Está bastante extendida la idea de que los dos grandes escándalos fiscales de los últimos meses (Luxemburgo y Panamá), son solo la punta del iceberg. El dinero huye y se esconde del fisco en espacios fiscales opacos y la ingeniería fiscal en el capitalismo financiero globalizado ha ido creando tal maraña para la evasión y la elusión fiscal de sociedades y de fortunas que, bien podría decirse que solo estamos conociendo una parte de una práctica generalizada en perjuicio de las haciendas públicas en todo el mundo. Muy gráficamente, el filósofo Salavoj Zizek aludía a la naturalidad de esta práctica en un artículo titulado ‘¿Por qué el perro se lame los testículos?’, diciendo: «La corrupción no es una desviación contingente del sistema capitalista global, es parte de su funcionamiento básico». De manera que la dimensión del enorme fraude a la colectividad (se calcula que en los paraísos fiscales se oculta la fabulosa cantidad de 6 billones de euros, equivalente a unos 130.000 millones de euros evadidos al fisco) y la indignación ciudadana que ello provoca (hay pocas cosas que pongan más de acuerdo al 99% de la población sobre la desvergüenza y la inmoralidad de esas actitudes) convierten a estos episodios en una «ventana de oportunidad» inmejorable para luchar y vencer esta lacra social.
Vaya, en primer lugar, mi reconocimiento a quienes están poniendo en la pantalla estas informaciones. Ya sean ciudadanos ejemplares que arriesgan su carrera y su seguridad (‘whistleblowers’ o denunciantes), desvelando prácticas bancarias y jurídicas o actuaciones irregulares de los Estados, ya sea el consorcio de periodistas internacionales, ya sea un hacker brillante, ya sea EE UU en su rastreo del dinero del terrorismo o los policías en la investigación del dinero del crimen. Me da igual. Lo importante es que un techo de cristal se ha instalado sobre la opacidad y el secretismo del dinero oculto. Nadie está seguro y si no es un juez, será la Hacienda de tu país o el oprobio social el que perseguirá estas prácticas.
Pero no es tan fácil. De hecho, la tarea que se nos presenta a quienes tenemos la responsabilidad de orientar e implementar las propuestas de combate a toda esta gigantesca estructura creada para eludir al fisco es ingente. Para empezar, estamos operando en un ámbito supranacional en el que fallan clamorosamente las mesas de la gobernanza global. Personalmente creo que estamos llamados a una cumbre fiscal internacional parecida a la de París del año pasado sobre el cambio climático, a convocatoria de la ONU y sobre las bases técnicas que elabore OCDE.
Lo primero que es necesario hacer es obtener una definición común válida en todo el mundo de ‘paraíso fiscal’. Sobre esa definición común es posible hacer después una lista internacional de países paraísos y, en consecuencia, arbitrar luego un marco de sanciones económicas comerciales y fiscales para con ellos. Entre estas últimas, será necesario establecer una tasa fiscal (~50%) a las transacciones de dinero con destino a esos países. La lucha contra los paraísos fiscales debería incluir también la creación de un registro público en un organismo internacional (el FMI por ejemplo) de compañías ‘offshore’ o empresas pantalla en esos países con indicación de sus titulares, así como un acuerdo internacional con la banca para ofrecer transparencia a sus operaciones en esos países. Como verán, nada fácil y en ningún caso a corto plazo.
En Europa estamos a la cabeza de estos impulsos. A raíz de los escándalos ‘LuxLeaks’, se ha iniciado una verdadera cruzada contra la elusión fiscal de las empresas (especialmente las que operan en múltiples países y las tecnológicas, que operan en la ‘nube’ y establecen su fiscalidad donde les da la gana). Aquí, los avances son más pragmáticos y reales. Hemos empezado por establecer una ‘obligación de informar’ entre los países de la Unión, de todos los ‘acuerdos fiscales’ que se hagan con las compañías en perjuicio de los países vecinos. Seguimos con la obligación para las grandes empresas de publicar sus cuentas fiscales ‘país por país’, indicando así en su página web su facturación nacional y sus pagos fiscales. Junto a la OCDE, se trabaja actualmente en el establecimiento de la Base Consolidada Común del Impuesto de Sociedades (Biciis) y se están tomando medidas contra el fraude del IVA, especialmente transfronterizo.
Nunca, en tan poco tiempo, se habían desplegado tantos esfuerzos técnicos y políticos para combatir el fraude y la elusión fiscal en la Unión. No es solo la alarma social generada por la injusticia que comporta, es también la constatación de su inmensa cuantía (la punta del iceberg) y la imperiosa necesidad de realimentar a nuestras haciendas públicas, famélicas por la crisis. En mi intervención en el Parlamento Europeo señalé de manera descarnada que estas prácticas son un robo a los ciudadanos y a su bienestar y que, probablemente, estamos en vísperas de una revolución fiscal en el mundo entero que, ojala, acabe con la creación de un impuesto mundial progresivo sobre el capital y el patrimonio –como propone el economista francés Thomas Piketty– que desincentive la elusión fiscal sobre tributos nacionales a la riqueza y que, recaudado por una agencia de la ONU, se destine a la financiación de bienes públicos globales. Así, de paso, combatimos la desigualdad que está creciendo en las sociedades occidentales.
Publicado en El correo, 22/04/2016