-En los últimos años ha sido usted coordinador del programa del PSOE. ¿Cuál es el papel de la socialdemocracia en 2014?
-Quiero creer que el mismo que ha desarrollado a lo largo de toda su historia: construir una sociedad socialmente cohesionada, en libertad y en progreso. Nuestra misión es ésa, pero reconozco que la globalización, los cambios tecnológicos, inclusive los cambios sociales de los últimos años, hacen más difícil la concreción de nuestras respuestas. Honradamente, la izquierda tiene que encontrar las propuestas adecuadas a un tiempo nuevo y a unos márgenes más estrechos.
-¿Habla de una refundación?
-No. Vamos a ver, yo creo que la primera consigna debiera ser una izquierda más articulada internacionalmente, un partido socialista europeo y no la suma de 28 y una gran bandera que no hemos conseguido instalar en la sociedad todavía. Me refiero a democratizar la globalización. ¿Cómo tenemos que gobernar desde la democracia el mundo global? Me refiero a la regulación financiera, al sometimiento de los mercados a la política, a la sociedad del bienestar, al cambio climático, a la expansión de los derechos humanos en el mundo? Estas grandes causas se dilucidan en espacios supranacionales. Ésta es la primera gran causa pendiente. La segunda, definir una sociedad basada en la cohesión social para el mundo, es decir, no nos hagamos como los chinos, sino que consigamos que China y la India y los países emergentes quieran ser Europa. Yo diría que en tercer lugar debemos construir sociedades nacionales con equilibrio para que exista empleo y sostenibilidad de los servicios públicos básicos.
-¿España es un escenario ideal para una gran coalición?
-Las cosas que están pasando en España son bastante graves. Hay una triple crisis: la institucional y democrática, la territorial y la socioeconómica. España tiene grandes cosas por hacer y deben hacerse por grandes acuerdos. Pongamos un ejemplo: la regeneración democrática o la propia pulsión territorial con Cataluña van a requerir, probablemente, una reforma de nuestra Constitución. ¿Cómo se hace eso? Se hace con grandes acuerdos que implican al PSOE y al PP. ¿Quiere eso decir que hay que hacer gobiernos de coalición? No. España se tiene que poner en otra clave. Desgraciadamente, el Gobierno de Rajoy no nos está dando esa oportunidad: no quiere hacer política grande.
-¿Y qué sucederá con IU o UPyD? ¿Pueden participar de esa política "grande"?
-En algunos casos me parece imprescindible contar con los demás partidos, pero en cualquier caso los grandes acuerdos necesitan del PP y del PSOE.
-¿El papel que tenían en los años 90 los nacionalismos moderados lo heredaron UPyD e IU?
-No es malo que haya más bisagras, pero yo creo que muchos se equivocan pensando que la solución del sistema político es fragmentarlo en muchos partidos. Esto no va a dar estabilidad política al país. No tengo por qué confiar en que responsabilidades de gobierno vayan a ser bien ejercidas por partidos que nunca han gobernado y que no nos han demostrado responsabilidad con el conjunto del país. Lo que estoy diciendo es que, en el actual arco parlamentario, determinadas materias reclaman acuerdos amplios, pero la gobernabilidad futura solo la decidirán los electores españoles en 2015.
-¿Y qué me cuenta de la irrupción de la plataforma Podemos?
-Yo veo más una expresión de protesta y de queja social que de propuesta y de alternativa política seria. No veo en Podemos ninguna fiabilidad para resolver los problemas, veo una legítima expresión de protesta. Hasta ahí, bien, pero cuando me pongo a pensar en quién gobierna la complejidad, quién gobierna con crédito hacia los países vecinos, los mercados, las empresas? Yo no creo que proyectos políticos que proponen no pagar la deuda como país sean proyectos serios. Porque esto implicaría ser, literalmente, un país marginal. A Argentina le ha pasado eso. Algunos pronunciamientos que escucho solo quedan bien en la radio o en las asambleas de la calle. No hay política sin partidos y algunos defienden un sistema sin partidos, por la red, creyendo que han inventado un nuevo sistema representativo. El resultado de todo esto es una anarquía desorganizada que producen catástrofes.
-¿La dificultad de los estados para ceder soberanía impide el establecimiento de una verdadera unidad financiera en Europa?
-No es solo un problema de soberanía de los estados, también se trata de una serie de intereses contradictorios entre el Norte y el Sur. Una política favorecedora de un poco más de inflación sería buena, pero los alemanes tienen miedo a que esta inflación deprima sus pensiones. El sur de Europa reclama que el Norte haga una política más expansiva, más keynesiana, que aumente sus salarios para que consuman más, pero en el Norte no se quiere hacer porque temen a sus propias inflaciones. Es cierto que hay una tentación neonacionalista de los estados periféricos en Europa que deconstruyen la propia idea de Europa. La Unión Europea tiene fallos en la arquitectura institucional de la gobernación económica y monetaria y tiene que enfrentarse como espacio económico al mundo globalizado, a los países emergentes.
-¿Está en peligro la libertad de movimientos de los trabajadores europeos?
-Esta libertad de movimientos se firmó en Schengen, en 1985. Europa no debe cerrar sus fronteras interiores, tiene que asumir la diversidad y favorecer el intercambio. Es mucho más razonable establecer oficinas de empleo europeas en todos los países que intercambien las ofertas de trabajo de todo el continente que establecer fronteras y restricciones de movimientos.
-¿Se confundió Europa al crecer hacia el Este?
-Se hizo más compleja, pero no era evitable esa decisión. Cuando cae el Muro, Europa no puede dejar fuera a Hungría o a la República Checa o Eslovaquia, Lituania?
-Incluso Rumanía?
-Es Europa. Es una Europa muy heterogénea y muy compleja de gobernar, pero es Europa. La decisión política no podía ser otra. Tenemos que avanzar en esa complejidad y de esa manera. No olvidemos que tenemos ahí, pendiente de decisión, la admisión de algunos países de los Balcanes que tocarán también a nuestra puerta y ya veremos qué pasa con Ucrania. Una Europa más grande requerirá avances por mayorías reforzadas, es decir, coaliciones de países. Esto hará más lenta la construcción europea, pero no podemos restringir el espacio físico de la Unión a riesgo de que tengamos un montón de vecinos en una situación, digamos, heterogénea.
Publicado en La opinión A Coruña. 1/04/2014