En los últimos 10 años la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) se ha convertido en una referencia común. Representa una profunda transformación de la cultura empresarial, pues hace de la ética el carácter y la esencia de la empresa, no su apéndice o envoltorio. La empresa tiene una suerte de contrato moral con la sociedad, siendo éste la fuente de su legitimidad y poder. Crea valor, pero valor para todos, para el trabajador, el consumidor, el accionista, el gestor, el proveedor, el ciudadano, la sociedad, el medio ambiente. Debe maximizar el valor compartido pues es condición de su éxito.
Cuando José María Arizmendiarrieta alumbró este gran grupo empresarial que hoy es Mondragón Corporación Cooperativa, años 50 y 60, aún no se había acuñado el concepto Responsabilidad Social de la Empresa. Sin embargo comparten la perspectiva: él concibió la empresa cooperativa desde la primacía de su dimensión ética y social. Sostenía que la empresa está al servicio de la promoción de bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades humanas, pero como expresión de la «originaria comunidad humana y su exigencia de solidaridad». La actividad económica debe ser instrumento de transformación social; la empresa debe construir «un nuevo tipo de comunidad humana y social» fundada en la dignidad humana, la participación y la exigencia de justicia social. De forma precursora a la RSE, el padre Arizmendiarrieta va a insistir en que la gestión de una empresa se mide por los resultados pero «han de ser no sólo los económicos, sino también los sociales y humanos».
Para este gran emprendedor ni la ética ni la sociedad aparecen como una cuestión externa o posterior a la empresa. Constituyen su ADN. Una idea meramente instrumental de la RSE como herramienta para manejar los riesgos en los ámbitos ambiental, social o del buen gobierno se encuentra en las antípodas de su visión originaria.
Hay prácticas decepcionantes de la RSE que la reducen a una Acción Social a la que se destinan algunos beneficios. Pero creo que la pregunta certera de la RSE no es qué hacemos con los beneficios sino cómo generamos los beneficios. ¿Es congruente con la RSE que el presidente de Telefónica obtenga unos ingresos 1.000 veces superior al salario medio de la plantilla mundial de la filial Atento? ¿Obedece a la filosofía de la RSE que el 80% de las corporaciones del Ibex 35 operen en paraísos fiscales?
Arizmendiarrieta, desde los primeros pasos postula el deber de la cooperativa de crear lo que llamó el Fondo de Obras Sociales para hacer real la igualdad de oportunidades en cultura y salud con «la promoción de las correspondientes instituciones culturales y asistenciales». No obstante la experiencia empresarial de Mondragón ofrece una contribución singular, más radical e interior, a la reflexión y a la práctica de la Responsabilidad Social. Destacaría el principio de la primacía de la persona y del factor trabajo; que lleva introducir o a subrayar en la idea de RSE cuestiones esenciales como la subordinación del capital a las finalidades productivas, la equidad de salarios y la corresponsabilidad del trabajador en la empresa. También introduce en la RSE la importancia de la educación para la empresa. La empresa cooperativa no es viable sin la formación de los trabajadores en los valores de la cooperación y en su cada vez más exigente capacitación técnica. Lo tuvo claro Arizmendiarrieta. La implicación en la educación es un tema capital de la inversión social de la empresa. Asimismo introduce la creación de un sistema de asistencia, previsión y seguridad social del trabajador cooperativo que se proyecta como servicio para todo el entorno social.
Por otra parte, creo que la investigación en RSE también tiene capacidad para introducir innovaciones en la concepción originaria de MCC. Si algo caracterizó al sacerdote vasco fue la atención a los cambios sociales y a la necesidad de una innovación constante: el signo de la vitalidad no es durar sino renacer. Siempre huyó de los dogmatismos ideológicos, apelando a la necesidad de la Experiencia. Era consciente de que esta rigidez había conducido al fracaso multitud de experiencias cooperativas anteriores. Porter y Kramer (2011) incluyen en lo que llaman la cadena de valor de una compañía una diversidad de factores como son el uso de la energía y logística; del agua y materiales de embalaje; el apoyo a la red de proveedores; las prácticas de distribución; productividad laboral; seguridad, salud y bienestar laboral; localización de la empresa y comunidad, etc. Hay experiencias interesantes de RSE que pueden resultar muy estimulantes para MCC. Hay compañías que están incorporando también la valoración positiva de los deberes fiscales.
Estamos sumidos en una profunda crisis económica que necesita no menos sino más RSE. Hoy hace 35 años falleció Arizmendiarrieta. La experiencia cooperativa creada con su filosofía social ha tenido un desarrollo formidable. Inédito en el mundo. La cultura responsable de la empresa, su conexión con la sociedad, su servicio al empleo y la búsqueda del beneficio con objetivos de reinversión en más empleo y en más servicios están en el origen y la esencia del sueño cooperativo. Todo un ejemplo de verdadera RSE. Frente a tanta propaganda envuelta en Acciones sociales más dirigida al marketing que a la sociedad misma, esta experiencia cooperativa expresa en su íntegra dimensión la concepción social responsable y sostenible de las empresas.