A Rodolfo te lo encontrabas siempre. Antes que nadie. Llegaba, organizaba, disponía, mandaba. Hubo un tiempo en que fue aparato. Eso que algunos desprecian porque gestiona la maquinaria interna de los partidos y que los dirigentes apreciábamos tanto, porque todos nuestros actos públicos dependían de ella.
Al principio, en los años ochenta, en los años de plomo y tragedia, Rodolfo era un chaval del partido de Bizkaia que siempre estaba allí. En un funeral, en una concentración contra ETA, en un mitin. Él ya había organizado la cabecera, el escenario, el desarrollo del acto, todo. Incluso antes, había hecho la convocatoria, movilizado militantes, convocado prensa o diseñado el lugar y hasta el fondo corporativo del escenario. Pronto se hizo imprescindible. Su actividad y sus prestaciones le hicieron pieza principal de la actividad externa del partido y de ahí a dirigente principal de la organización solo había un paso que él dio con decisión y valentía.
Rodolfo fue colaborador y compañero esencial de todos los líderes del socialismo vasco; Benegas, yo mismo, Nicolás Redondo, Patxi López, Idoia Mendia y ahora mismo de Eneko Andueza. Toda la historia del socialismo vasco desde la conquista de la democracia, le tuvo a él como protagonista. Pero sin duda su liderazgo -porque líder también lo fue- lo ejerció con Patxi como lehendakari en aquel Gobierno vasco en el que él fue consejero de Interior.
En esos años, fraguó una relación especial de amistad y complicidad máximas con Alfredo Pérez Rubalcaba, quien pilotaba junto al presidente Zapatero el fin de la violencia. Fue un periodo muy especial en su vida y puedo decir, con conocimiento de causa, que esta tarea histórica le marcó y prácticamente definió la parte final de su vida política.
Él vivió, junto al lehendakari Patxi López, el negociador Jesús Eguiguren y Alfredo, el que movía los delicados hilos de un finísimo y exitoso proceso para terminar con el terrorismo, unos años extraordinarios. Tuvieron que hacer cosas que ya nadie recuerda pero que en su momento fueron claves. Recuerdo, por ejemplo, una reunión con la dirección de HB, hoy solo pequeñas anécdotas del pasado, pero en su momento acontecimientos críticos e injustamente criticados. Muchos han olvidado aquellos años y las nuevas generaciones ni siquiera saben qué era ETA, pero la historia la escriben personas como Rodolfo, que jugó un papel fundamental en la conquista de la paz.
Rodolfo fue todo en el socialismo vasco: aparato y dirigente, colaborador y líder. De una lealtad absoluta a la causa. De una constancia en su militancia y en su actividad sin límites. De un compañerismo fraterno.
Hemos vivido juntos cuarenta años de socialismo vasco con todo lo que eso significa: El dolor y las lágrimas comunes por tantos amigos y compañeros asesinados. La soledad de nuestra lucha. El temor de nuestras propias vidas. Las convocatorias de nuestras protestas y condenas, algunas veces en soledad. Desde la defensa de la constitución allá por el 78, hasta la celebración de nuestra victoria sobre ETA.
Fue la épica de una vida que Rodolfo entregó por la paz y la democracia. Él siempre estuvo allí.
Publicado en El Diario.es 27/1/2023