El plan de recuperación será un paso extraordinario en la integración.
Al comienzo de la pandemia, Europa fue un desastre. Recordé aquello que solía decir J. B Toshack, el entrenador de la Real en su tiempo, cuando su equipo perdía el partido: «Hemos jugado como pollos sin cabeza». Europa afrontó la pandemia totalmente descoordinada, con cierres de fronteras unilaterales, disputándose entre sí las compras de material sanitario chino, sin capacidad de intercambio de experiencias ni de asistencias sanitarias mutuas. La imagen más patética la sufrimos cuando los camiones rusos de Putin llegaban a Bérgamo para ayudar a Italia. Fue humillante.
Pero hoy, Europa es la única organización internacional que ha salido reforzada de la crisis. El bloqueo o la devaluación que han sufrido estos meses Naciones Unidas, la Organización Mundial de Comercio, la Organización Mundial de la Salud, el G-20, el Fondo Monetario Internacional han destacado, más si cabe, la poderosa respuesta que está dando Europa a la pandemia. Hoy Europa compra y reparte vacunas a los 500 millones de europeos. Hoy Europa sale a los mercados y se endeuda para prestar o subvencionar 750.000 millones de euros a los Estados. Reparte esos fondos de manera asimétrica, es decir, en función de los daños sufridos en la pandemia. Hoy el BCE compra deuda pública de los Estados y asegura liquidez financiera a países y bancos sin límite. La Comisión ha suspendido el Pacto de Estabilidad para que los países no tengan limitaciones en sus deudas públicas ni en su déficit y gasten cuanto quieran en la recuperación económica. Se parece a la política económica que impuso el Norte al Sur en 2010 como un huevo a una castaña. Es decir, nada. Todo lo contrario.
El plan de recuperación será un paso extraordinario en la integración europea. Refuerza enormemente el europeísmo ciudadano al ver, esta vez sí, una Europa unida, fuerte, solidaria, que ayuda a sus Estados y a sus ciudadanos y que aprovecha la crisis para lanzarse hacia el liderazgo mundial en la lucha contra el cambio climático y hacia la digitalización de su economía, manteniendo la cohesión social.
Es la primera vez en la historia que la Unión Europea se endeuda en nombre de la Unión y mutualiza la deuda ante los mercados. Es la primera vez que crea figuras fiscales nuevas para amortizar esa deuda (digitales, plásticos y compensación del CO2 en Frontera). Es la primera vez que se lanza un plan dotado con casi un billón de euros en una política anticíclica (no procíclica como en 2010) a repartir solidariamente. Es la primera vez que se da un paso tan federalizante en una Unión supranacional como es hoy la UE.
A destacar algunas consideraciones políticas de interés. El plan cuenta con un apoyo político muy amplio en el Parlamento Europeo: PP, Socialistas, Liberales y Verdes lo respaldan consensuadamente. No ha habido fractura política como aquí en la respuesta a la pandemia. La presidencia alemana, ayudada por el eje francoalemán (Macron) ha jugado un papel clave. Merkel ha demostrado que quiere hacer Europa y exige una Alemania europea, no una Europa alemana. España hizo una propuesta-borrador muy parecida a la aprobada (mérito de Calviño). Por último, sin el Brexit, es decir con Reino Unido dentro, este plan no se habría aprobado.
Han surgido algunas dudas respecto al pacto final con Hungría y Polonia sobre la llamada macrocondicionalidad, es decir, con el hecho de que Europa podrá vetar y paralizar las ayudas al país que en su legislación violente las reglas del Estado de Derecho. La aceptación en los minutos finales del acuerdo de que la Corte de Luxemburgo emita informe previo sobre esa supuesta vulneración me parece apropiada. No es una cesión a esos dos países sino una garantía de que la sanción es procedente. Por otra parte, es la primera vez, también en esto, que la UE establece esa condicionalidad referida a los valores y principios democráticos que inspiran y configuran Europa.
Se ha dicho que este gran logro constituye un momento hamiltoniano de la Unión, aludiendo a la mutualización de la deuda de los Estados confederados de América. Sin duda lo ha sido, aunque estamos muy lejos de forjar los Estados Unidos de Europa. Y aunque es cierto que ha habido otros momentos semejantes en la historia reciente de la Unión, este no es menos importante que aquellos históricos acuerdos sobre la Unión Monetaria, la unión bancaria o los fondos de cohesión. Entre otras razones porque este será la base del Pilar Fiscal y de un posible Tesoro Europeo, condiciones fundamentales ambas de una unión monetaria y de su gobernanza.
Se dice con frecuencia que Europa se construye a golpe de crisis (Monnet) y ésta ha sido también la característica de la respuesta europea a la pandemia. Hemos dado un paso extraordinario en la integración de la Unión. Queda por ver cómo aplicamos los fondos en los próximos tres años. Está por ver si los Estados miembros aprovechamos bien esta enorme cantidad de recursos para transformar nuestras economías y dar un salto de calidad tecnológica y climática. Pero si el acuerdo europeo no se hubiera producido estaríamos afrontando una crisis peor que la de 2010.
Publicado en El Correo, 26/12/2020