Las elecciones locales han confirmado lo que se anunció un año antes en las europeas de mayo de 2014. Dos nuevas fuerzas políticas, Ciudadanos y Podemos, irrumpen en el escenario de la política nacional y sustituyen por demolición o absorción a UPyD y a Izquierda Unida. Los dos grandes partidos políticos, PP y PSOE, siguen perdiendo peso relativo en el conjunto electoral y sólo pactando con las fuerzas emergentes lograrán mayorías de gobierno que, en todo caso, serán muy diversas y no menos inciertas.
La derrota más abultada ha sido –sin duda– la del PP, aunque haya ganado las elecciones en términos absolutos. La crisis consecuente del partido del Gobierno ha ocultado otras reflexiones no menos necesarias.
1. La primera, la más cercana. El resultado del PSOE no ha sido bueno. Salvo en Andalucía, Extremadura y Asturias, la derrota socialista en las grandes urbes y en los núcleos obreros, es muy preocupante. Ser la segunda fuerza, muy pegada al PP (25% frente al 27%) es importante para seguir siendo «la alternativa» y concentrar el voto útil frente al PP en las generales. Pero un examen realista de los resultados obliga a reconocer que Podemos ha entrado con mucha fuerza en esa disputa y que el voto de izquierdas se ha dividido en las grandes ciudades y ha encontrado otras opciones (incluyendo las nacionalistas) como expresión de sus desacuerdos con el PSOE.
2. Muy probablemente las fuerzas emergentes (Ciudadanos y Podemos) pretenderán seguir vírgenes sin comprometerse en acuerdos y gobiernos que siempre producen división de opiniones. Por eso creo que las mayorías de gobierno que salgan en junio y julio de ayuntamientos y comunidades, sufrirán revisiones después de las generales. Es decir, nuestro panorama político institucional es doblemente inestable. Porque el cambio de gobierno en España en 2016 es más que probable y porque de la coalición final en España, dependerán también los cambios de mayorías en comunidades autónomas y ayuntamientos. A ello hay que añadir las incertidumbres que despierte Podemos, como partido de gobierno. Sabemos de sus méritos para canalizar la indignación social, de sus habilidades para combatir el bipartidismo y para aparecer como una opción política nueva, sin pasado, etc. Pero, ¿cómo se comportarán gobernando? Es decir, ¿cuáles serán sus decisiones, cuando las opciones de gobierno se limiten a ser malas o muy malas como a menudo ocurre al gobernar? ¿Cómo administrarán su estructura organizativa ciudadana en las decisiones que haya que tomar, sí o sí, en minutos, sin poder llamar a nadie? ¿Cuál será su programa, cuál es su pensamiento, ante cientos de problemas que, en el Gobierno, no permiten fórmulas fáciles o de panfle
to, esas que se crean y se escriben cuando estás en
la oposición? No sabemos nada de ellos y eso también
está pendiente.
3. Cada vez se ve más claro que Ciudadanos se
encamina a disputar el voto de centro al PP. La tipología
social de sus dirigentes y candidatos (jóvenes,
con trabajo, licenciados, urbanos, de clase media,
con poca ideología y mucha ‘technicality’) y
las claves programáticas de su proyecto (regeneración,
liberalismo y nacionalismo español) les ubican
en esa posición de morder muy seriamente el
voto del centro sociológico del PP (aunque no sólo),
si el partido del Gobierno sigue lastrado por la corrupción.
Es aquí donde radica la potencialidad de
Ciudadanos teniendo en cuenta que el PP sigue en
los próximos meses pendiente de un horizonte informativo
bastante delicado. Y digo potencialidad
porque los resultados de Ciudadanos en estas elecciones
no han sido buenos en relación con las altas
expectativas que les daban las encuestas.
4. ¿Dará la vuelta Rajoy
a estas preocupantes
perspectivas con un
discurso económico
triunfalista? Esa es, sin
duda, su única opción.
La ‘opción Cameron’ que
le permite ofrecer al
electorado una senda de
crecimiento económico
y de solvencia en la gestión
del país. Muy probablemente,
este argumento
pesará en las generales
más que en las
locales, pero, en cualquier
caso, incluso ganando,
su peso político
disminuirá notablemente,
y alguna coalición
será necesaria y no está
escrito que la protagonice Rajoy, demasiado quemado
por el «pasado» y por las responsabilidades
directas en asuntos judiciales de su partido.
Muchos analistas consideran que el voto en las
generales no será «tan fácil» a los nuevos partidos
como lo ha sido en las locales. Coincido con ellos
en que entonces el peso de la responsabilidad de
las elecciones (el Gobierno de España todavía en
crisis) se concentrará en mayor medida en los dos
grandes partidos del país: PSOE y PP.
5. Por último, Euskadi. Aquí las cosas están claras.
El PNV gana, resiste bien a los emergentes y
rentabiliza centralidad nacionalista (algo que en
Cataluña deberían mirar). Bildu pierde Gipuzkoa
porque la sensatez electoral ha castigado las ocurrencias
y los fracasos (basuras y ciudad cultural,
entre otras muchas) y PNV y PSOE muestran gran
fortaleza en sus feudos. El PSOE mantiene a duras
penas el asalto de los nuevos y los pactos PNVPSOE
parecen lógicos y necesarios como nuevo
marco político futuro. A destacar la victoria de Maroto
en Vitoria, escondiendo las siglas del PP y aprovechando
tanto un tirón personal incuestionable
como un peligroso y populista discurso antiinmigración.
Su respaldo electoral le convierte en el
candidato legítimo a alcalde de la capital. Los problemas
estarán en la Diputación de Álava y en Navarra,
donde las coaliciones son más difíciles. Pero
de esto hablaremos otro día.
Publicado en El Correo, 4 Junio 2015