Aquella foto de Manolo dormido en una mesa de despacho con los pies apoyados en la ventana marcó la primera gran etapa vital de Manuel Marín. Las negociaciones de adhesión fueron eternas, complejas y difíciles y se trabajó duro los tres primeros años del gobierno socialista (1983-1986). Manolo fue hombre clave en aquel gran éxito político que fue la incorporación de España a Europa. Su educación en la Escuela Europea de Brujas le hizo europeo además de español y por eso fue un europeísta adelantado en nuestro país.
Más tarde fue Comisario y Vicepresidente de la UE durante la década de los noventa. Su gestión estuvo marcada por las políticas de empleo, el desarrollo de la cooperación europea con el mundo, la política internacional de la Unión y la expansión de los programas educativos comunes (Erasmus). En Europa se le reconoce como un gran europeísta, hombre serio, riguroso, trabajador y buena persona. Su contribución a la ciudadanía europea estuvo marcada por la creación del programa más exitoso y popular de la Unión: el intercambio de estudiantes universitarios. Casi 500.000 europeos estudiaron en otro país con la beca Erasmus.
Acabó su vida política en España como Presidente del Congreso de los Diputados. Allí manejó la tensión partidaria y el pluripartidismo con paciencia y diplomacia, poniendo a prueba su cabeza ordenada y un poco germánica para la flexibilidad que reclaman las tensiones partidarias.
En definitiva, una trayectoria limpia y honesta, lo que ya es mucho en los tiempos que corren. Un político respetado por todos y admirado por muchos, lo que es más todavía. Un socialista que se fue dejando un rastro de dignidad, coherencia y solvencia. Ojalá tengamos muchos como él.
Más tarde fue Comisario y Vicepresidente de la UE durante la década de los noventa. Su gestión estuvo marcada por las políticas de empleo, el desarrollo de la cooperación europea con el mundo, la política internacional de la Unión y la expansión de los programas educativos comunes (Erasmus). En Europa se le reconoce como un gran europeísta, hombre serio, riguroso, trabajador y buena persona. Su contribución a la ciudadanía europea estuvo marcada por la creación del programa más exitoso y popular de la Unión: el intercambio de estudiantes universitarios. Casi 500.000 europeos estudiaron en otro país con la beca Erasmus.
Acabó su vida política en España como Presidente del Congreso de los Diputados. Allí manejó la tensión partidaria y el pluripartidismo con paciencia y diplomacia, poniendo a prueba su cabeza ordenada y un poco germánica para la flexibilidad que reclaman las tensiones partidarias.
En definitiva, una trayectoria limpia y honesta, lo que ya es mucho en los tiempos que corren. Un político respetado por todos y admirado por muchos, lo que es más todavía. Un socialista que se fue dejando un rastro de dignidad, coherencia y solvencia. Ojalá tengamos muchos como él.
Publicado en Letras Libres, 7/12/2017
Foto: Alfredo García Francés.