándalos. Pues bien, ha llegado la hora de reclamar desde la RSE una mayor penalización individual y empresarial a la irresponsabilidad. En este sentido, unificar los observatorios críticos internacionales y dotarles de la garantía y credibilidad será un buen impulso a la RSE.
Queda mucho por hacer en esta larga marcha, sólo recién iniciada, de la RSE. Pero no me cabe duda de que de esta crisis no saldremos con empresas insostenibles, sino con más RSE, con más sostenibilidad en la actividad económica y empresarial. Pero de la de verdad, es decir, aquella que se concibe y se practica con la voluntad de producir un impacto positivo sobre la sociedad, y no sólo como una operación de marketing empresarial más o menos lograda.
Ramón Jáuregui Atondo. Diputado y copresidente de la Asamblea Parlamentaria Euro Latinoamericana
Publicado en El País, 14/11/2014
13 de noviembre de 2014
Blind date (EBU) en el Parlamento Europeo.
Con motivo del 30 aniversario de la Unión Europea de Ciegos, se han celebrado durante los días 11 y 12 de noviembre unos eventos donde los parlamentarios europeos han podido experimentar, de primera mano, las barreras de acceso a la información a las que habitualmente se enfrentan las personas ciegas o con discapacidad visual.
Se ha contado con la instalación de un stand que la Unión Europea de Ciegos (EBU) ubicó en la ‘zona de distribución’ del Parlamento Europeo, para que los Europarlamentarios, muchos de ellos nuevos, pudieran conocer de cerca todos los temas que afectan a las personas con discapacidad visual en Europa.
Según datos manejados por la Unión Europea de Ciegos, 30 millones de europeos no pueden acceder a los productos de uso diario, servicios e información (incluyendo páginas web y aplicaciones). La tecnología puede hacer casi todo accesible pero no está siendo construida ni aplicada en el diseño de productos y servicios.
Por ello, la EBU recuerda que las personas ciegas pagan más por los teléfonos inteligentes con tecnología de texto a voz; un 90% de los sitios web no están diseñados para ser utilizados con conversión de texto a voz de software de lectura de pantalla; y se diseñan guías de TV de programación electrónica en pantalla que no hablan.
La Unión Europea de Ciegos es una plataforma de acción colectiva con una amplia red de organizaciones que agrupa a una gran cantidad de conocimientos relacionados con la discapacidad visual y sus implicaciones en la vida diaria de millones de personas con pérdida de visión. Es la voz de las personas ciegas y deficientes visuales en Europa.
Fuentes de información: ONCE Y EBU
12 de noviembre de 2014
6 de noviembre de 2014
23 de octubre de 2014
Intervención Parlamento Europeo. 23/10/2014
Desaparición de 43 estudiantes de Magisterio en México.
El Parlamento Europeo condenó hoy de forma rotunda las "inaceptables desapariciones forzosas y crímenes en Iguala" y pidió a las autoridades mexicanas que "actúen de forma rápida, transparente e imparcial" para arrestar y llevar ante la justicia a los responsables.
17 de octubre de 2014
Reunión en la Eurocámara con representantes de las Cámaras de Comercio españolas.
Nota de prensa, Jueves 16 Octubre 2014.
Los eurodiputados socialistas españoles se han reunido en el Parlamento Europeo con más de medio centenar de empresarios, representantes de las Cámaras de Comercio españolas. En el encuentro, los miembros de la Delegación socialista se han reafirmado en su compromiso por acabar con la devaluación salarial, favorecer la demanda interna y mantener el modelo social europeo.
La presidenta de los socialistas españoles en la Eurocámara, Iratxe García, ha destacado el papel de las empresas españolas como "activadoras" de la economía, tanto en nuestro país como en Europa. "Son un elemento clave para que la tan deseada creación de empleo pueda ser una realidad", ha destacado.
A este respecto, el secretario general de la Delegación Socialista, Sergio Gutiérrez, ha recordado la propuesta de los socialistas a la nueva Comisión Europea sobre una estrategia integral para las pequeñas y medianas empresas, que tenga en cuenta su realidad además de todas y cada una de sus peculiaridades, "para que, de manera transversal, se superen todas las trabas ahora existentes y se creen marcos favorables que favorezcan el crecimiento". "Hay una política europea que beneficia la economía pero que se queda coja a la hora de facilitar la expansión de las pequeñas y medianas empresas", ha explicado Gutiérrez.
En opinión de los socialistas, es el ámbito de la financiación, la internacionalización, la política energética, el mercado digital o la prestación de servicios donde se identifican los mayores desafíos. "Apostamos por una política comercial ambiciosa con acuerdos con terceros países que respeten los derechos sociales, los intereses de nuestras empresas y las cláusulas medioambientales", ha defendido Gutiérrez.
En lo que se refiere a la financiación, Gutiérrez ha calificado de "intolerable" que "después de más de 44.000 millones de euros invertidos en el rescate de los bancos españoles el crédito siga sin llegar a empresas y familias. "En la UE hay muchos mecanismos pero lo poco que se desarrolla no llega a las pymes.
De acuerdo con los socialistas, es fundamental el desarrollo de un verdadero instrumento de internacionalización europeo de empresas que incorpore de manera real y eficaz a las pymes que fomente la asociación "para que las pymes puedan competir de manera eficaz en el exterior".
En lo que se refiere a la política energética, Iratxe García ha apostado una norma europea sobre las renovables. "Vamos a reclamar que el cumplimiento de los objetivos en materia de sostenibilidad y desarrollo de renovables venga acompañado de normas que aseguren la inversión de las pequeñas sociedades, empresas y familias que deciden apostar por la energía verde", ha declarado la eurodiputada. "Es necesaria una legislación europea para evitar que ocurra lo que ha sucedido en España, donde el giro en la política del gobierno ha castigado a cientos de empresas y familias que hicieron una inversión en favor de los objetivos que marca Europa y que el gobierno del PP, decidió dejar de lado".
Otro de los retos y elemento clave para el futuro de las pymes es el desarrollo de un verdadero Mercado Único Digital, "que pasa necesariamente por la universalización de la banda ancha y el 4G, la formación a empresas y la recuperación de la confianza de los consumidores.
En lo que se refiere, a la prestación de servicios y la contratación pública transfronteriza, Gutiérrez ha asegurado que trabajarán por "acabar con las trabas administrativas que hacen que para nuestras empresas sea en ocasiones más fácil expandirse en terceros países que dentro de Europa", en una clara apuesta por un mercado único que asegure la igualdad de oportunidades.
Fuente: Socialistas Españoles en el Parlamento Europeo
Fuente: Socialistas Españoles en el Parlamento Europeo
5 de octubre de 2014
Reunión en el Parlamento Andino (EUROLAT)
Los Parlamentarios Andinos se reunieron este jueves 2 de octubre con el Eurodiputado Ramón Jauregui, Co-presidente de la Asamblea Parlamentaria EuroLatinoamericana (EUROLAT) en la ciudad de Ibarra (Ecuador), durante las Sesiones Plenarias del XLV periodo Ordinario del organismo legislativo regional.
El encuentro tuvo como propósito socializar la Decisión 1325 sobre 'las Comisiones Parlamentarias Mixtas y las Relaciones Comunidad Andina (CAN) – Unión Europea (UE)’, así como la Decisión 1331 'Mediante la cual se solicita al Parlamento Europeo que elimine la obligación de exigir visa de turismo o de estancia de corta duración a los ciudadanos de Ecuador y Bolivia, para el ingreso a los Estados del espacio Schengen de la Unión Europea, las cuales fueron aprobadas por el Parlamento Andino.
“Sabemos la importancia de eliminación de la Visa para el ingreso al espacio Schengen en las relaciones entre Europa y América Latina, por eso evaluaremos las Decisiones aprobadas por el Parlamento Andino”, afirmó el Co-presidente del Parlamento Europeo quien, además, expresó a los Parlamentarios Andinos de Colombia su apoyo al Proceso de Paz que adelanta el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos con la guerrilla de las Farc.
Fuente: Parlamento Andino
23 de septiembre de 2014
22 de septiembre de 2014
18 de septiembre de 2014
"Es necesario un código de conducta para las empresas europeas"
DW: De la legislatura (2009-2010) que terminó en julio de este año, salieron varias resoluciones interesantes con respecto a feminicidios, materias primas, corrupción, responsabilidad social. Este tema es especialmente importante ahora que el leitmotiventre la UE y América Latina intensifica la presencia de inversiones y empresas europeas. Y cuando se detectan muchos conflictos por materias primas y grandes proyectos de infraestructura. ¿Qué puede hacer concretamente esta asamblea para que la responsabilidad social salga del papel y sea algo tangible?
Jáuregui: Podemos desarrollar la idea y tratar de establecer un código de conducta de las empresas europeas en América Latina, por ejemplo. La idea de la responsabilidad social empresarial es una idea reciente, sólo lleva diez o doce años. Pero en un mundo globalizado que externaliza la producción a todos los rincones del planeta, extender una ley universal de comportamiento con el medio ambiente y sobre todo con las personas es fundamental.
Pienso que Europa tiene ese plus, ese valor añadido de que en nuestra cultura democrática, las empresas o son socialmente responsables o no deben de serlo. Creo que queda mucho camino por recorrer, ciertamente. A mí me gustaría que una de las señas de identidad, precisamente, del comportamiento de las empresas europeas en América Latina –y hay muchas- sea precisamente tener una responsabilidad social que nos pemita ser aceptadas por la población de América Latina como corresponsables con sus países.
Los códigos de conducta existen, sin embargo, la diferencia está en que sean vinculantes... ¿Cree usted que al final de esta legislatura logremos decir que hemos avanzado en la creación de una herramienta que permita, al intensificar las relaciones económicas, aportar al bienestar de la gente en América Latina y en Europa?
Yo me voy a dedicar a eso. En España, modestamente, soy uno de los promotores de la idea de responsabilidad social. Me gustaría que el círculo de conexión que tenemos –cultural, histórico entre europeos y latinoamericanos- se cierre precisamente en el ámbito de calidad laboral y ambiental.
Usted pregunta, con razón, si no debiéramos dar el salto a que la responsabilidad social sea obligatoria por la ley. No lo haremos fácilmente porque la responsabilidad social más que una norma es una cultura, una conducta colectiva transversal horizontal. Y no puede estar plasmada en una sola ley. Pero sí soy partidario de que algunas leyes vayan obligando por ejemplo en el ejercicio de la información de las empresas a ser mucho más transparentes.
Pienso que se seguirá avanzando –según la idea del Informe Reggi de Naciones Unidas- en la obligatoriedad y el establecimiento de la denuncia a las empresas dentro de su propio país ante los tribunales de su propio país por comportamientos vulneradores de derechos humanos, en materia medioambiental y sobre todo en materia de derechos laborales, a la sindicación, a la negociación colectiva, a los mínimos laborales. Yo me empeñaré en que la responsabilidad social de las empresas sea uno de los temas centrales de estos cinco años de cooperación.
Otro tema, el acuerdo que se prepara entre la UE y Estados Unidos, ¿tendría repercusiones negativas para los países de América Latina que tienen acuerdos con Europa?
No lo creo. Si llega a buen puerto el acuerdo comercial entre Estados Unidos y la UE no creo que perjudique. Sé que hay miedo en América Latina a que este acuerdo pueda perjudicar otros que de libre comercio tiene Estados Unidos, por ejemplo, con México. Porque puede ser una competencia. Pero creo que estamos ya en un mundo que compite y que por el contrario los beneficios de un mercado único abierto en Europa con los Estados Unidos puede favorecer los acuerdos que en América Latina se tiene con los Estados Unidos.
Se ha logrado un acuerdos con América Central, con Colombia, Perú, Ecuador. Se espera avances con Mercosur. En el brillante mapa de las actuales relaciones UE-América Latina, Christian Leffler, el director general para las relaciones con las Américas, habló de que quedan algún puntos oscuros: Venezuela, Cuba. Y Bolivia, cuya ley del trabajo infantil estuvo a debate esta semana en el pleno del Parlamento en Estrasburgo. ¿Cómo lo ve usted?
Creo que debemos ser respetuosos con esos países. Dije en mi intervención a propósito de la ley de los niños trabajadores en Bolivia que los países latinoamericanos no aceptan lecciones democráticas de los europeos y por tanto tenemos que ser muy respetuosos de lo que son las decisiones políticas de esos países. A mí me pueden gustar más unos u otros, pero igual pienso que tenemos que ayudar. Por ejemplo en ese terreno, la recuperación de un acuerdo con Cuba me parece de especial significación. Que hayamos empezado a negociar con Cuba un acuerdo después de más 15 años de posición común europea de no tratar con Cuba nada, me parece un logro.
En ese terreno me parece bueno que seamos respetuosos y que no tratemos ideológicamente a nuestros adversarios trasladando una dialéctica derecha izquierda en Europa, a los gobiernos latinoamericanos. Porque eso destruirá un marco de relación, si la derecha europea toma como referente para la crítica a Venezuela o a Cuba, y al revés si desde la izquierda europea tomamos a Chile o a Colombia como países de otro signo ideológico estaremos introduciendo en un marco de relaciones que debe estar guiado por el respeto, un debate ideológico que no nos va a ayudar.
* Político español del País Vasco, ingeniero y abogado. Fue ministro de la presidencia de España (2010-2011), vicelehendakari del gobierno vasco (1987-1991), eurodiputado entre 2009 y 2010, cuando participó en la delegación para las relaciones UE-México. Actualmente, presidente de la Asamblea Eurolat y miembro de la delegación para las relaciones con los países andinos.
Publicado en DW
Autor Mirra Banchón (EL)
Intervención Sesión Plenaria 18/09/2014 Estrasburgo
Informe anual de la UE sobre los derechos humanos y la democracia en el mundo.
16 de septiembre de 2014
Partido de país
El congreso que celebra el socialismo vasco los próximos 20 y 21 de septiembre no tiene como principal objetivo formalizar la sustitución de Patxi López por Idoia Mendia, por importante y significativo que sea –y lo es– que por primera vez una mujer dirija la centenaria organización obrera del país. Más allá del simbolismo del cambio y de la potencialidad que desarrolle la nueva líder, el socialismo vasco debate su estrategia y su futuro en un escenario difícil.
Soy de los que creen que el Gobierno de Patxi López no tuvo el respaldo electoral que merecieron sus muy notables logros. El fin de ETA por sí solo, ya mereció mejor premio a un protagonismo incuestionable de los principales dirigentes de aquel Gobierno. Pero junto a él, la gestión sanitaria de Osakidetza, la apuesta modernizadora de la escuela y la universidad vascas, el fuerte impulso a las infraestructuras de la alta velocidad, la política industrial, etc. acreditaron una gestión solvente y eficaz de la cosa pública, en un país en el que la mitología nacionalista había establecido el principio de que sólo el PNV podía gobernar Euskadi. El primer Gobierno vasco del PSE-EE fue un buen gobierno y sus consejeros mostraron un dignísimo proceder y un excelente nivel.
Pero, como en otros momentos de nuestra historia, el efecto PSOE nos dejó en 2012 en una cuota electoral baja (16 diputados), muy alejados de las opciones de gobierno. Tampoco las municipales de 2011 nos fueron bien. Por primera vez en mucho tiempo, los socialistas vascos estamos fuera del Gobierno en las tres capitales, en las tres diputaciones y en el Gobierno vasco.
Las expectativas sociológico-electorales son adversas. La socialdemocracia que representamos sufre una larga crisis de adaptación a las limitaciones y contradicciones que nos imponen la globalización económica, los mercados financieros y la superación del Estado-nación como espacio posible de la redistribución social. En España, a su vez, los efectos de la crisis han ido produciendo una desafección creciente con la política y un enfado general con los partidos de gobierno, más acusado en el descontento de los votantes de la izquierda. En ese contexto fluido e incierto irrumpen nuevas fuerzas políticas y populismos de todo signo, mientras el panorama de las encuestas hace tambalear nuestros suelos.
Son tiempos difíciles para un partido que, sin embargo, sigue teniendo funciones claras en el futuro del País Vasco. Misiones que pocos pueden hacer o que nadie puede hacer mejor. Por ejemplo, ninguna otra fuerza política puede liderar la defensa del modelo autonómico y constitucional con el mismo énfasis y convicción. Nadie mejor que el PSEEE para garantizar una convivencia basada en la igualdad de derechos, libertades y obligaciones de la ciudadanía vasca, que es esencialmente plural, más allá de sentimientos identitarios o de singularidades culturales. El PSE-EE ha sido por todo esto una fuerza clave del statu quo político actual de Euskadi. Por cierto, nunca tuvimos tanto autogobierno ni disfrutamos de una condición económica tan ventajosa como la que hemos alcanzado con el concierto y con el actual cupo.
Hemos sido claves en todos los momentos históricos de la Euskadi actual, y me atrevo a decir que sólo el PSE-EE puede asegurar que no haya saltos al vacío, aventuras raras o fugas independentistas por parte del nacionalismo vasco. En caso de plantearse una opción de esa naturaleza, el PSE rompería los acuerdos básicos, para evitar la consumación de una fractura territorial y social que abocaría a Euskadi al desastre.
La historia democrática de Euskadi no se puede explicar sin el papel de rótula y de equilibrio desempeñado por el socialismo vasco, que ha sido un pilar básico en la defensa de las instituciones básicas de nuestra convivencia; Estatuto, Concierto, lengua, autogobierno, cultura han ido unidos en nuestros pactos con el PNV desde hace más de treinta años, con modernidad, industria, infraestructuras, empleo y bienestar. Siempre hemos sido un partido de país y para el país. Clave en su convivencia, respetuosos de sus instituciones, fundamentales en las coaliciones de gobierno, generosos en pactos para la gobernación en momentos difíciles, como ahora mismo.
La defensa del modelo social de bienestar es otra de nuestras marcas distintivas. La defensa de una fiscalidad progresiva, de un empleo de calidad, de unos servicios sociales dignos y de una educación y sanidad excelentes nos han caracterizado en todos los puestos, en todos los ayuntamientos y en todos los gobiernos, especialmente en el de Patxi López.
El congreso no cuestionará el acuerdo presupuestario con el Gobierno Urkullu, pero me atrevo a pronosticar que endurecerá sus exigencias de cumplimiento de los compromisos que el PNV se resiste a implementar. Especialmente en materia de empleo y en la exigencia de una fiscalidad progresiva. Bien haría el PNV en tomarse más en serio estos acuerdos si quiere ver renovada la mayoría para el presupuesto de 2015. Y bien harán Urkullu y Ortuzar en tratar a Idoia Mendia con la consideración que corresponde a un socio preferente. De lo contrario habrá sorpresas.
¿Qué harán los socialistas en todo caso a lo largo de este congreso? Lo primero, renovarse a fondo. Con Idoia viene otro equipo, me atrevo a decir que otra generación y otros referentes. Otra mujer dirigiendo el socialismo alavés y un cambio profundo también en Bizkaia. Renovar equipos, cargarse de nuevos proyectos e ilusiones, modernizar la base ideológica junto al PSOE de Pedro Sánchez, abrirse a estos nuevos tiempos de redes sociales, de más transparencia, de regeneración política y ética, de renovación de la democracia y relegitimación de la política.
Los retos no son fáciles. Lo único seguro es que en tiempos tan dinámicos, tan fluidos, en momentos de múltiples crisis que cambian los escenarios sociopolíticos abruptamente, el PSE-EE tiene mucho que decir y que ofrecer a esta Euskadi incierta y preocupada que es hoy nuestro país.
Publicado en El Correo, 16/09/2014
15 de septiembre de 2014
Intervención Sesión Plenaria 15/09/2014. Estrasburgo.
SPG+ (Sistema de Preferencias Generalizadas) y cumplimiento del Convenio sobre la edad mínima: el caso de Bolivia
25 de julio de 2014
Señor Juncker: queremos otra Europa.
La Unión Europea se está muriendo”, escribió el politólogo norteamericano Charles Kupchan en 2010, en el arranque de la crisis del euro. “No una muerte súbita, sino una tan lenta y constante que un día nos daremos cuenta de que la integración europea dada por hecha durante el último medio siglo ya no es”. Cuatro años después, tras las últimas elecciones, el diagnóstico de Kupchan es más creíble. Y no hacía falta esperar al resultado para saber que la crisis es más político-institucional que económica. Fue la opción política deliberada de responder a la crisis financiera con un enfoque nacional y no europeo —la fatal decisión de Angela Merkel de imponer rescates nacionales a la banca y al sector automovilístico en 2009— la que abrió las grietas de la división nacional, principal hándicap que nos impide salir del agujero. Consecuencia: un conjunto de políticas erróneas —austeridad indiscriminada para todos, un Banco Central maniatado— que han precipitado a Europa en su mayor crisis en 60 años. Resultado: deslegitimación de las instituciones europeas y desprestigio de la idea de Europa. Con un efecto político perverso: dejar inermes, ante una ciudadanía perpleja y enfadada, también a las democracias nacionales, que han visto cómo sus Parlamentos y sus votos no cuentan.
La experiencia europea demuestra que el “keynesianismo en un solo país” no es posible. La política de gestión de la demanda no es viable en el marco de una economía abierta pequeña o mediana que no controla la política monetaria. ¿Puede, en cambio, la zona euro —350 millones de ciudadanos con la segunda moneda de reserva del mundo, y un comercio interno muy superior al exterior— aplicar políticas de estímulo monetario y fiscal? Por supuesto que sí. Pero hay que reformar reglas e instituciones, y reconciliar intereses económicos de unos y otros. Lo que requiere un gran cambio político e institucional. De lo contrario, estamos abocados, primero, alsíndrome japonés: década de crecimiento anémico; y después, con muy poco desfase, al síndrome de Weimar: descomposición política.
En este panorama, la elección de Juncker como presidente de la Comisión por el Parlamento Europeo es un modesto signo de esperanza. Viejo zorro en el bosque institucional europeo, Juncker ha ofrecido un programa posibilista de moderada ambición: 300.000 millones de euros para redes transeuropeas (energía, transporte, telecos) e I+D, apuntando a la reindustrialización del continente (del 16% al 20% del PIB); completar el mercado único en servicios, y un mercado único digital en telecomunicaciones e Internet, sin fronteras técnicas y regulatorias; una impostergable unión energética; y, crucialmente, una modesta capacidad fiscal europea. Es un programa serio, prudente, enfocado al corto y medio plazo (dos o tres años). Pero excesivamente técnico: una serie de proyectos complejos, difíciles e importantes no suman una visión de futuro para Europa. Falta ambición política: la unión fiscal y la unión política ni siquiera se mencionan. Quizá, recién estrenado, Juncker no pueda hacer otra cosa.
Sin embargo, la Unión necesita generar recursos propios (una capacidad fiscal / impositiva común) para un presupuesto con peso específico como para ser anticíclico: estimular la economía a escala europea, reducir el desempleo y reequilibrar los choques asimétricos (cuando la crisis afecta a unos más que a otros).
Un impuesto europeo (un 2%-3% del IRPF pagado a las arcas europeas), tasas a las transacciones financieras y sobre las emisiones de carbono, o las tarifas arancelarias, nutrirían un Tesoro europeo. Tendría, además, valor simbólico y político: forzaría el interés popular por la representación (europea). ¿Para qué objetivos? Una Europa del 5% del PIB, frente al raquítico presupuesto actual del 1%. Una Europa federal dotada de un centro de gravedad económico y político con capacidad para redistribuir y reequilibrar. No es un sistema de transferencias fiscales que genere dependencia. Es invertir en el futuro común europeo, para generar las condiciones básicas que aceleren la convergencia en productividad, competitividad y renta. La unión monetaria no aguantará sin una unión fiscal. Esta no puede ser entendida a la alemana, solo como conjunto de reglas (límites de déficit y deuda) para países aún muy desiguales. Sin instituciones y capacidades comunes que ayuden a igualar las condiciones de partida, la convergencia no será.
Eventualmente, si queremos recuperar la confianza popular, tendremos que converger también en políticas sociales y laborales. La unión social tiene que complementar la unión económica y monetaria: hay que armonizar los mercados de trabajo, hay que modernizar y actualizar el derecho del trabajo en un gran pacto social que garantice derechos mínimos de los trabajadores europeos y la flexibilidad necesaria para la competitividad de las empresas. Si pretendemos fomentar la movilidad laboral intra-europea seamos consecuentes: creemos una Agencia Europea de Empleo que la facilite, casando oferta y demanda, ayudando con la vivienda y la adaptación cultural, con cursos de idiomas, formación, etcétera. La consecuencia natural de esta movilidad será un subsidio de desempleo europeo. Un incipiente mercado laboral europeo (objetivo en 10 años: 10% de trabajadores no nacionales de origen comunitario) necesitará un sistema europeo de protección social y pensiones, que no dependa exclusivamente de los Estados.
Lograrlo precisa un salto político: la unión política. ¿Qué elementos tendría? 1.Una circunscripción electoral paneuropea con listas transnacionales —junto a las estatales— cuya cabeza de lista sea el candidato de cada familia política a presidir la Comisión Europea. 2. Un Parlamento Europeo con iniciativa legislativa (hoy solo en la Comisión). 3. Una estrategia global común: diplomacia, defensa, relaciones económicas, ayuda al desarrollo. El Servicio Exterior Europeo asumiría la representación única de la UE en las instituciones internacionales; y gestaríamos unas Fuerzas Armada europeas, con industrias de defensa integradas. Las crisis geopolíticas y la constancia de nuestra impotencia nos lo impondrán. 4. Una Comisión Europea más reducida (superando el absurdo del “comisario por país”) y un proceso de decisión más ágil y más comunitario.
Todo esto exigiría lanzar un nuevo proceso constituyente en el que podamos participar todos los europeos: una Convención de instituciones comunitarias, Gobiernos y Parlamentos nacionales. Somos conscientes de la complejidad y los riesgos de un proceso así, cuando el euroescepticismo y el antieuropeísmo están al alza. Pero los partidarios de Europa no podemos estar a la defensiva: tenemos que ser atrevidos, convencidos de la superioridad práctica y moral de nuestras ideas. Las ideas grandes son las semillas del futuro. El sentido de una “Europa del 5%” es crear ciudadanos europeos, con obligaciones fiscales y derechos políticos y sociales europeos. Algunos aducen que no existen “ciudadanos europeos”, sino solo nacionales, y que no hay apoyo popular para una Europa federal. Pero las grandes naciones europeas no preexistieron a los Estados: fueron creadas, en gran medida, por ellos. Igualmente, el demos europeo, no puede preexistir a una verdadera estructura federal europea: será generado por ella en su proceso de construcción. Los ciudadanos españoles, alemanes, italianos, etcétera, se sentirán plenamente europeos cuando paguen algunos de sus impuestos a Europa, reciban inversiones y servicios de Europa, tengan apoyos consulares europeos al viajar fuera, vean a un Ejército europeo defender la paz, y puedan trabajar fácilmente en cualquier parte de la Unión con los mismos derechos laborales y protección social. Con estas premisas, votarán masivamente en elecciones europeas cuando sepan que eligen un verdadero Ejecutivo europeo, plenamente legitimado.
Este ambicioso proyecto de Europa necesita partidos europeos. No una agregación difusa y contradictoria de partidos nacionales. Eso no sirve. Necesitamos estructuras orgánicas y políticas sectoriales europeas. Necesitamos unidad y autonomía política de los grupos parlamentarios europeos primando la disciplina del voto supranacional, sobre las posiciones partidarias nacionales.
Paradójicamente, fue el británico Winston Churchill, conocedor del poder del lenguaje y de las grandes ideas, quien lo esbozó: “Hay un remedio que, si fuera adoptado general y espontáneamente, transformaría, como por un milagro, toda la escena. (…) ¿Y cuál es este remedio? (…) Debemos construir una suerte de Estados Unidos de Europa. (…) El proceso es simple: todo lo que hace falta es la resolución de cientos de millones de hombres y mujeres para hacer lo correcto en lugar de lo incorrecto” (La tragedia de Europa, 1946). Movilizar a los europeístas aletargados, dispersos y desmoralizados —a millones de votantes carentes de referente— y frenar la marea nacionalista exige esbozar el gran diseño institucional y político que encarne esa idea: la unión política de una Europa federal. La Europa del 5%. Menos que eso no evitará que la profecía de Kupchan se cumpla.
Publicado en El País, 25/07/2014, por Ramón Jáuregui, eurodiputado socialista, conjuntamente con Javier de la Puerta, profesor de Política Internacional de la UIMP.
23 de julio de 2014
15 de julio de 2014
Paradojas europeas.
· El asamblearismo, la democracia directa y el populismo pueden acabar coincidiendo en los extremos ideológicos del abanico.
De vuelta a Estrasburgo, casi nada ha cambiado. La ciudad, bellísima, acoge a la familia europea los primeros días de julio con un sol sorprendente en su corto verano. En ese clima raro de su multietnicidad, Francia celebra su victoria sobre Nigeria en la Copa del Mundo, mientras su extensa población argelina llora su eliminación frente a Alemania.
La líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, quiere eliminar la doble nacionalidad de los argelinos, como si eso fuera a privar a esa parte de su población de sus sentimientos identitarios y el alcalde de Niza, de la Union pour un mouvement populaire (UMP), Christian Estrosi, empujado por el Frente Nacional, quiere prohibir el uso de la bandera extranjera en el centro de la villa.
El comienzo de las sesiones del nuevo Parlamento europeo ofrece imágenes con enorme fuerza simbólica. Cuando una pequeña orquesta interpreta el himno de Europa y todos los diputados nos ponemos de pie y escuchamos con una ligera emoción la sinfonía que nos identifica, Nigel Farage, líder de UKIP, en las primeras filas de los escaños pegados a los músicos y al resto de los líderes europeos de las demás familias políticas, se da ostensiblemente la vuelta y se pone de espaldas a la orquesta mirando a los escaños de la filas superiores. Todos sus compañeros de grupo (hasta un total de 48 miembros, procedentes del Reino Unido y de Italia, principalmente) hacen lo mismo. El gesto, maleducado y grosero, simboliza su ‘no’ a Europa. ¿Por qué están allí?, me preguntó. ¿Para qué?
Comienzan los debates. El presidente del Consejo europeo, Van Rompuy, presenta a la Cámara las conclusiones de la cumbre de los pasados 26 y 27 de junio en la que, por fin, el Consejo ha respetado el acuerdo democrático electoral de presentar al Parlamento como candidato a presidente a quien encabezaba la lista electoral más votada.
El debate ofrece otra imagen extraña. Los tres portavoces (de entre los siete grupos parlamentarios) más agresivos contra las propuestas y las conclusiones del Consejo son los antieuropeos. De nuevo Farage, en representación de su grupo, Europa de la Libertad y de la Democracia, el Sr. Kammal, que representa al Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, y la señora Le Pen, que encabeza a los no inscritos pero que despotrica contra Europa en defensa de sus posiciones ultranacionalistas. La dialéctica final de ese debate está marcada por el eje Europa-No Europa. Veníamos de una campaña electoral marcada por las coordenadas ideológicas de la política económica frente a la crisis, austeridad o expansión, empleo e inversiones, Banco Central y política monetaria, etc. De pronto, nos damos de bruces con un parlamento que nos plantea una cuestión mucho más primaria: el ser de Europa, ¿qué Europa?
Aparece Renzi. El flamante primer ministro italiano, señalado como la esperanza renovada de la izquierda europea, presenta su programa para la presidencia europea del semestre. Es un orador brillante. Atrevido, rompedor, seguro. Hace un discurso europeísta, ilustrado, emocionante y progresista. Comienza el debate y de nuevo las imágenes y los discursos nos dibujan la Europa extraña y difícil que tenemos delante.
El jefe de filas de los populares, un alemán de Baviera, ortodoxo de la austeridad y devoto del liberalismo económico, lanza un durísimo alegato contra la deuda pública, las políticas de flexibilidad en el Pacto de Estabilidad y contra las inversiones públicas para estimular el consumo. Una vez más, el combate ideológico a favor de una política económica distinta choca con esa línea divisoria, más geográfica que ideológica, que divide a Europa desde hace unos años entre el Norte y el Sur, creando espacios suprapartidarios en función de intereses nacionales. Hay derechas griegas, italianas o españolas de acuerdo con Renzi y socialistas finlandeses o daneses favorables a que el Sur siga ajustando su cinturón para reducir sus enormes deudas públicas.
Renzi contesta a Webber pero éste ha abandonado su escaño. Es verdad que durante los debates todos aprovechamos para hacer más cosas. Reuniones, charlas, teléfono y lecturas se simultanean obligatoriamente en los cuatro días que duran los plenos. Pero ausentarse después de intervenir y criticar tan duramente es inadmisible. Renzi recuerda a Webber que la única vez que la Unión Europea incumplió el Pacto de Estabilidad para admitir la vulneración del déficit público de un país fue en 2003. Y ese país fue… Alemania. Webber touché.
Paradojas europeas. Un diputado italiano llamado Corrao, del Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo, interviene duramente contra Renzi. Pertenece al grupo de Nigel Farage, es decir, el antieuropeísmo militante. Muestra su preocupación por el Acuerdo de libre Comercio UE-EE UU, y asegura que si se firma ese acuerdo el queso italiano se acabará haciendo en un laboratorio de Tejas. Pide la palabra para el pueblo ante esa amenaza. Suena un aplauso. Miro a mi derecha y observo al diputado Pablo Iglesias aplaudiendo al diputado italiano. No entiendo nada. O quizás sí. Asamblearismo y democracia directa más populismo pueden acabar coincidiendo en los extremos ideológicos del abanico.
Por eso, también para nosotros, se plantean dudas y contradicciones, difíciles de explicar. Nuestros nuevos jóvenes líderes nos exigen no votar a Juncker porque la socialdemocracia necesita diferenciarse de la derecha europea y presentar su propia oferta, coherente con nuestros discursos electorales. Quizás tengan razón. Pero no dejo de preguntarme si ese es nuestro lugar en el Parlamento que les he descrito, donde el ‘no’ a Juncker será el ‘no’ de los antieuropeos, el de Le Pen y Nigel Farage. ¿Es ese nuestro sitio?
Publicado en El Correo el 15/07/2014
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