A finales del pasado mes de Julio, Michel Rocard, ex-primer ministro de Francia por el Partido Socialista, entregó al Presidente de la República su informe sobre la posibilidad de crear una nueva figura impositiva que popularmente ellos llaman "la Tasa de Carbono", especie de gravamen fiscal contra las emisiones personales de CO2 de todos los ciudadanos de Francia. Un año antes, Sarkozy había creado un comité de sabios, presidido por el ex-dirigente socialista para examinar pros y contras respecto a la fiscalidad de la sostenibilidad medioambiental, en el marco de la política francesa contra el cambio climático.
El pasado miércoles en El Eliseo, de nuevo el presidente francés ha recibido a Alain Juppé y a Michel Rocard, ambos ex-primeros ministros por la UMP y el PS, encargados esta vez de presidir un comité de sabios de veinte personas para elaborar, en un breve plazo de dos meses, un informe sobre "l´emprunt nacional" (el préstamo nacional) que identifique las prioridades nacionales que deberán ser financiadas mediante esa vía. "Se trata -ha dicho Sarkozy- de definir las prioridades estratégicas. Hablo de prioridades estratégicas porque no podemos hacerlo todo y sé que nuestra deuda solo se puede agravar en beneficio de lo que es realmente fundamental para el futuro de nuestro país", ha especificado de entrada el presidente de la República invitando a los miembros de la comisión a "proyectar su reflexión más allá del horizonte de la crisis" y a pensar en "las inversiones más útiles en un marco de largo plazo". La comisión incluye a científicos, industriales, economistas, jefes de empresa, etc., que representan posiciones ideológicas diversas sobre la base de una amplia experiencia profesional. Entre los desafíos principales a los que debe enfrentarse el país, el presidente francés ha citado tres: la economía del conocimiento, particularmente el desarrollo de recursos propios para las universidades, la competitividad de las empresas, las tecnologías industriales innovadoras -nanotecnologías, biotecnologías, almacenamiento de la energía eléctrica, etc.- revindicando así abiertamente la necesidad de una política industrial pilotada por el Estado. A estos objetivos, el presidente ha añadido un cuarto desafío socialmente muy sensible: la lucha contra la degradación de las condiciones de vida de los excluidos sociales.
No es la primera vez que Sarkozy traslada sus inquietudes reformistas para Francia, a métodos y protagonistas tan compartidos ideológicamente. Tampoco es el único país que lo hace. Los alemanes son también muy proclives a encargar a "sabios" los estudios previos sobre los que se adoptan después las decisiones políticas, sobre todo en el ámbito económico-financiero. Los ingleses con Tony Blair lo hicieron con un famosísimo informe sobre el cambio climático (2007) que ha orientado la política inglesa en esta materia. La Unión Europea también lo acaba de hacer creando un comité de expertos presidido por Felipe González para estudiar los horizontes políticos y económicos de la futura Unión Europea.
Me pregunto porqué en España somos tan poco proclives a estas fórmulas. Varios argumentos avalan su uso, a mi juicio. En primer lugar la política, mejor dicho, las decisiones políticas son cada vez más complejas, se dilucidan en un universo técnico, geoestratégico y socioeconómico, que reclama una combinación de saberes y de conocimientos no siempre disponible en el proceso administrativo. La experiencia de otros países en la materia, las implicaciones internacionales o de mercado, las prospectivas científicas sobre el tema, etc. son elementos con frecuencia ajenos al ámbito estrictamente político y sin embargo imprescindible para el debate de las alternativas públicas.
Los informes previos no excluyen la componente política de la decisión. Es un error pensar que las recomendaciones técnicas circunscriban, limiten o mucho menos impidan la decisión política y los márgenes ideológicos de la misma. Es verdad que en muchos campos, los componentes científico-técnicos pueden resultar decisivos, pero siempre quedan espacios para la discrecionalidad y la ideología sin que ni una ni otra deban ser por ello despreciadas. Por último, los informes de los Comités de Sabios, si éstos están objetiva e inteligentemente elegidos, pueden resultar fundamentales para lograr el consenso entre las fuerzas políticas y los sectores sociales afectados.
Pongámonos a imaginar. Rodríguez Zapatero acaba de anunciar una propuesta de consenso al PP y al resto de partidos sobre dos temas cruciales en nuestro país: la Educación, y la energía. No hace falta argumentar la importancia de ambos y es un clamor que, en educación por ejemplo, ha faltado un consenso entre los dos partidos gobernantes en la etapa democrática española, lo que ha provocado un exceso de leyes reguladoras con espacios temporales de aplicación demasiado breves y a veces demasiado contradictorios. Es muy fácil pensar en quince o veinte personas de espectros ideológicos representativos, expertos en los diferentes planos de estos temas, copresididos por dos personalidades con perfiles personales proclives al acuerdo y cercanos a los dos grandes partidos, encargadas de elaborar en pocos meses sendas propuestas, para que orienten los planes y las iniciativas posteriores y para que favorezcan los consensos políticos posteriores.
Lo importante, no obstante, es la iniciativa hacia el consenso que ha tomado el presidente del Gobierno, en estas dos materias. La propuesta de los Comités de Sabios es instrumental. Pero muchas veces, se frustran grandes ideas por falta de instrumentos, por errores en el método. Si Rajoy acepta el envite del pacto, ¿por qué no empezar consensuando sendos comités de sabios para facilitar y favorecer el debate y el acuerdo?
El pasado miércoles en El Eliseo, de nuevo el presidente francés ha recibido a Alain Juppé y a Michel Rocard, ambos ex-primeros ministros por la UMP y el PS, encargados esta vez de presidir un comité de sabios de veinte personas para elaborar, en un breve plazo de dos meses, un informe sobre "l´emprunt nacional" (el préstamo nacional) que identifique las prioridades nacionales que deberán ser financiadas mediante esa vía. "Se trata -ha dicho Sarkozy- de definir las prioridades estratégicas. Hablo de prioridades estratégicas porque no podemos hacerlo todo y sé que nuestra deuda solo se puede agravar en beneficio de lo que es realmente fundamental para el futuro de nuestro país", ha especificado de entrada el presidente de la República invitando a los miembros de la comisión a "proyectar su reflexión más allá del horizonte de la crisis" y a pensar en "las inversiones más útiles en un marco de largo plazo". La comisión incluye a científicos, industriales, economistas, jefes de empresa, etc., que representan posiciones ideológicas diversas sobre la base de una amplia experiencia profesional. Entre los desafíos principales a los que debe enfrentarse el país, el presidente francés ha citado tres: la economía del conocimiento, particularmente el desarrollo de recursos propios para las universidades, la competitividad de las empresas, las tecnologías industriales innovadoras -nanotecnologías, biotecnologías, almacenamiento de la energía eléctrica, etc.- revindicando así abiertamente la necesidad de una política industrial pilotada por el Estado. A estos objetivos, el presidente ha añadido un cuarto desafío socialmente muy sensible: la lucha contra la degradación de las condiciones de vida de los excluidos sociales.
No es la primera vez que Sarkozy traslada sus inquietudes reformistas para Francia, a métodos y protagonistas tan compartidos ideológicamente. Tampoco es el único país que lo hace. Los alemanes son también muy proclives a encargar a "sabios" los estudios previos sobre los que se adoptan después las decisiones políticas, sobre todo en el ámbito económico-financiero. Los ingleses con Tony Blair lo hicieron con un famosísimo informe sobre el cambio climático (2007) que ha orientado la política inglesa en esta materia. La Unión Europea también lo acaba de hacer creando un comité de expertos presidido por Felipe González para estudiar los horizontes políticos y económicos de la futura Unión Europea.
Me pregunto porqué en España somos tan poco proclives a estas fórmulas. Varios argumentos avalan su uso, a mi juicio. En primer lugar la política, mejor dicho, las decisiones políticas son cada vez más complejas, se dilucidan en un universo técnico, geoestratégico y socioeconómico, que reclama una combinación de saberes y de conocimientos no siempre disponible en el proceso administrativo. La experiencia de otros países en la materia, las implicaciones internacionales o de mercado, las prospectivas científicas sobre el tema, etc. son elementos con frecuencia ajenos al ámbito estrictamente político y sin embargo imprescindible para el debate de las alternativas públicas.
Los informes previos no excluyen la componente política de la decisión. Es un error pensar que las recomendaciones técnicas circunscriban, limiten o mucho menos impidan la decisión política y los márgenes ideológicos de la misma. Es verdad que en muchos campos, los componentes científico-técnicos pueden resultar decisivos, pero siempre quedan espacios para la discrecionalidad y la ideología sin que ni una ni otra deban ser por ello despreciadas. Por último, los informes de los Comités de Sabios, si éstos están objetiva e inteligentemente elegidos, pueden resultar fundamentales para lograr el consenso entre las fuerzas políticas y los sectores sociales afectados.
Pongámonos a imaginar. Rodríguez Zapatero acaba de anunciar una propuesta de consenso al PP y al resto de partidos sobre dos temas cruciales en nuestro país: la Educación, y la energía. No hace falta argumentar la importancia de ambos y es un clamor que, en educación por ejemplo, ha faltado un consenso entre los dos partidos gobernantes en la etapa democrática española, lo que ha provocado un exceso de leyes reguladoras con espacios temporales de aplicación demasiado breves y a veces demasiado contradictorios. Es muy fácil pensar en quince o veinte personas de espectros ideológicos representativos, expertos en los diferentes planos de estos temas, copresididos por dos personalidades con perfiles personales proclives al acuerdo y cercanos a los dos grandes partidos, encargadas de elaborar en pocos meses sendas propuestas, para que orienten los planes y las iniciativas posteriores y para que favorezcan los consensos políticos posteriores.
Lo importante, no obstante, es la iniciativa hacia el consenso que ha tomado el presidente del Gobierno, en estas dos materias. La propuesta de los Comités de Sabios es instrumental. Pero muchas veces, se frustran grandes ideas por falta de instrumentos, por errores en el método. Si Rajoy acepta el envite del pacto, ¿por qué no empezar consensuando sendos comités de sabios para facilitar y favorecer el debate y el acuerdo?