Cuando empezamos a negociar el nuevo reparto de escaños post-Brexit, aplicable a las elecciones europeas de 2019, nos planteamos varios objetivos, que, a prioiri, resultaban una cuadratura del círculo.
Queríamos, en primer lugar, reducir el número de escaños de los 751 actuales a una cifra muy inferior que nos permitiera un colchón para los países que en el futuro pudieran ingresar en la Unión (Balcanes occidentales principalmente). Queríamos aprovechar algunos de los 73 escaños británicos para compensar a aquellos países a los que la “proporcionalidad degresiva” había perjudicado especialmente en el último acuerdo de reparto y estaban subrepresentados. Queríamos que el nuevo reparto no produjera perjuicios a nadie, es decir, que ningún país perdiera escaños. Queríamos también introducir en la ley electoral las llamadas “listas trasnacionales”, una vieja reivindicación federalista que busca una circunscripción europea y supranacional, que permita una conexión directa de los ciudadanos europeos con una candidatura europea y no nacional. Queríamos, en definitiva, un nuevo reparto sin vencedores ni vencidos, es decir, aceptado por todos aunque implicara cambios importantes en los respectivos pesos nacionales.
Hemos cuadrado el círculo en un equilibrio más justo y más europeo. Para compensar a los países perjudicados en el anterior reparto hemos utilizado 27 escaños que han permitido a España subir sus representantes de 54 a 59 escaños. Francia ha tenido el mismo crecimiento lo que convierte a nuestro país en el más beneficiado de estos incrementos por su menor peso relativo.
España recupera así una representación más acorde y más ajustada a su población. Ahora hará falta que ejerzamos nuestra mejorada representación con más densidad política e institucional. Llevamos años siendo menos de los que nos corresponde y jugando en una liga secundaria en los núcleos de decisión europea.
Una lista transnacional
El segundo gran objetivo era y es la lista transnacional, es decir, la circunscripción europea. ¿Por qué? Muchos consideramos que será un gran salto de concienciación europea que los 500 millones de ciudadanos europeos tengamos que elegir una lista supranacional, integrada por europeístas de reconocido compromiso con el proyecto europeo, procedentes de cualquiera de los países miembros y encabezada por el candidato a Presidente de la Comisión de cada familia política europeo. Eso implica superar la dimensión nacional, demasiado local, incluso provinciana a veces, de nuestras listas europeas, y eso exige que los partidos se presenten como partidos europeos con su líder europeo al frente. Eso sí es más democracia europea, más legitimación y más ciudadanía europea.
Si finalmente esta lista es aprobada, estará formada por 27 diputados. Los ciudadanos votaran en doble urna y el reparto de los escaños de esta lista se hará por proporcionalidad pura. Sumando estas dos reformas, utilizaremos 54 escaños de los 73 que deja el Reino Unido. Quedan 19 para futuras ampliaciones hasta llegar a los 751 diputados del actual Parlamento Europeo.
¿Qué pasaría si el 29 de marzo de 2019 el Reino Unido no formaliza su retirada de la Unión Europea? Lógicamente, estas previsiones quedarían suspendidas y sin posibilidad de materialización, porque los británicos seguirían en la UE y elegirían a sus 73 diputados, volviendo, todos, a las cifras anteriores del reparto, es decir, a las de 2014. Pero, sinceramente, aunque el informe del Parlamento Europeo contemple esa hipótesis, es altamente improbable que eso ocurra. Precisamente porque sabemos que el Reino Unido se irá, -muy a nuestro pesar- hemos tomado estas decisiones.
Sinceramente creo que se ha hecho un buen trabajo, bueno para España pero también bueno para Europa.
EuroEFE, 29/01/2018