No puedo entender qué ganaríamos los vascos apareciendo en Europa como abanderados de la autodeterminación para independizarnos de España (porque eso es el derecho a decidir)
Empezaré confesando que me enteré de la presentación del PNV y EH Bildu de su proyecto de Estatuto en Bruselas al día siguiente de que ocurriera. Fue la prensa vasca la que me trajo la noticia. Aquí en el Parlamento Europeo hay cientos de reuniones cada día y, francamente, no creo que esa presentación interesara más que a unas decenas de personas. De manera que sobra cualquier análisis sobre el impacto político en las instituciones comunitarias de dicho anuncio-presentación. No tuvo ninguno.
Pero hay dos circunstancias que merecen comentario político de cara al debate abierto en torno a tan importante tema. La primera derivada de aquel pequeño acto es la voluntad de ir juntos a Bruselas. Es decir, la voluntad del PNV de comparecer junto a EH Bildu en Bruselas y ratificar, de esta forma, las bases políticas de su reciente acuerdo traspasando las fronteras para decir a propios y extraños que su pacto para el futuro de Euskadi es la autodeterminación para la independencia. Una vez más, tanto Joseba Egibar como su diputado general guipuzcoano, Markel Olano, marcan territorio y reiteran su apuesta independentista frente al Gobierno vasco, su lehendakari, Iñigo Urkullu, sus compañeros vizcaínos (en Álava no dicen nada) y la propia dirección jeltzale.
EH Bildu aprovechó muy bien este pacto y amarró al PNV en sus compromisos. «Se trata de una magnífica oportunidad de llevar al corazón de Europa el proceso de Euskal Herria», subrayó la parlamentaria Maddalen Iriarte. Arnaldo Otegi reitera, por su parte, que sin derecho a decidir no habrá pacto. Es más, con inteligente oportunismo EH Bildu quiere facilitar la aprobación del Presupuesto vasco del próximo año para hacer más difícil todavía la rectificación del PNV.
Un pacto presupuestario en esas condiciones, aunque solo sea retirando diputados para facilitar la mayoría de la coalición PNV-PSE, afecta la legislatura y compromete a ambos socios porque consolida una alianza política de signo contrario a la que sustenta el Gobierno. En ese contexto y con esa estrategia, los socialistas vascos deberán marcar sus posiciones y el PNV aclarar cuáles son sus verdaderos propósitos.
La segunda circunstancia a destacar son las compañías. Yo no creo que Euskadi deba estar en Europa en el mismo vagón que Nueva Caledonia, las islas Feroe y en un acto organizado por plataformas que nos relacionan con Cataluña. Naturalmente admito que otros piensen que ese es nuestro lugar, pero destaco las connotaciones reivindicativas y conflictivas de esas compañías. Estoy mucho más de acuerdo con el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, y con el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, que en unos términos casi similares reivindican estabilidad frente a conflictividad y convivencia frente a fractura.
No puedo comprender qué ganaríamos los vascos apareciendo en Europa como abanderados de la autodeterminación para independizarnos de España (porque eso es, y no otra cosa, el llamado Derecho a decidir) planteando una Europa con cuarenta o cincuenta naciones en una arquitectura institucional imposible. El nacionalismo vasco debe saber que su ideología y sus sentimientos están hoy monopolizados por movimientos antieuropeos, populistas y de ultraderecha que en nada pertenecen al PNV.
Hoy, el enemigo de Europa es el nacionalismo de Italia, de Hungría o el de Polonia, el de los «verdaderos finlandeses» o el de AFD, el partido de la ultraderecha en Alemania. Hoy el problema del futuro de Europa radica en los que quieren más nación y menos Europa, en aquellos que niegan la democracia europea porque dicen que la democracia solo es posible en la nación. Hoy todo el europeísmo militante, federalista o no, se opone a quienes gritan que Europa es «una comunidad imaginaria», como resaltó hace unos días el presidente de Polonia, Andrzej Duda. Hoy el PNV corre el riesgo de que le metan en la misma cesta si acentúa su perfil nacionalista en Europa.
No, no es ese nuestro sitio ni nuestro camino. Hay un espacio público en Europa para regiones con fuertes poderes autonómicos, competenciales y legislativos como los nuestros. Desde Flandes a Lombardía o Baviera, Euskadi tiene oportunidades de jugar su propio papel en la Europa del futuro.Nuestra imagen corporativa dejó de ser la violencia y hoy nos caracterizan y representan grandes compañías en energía, buenos bancos, muchos centros de investigación, los mejores fabricantes de automóviles o de ferrocarriles o de componentes aeronáuticos. Esa es nuestra reputación. Ese es nuestro sitio y ese debe ser nuestro camino en Europa.
Empezaré confesando que me enteré de la presentación del PNV y EH Bildu de su proyecto de Estatuto en Bruselas al día siguiente de que ocurriera. Fue la prensa vasca la que me trajo la noticia. Aquí en el Parlamento Europeo hay cientos de reuniones cada día y, francamente, no creo que esa presentación interesara más que a unas decenas de personas. De manera que sobra cualquier análisis sobre el impacto político en las instituciones comunitarias de dicho anuncio-presentación. No tuvo ninguno.
Pero hay dos circunstancias que merecen comentario político de cara al debate abierto en torno a tan importante tema. La primera derivada de aquel pequeño acto es la voluntad de ir juntos a Bruselas. Es decir, la voluntad del PNV de comparecer junto a EH Bildu en Bruselas y ratificar, de esta forma, las bases políticas de su reciente acuerdo traspasando las fronteras para decir a propios y extraños que su pacto para el futuro de Euskadi es la autodeterminación para la independencia. Una vez más, tanto Joseba Egibar como su diputado general guipuzcoano, Markel Olano, marcan territorio y reiteran su apuesta independentista frente al Gobierno vasco, su lehendakari, Iñigo Urkullu, sus compañeros vizcaínos (en Álava no dicen nada) y la propia dirección jeltzale.
EH Bildu aprovechó muy bien este pacto y amarró al PNV en sus compromisos. «Se trata de una magnífica oportunidad de llevar al corazón de Europa el proceso de Euskal Herria», subrayó la parlamentaria Maddalen Iriarte. Arnaldo Otegi reitera, por su parte, que sin derecho a decidir no habrá pacto. Es más, con inteligente oportunismo EH Bildu quiere facilitar la aprobación del Presupuesto vasco del próximo año para hacer más difícil todavía la rectificación del PNV.
Un pacto presupuestario en esas condiciones, aunque solo sea retirando diputados para facilitar la mayoría de la coalición PNV-PSE, afecta la legislatura y compromete a ambos socios porque consolida una alianza política de signo contrario a la que sustenta el Gobierno. En ese contexto y con esa estrategia, los socialistas vascos deberán marcar sus posiciones y el PNV aclarar cuáles son sus verdaderos propósitos.
La segunda circunstancia a destacar son las compañías. Yo no creo que Euskadi deba estar en Europa en el mismo vagón que Nueva Caledonia, las islas Feroe y en un acto organizado por plataformas que nos relacionan con Cataluña. Naturalmente admito que otros piensen que ese es nuestro lugar, pero destaco las connotaciones reivindicativas y conflictivas de esas compañías. Estoy mucho más de acuerdo con el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, y con el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, que en unos términos casi similares reivindican estabilidad frente a conflictividad y convivencia frente a fractura.
No puedo comprender qué ganaríamos los vascos apareciendo en Europa como abanderados de la autodeterminación para independizarnos de España (porque eso es, y no otra cosa, el llamado Derecho a decidir) planteando una Europa con cuarenta o cincuenta naciones en una arquitectura institucional imposible. El nacionalismo vasco debe saber que su ideología y sus sentimientos están hoy monopolizados por movimientos antieuropeos, populistas y de ultraderecha que en nada pertenecen al PNV.
Hoy, el enemigo de Europa es el nacionalismo de Italia, de Hungría o el de Polonia, el de los «verdaderos finlandeses» o el de AFD, el partido de la ultraderecha en Alemania. Hoy el problema del futuro de Europa radica en los que quieren más nación y menos Europa, en aquellos que niegan la democracia europea porque dicen que la democracia solo es posible en la nación. Hoy todo el europeísmo militante, federalista o no, se opone a quienes gritan que Europa es «una comunidad imaginaria», como resaltó hace unos días el presidente de Polonia, Andrzej Duda. Hoy el PNV corre el riesgo de que le metan en la misma cesta si acentúa su perfil nacionalista en Europa.
No, no es ese nuestro sitio ni nuestro camino. Hay un espacio público en Europa para regiones con fuertes poderes autonómicos, competenciales y legislativos como los nuestros. Desde Flandes a Lombardía o Baviera, Euskadi tiene oportunidades de jugar su propio papel en la Europa del futuro.Nuestra imagen corporativa dejó de ser la violencia y hoy nos caracterizan y representan grandes compañías en energía, buenos bancos, muchos centros de investigación, los mejores fabricantes de automóviles o de ferrocarriles o de componentes aeronáuticos. Esa es nuestra reputación. Ese es nuestro sitio y ese debe ser nuestro camino en Europa.
Publicado en El Correo, 23/10/2018