La fuerza política de Europa en Latinoamérica puede ser enorme. Pero no lo es. Ninguna otra potencia mundial, EEUU, China, Rusia, tienen la base histórica, social y cultural que tiene Europa en todo el continente latinoamericano. Pero muchos de esos países latinos, están más pendientes de ellos que de nosotros.
Somos el principal inversor y su segundo mercado, pero nuestra influencia real no es proporcional a esas dimensiones. Tenemos Acuerdos Económicos y Comerciales prácticamente con todos los países (a la espera de confirmar Mercosur) y aportamos más del 50% de la cooperación que recibe América Latina, pero nuestra Alianza estratégica y política no tiene fuerza en el tablero mundial.
Nuestras empresas han bancarizado las clases medias, han introducido la cultura del aseguramiento, han tendido nuevas infraestructuras físicas y tecnológicas y han modernizado los servicios esenciales y las bases económicas de muchos de los principales países de América Latina, mejorando su productividad y su internacionalización. Pero no hemos construido una imagen europea sólida y comprometida con ellos. No hemos mejorado nuestra reputación corporativa a pesar de tantos esfuerzos.
Recibimos a sus inmigrantes (como antes nos recibieron a nosotros), formamos a sus universitarios y a sus postgrados y a sus cuadros profesionales, pero sus élites siguen mirando a EEUU como referencia formativa y económica.
Tenemos embajadas en casi todos los países, añadidas a las que tienen cada uno de los Estados Miembros. Tenemos enviados especiales en el proceso de Paz de Colombia y ante el conflicto de Venezuela. Hemos firmado un acuerdo de Asociación con Cuba. Enviamos ayuda humanitaria a la crisis migratoria de Venezuela y Centroamérica. Creamos el fondo Fiduciario para La Paz de Colombia. Estamos en las crisis humanitarias de Haití y en las catástrofes de El Niño… Somos Europa. Somos el amigo fiel de Latinoamérica. Pero…
Pero nuestra presencia institucional, nuestro peso político, nuestra influencia, no se corresponde con todo lo anterior. Europa debe hacer más fuerte y más eficaz su convergencia estratégica con América Latina en un mundo desgobernado, peligrosamente unilateral desde Trump, neoproteccionista y aislacionista frente a las grandes organizaciones internacionales.
América Latina y Europa creemos en el multilateralismo, en el comercio internacional regulado, en la lucha contra el cambio climático, en La Paz, en la democracia y el Estado de Derecho, en los Derechos Humanos, en la integración regional y en la superación de los nacionalismos, en la regulación internacional de las finanzas, en la lucha contra la evasión y la elusión fiscal, en la regulación internacional del fenómeno migratorio, en los ODS, en la cooperación… Ese es nuestro mundo y esos son nuestros valores. Esas son nuestras aspiraciones. Creemos en ese mundo, en esa dignidad humana, en esa convivencia organizada, y progresivamente regulada, en esa agenda ecológica y social para la gobernanza del mundo.
Somos el principal inversor y su segundo mercado, pero nuestra influencia real no es proporcional a esas dimensiones. Tenemos Acuerdos Económicos y Comerciales prácticamente con todos los países (a la espera de confirmar Mercosur) y aportamos más del 50% de la cooperación que recibe América Latina, pero nuestra Alianza estratégica y política no tiene fuerza en el tablero mundial.
Nuestras empresas han bancarizado las clases medias, han introducido la cultura del aseguramiento, han tendido nuevas infraestructuras físicas y tecnológicas y han modernizado los servicios esenciales y las bases económicas de muchos de los principales países de América Latina, mejorando su productividad y su internacionalización. Pero no hemos construido una imagen europea sólida y comprometida con ellos. No hemos mejorado nuestra reputación corporativa a pesar de tantos esfuerzos.
Recibimos a sus inmigrantes (como antes nos recibieron a nosotros), formamos a sus universitarios y a sus postgrados y a sus cuadros profesionales, pero sus élites siguen mirando a EEUU como referencia formativa y económica.
Tenemos embajadas en casi todos los países, añadidas a las que tienen cada uno de los Estados Miembros. Tenemos enviados especiales en el proceso de Paz de Colombia y ante el conflicto de Venezuela. Hemos firmado un acuerdo de Asociación con Cuba. Enviamos ayuda humanitaria a la crisis migratoria de Venezuela y Centroamérica. Creamos el fondo Fiduciario para La Paz de Colombia. Estamos en las crisis humanitarias de Haití y en las catástrofes de El Niño… Somos Europa. Somos el amigo fiel de Latinoamérica. Pero…
Pero nuestra presencia institucional, nuestro peso político, nuestra influencia, no se corresponde con todo lo anterior. Europa debe hacer más fuerte y más eficaz su convergencia estratégica con América Latina en un mundo desgobernado, peligrosamente unilateral desde Trump, neoproteccionista y aislacionista frente a las grandes organizaciones internacionales.
América Latina y Europa creemos en el multilateralismo, en el comercio internacional regulado, en la lucha contra el cambio climático, en La Paz, en la democracia y el Estado de Derecho, en los Derechos Humanos, en la integración regional y en la superación de los nacionalismos, en la regulación internacional de las finanzas, en la lucha contra la evasión y la elusión fiscal, en la regulación internacional del fenómeno migratorio, en los ODS, en la cooperación… Ese es nuestro mundo y esos son nuestros valores. Esas son nuestras aspiraciones. Creemos en ese mundo, en esa dignidad humana, en esa convivencia organizada, y progresivamente regulada, en esa agenda ecológica y social para la gobernanza del mundo.
Por eso me quejo de que Europa y América Latina no seamos más fuertes, influyamos más, vayamos más de la mano, en las mesas y en los foros en los que se decide nuestro futuro. Porque ellos no nos esperan y están decidiendo por nosotros. Peor aún, lo están haciendo en nuestra contra.
También podemos y debemos hacer más ayudando a los pueblos latinoamericanos en las crisis políticas y sociales que sufren algunos de sus países. Ayudar a México en el tema migratorio, en su frontera Sur con Guatemala, Salvador y Honduras. Ayudar a Cuba en su transición política a la democracia y en grave situación económica por el boicot USA. Seguir ayudando a la paz en Colombia; a la negociación de una salida democrática en Venezuela y en Nicaragua; defender la Amazonía; comprometer a nuestras empresas en la defensa de la sostenibilidad medioambiental y social y en su compromiso inversor con los países latinoamericanos; aportar nuestras buenas prácticas y nuestra expertise en política de cohesión, en política regional y en espacios transfronterizos.
Esa es la Europa fuerte y amiga de Latinoamérica que muchos queremos ver y que todos esperamos. La elección de José Borrell como alto representante de la Unión Europea significará un fuerte impulso en esta dirección. Ayudarle en esta tarea es una prioridad.
Publicado para la Fundación Carolina.