El acuerdo UE-Mercosur, negociado durante veinte años y finalmente acordado hace casi dos (en junio de 2019) está pendiente de su aprobación en el Consejo de la Unión Europea y de ratificación posterior por el Parlamento Europeo. Este anómalo retraso pone en evidencia las enormes dificultades políticas que tiene Europa para dar luz verde a un acuerdo tan importante. Tan es así, que ha llegado la hora de denunciar como posible y me temo que probable, la renuncia europea a este Acuerdo Comercial, de Asociación Política y de Cooperación con el espacio regional sudamericano más importante y con dos países claves en nuestro radar exterior como son Argentina y Brasil.
Solo un acuerdo en el Consejo bajo Presidencia portuguesa, (es decir, antes de julio de este año), evitaría entrar en un periodo de enorme sensibilidad política para Alemania y Francia, países claves para la ratificación europea. Como bien se sabe, las elecciones alemanas, en el segundo trimestre de 2021 y las presidenciales francesas, en el primero de 2022, son el peor escenario para que ambos países venzan sus dificultades interiores a la ratificación. En efecto, los verdes alemanes, segundo partido en las encuestas, se oponen tajantemente al Acuerdo y el rechazo del agro francés hará muy improbable el compromiso de su gobierno en ese periodo, lo que nos llevaría a un incierto segundo semestre de 2022. ¿Quién puede asegurar que un aplazamiento de más de tres años desde el fin de las negociaciones no acabe siendo interpretado como una negativa final a su ratificación?
Más allá de razones ocultas de algunos países europeos al acuerdo con Mercosur, especialmente en el ámbito de la competencia agrícola y ganadera, el argumento formal que ha paralizado la ratificación europea, son las dudas sobre los compromisos de los países del Mercosur en la lucha contra la deforestación y en el cumplimiento del Acuerdo de París. Desde septiembre de 2020, la Comisión está estudiando y negociando una "Ampliación de estos Compromisos" que se añadirían al Acuerdo y facilitarían su ratificación europea. En la reciente cumbre ministerial EU-CELAC de diciembre de 2020, los ministros de Exteriores emitieron un comunicado en este sentido. Poco se sabe de esta negociación complementaria. Dombrovskis, el comisario europeo encargado de esta negociación, no dice nada. Sinceramente este escenario me parece lamentable, después de tantos años de trabajo y después del éxito alcanzado en junio de 2019. Perder esta oportunidad de establecer un gran acuerdo Político y Comercial con el espacio regional más importante de Sudamérica será gravísimo en todos los órdenes.
Desde un punto de vista geopolítico, Europa no puede perder pie en América Latina. Mercosur nos ofrece la posibilidad de cubrir todo el subcontinente con Acuerdos Comerciales (salvo Venezuela y Bolivia), incorporar a Brasil y Argentina a nuestra Asociación política en el mundo y reforzar nuestro papel en las grandes instituciones internacionales (desde el G-20 a Naciones Unidas) y financieras (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial etc). Desde el punto de vista comercial se trata del Acuerdo más ambicioso de la Unión Europea. Mercosur es un mercado muy proteccionista, con aranceles del 35% en automoción, textiles y calzado, del 18 % en productos químicos, o el 14 % en farmacéuticos. El ahorro de aranceles puede llegar a los 4.000 millones de euros al año, es decir, 8 veces los beneficios del acuerdo con Canadá y 4 veces los de Japón. A su vez, Mercosur accede con iguales beneficios al mercado más grande del mundo (después de China). 500 millones de consumidores con alto valor de compra. También importa recordar que el acuerdo otorga a Europa la "ventaja del pionero" en compras públicas, ventaja que Mercosur no ha concedido todavía a ningún otro país, a pesar de que China es su principal socio comercial.
La esperanza para una ratificación del Consejo en breve tiempo (antes de Julio, repito) es que se logre rápidamente este "compromiso complementario" y que las grandes potencias europeas, desde luego Alemania y Francia pero también España, Países Bajos, Italia etcétera, fuercen esta aprobación antes del verano, fracturando el acuerdo (Split) y aprobando únicamente el Acuerdo Comercial, que no necesita la unanimidad ni la ratificación posterior por los parlamentos nacionales (y algunos regionales).
Este artificio de dividir el Acuerdo y separar el contenido comercial de la asociación política y la cooperación, está emergiendo en Bruselas como la mejor solución, la menos mala podríamos decir mejor, para evitar los engorrosos trámites democráticos que los Tratados exigen para su ratificación parlamentaria. De hecho, el de Modernización del Acuerdo UE-México prácticamente ultimado desde hace meses, corre la misma suerte, lo que no gusta, en absoluto al gobierno mexicano. ¿Será esta circunstancia, un problema añadido a la ratificación de la primera modernización y actualización del Acuerdo UE-México?
Esperemos que no, pero tenemos que reconocer que tenemos un problema serio en nuestra capacidad negociadora de un Comercio Libre-Regulado con el resto del mundo si nuestro proceso de ratificación -forzosamente democrático, es verdad- resulta tan complejo y lleno de dificultades nacionales, a veces insalvables. Ha llegado la hora de un esfuerzo final por parte de España y la presidencia portuguesa para llevar a la mesa del Consejo Europeo de junio la ratificación del acuerdo UE-Mercosur. Ha pasado ya demasiado tiempo la Comisión para consensuar el redactado del Compromiso complementario a negociar con Mercosur y obtener así las garantías medioambientales necesarias para eliminar las reticencias y dudas europeas sobre esta materia. Ha llegado la hora de decidir la forma de la ratificación del acuerdo, separando o no, la parte comercial del acuerdo político y de cooperación. Ha llegado la hora de decidir si queremos o no este acuerdo, en mi opinión, vital para Europa y para Mercosur también.
Publicado en El Economista, 10/03/2021