15 de junio de 2018

Entrevista para El siglo.15/06/2018

Da la impresión de que vive contrarreloj. Viene de un reconocimiento médico rutinario y se dispone a coger un avión con destino a Europa. También la carrera política de Ramón Jáuregui (San Sebastián, 1948) parece construida a contrarreloj. Ha sido ministro de la Presidencia, vicelehendakari, ha sumado cargos institucionales y orgánicos en su partido, y ha asistido, lo más doloroso, a unos 300 funerales de víctimas de ETA. Todo ello lo cuenta en ‘Memorias de Euskadi’ (Libros de La Catarata), recién publicado. Y de lo más inmediato dice: “Debo reconocer que Pedro Sánchez ha tenido un golpe de audacia política, seguramente acompañado de un poco de suerte también, pero no hay suerte para los que no son osados”.
 
Alfredo Pérez Rubalcaba afirmó en la presentación de su libro que “uno va leyendo los artículos de Ramón Jáuregui y va viendo la historia de Euskadi”. Y que se cuenta muy bien la historia de ETA. ¿Está de acuerdo?
 
Es un elogio para mí que Alfredo diga eso. Pero sustancialmente he seleccionado artículos que responden a los momentos más intensos de la vida vasca y que se hallan más en relación con el tema terrorista y con el tema de la evolución del nacionalismo y de las relaciones con el PNV. Y sobre esa base sí pienso que el libro puede constituir un pequeño itinerario por los momentos más importantes del País Vasco en las últimas décadas.
 
Pronunció usted en esa presentación una frase contundente. Dijo: “Había una sociedad cobarde, una sociedad que difamaba a las víctimas y aplaudía a los verdugos. Y una Iglesia sin compasión. Una Iglesia que tenía la pretensión de la equidistancia”.
Exacto. Yo suelo decir que en la historia de la paz, porque ya no hay que hablar sólo de la historia del terror, hubo un periodo particularmente oscuro, que es el periodo que va desde la recuperación de la democracia, en 1977, hasta 1988, cuando se firma el Pacto de Ajuria Enea. Pero esos diez o doce años fueron terribles. Al principio, la sociedad vasca buscaba justificación a los asesinatos de ETA. Cuando tenían noticia de que habían matado a alguien, decían: “¿Que era un guardia?”, “¿que era un policía?”, “ah, claro”. “¿Quién era?” ¿Era el dueño de un bar?” “Ah, era un chivato”. Y si no encontraban justificación acababan diciendo: “Algo habrá hecho”. Esta es la versión más triste y más autocrítica que los vascos nos merecemos a nosotros mismos por un periodo en el que no estuvimos a la altura. Yo no puedo dejar de decirlo porque me parece que objetivamente es así. Y, al mismo tiempo, también recuerdo que en numerosos momentos de muchísimos funerales, porque yo he asistido a más de 300 funerales, teníamos enormes disputas a la entrada de la iglesia sólo para entrar a colocar la bandera en un féretro de un guardia al que habían matado. O de dos. Y aquello fue una Iglesia, aunque sea en términos genéricos, que siempre es injusto, pero fue una Iglesia sin compasión, porque la compasión es la primera virtud del amor cristiano. Y no lo tuvieron. No, no lo tuvieron. Lo escondieron en una equidistancia que resulta imperdonable.
Hablemos ahora de asuntos de actualidad. ¿Qué le parece el Gobierno que ha formado Pedro Sánchez?
A mí me gusta el calificativo que empleó ‘Le Monde’: “Es un equipo bueno”. Claramente. Debo reconocer que Pedro Sánchez ha dado un golpe de audacia política, seguramente acompañado de un poco de suerte también, pero no hay suerte para los que no son osados. Él ha sido osado. Ha sido coherente. Ha sido valiente. Ha ganado la moción de censura. Ha dado una vuelta al tablero de la política española. Ha abierto una esperanza extraordinaria en mucha gente, y desde luego ha colocado al PSOE en una posición mucho más favorable de cara al futuro. Pero, en mi opinión, lo más importante que se ha producido es que la moción de censura ha constituido una inyección de moral, porque mucha gente no creía en las instituciones, mucha gente creía que todo daba igual, que no pasaba nada. Y no. La máxima sanción política que un país puede dar a la corrupción, que es la caída de un Gobierno entero, en pleno, se ha producido. Y eso para mí tiene un valor potencial de combate en esta peligrosa tentación que es la corrupción, siempre y en todo sistema, que me parece que va a ser una vacuna extraordinaria. Eso ha sido para mí la mejor noticia. 

El Gobierno parece decididamente diseñado para agotar los dos años que quedan de legislatura, o al menos gran parte de ese tiempo. ¿Qué piensa usted?
Que lo tendrá muy difícil. Pero que también será muy difícil para los partidos de la oposición negarle su apoyo. Porque este Gobierno ha nacido con un enorme crédito. El Gobierno, en pocos días, ha obtenido una opinión pública, digamos, muy favorable. Y no será fácil ni para Podemos, ni para Ciudadanos, ni para los nacionalistas incluso, negar el apoyo a muchas iniciativas que mucha gente en España está esperando. Lo cual puede hacer que efectivamente pueda cumplirse ese propósito de agotar la legislatura. Pienso que eso es difícil, pero posible.
¿Considera que este Gobierno puede recuperar los votos perdidos o parte de los votos perdidos por el PSOE?
Sí, claramente hay que decir que el partido se ha reubicado a una velocidad extraordinaria. Yo confieso que hace un mes y medio, como muchos socialistas, estábamos preocupados por el futuro del partido, porque nuestra ubicación no era nada fácil. Y esto ha cambiado de la noche al día. Literalmente estamos en un amanecer.
Podemos va a recordar a Pedro Sánchez que ganó las primarias “por la izquierda”. ¿Qué opinión le merece esa estrategia?  
Podemos lo tiene difícil para no apoyar al Gobierno de Sánchez. Y seguramente Podemos intentará mostrar un perfil siempre más a la izquierda que el del Gobierno. Pero eso también me parece relativamente legítimo si luego, al final, llegan a acuerdos. Habrá que ver si lo que mueve a Podemos es destruir al PSOE o construir izquierda. Porque cuando votaron en contra del acuerdo con Ciudadanos, evitaron un Gobierno PSOE-Ciudadanos que hubiéramos podido tener ya en febrero de 2016. Fíjese. Pero les perdió su antisocialismo. Ignoro si han erradicado ya esa tentación. En muchos de ellos me parece que no.
¿Qué opinión le merece que Pedro Sánchez haya emplazado a Quim Torra a una reunión? ¿Cree que pueden encontrar espacio para el entendimiento?
Creo que el Gobierno ha cambiado el escenario y se ha puesto en el lado del diálogo y de la mano tendida. Y con eso ha privado ya al nacionalismo catalán del victimismo que hábilmente utilizaba debido a la pasividad del Gobierno de Mariano Rajoy. Considero que esa es la baza que hemos superado. El diálogo con los nacionalistas no será fácil, pero es evidente que hay que plantear una oferta de revisión del marco estatutario, del marco constitucional, eso hay que hacerlo con todos, también con Cataluña, y hay que saber si el nacionalismo catalán ha decidido dejar de jugar de farol, como decía recientemente la señora Ponsatí. Si los catalanes juegan la partida con realismo será posible encontrar caminos de entendimiento, pero si continúan prisioneros de un proyecto 1 de Octubre independentista y unilateral, se darán de bruces.
En su opinión, ¿cuál es la principal tarea que el presidente Sánchez tiene por delante?
Yo no soy quién para dar consejos a nadie, porque no me siento tampoco capaz de eso. Pero pienso que hay una clave que Pedro Sánchez ha jugado muy bien que es el europeísmo. Con Pepe Borrell, con Nadia Calviño, con Teresa Ribera, con Luis Planas. Y con algún ministro más. El auropeísmo es una línea. Tenemos que agarrarnos del brazo de Francia y presionar a Alemania para avanzar. Hay que aprovechar la ausencia de Italia para que España se convierta en el triunvirato de la integración europea. En segundo lugar creo que hay que lanzar todo un abanico de medidas en el ámbito de los derechos cívicos, de la moral cívica, de las libertades, de esa concepción moderna de la ciudadanía que queremos incorporar y, por supuesto, regeneradora de la política española. Y considero que es necesario adoptar medidas en el ámbito social, aunque ahí los márgenes económicos van a ser muy reducidos honradamente hablando. Considero que trabajando en esa dirección, el Gobierno hará lo que debe.
¿Qué queda en el PSOE actual de las ideas que se expandieron en la Conferencia Política del otoño de 2013, impulsada por Rubalcaba como secretario general, y de la que usted fue el máximo exponente?
Bueno, yo creo que esa Conferencia crea toda la base teórica de la acción política que tenemos que llevar a cabo. La Conferencia Política fue todo un vademécum de aggiornamento socialista. Por ejemplo, todas las formulaciones para la reforma constitucional están ahí. Y una nueva política fiscal, una política para las comunidades autónomas. Todo el proyecto de laicidad. Todo eso está escrito. Fueron 500 páginas de reflexión teórica, en la que contribuyeron las mejores cabezas progresistas de la Universidad y del mundo político español, durante dos años. Y todo eso está ahí. Pedro Sánchez colaboró conmigo en su momento. Y yo estoy seguro de que él es consciente de que hay un enorme trabajo teórico ahí que nos va a servir a todos para marcar los caminos de, digamos, nuestra impronta ideológica.
Volviendo a su libro, usted sostiene que “ha sido una victoria aplastante la que hemos tenido sobre ETA”.
Absolutamente. Yo en eso hago cierta pedagogía y he descubierto que la democracia ha ganado de manera rotunda y brillante. Sin hacer ninguna concesión política. Alfredo lo expresó en la presentación del libro: “Ha sido una derrota estrepitosa de los fanáticos”, dijo. Pero en el fondo ha ocurrido lo que sostuvo nuestro discurso democrático desde los años 70. “No matéis, no hace falta. Defended vuestras ideas en la democracia. Podéis hacerlo”. Pero ellos cometieron el inmenso error de creer que la democracia era de mentira. Y, sin embargo, hemos construido una de las democracias más sólidas del mundo. Y creyeron que el autogobierno era de cartón piedra. Pero los vascos nunca hemos tenido un autogobierno mejor. Por eso su error fue inmenso. La victoria de la democracia fue tan aplastante que nada de lo que los terroristas habían estado reivindicando se ha logrado. Simplemente se ha hecho verdad lo que siempre les dijimos: Convenced con la palabra y no con las pistolas. Todo eso está en el libro.
En el libro también cuenta usted los intentos de negociación con ETA: por parte de Felipe González, de Aznar, de Zapatero y del PNV.

Yo creo que esos intentos son todos más o menos conocidos. Considero que no aportaría mucho si dijera que efectivamente cada uno de esos procesos, que se explican en su momento y en determinados contextos, todos terminaron demostrando que en ETA no había voluntad negociadora. Esa sería mi conclusión. Nunca fueron capaces de aceptar que la negociación implicaba la renuncia. Y yo diría ahora incluso que casi afortunadamente. Porque al final no negociaron nada y terminaron derrotados. Socialmente, políticamente y, por supuesto, policialmente. Y eso es lo que trajo la paz.  
 
Publicado en El Siglo, 15/06/2018