Algunas de las empresas textileras
europeas que subcontrataban sus confecciones en el edificio de Dacca (Bangladesh)
en el que han muerto más de 600 personas, han anunciado que van a ayudar a las
ONGs de la zona para mejorar la cooperación con el país. No, por favor, no se
trata de caridad. Se trata de responsabilidad. Lo que tienen que hacer las
grandes marcas internacionales que operan en esos países en esas condiciones,
es asumir la cuota de responsabilidad en la creación y en la existencia de
estas empresas esclavistas que trabajaban para ellas a precios de miseria.
Asumir su responsabilidad como empresas principales en la cadena de subcontratación
y hacerse cargo de las indemnizaciones por muerte y por lesiones graves en la
mayoría de los casos invalidantes, de cientos de trabajadores que han sufrido
esta catástrofe por las paupérrimas condiciones en la que se subcontrata la
producción textil en esos países pobres y subdesarrollados.
No
es la primera vez. Que yo sepa, en Bangladesh se han producido por lo menos
tres grandes accidentes por derrumbamiento o incendio de edificios o naves
industriales textileras en los que trabajaban apiñados como animales miles de
personas en condiciones insalubres, por salarios ínfimos. Y lo que es peor, en
edificios inseguros y mal construidos. Pero todo esto lo sabían y lo saben las
textileras multinacionales y en casos anteriores, no fue posible un acuerdo
entre ellas para indemnizar a las víctimas, porque no se quieren considerar
“responsables” y porque no quieren ver contaminadas sus marcas con esas
“desgracias ajenas”. Es más también lo sabemos nosotros, querido lector y nos
aprovechamos después de los bajos precios de esos vestidos y de esos trajes que
llenan los escaparates de las grandes tiendas de nuestras ciudades.
La extraordinaria globalización
productiva que se ha producido en los últimos veinte años, ha hecho que más de
mil millones de personas que sobrevivían cultivando arroz o cuidando a pequeños
rebaños de cabras o vendiendo cestillos en mercados medievales confeccionados
con el junco de sus ríos, hoy se han incorporado a procesos productivos
industrializados. Esto ha sido formidable para ellos. De hecho la desigualdad
entre países (no así la desigualdad en el interior de los países) ha descendido
notablemente con la
globalización. Pero la manera en que operan las grandes
compañías en esos nuevos países, especialmente con la mano de obra no
cualificada, es algo que llama al escándalo social y humanitario.
La
catástrofe de Dacca no puede quedar sin pena para los culpables y sin
repercusiones para los responsables. Ha sido horrible. Más de seiscientos muertos.
Más de setecientos heridos con los cráneos fracturados, las cajas torácicas
aplastadas, brazos y piernas amputados….. En el edificio trabajaban 3.000
personas con salarios de entre 30 y 50 euros al mes.
Los
culpables directos los buscarán y los castigarán allí. Confío en que
arquitectos, constructores, autoridades, empresas, etc… paguen sus faltas y sus
delitos. Por supuesto, al dueño del edificio que elevó tres plantas un viejo
almacén y las llenó de máquinas y personas hundiendo el edificio, que le
juzguen como se merece. Pero la raíz del problema nos afecta. Las empresas que
subcontratan allí y en otros lugares en parecidas circunstancias, deben
aprender que estos escándalos les conciernen y si no quieren verse perjudicados
en sus marcas y en su reputación corporativa, deben negarse a trabajar con esos
empresarios explotadores y en esas condiciones inhumanas, por indignas y
esclavistas. Y si lo hacen, deben ser castigados en los periódicos, en la red,
en los mercados bursátiles, en los índices de sostenibilidad y de RSE, y por
supuesto en el consumo por parte de los ciudadanos.
Si las grandes compañías
del textil se esforzaran por conocer las condiciones de trabajo de sus subcontratistas
y aseguraran el cumplimiento de las condiciones laborales mínimas en el Derecho
Internacional, en todos los países en los que operan, estas
catástrofes no volverían a ocurrir. Una reciente iniciativa de Naciones Unidas,
viene como anillo al dedo a este caso. Se trata de la aplicación a las empresas
multinacionales en todo el mundo de los llamados principios Ruggie: Proteger,
Respetar y Remediar, que obliga a las empresas a cumplir los principios
fundamentales de la dignidad humana: Declaración Universal de DDHH, principios
OIT, en todas sus actividades, en cualquier lugar del mundo. Si no lo hicieran,
pueden ser denunciados ante los tribunales de su propio país por sus
responsabilidades. ¿Se imaginan un pleito en Estocolmo contra H&M o en
París contra Carrefour o en Madrid contra el Corte Inglés por los subcontratos
de Dacca? No estamos muy lejos.
Una
cultura exigente de Responsabilidad Social de las empresas nos llevará a
integrar en nuestra práctica jurídica este tipo de situaciones por vulneración
directa o indirecta de los principios universales de los Derechos Humanos.
También las redes sociales y los medios de comunicación y las organizaciones
del tercer sector, deben extender la denuncia de prácticas empresariales
irresponsables, para que una sociedad, madura por informada y formada, pueda
premiar y castigar a las marcas por la responsabilidad social de las empresas o
por lo contrario. Lo que resulta increíble por opaco y siniestro es que todavía
nadie haya publicado la lista de las empresas textileras que subcontrataban en
Savar, un suburbio industrial de Dacca, la capital de Bangladesh. Los ingleses
tienen un refrán que viene bien al caso: “Name them and same them”, algo así
como: “Nómbralas y avergüénzalas “.
Publicado en El Correo, 12 Mayo 2013