Ya son tres figuras referentes en la arena económica global las que se han declarado a favor de una tasa sobre las transacciones financieras internacionales. Adair Turner, jefe de la máxima autoridad financiera del Reino Unido (the Financial Services Authority) abrió la veda y recientemente Peer Steinbruck, Ministro de Finanzas alemán ha declarado que seria "una buena y sensata" fuente de ingresos con los que financiar bienes y servicios de utilidad social. Finalmente, Joaquín Almunia ha declarado ya en diversas ocasiones, que, aunque difícil de aplicar, la tasa Tobin, es "una idea excelente". Como subraya Guillam Tett en Financial Times, el mero hecho de que alguien como Lord Turner ponga sobre la mesa el debate Tobin, es un síntoma inequívoco del impacto que la crisis ha causado al paradigma económico establecido.
El apoyo a la idea no es nuevo, Delors o Mitterand ya habían expresado su interés en la idea por su doble dimensión: un simple parámetro podría ayudar a la misma vez a estabilizar las finanzas globales (afectando al comercio de manera muy marginal) y como recurso para financiar bienes públicos globales.
“En el marco de la crisis financiera, su justificación es clara: deben pagar aquellos que originaron el daño. Los contribuyentes ya salvamos al mundo financiero del desastre. Ahora debe ser el mundo financiero el que pague por aquello de lo que es responsable y contribuya a devolvernos a la estabilidad presupuestaria. Los contribuyentes no deberían cargar por segunda vez por unos errores que nunca cometieron”.
Su poder recolector es enorme: una tasa de entre un 0´01 % y un 0´005 podría suponer unos ingresos globales del alrededor del 1% del PIB mundial.
“Las finanzas han tomado demasiado poder en nuestras economías. Es evidente que gran parte de su peso tiene un carácter puramente especulativo y socialmente inútil. Únicamente en el marco del G-20 y con la firme voluntad de todos sus integrantes se puede empezar a soñar en medidas de este tipo”.