Pese a compaginar su agenda de ministro de Presidencia con la de cabeza de lista del PSE por Álava, Ramón Jáuregui (San Sebastián, 1948) encontró tiempo para leer en diagonal la entrevista con ETA del pasado viernes.
Pregunta. ¿Cómo interpreta la entrevista?
Respuesta. Tiene el aroma de una autojustificación que parece seria. Todo confirma que la decisión es firme, aunque su explicación resulte patética. Tenemos que ser inteligentes, incluso si se quiere generosos, para comprender que su derrota la transformen en una cierta épica histórica para su mundo. No podemos pensar que la disolución de una banda de esta naturaleza, con un fenómeno político detrás tan gordo, la expliquen con un "nos hemos equivocado".
P. ¿Quién se llevará la prima por la paz en las urnas?
R. No lo sé. Habrá dos tiempos. A corto plazo, puede haber un reforzamiento, que ya lo ha habido en mayo, de la marca política [de la izquierda abertzale] pero con el tiempo esto se asentará e irá fluctuando. Lo más importante de lo que viene es que probablemente, por como han terminado las cosas, el nacionalismo no va a conjugar un proyecto común independentista, porque eso sería la muerte del PNV.
P. ¿Cuál fue el mayor error del Gobierno al que pertenece en la gestión de la crisis?
R. Quizás fue un error no haber puesto al país desde el primer momento en la clave del esfuerzo colectivo que requería. Es fácil decirlo ahora, pero nadie lo vio venir entonces. Nadie vio en 2008, ni siquiera con la caída de Lehman Brothers, que la crisis era tan profunda, tan sistémica y tan larga.
P. Un sector de los votantes socialistas se siente traicionado por el bandazo en el discurso tras el ajuste de mayo de 2010.
R. Fue un poco brusco, sí, pero es que los acontecimientos fueron bruscos. Hasta finales de 2009 hicimos política keynesiana. Toda Europa, y España en particular, gastó lo que no estaba escrito para incentivar la economía. Pero a finales de 2009 el viento huracanado de las dudas de los mercados sobre las deudas de muchas partes de Europa nos obligó a una rectificación profunda. Una cosa que quizá no hicimos bien fue defender y explicar que eso era lo que España necesitaba. Basta ver lo que pasa alrededor y cómo se hunden países a los que les imponen Gobiernos tecnocráticos para confirmarlo. Contra Berlusconi nadie podía, ni los jueces ni sus escándalos. En dos días pudo la UE.
P. El Gobierno tuvo tiempo desde 2004 para corregir la burbuja inmobiliaria que terminó estallando.
R. Cierto, pero cuando un país cabalga a ese ritmo de crecimiento, aunque el caballo sea un caballo que va a caer, sigue cabalgando. Reconozco que hubiera sido más fácil o cómodo haber ido soltando aire poco a poco, pero realmente nadie era capaz de meter una aguja a ese globo.
P. ¿Sacar menos de 125 diputados, cifra conseguida en la derrota de 2000, sería un fracaso?
R. Perder es un fracaso. Frente a algunos que creen que una derrota dulce es lo mejor, porque lo que viene es muy difícil y es mejor que lo haga la derecha, yo pienso lo contrario. Somos el partido que históricamente ha hecho las grandes reformas: la reconversión industrial, la entrada en Europa, el Estado del bienestar... Las grandes transformaciones socioeconómicas las hizo el PSOE. España vive una encrucijada histórica brutal y yo no quiero que el PP gestione este nuevo tiempo. Porque no quiero un país de bajos costes, barato y desestructurado. Quiero que seamos Suecia o Alemania, no quiero que seamos Indonesia.
P. ¿Qué le diría a un joven que hizo todo lo que la sociedad le pedía -estudió inglés, se fue de Erasmus, cursó un máster- pero sigue sin encontrar trabajo?Mucha gente tiene amigos que se encuentran en una situación parecida.
R. Yo también, incluso hijos. Con toda sinceridad les recomiendo, según qué profesiones, que viajen. A un vecino mío que es cocinero durante el verano, le digo que se vaya a Alemania. A un arquitecto, aparejador, que se vaya a Brasil. No pasa nada. Si no encuentras nada, vete. No te quedes mano sobre mano. O haces cursos y te formas más, o dominas bien los idiomas, o vete.
P. ¿Y cómo se le pide el voto a ese joven?
R. Diciéndole que, con todo, quiero hacer un país al que él podrá volver.
P. ¿Qué se puede esperar de una Europa tan confusa?
R. Probablemente el año que viene haya un Gobierno socialdemócrata en Francia y otro en Alemania. Puede ocurrir. Yo pienso que los socialistas, con Francia y Alemania, daremos otra visión de Europa.
P. En Álava preocupa el futuro de la central nuclear de Garoña.
R. Nosotros tomamos la decisión, el 6 de julio de 2009, de que cerrase en julio de 2013. Hemos hecho un plan alternativo, pero yo tengo en mi memoria las palabras de Rajoy: "Mi Gobierno no cerrará Garoña". Va a cargarse una decisión estratégica y política del Gobierno.
P. Teniendo en cuenta que ETA ha llegado a su final, la situación de crisis económica, las tensiones territoriales en Cataluña y Euskadi, ¿por qué no aprovechar para refundar España? ¿No está agotado el relato de la Transición?
R. No hay soluciones mágicas que resuelvan el problema territorial de la noche a la mañana. A mí me parece que el relato se construye día a día. Es evidente que la fórmula que hicimos ha funcionado bastante bien. Hoy, 33 años después, hay que hacer algunos ajustes, sí, por supuesto. Cabe interpretar que el modelo autonómico reclama menos duplicidades, más coordinación, más cultura federalista. Los socialistas vascos y los socialistas en general tenemos un modelo de autogobierno y de funcionamiento estatal más próximo al federalismo cooperativo que el modelo centralista del PP o el modelo separatista de los nacionalistas. Cabe reconocer que Cataluña y Euskadi expresan una dialéctica de inserción más bilateral, más singular, que requiere una política propia. A mí no me importa reconocer eso.