9 de abril de 2024

Líder a su pesar.

En su madurez personal y profesional, no creo que José Antonio Ardanza pensara en hacer carrera política en su partido o en dirigir la máxima institución política de su país. Su acceso a la Alcaldía de Mondragón en 1979 fue la consecuencia de un compromiso político con su partido y fue, seguro, un acto de responsabilidad para con su pueblo, cargado de emoción democrática, pero también de renuncias familiares y profesionales.

Aquellos años fueron especialmente singulares en nuestra historia democrática. Una violencia masiva y enloquecida (casi cien asesinatos cada año, atentados día sí y día también ) y un espíritu colectivo de lucha y esfuerzo por hacer florecer un camino hacia la democracia y el autogobierno ,lleno de incertidumbres y de miedos.
No conocí a Ardanza hasta que llegó a Gipuzkoa (1983) como diputado general, pero siempre le tributé mi reconocimiento como miembro de aquella generación que construyó la Euskadi democrática y autonómica que tenemos hoy.
Llegó a líder sin pretenderlo. Apareció como la solución a la grave crisis surgida entre Garaikoetxea y el PNV y le hicieron líder a su pesar. No fue ni fácil, ni cómodo para el, gestionar la escisión del partido y gobernar con un grupo parlamentario dividido. Pero Ardanza tuvo que hacerlo, soportando muchas y graves situaciones institucionales, aquellos años.

Cuando el PSE ganó las elecciones de 1986,con 19 diputados y el PNV con 17, Ardanza se retiró de las negociaciones, dejando a Txiki Benegas intentar un tripartito con EA y con EE , que nunca llegó a nacer. Fueron tres meses angustiosos y cuando llegamos a la conclusión de su inviabilidad ,me encargaron contactar con Ardanza para ver si era posible una coalición con el PNV. Ardanza me envió a Juan Ramón Guevara y allí empezó todo. Todo fue una coalición que acabó durando once años, hasta 1998, con la interrupción de 1990, de un gobierno PNV-EA-EE, que duró nueve meses.

Hicimos lehendakari a Ardanza para dar un giro copernicano a la lucha por la paz y al combate a la violencia y Ardanza se convirtió en líder, desde el nacionalismo y desde el Gobierno vasco ,de una sociedad vasca movilizada contra el terrorismo. El nacionalismo vasco que él representaba, se puso al frente de la unidad democratica, que tanta falta hacia en esa lucha. Fue el pacto de Ajuria Enea que Ardanza y su equipo lograron en enero de 1988.
No olvidaré aquella simple frase que él pronunció con pleno convencimiento y máxima solemnidad: «No nos separan solo los medios, también los fines». Allí también empezó todo.

Y digo todo, porque soy de los que creen que el pacto de Ajuria Enea fue un punto de inflexión definitivo en la derrota del terrorismo. El final tardó mucho todavía, pero sin él no habríamos llegado.

En 1998, en los prolegómenos del Pacto de Estella, Ardanza estaba en el hospital y me llamó pocos días después de que el Partido Socialista y el Partido Popular abandonaran el Pacto de Ajuria Enea. Me acuerdo muy bien de sus palabras: «Ramón, si yo no estuviera hospitalizado y tú estuvieras dirigiendo el PSE-EE, esta ruptura, no se habría producido». Voluntariosas palabras, sin duda, porque las cosas iban por otro lado, como bien sabemos.

Tuve una relación con él competitiva y tensa, a veces, sobre todo al principio, pero respetuosa y leal siempre. Amigable al final. En mi partido me censuraban por ceder demasiado, pero haciendo balance, mi convicción es que mereció la pena. Hicimos cosas juntos que cambiaron a Euskadi. La reconversión industrial, la diversificación tecnológica, las comunicaciones, las grandes inversiones de infraestructuras, los grandes servicios públicos... La Euskadi moderna se empezó a construir en aquella Euskadi que hicimos juntos.

Fue líder a su pesar, pero lo fue.

Goian bego, José Antonio .

Publicado en el Correo, 9/04/2024