19 de noviembre de 2019

El PNV, en el Gobierno de Sánchez.

"Hay buenas razones para defender que los jeltzales se sumen al Ejecutivo de coalición PSOE-Unidas Podemos. Por moderación, pragmatismo y porque respetan el marco institucional ."
 
Unos días antes de las elecciones generales, Pablo Casado advertía: «La gran coalición dejaría la alternativa en manos de Vox y de Podemos». ¿Se imaginan ustedes cuál sería su respuesta si se lo preguntásemos hoy, cuando ya sabemos que el partido de Santiago Abascal tiene 52 diputados y amenaza con consolidar su alternativa? Quizás hubiera sido prudente dirigirse primero al PP para evitar el reproche, pero el resultado estaba cantado. Por eso creo que Pedro Sánchez ha querido rectificar de manera rápida y contundente y ha forjado la única coalición posible como base del Gobierno. No podía volver a fallar y ha iniciado el único camino posible. El otro no lo era.
 
El PNV estará, sí o sí, entre las fuerzas que darán mayoría a esa coalición. La pregunta que surge es: ¿Y por qué no dentro del Ejecutivo? Un exdirigente nacionalista me decía solo un día después del 10 de noviembre que el PNV estuvo a punto de participar en el Gobierno de España en 1993. Eché atrás mi particular moviola y recordé que entonces, después de unas elecciones que ganó Felipe más que nunca, esta oferta estuvo sobre la mesa tanto de los peneuvistas como de CiU. ¡Qué tiempos! Creo recordar que entonces se barajó la posibilidad de que el PNV ostentara Industria, y Convergencia i Unió el comercio internacional. Hubo en el seno del Partido Nacionalista Vasco una larga discusión y finalmente rechazó el ofrecimiento. CiU, por su parte, dispuesto a entrar si el PNV lo hacía, también descartó la oferta.
Sin perjuicio del debate que en su caso pudiera tener el Partido Nacionalista Vasco sobre si le conviene o no esta posibilidad, creo que hay buenas razones para defender que el Gobierno de coalición anunciado integre al PNV.
 
En primer lugar, la incorporación de los jeltzales a la coalición añade un elemento de moderación y pragmatismo que favorece su imagen exterior y su percepción social. No serán pocos los interlocutores en el ámbito económico e industrial y en los mercados financieros que evaluarán positivamente la presencia de un representante del PNV en el Gobierno de España.
No olvidemos, además, que el partido de Andoni Ortuzar está gobernando con los socialistas vascos y esa coalición está resultando ganadora en todas las consultas electorales de este año. La experiencia en gabinetes de coalición la tiene el PNV desde hace más de 30 años, cuando en 1987 dimos inicio a la primera alianza política en España con aquel Ejecutivo PSE-PNV de tan buen recuerdo.
 
En segundo lugar, compromete a los jeltzales mucho más y mucho mejor en la estabilidad de ese Gobierno. No es lo mismo presionar desde fuera que asumir desde dentro del Ejecutivo los límites y las contradicciones de la acción gubernamental.
El PNV viene influyendo en los gobiernos de España desde el comienzo de la democracia hasta hoy. Puede seguir haciéndolo desde fuera, pero esta vez hay muchos partidos locales tocando la campana de su tierra. La formación del primer gabinete de coalición en España en estas circunstancias y con tan variada influencia local es una buena ocasión para que se plantee esa relación. La colaboración será mucho más eficaz y mucho más reglada si los peneuvistas asumen una cartera ministerial. El PNV en el Gobierno de España aporta además un elemento muy significativo a la política española. Un partido que respeta el marco institucional –mucho más en los últimos años– y que ha mediado en los momentos más difíciles del ‘procés’, se situaría en el Ejecutivo ofreciendo a los catalanes un modelo de diálogo y participación institucional en las antípodas del unilateralismo radical. Es la otra manera de ver la utilidad y la eficacia del otro nacionalismo. A su vez, el ejercicio de deslegitimación de las instituciones españolas que pretenden una y otra vez los dirigentes catalanes sufre una severa derrota con la presencia del nacionalismo vasco en el Gobierno de España.
Por supuesto, conozco las desventajas de la operación. Tres son multitud y objetivamente la negociación interna se complica. Pero también ofrece la ventaja de poder descargar responsabilidades. Sin duda, el mayor riesgo vendrá de nuestras diferencias ante el conflicto catalán, pero también aquí el presidente y el PSOE deberán fijar con claridad la posición mayoritaria del Gobierno y dejar a los partidos la discrepancia, salvando así la unidad gubernamental. No es lo mejor para un Ejecutivo pero no hay nada perfecto en las coaliciones.
En fin, este debate es pertinente en las actuales circunstancias. La coalición PSOE-Unidas Podemos era inevitable. Lo es hoy y lo era ayer. Puede gustar más o menos. Puede asustar a algunos. Puede resultar compleja de gestionar con tantos partidos locales. Ni siquiera sabemos si prosperará ante la necesidad de la abstención de Esquerra Republicana. Pero sabemos de sobra que la derecha no va a ayudar y no podíamos volver a fracasar. Por eso este intento. En este punto y en estas condiciones, ampliar la coalición al PNV sería inteligente y daría un giro importante a la formación del Gobierno de España y a sus posibilidades de éxito.
No es fácil, lo sé. Probablemente serán los jeltzales los primeros en rechazar esta hipótesis, pero me gustaría que lo decidieran ellos. Primero para saber a qué juegan y cuáles son los límites reales de su colaboración. Pero también y en último término, ellos mismos tendrán que explicar a su electorado y al conjunto del País Vasco que no quieren dirigir, por ejemplo, la política industrial de España pudiendo hacerlo.
 
Publicado en El Correo, 19/11/19