Tres acontecimientos merecen nuestra atención y nuestro análisis en esta «segunda entrega» de nuestra colaboración europea mensual. El primero es la aprobación de la nueva Comisión Europea. Populares, socialistas y liberales, dimos un muy mayoritario aprobado a la Comisión Barroso, en la que se incluyen la alta Representante para la Política Exterior, señora Ashton y 25 comisarios representando a los 27 países de la Unión con cinco Vicepresidentes, entre los que destaca Joaquín Almunia, con la muy importante cartera de «Competencia». Creo que la nueva Comisión, junto a la entrada en vigor del Tratado de Lisboa y la nueva arquitectura institucional creada por éste, representa una nueva andadura del proyecto europeo y una nueva oportunidad para seguir avanzando en él.
El Parlamento Europeo rechazó el acuerdo SWIFT. Se trata de un sistema informático que rastrea la información financiera de aquellos ciudadanos, organizaciones y entidades, que resultan sospechosas de financiación al terrorismo internacional. Debo confesar que los socialistas españoles trabajamos para que el Parlamento aplazara esta votación y mandatara a la Presidencia española a su renegociación con Estados Unidos en la línea de lo que demandaba la mayoría de la Cámara: mayor garantía de intimidad personal y mejor reciprocidad entre Estados Unidos y Europa. Pero la Cámara estaba irritada por la tramitación que había hecho la Presidencia sueca de este acuerdo y lo vetó. ¿Qué puede pasar ahora? Dos caminos son posibles. Si los Estados Unidos reaccionaran airadamente pueden despreciar a Europa y suscribir acuerdos de colaboración bilateral con los 27 países de la Unión. Sería un golpe mortal a las instituciones comunitarias. Para evitarlo, yo creo que la Presidencia española debe proponer a los Estados Unidos una renegociación rápida del acuerdo y enviar al Parlamento un nuevo acuerdo que sea aprobado en la línea de sus demandas. Porque, en mi opinión, el sistema de investigación SWIFT, es necesario y útil para la lucha contra el terrorismo internacional y nuestra colaboración con los Estados Unidos en esta materia, es imprescindible.
Por último, la crisis, cómo no. El Consejo extraordinario del 11 de febrero, convocado por Van Rompuy, fue importante, aunque quedan serias preocupaciones. Se trataba de responder a las dudas que mostraban los mercados financieros sobre Grecia y -en consecuencia- sobre el Euro. Salió un mensaje firme y unívoco sobre la respuesta europea al problema y se calmó la histeria. Pero se intuyen problemas. Primero, la UE no tiene un mecanismo de respuesta inmediata a estos problemas. Tardamos demasiado en tomar las decisiones. Segundo, se aprecian diferencias importantes entre Alemania y Francia en las respuestas a la política monetaria. Tercero, la solidaridad interna en la Unión es más retórica que real. Y cuarto, ¿Hasta cuándo seguiremos con una moneda única y 16 políticas económicas y fiscales distintas?
ABC, 27//02/2010