Por desgracia, previsible. Hace ya varios meses que lo esperábamos. Al conocer los detalles de los atentados de París y tener noticia de la ramificación bruselense de los ataques, al comprobar que durante varios años el islamismo radical de ISIS había tomado cuerpo en Molenbeek y en otros barrios de Bruselas sin que los servicios de seguridad belgas hubieran logrado desarraigarlo, muchos pensábamos que un atentado acabaría por suceder en esta ciudad.
Bastaba recordar la semana del 21 al 25 de noviembre, en que las autoridades temieron un atentado inminente, o ver a los soldados por las calles todos los días, vigilando edificios oficiales y patrullando como si Bruselas estuviera en estado de guerra. Tenía que llegar y llegó esta mañana.
¿Qué puedo decir de nuevo? De nuevo, lo primero es el dolor de la tragedia y las condolencias a las familias de tantas víctimas inocentes. De nuevo es la sensación de impotencia ante esta gente, que hace de la muerte su único lenguaje, su único mensaje. De nuevo es la angustia de la vida paralizada por el impacto de una sucesión de noticias que colapsa las redes, que interrumpe las reuniones, que nos sumerge en cifras de muertos que siempre crecen y en medidas de control y seguridad que restringen movimientos y planes.
Así estamos hoy en Bruselas. Encerrados en el Parlamento. Suspendiendo actividades. Con convocatorias apresuradas de minutos de silencio. Cambiando vuelos y planes para estos días. Esperando noticias.
"Estamos en guerra", dijo Manuel Valls, el Primer Ministro francés. Desde luego esta guerra es muy distinta de aquellas que conocimos en el siglo pasado. Muy cerca de aquí, en Ypres, una pequeña ciudad belga en la que murieron más de 500.000 personas a lo largo de la Primera Guerra Mundial, hay un museo de lo que fue aquella horrible guerra de trincheras malditas y eternas. No, aquella guerra no tiene nada que ver con esta que dice Valls, pero mucho me temo que esta es también efectivamente una guerra. Me temo además que será larga.
¿Qué tenemos que hacer? He aquí tres urgencias para nuestra política:
1. Crear un cuerpo de inteligencia policial europeo. Desde 2004 Europa sufre ataques terroristas con los mismos orígenes ideológicos y objetivos estratégicos. Pero nuestras policías actúan cada una en su territorio nacional, con pocos mecanismos de conexión más allá que los que proporciona Europol. Los instrumentos de cooperación policial y judicial y de coordinación en materia de inteligencia siguen siendo insuficientes. Pese a los sucesivos intentos de poner en marcha intercambios intensivos de información - como mínimo desde 2010- estos siguen sin fructificar del todo; a las pruebas me remito. Es inadmisible que las tensiones entre los propios europeos minen la seguridad de toda la ciudadanía, y es urgente superar esos recelos para ser más eficientes en la lucha contra el terror.
2. La política antiterrorista europea debe coordinarse más y mejor con las agencias de seguridad norteamericanas, y venir respaldada por unas relaciones exteriores con los países del Magreb y el Mashrek implementada de manera estratégica y coordinada a nivel europeo. Esto último no es lo que está sucediendo actualmente; antes al contrario, en el tablero de Oriente Medio chocan intereses y puntos de vista nacionales discrepantes, cuando no contradictorios. Este panorama impide contribuir desde Europa a estabilizar la zona, y precisamente ese elemento, la estabilidad de la región, es fundamental para poder combatir al Estado Islámico con alguna probabilidad de éxito. Naciones Unidas ha reconocido que esa meta es clave para la paz en el mundo: pongámonos manos a la obra.
3. Necesitamos una política para la población musulmana en Europa. Adaptada a cada país, pero es necesaria una política de integración de los barrios donde se asienta la mayor concentración de jóvenes susceptibles de caer en la trampa del yihadismo. Proporcionar un futuro en forma de empleo y oportunidades a esa población, al tiempo que se profundiza el control de la radicalización en redes y mezquitas es la mejor manera de prevenir que muchos ciudadanos europeos -no olvidemos que en su mayoría lo son- se transformen en terroristas o en combatientes extranjeros camino de Siria e Irak y vuelta. Pero todo esto tenemos que hacerlo contando con la población de estos barrios. Al terrorismo yihadista debe combatirle y vencerle el Islam y los musulmanes de la paz. Y nosotros debemos ayudarles.
Publicado en El Huffington Post, 22/03/2016