Al igual que hace diez años la UE aprobó un proyecto para la Europa 2010 que se denominó Estrategia de Lisboa, bajo presidencia española el consejo Europeo de junio aprobó la estrategia Europa 2020. En aquella ocasión una frase simbolizó los objetivos de Lisboa: “hacer de la Unión, la economía más competitiva en la globalización, con pleno empleo y máxima cohesión social”. En aquella ocasión los países europeos se comprometieron a alcanzar cifras mágicas en materia de empleo y de población activa: Más del 70% de los hombres trabajando. Más del 60% de las mujeres y más del 50% de los mayores de 55 años.
Desgraciadamente la Estrategia de Lisboa ha sido un fracaso. No sólo porque estamos muy lejos de esas cifras, en gran parte inalcanzables con la crisis económica surgida en los tres últimos años de la década, sino porque además, la Estrategia de Lisboa no ha sido verdaderamente ejecutada en sus aspectos más nucleares: las reformas estructurales de la renqueante competitividad europea frente a la globalización económica y sobre todo productiva. Lo cierto es que a finales de 2010, Europa se encuentra con más de 23 millones de parados, 7 millones más desde Marzo de 2008. En 2009 se contrajo un 4% la economía Europea y la producción industrial bajó un 15%. La respuesta al descalabro financiero ha llevado a las finanzas públicas a una situación límite: la carga de la deuda pública se ha disparado un 20% en la UE desde el inicio de la crisis, los déficits públicos han alcanzado niveles históricos, etc.
¿Qué falló en Lisboa 2010? La falta de compromiso político con los objetivos y la ausencia absoluta de coordinación europea en las políticas de reformas estructurales. Los objetivos nacionales y planes de reforma establecidos no se acompañaron de las herramientas e incentivos adecuados para su cumplimiento. La crisis, finalmente, se llevó gran parte de los avances logrados hacia “la economía más competitiva del mundo” que debía alcanzar el pleno empleo en 2010. UE 2020 ofrece un cambio importante respecto al seguimiento y control de los avances. Desde la entrada en vigor del tratado de Lisboa, en diciembre del año pasado, la UE se ha dotado de una serie de herramientas y de mayores competencias para la supervisión y coordinación de políticas económicas tanto de la UE como específicas para la zona euro. En ese sentido destaca la íntima relación que guarda la gobernanza económica europea con la estrategia UE-2020.
Pero la crisis ha puesto de manifiesto la enorme gravedad de los retos para Europa. Como dice Felipe González en el informe de los Sabios para EUROPA 2030, si la UE no toma medidas y no afronta sus grandes reformas internas, podemos acabar como una península decadente de Asia, hacia la que se desplaza no sólo la producción sino el conocimiento y la innovación y, por tanto, el peso económico y político del futuro. Europa sigue teniendo pues, una agenda de grandes retos que la crisis de estos años ha tenido la virtud de colocarlos ante nosotros con más gravedad, si cabe, que antes. El envejecimiento de la población, su progresiva pérdida de competitividad en el mercado global, las grietas de su modelo social, sus déficits de gobernanza, su ineficiente sistema energético y sus insuficientes esfuerzos en el campo de la Investigación e Innovación, entre otros muchos.
La Estrategia 2020 identifica 3 motores clave para el crecimiento: crecimiento inteligente (impulsar el conocimiento, la innovación, la educación y la sociedad digital), el crecimiento sostenible (fomentar una producción más eficiente en cuanto a los recursos, a la vez que impulsar nuestra competitividad) y crecimiento integrador (aumentar la participación en el mercado de trabajo, la adquisición de cualificaciones y la lucha contra la pobreza).
A su vez, los cinco grandes objetivos de los próximos diez años son:
• El nivel de empleo debería aumentar al 75% en 2020 (hoy 69%) a través de una mayor inclusión de las mujeres, los trabajadores más mayores y los inmigrantes.
• Invertir el 3% del PIB en I+D+i. Paralelamente a ese objetivo la estrategia 2020 va a elaborar un indicador de seguimiento de la innovación.
• Reducir las emisiones de gas efecto invernadero al menos en un 20% en comparación con los objetivos de 1990 (o en un 30 si las condiciones lo permiten); aumentar el porcentaje de las fuentes de energía renovables en nuestro consumo final de energía hasta un 20% y en un 20% la eficacia energética.
• Un objetivo educativo centrado en los resultados: reducir el abandono escolar en un 10% (hoy 15%) y que aumente el % de la población de entre 30 y 34 que finaliza la enseñanza superior del 31% al 40% en 2020.
• -Reducir el número de europeos que viven por debajo del umbral de la pobreza un 25 %, recuperando así a más de 20 millones de personas que viven en esa situación.
De acuerdo con lo pactado, una vez al año (en Octubre), junto a los programas de estabilidad y convergencia (nacionales), los Estados Miembros presentarán también los programas nacionales de reforma, la piedra angular sobre la que se deberán trabajar los países europeos, coordinadamente para conseguir alcanzar los cinco objetivos de la UE 2020. La estrategia 2020 llevará a cabo un seguimiento mucho más específico de los desarrollos macroeconómicos de cada estado, analizando los principales estrangulamientos y debilidades que obstaculizan el crecimiento, incluidos los desarrollos en el funcionamiento del mercado interior y las infraestructuras.
De manera que ya sabemos qué tenemos que hacer. Los 27 Estados Miembros hemos comprometido nuestras políticas económicas y estructurales hacia esos objetivos y hemos aceptado un nivel de coordinación y estímulo más preciso y severo que en el plan Lisboa 2010. La década sólo acaba de empezar, pero no precisamente con buen pié. Ahora estamos en plena crisis fiscal por los endeudamientos de los últimos años. Pero, sin demora, toda Europa tiene que aplicarse para adaptar todas sus estructuras, desde las educativas a las laborales, a unas exigencias claves para seguir siendo un espacio de progreso y bienestar. Decía Jacques Delors hace unos días en una entrevista en Le Figaro, que “después de los bomberos contra la crisis financiera y monetaria, Europa espera ahora a los arquitectos”. Los arquitectos ya han dibujado los planos, ahora nos corresponde ejecutarlos.
Expansión, 26/7/2010