17 de julio de 2019

UE-Mercosur: ¡Bravo!


Hay muchas voces alarmadas ante este acuerdo: granjeros franceses, irlandeses y polacos, temerosos de las importaciones de carne; ecologistas que creen que animará la deforestación de la Amazonia; proteccionistas de todo tipo sobre la competencia europea en su potencial exportador; empresarios sudamericanos que consideran que las exigencias de trazabilidad a las importaciones europeas son exageradas; izquierdistas de toda condición que se oponen a todo acuerdo comercial con argumentos retóricos del pasado... Por supuesto, hay intereses opuestos a este tipo de acuerdos y hay intereses legítimos afectados por una transición compleja hacia un intercambio comercial sustancialmente libre de aranceles nacionales.

Pero son razonamientos pequeños o infundados frente a la enorme trascendencia de este logro negociador en un proceso tan largo como complejo. Primero porque el acuerdo posee un enorme efecto geopolítico colocando a Europa y a América Latina en el tapete de la escena mundial. Frente al proteccionismo del 'America First', de la guerra comercial y tecnológica, frente a las amenazas comerciales para resolver problemas migratorios, frente a la elevación de aranceles al aluminio o al acero o a las aceitunas, frente a todo eso, Europa y Mercosur lanzan al mundo la buena nueva de un acuerdo que regula y favorece su comercio respectivo. Es una apuesta por el multilateralismo, la integración y el comercio internacional regulado frente al unilateralismo, el aislacionismo y el proteccionismo nacionalista.

Segundo porque se trata de dos mercados gigantescos, 500 millones por un lado y 250 por otro, lo que lo convierte en el mayor de su especie en la historia y en el mundo, colocando a Europa y a Mercosur como líderes de los acuerdos que propone la Organización Mundial de Comercio.
Este acuerdo acaba con el 91% de los aranceles que Mercosur imponía a los productos europeos, lo que se traduce en un ahorro de hasta 4.000 millones de euros anuales para las empresas europeas. Del mismo modo, la Unión Europea terminará con el 92% de sus aranceles actuales a productos de Mercosur, lo que favorecerá nuestro enorme mercado europeo a las empresas y productos de Mercosur.

Tercero porque culmina la base de acuerdos UE- AL, cubriendo el inmenso agujero negro que representaba la ausencia de un marco regulado entre Europa y los cuatro países de Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay). Hoy Europa dice al mundo y especialmente se enorgullece de tener 27 acuerdos con los 33 países de América Latina y el Caribe. La vocación latinoamericana de Europa recibe así un espaldarazo espectacular y consolida una alianza tejida hace veinte años cuando comenzaron en Río (1999) las cumbres UE-AL.

Cuarto porque el acuerdo no es solo de libre comercio, lo es también de asociación política y de cooperación. Europa es el tercer socio comercial más importante de América Latina y el Caribe con un comercio bilateral que alcanzó los 327.400 millones de euros en el mercado de bienes y servicios. Además es el primer inversor y quien desarrolla más del 50% de cooperación que recibe la región con una inversión extranjera directa de 784.600 millones de euros en 2017, así como 3.600 millones de euros de subvenciones para programas bilaterales y regionales en cooperación al desarrollo para el periodo 2014 y 2020 y más de 1.200 millones de euros de ayuda humanitaria durante los últimos 20 años.

Europa es un socio fiable, un amigo de América Latina. Nosotros tejemos alianzas, formamos cuadros, invertimos en infraestructuras, bancarizamos, conectamos, aseguramos, prestamos servicios públicos esenciales, construimos país y sociedad. Europa no es China para América Latina. Hay un mundo de valores humanos, familias, migraciones, historia, cultura en común. Favorecemos la paz en Colombia, trabajamos por una solución pacifica y democrática en Venezuela y Nicaragua, acordamos una asociación con Cuba para favorecer su modernización y su transito democrático. UE-Mercosur se inscribe en este contexto y responde a ese espíritu.

Algunos dicen que el acuerdo será más favorable para Europa porque nuestras empresas están más preparadas para ganar los concursos de compras publica y porque nuestras exigencias fitosanitarias y de trazabilidad a los productos foráneos limitan las posibilidades de muchos productores latinoamericanos. Quizás sea verdad, pero esta es la grandeza del acuerdo para nuestros países hermanos de Mercosur. Esa es la competencia que les hará mejores y que les permitirá exportar al mundo entero. Solo asumiendo la sostenibilidad medioambiental, el cumplimiento de los tratados internacionales, de los convenios OIT, asegurando la trazabilidad sanitaria completa de las cadenas de producción se puede ser una firma internacional. No hay futuro en la autarquía o en el proteccionismo empobrecedor.

Europa ha exigido en el acuerdo todos estos estándares porque no hay otra forma de contemplar el siglo XXI sino en el respeto absoluto a los mínimos internacionales en materias laborales, sanitarias, medioambientales y de normas internacionales. Por eso se ha asegurado la plena aplicación del Acuerdo de Paris en todos los países que suscriban el acuerdo. Por eso también me parece un poco injusto acusar a Europa de complicidad en la deforestación de la Amazonia porque la ganadería destruye esa riqueza forestal. No es Europa quien establece la política interna del Brasil y por otra parte, el acuerdo establece un tope a la exportación de carne de Mercosur a Europa, no muy lejano a las cuotas actuales.

Queda un largo camino para la firma y ratificación de este acuerdo. Se esgrimirán intereses y razones comprensibles hacia una transición ordenada y una aplicación prudente que deben atenderse. Pero deberán combatirse con fuerza y argumentos las voces que nos piden rechazar el acuerdo. A la postre son reaccionarios y perjudican a nuestros pueblos.
 
Publicado en El Confidencial, 17/07/2019